CAPÍTULO 4
Alice empacaba su ropa en un maletín de cuero color café.
Colocó su ropa, un reloj de muñeca con correas de cuero, un cepillo dental nuevo (que decidió comprarlo por anticipación), su pasaporte, y algo de maquillaje.
Ella no estaba segura del por qué quería ver a Edward, a pesar de que desapareció durante varios meses sin dejar una pista de lo que se encontraba haciendo. Pero en el interior de su ser, esperaba buscarlo allí. Lo amó, durante mucho tiempo. Él fue bastante amable, en los primeros días que conversaba. Algunas veces lloraba frente a su celular, o computadora, al tratar de desahogarse con él.
El comienzo fue algo que no experimentó con sus anteriores prometidos, pero en Edward, había un no sé qué, el cual lo conectaba con él. Aunque creer que todo va bien, es un error, tarde o temprano todo da un giro inesperado, alterando la rutina.
Luego de que fueron novios a distancia durante seis meses, Edward, se volvió frío y cruel al contestar sus mensajes. Cuando le comentó que su perro falleció porque un auto lo golpeó, lo que dijo fue:
¿Eso importa? Es solo un perro, Alice. Puedes comprarte otro.
La ira la consumió, pero también la depresión y la frustración. Buscaba desahogarse con Edward, que sea su apoyo, ¿para que él sólo le dijera eso? No. Ella buscaba aliviar el dolor. Es como si Edward no comprendiera ese sentimiento de pérdida de un ser que ama. Desde aquel día, Edward no volvió a ser el mismo.
Lo peor de todo, es que al día siguiente él trato de arreglarlo todo con un perdón. Ella lo perdonó. Aunque fue un error creer que cada vez que Edward hacía algo malo, sería perdonado muchas veces. Y así fue durante bastante tiempo.
La madre de Alice entró a la habitación.
—Es difícil creer que vas a irte, hija.
Ella se volvió a su madre. Le enseñó una sonrisa forzada. Se acercó a ella y la abrazó.
—Espero que estés bien a dónde vayas.
Alice quiso llorar, pero trato de contener las lágrimas, como su madre también lo hacía. Jamás creyó que se separaría de su madre, ni en sus días de estudio en Veterinaria. Alice, quería visitar nuevos lugares.
—Gracias, mamá. ¿Dónde está papá?
La madre de Alice se limpió una lágrima con el dorso de la mano.
—Está abajo, colocando una maleta tuya, Alice.
— ¿Vas a venir con nosotros?
Su madre asintió con la cabeza.
—Sí, quiero aprovechar los últimos minutos que pueda estar contigo, querida.
Alice estuvo a punto de llorar ante esas palabras. Despegarse de la persona que amas, no es nada fácil. Tomó la maleta que estaba lista para ponerla en el auto.
La puso en un espacio libre en el portaequipaje del Hyundai Y20 de sus padres y se subió al coche para sentarse en el asiento trasero. Luego de que el coche rugió, pudo encenderse. Retrocedió hasta salir a la calle, luego manejaron al Aeropuerto.
En el viaje, Alice miraba por la ventana: las calles por las cuales siempre circulaba, los parques con sus árboles tan verdosos, las casas de viejas amigas y por último, la escuela en la que estuvo.
Se estaba despidiendo no solo de la ciudad, sino de todos esos lugares en los cuales Alice, había tenido varios recuerdos, como aquel primer beso en el parque, con el niño que solía vivir en frente, o tal vez cuando compraba deliciosos helados de la heladería en la cual su padre la llevaba.
Son muchos momentos, pero fueron buenos.
Al llegar al aeropuerto, su padre ayuda a su hija con las maletas, tomó las dos maletas y antes de que hicieran el análisis de los equipajes, Alice, se despidió de sus padres con un abrazo de familia.
—Te queremos, hija.
—Yo también los quiero. —dijo Alice.
A lo lejos, sus padres se despedían con las manos, ella imitó el gesto y luego se limpió una lágrima cuando ya no pudo verlos.
En el avión, algunos pasajeros colocaban los equipajes en el portamantas, luego ella hizo lo mismo. Se sentó en las ventanas de alado. Al cabo de un tiempo, las azafatas ordenaron que abrocharan los cinturones en el despegué. Alice, lo hizo.
Durante el viaje, se acomodó en el asiento y decidió dormirse.
***
Johnny estaba en su puesto haciendo una noticia, un reportero le pidió que la hiciera mientras tomaba un café. Le hizo caso y escribió la noticia de un asesinato de un periodista en la salida de su puesto de trabajo; era una noticia tétrica y angustiosa, le habían matado peor que a un cerdo.
Pero era noticias frescas para el Diario.
