CAPITULO 7

Johnny compartía carcajadas con Alice mientras caminaban. El sol se escondía por el horizonte de las montañas, tiñendo el cielo de colores cálidos, para que al final se tornara oscuro y con diminutos puntos brillantes que salieron ante la ciudad.

Ellos se habían divertido como nunca antes. No solo subieron en la montaña rusa, también condujeron los carritos chocones (Johnny estuvo al volante) por tres veces, hasta que un choque hizo que él se golpeara en la rodilla en el tercera ronda de choques.

Además, Johnny tentó a la suerte en el juego del tiro al blanco, hizo lo mejor que pudo y ganó un premio: un oso de peluche café (que tenía las mismas dimensiones que un guante de béisbol).

Johnny se divirtió tanto, que no pudo recordar cuando fue la última vez que tuvo una experiencia semejante a lo ocurrido en aquella tarde. Estuvo en la Universidad por un par de años y luego de graduarse, terminó trabajando para el periódico en el que está.

Se restringió de todo, se enfocó estudiando durante ese tiempo... que olvidó que la vida había que gozarla y disfrutar. En la mente de Johnny, se proyectó un pensamiento:

Es una lástima que todo termine hoy.

El oso que Alice llevaba, se veía bastante feo, como si lo hubiesen encontrado en la carretera pisoteado por una llanta de un camión de carga. Aunque ella lo aceptó.

—Esta tarde me la pase de lo mejor. —Dijo Alice.

— ¿En serio?

—Sí—afirmó Alice mientras abrazaba el peluche— ¿Y tú?

Johnny sonrió abiertamente, se podía ver un poco de sus dientes.

—Debo admitir que fue emocionante—confesó él soltando una risita. Alice miraba los azulados ojos de él.

Entonces, de repente Alice carcajeó, con un sonido un tanto aguado.

—Aunque por ir al parque de diversiones, olvidamos algo.

— ¿Qué cosa? —inquirió Johnny.

Ella se detuvo, él siguió caminando hasta que se detuvo a un metro de distancia.

—Recuerda que me enseñarías la ciudad. Fuimos al parque... pero eso no se podría llamar una parte, lo demás no.

Él apretó la mandíbula y se acercó a ella.

—Tienes razón. —Comentó él y levantó la mirada al cielo nocturno. —Supongo que otro día.

—Claro, me parece bien. —Alice se encogió de hombros— Cuando tengamos tiempo libre saldremos de nuevo, ¿te parece?

—Hum, de acuerdo. —Asintió Johnny.

Aquella palabras adustas y densas de él, hicieron que Alice pensara en que Edward no quería un encuentro más con ella, a pesar de cómo se habían divertido. También pensaba que el nuevo Edward tenía acaparado su tiempo desde que desapareció.

En cambio Johnny ya no quería seguir con eso, pero las palabras aún seguían atascadas en su garganta.

¿Qué demonios me impide decirle la verdad?

— ¿Lo prometes? —preguntó Alice interrumpiendo los pensamientos de Johnny. Tenía levantado la mano hecho un puño y también estaba estirado el dedo meñique.

Johnny miró ese dedo con desdén. Era la típica tontería de hacer promesas, bastante infantil. Existen miles de promesas en el mundo por distintas personas en el que no todas se pudieron hacer; él quiso ser de ésas, prefiriendo que sea una promesa incumplida.

Johnny estiró el dedo meñique.

—Te lo prometo, Alice.

Los dos dedos se entrelazaron y en unos segundos, se soltaron. Alice esperaba que esa promesa se cumpliera.

Continuaron su camino, Johnny acompaño a ella a que tomara un autobús. Él no quería seguir hablando con ella, si él quisiera hacerlo, sería para decir la bendita verdad que no podía pronunciar.

Fue una suerte que haya llegado el autobús en el que Alice se iría.

—Debo irme—masculló Alice.

Él alargó el brazo para que la estreche.

—Hasta pron...—se calló Johnny, porque Alice la interrumpió con lo que hizo.

Ella se puso en puntillas y le plantó un rápido e improvisado beso en la mejilla. Algo que Johnny no espero.

Alice subió los escalones del autobús, pagó la tarifa, el vehículo aceleró y ella desapareció mientras tomó un asiento.

De todos los pasajeros, había uno que era un chico con chaqueta negra en la que se veía tan sonriente fijando la vista en la calle. Johnny lo vio, pero no el muchacho a él.

Johnny sintió envidia de ese muchacho tan sonriente, sea cuál sea la buena noticia que haya tenido (como al declararse a una chica y haya funcionado). El autobús dobló la esquina.

Perfecto... perfecto... ¿qué se supone que deba hacer ahora?

Johnny apretó la nariz, evaluando la situación que tuvo con la novia de su hermano.

Vino para estar con Edward. Yo sólo estoy quitando a su novia. O bueno, la que fue de él.

Comenzó a caminar dirigiéndose a casa.

Se está enamorando de mí a pesar de que le dije que sólo seamos amigos.

Eso era verdad, Alice se enamoró de esos azulados y pálidos ojos, tan puros y pasivos, tan claros y limpios, como si se tratara de agua pura y cristalina.

Johnny no se sentía bien con lo que hacía. Tampoco seguía sin entender, por qué no pudo decirle algo tan fácil (un poco hiriente) como el hecho de que Edward estaba en coma. Y la razón del coma.

Caminó hasta ir a casa. Aún tenía una prioridad: ignorar a Alice.

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