Era curioso que no lo estuviese escribiendo el famoso periodista que trabajaba en el mismo periódico, que siempre se llevaba las mejores noticias (de algún modo u otro). En unos tres minutos, terminó la noticia que estaba lista para el periódico al día siguiente.
Se reclinó en el asiento, entrelazo sus dedos y los envío a la nuca mientras descansaba un poco. Soltó un largo suspiró, pensando en Alice y en que muy pronto se iban a ver.
Aún se sintió arrepentido con lo que hizo.
***
Luego de que Alice salió del aeropuerto, tomó un taxi con un conductor de acento londinense. Le dijo la dirección del recinto que había alquilado con anticipación y mientras el señor conducía, miró las calles de la ciudad.
Divisó varios edificios tan similares a Nueva York que por un instante creyó que estaba ahí. Los parques, con áreas verdes que nunca vio antes; el césped y los árboles, se veían tan verdosos que se cautivó al mirarlos.
Vio a varias personas transitando por la acera: familias, algunos niños de al menos unos diez años, chicos caminando con patinetas y algunas... parejas.
Alice quiso dejar atrás la idea de enamorarse de Edward; no otra vez. Pueda que él tenga sus encantos, pero tenía que recordar una simple y fácil idea:
Desapareció sin ninguna pista.
Era verdad, tenía que admitirlo. Aunque a pesar de que fue muy brusca en el primer mensaje que le dejó hace unos días, en su corazón, aún lo extrañaba.
Ella no quiso perder las esperanzas, además, con el paso del tiempo, varios quisieron comprometerse con ella. Alice siempre les decía: No, pero diciéndoles sobre Edward y tratando de no herirlos tanto.
La idea de querer algo de nuevo con Edward, le pareció inevitable.
No, mejor ya déjalo. Tal vez ya está enamorado de alguna otra mujer, que sea mejor que yo. Pueda que hasta se haya...
Casado. Ese pensamiento la deprimió bastante.
El taxi se detuvo en el edificio en el cual Alice, vivirá durante un largo tiempo. Pagó al conductor, tomó el equipaje y bajo del coche. Entró en el edificio y un hombre de unos cincuenta y tantos años con la cabeza brillante y un poco de cabello que estaba canoso, estaba detrás de la barra.
A sus espaldas, había varias llaves colgando de un clavo.
—Vaya, creí que no vendría jovencita.
—Perdón por la tardanza—dijo Alice soltando las maletas— creo que el vuelo se tardó un poco. O tal vez el taxi.
El señor mostró una sonrisa con una dentadura postiza. Se volvió al montón de llaves y tomó una. Se la entregó a Alice.
—Sólo no la pierda—le aconsejó el señor.
—No lo haré.
Alice le sonrió y llevó las maletas al segundo piso, aunque fue un poco molesto subir los peldaños con las maletas que eran bastante pesadas. Introdujo la llave y al girarla, soltó un sonido. La abrió y vio la habitación que rentó.
Era un poco amplio, tenía una cama en un extremo, una pequeña sala con un mueble de terciopelo blanco y una tina en el baño, lo último era algo nuevo, ya que siempre se bañaba en la ducha y no en una tina.
Dejó las maletas por un lado y cayó en la cama.
Tarde o temprano compraré una casa.
Se quedó boca abajo por unos minutos y luego se dio vuelta.
Alice pidió trabajo en una veterinaria que estaba al frente de un restaurante de media clase. Trabajaría y en el momento de su descanso podría simplemente cruzar la calle para almorzar.
Hoy era miércoles. Alice, miró el reloj de su muñeca y suspiró. Eran las dos y quince de la tarde.
Se fue a la tina y en unos diez minutos, salió envuelta en una toalla, después se vistió con una camiseta de seda negra, que estaba adornada con flores rosas, unos pantalones negros y unos zapatos sin tacón.
Ella no sabía si se vistió así para verse preciosa junto a Edward; que esperó que pueda mostrarle la ciudad. O simplemente para que vean que era atractiva. La nueva ciudad le pareció un buen lugar para vivir durante un tiempo, tal vez dentro de un par de años viaje a otra.
Tomó las llaves que las había dejado en la cama y salió con un bolso pequeño.
***
El Starbucks en el centro comercial Lake Mall, era bastante amplio, con varias mesas (al menos diez), había algunas personas ocupando dichas mesas, pero la que más le incomodó fue la de una pareja que se tomaba ambas manos con mucho afecto.
Tal vez no debí decirle a Edward que venga aquí, de haber sabido que estarían esos tortolos...
Alice sentía envidia de la felicidad del amor mutuo que una pareja tiene. Demostrándose afecto, mientras que a ella, no le quedaba nada. Aceptó ser amiga de Edward y ya, eso fue lo peor, aunque no parecía ser tan fácil tragarse esas palabras.
Alguien empujó la puerta y Alice volvió a verlo.
Era Johnny (fingiendo ser Edward).
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