CAPITULO 28

El labio inferior de Alice temblaba.

— ¿Quién eres? —preguntó ella finalmente de unos segundos.

—El verdadero Edward. —Suspiró con desdén hacia sí mismo.

Edward nunca creyó que así llegaría a conocer a Alice.

—Y entonces tú...— se volvió al otro hermano— ¿quién se supone que eres?

—Johnny. El hermano menor.

Un huracán de pensamientos, que antes fueron felices en días pasados se proyectaron con lentitud, cada momento, cada minuto, que Alice pasó con ese Edward.

Cada recuerdo, se quebrantaba como si fuera un cristal siendo destruido por un gran mazo de acero.

La vez en que se miraron por primera vez en el centro comercial, la vez en que cantaron por individual en la discoteca, la ocasión en que cenaron y él... ese extraño mentiroso le había dicho te amo.

Nunca se trató de la misma persona en todo este tiempo.

Nunca...

Alice empezó a sollozar y Teresa quiso ayudarla de mujer a mujer, pero no sabía cómo. En este tipo de situaciones no hallaba una forma precisa de ayudarla.

En la mente de Alice sólo se sentía tan destruida por haber estado con alguien más, y no con la persona que creyó estar. Un extraño...

Ella mismo se lamentó en la vez que quiso ser amigo de él, y dejar atrás lo que supuestamente había entre los dos. Había empezado desde cero con alguien que no le fue sincero en ningún momento.

Edward, se volvió a Johnny.

—Debes confesar.

Johnny bajó la mirada y entonces Alice comprendió que aquel sueño, fue una premonición. Pensó que sólo era un sueño y ya. Se sintió furiosa consigo misma.

—Alice...—empezó a hablar Johnny— yo fui la persona que estuvo en la cuenta desde el inicio. Tú dejaste el mensaje y yo no iba a contestarte... eso iba a hacer. Y continué la conversación por mera curiosidad, para saber qué pasaría... y cuando me dijiste que venías acá, sentí que me metí en problemas.

»Estaba a punto de decirte la verdad en cuanto te vi en el centro comercial, pero algo me pasaba. Me enamoré de ti. No sería lo mismo porque, a pesar de todo ese tiempo, estuviste esperando a mi hermano y si te decía que Edward estaba en Coma, lo seguirías esperando...

— ¿En Coma? —preguntó Alice mientras soslayó al otro hermano.

Johnny asintió.

—Aquel deseo egoísta de tenerte, —continuó Johnny— hizo que me hiciera pasar por mi hermano para seguir con la relación que antes tuvieron, y también pensaba quedar en claro que no quería nada y no pude resistir a que mi mente, me hiciera pensar en ti.

»Pero me enamoré al verte a los ojos... y también que lo que hizo que haya funcionado, es que viste una nueva versión de Edward, una que no era mala, no como en los mensajes. Y entonces parecía que te volvías a enamorar pero de esa nueva versión. Y yo... siempre fui yo... nunca fui Edward.

»Sé muy bien que mentí todo este tiempo, pero lo que sí es verdad es que, sí te amé.

»En verdad lo lamento, Alice.

Johnny se encogió de hombros cuando había terminado.

Alice seguía llorando. Cada palabra acababa con ella. En aquella noche, no esperaba que ocurriera esa revelación, ni que tampoco fuera a llorar.

—No quiero volver a verlos. —Dijo Alice con la voz quebrada mientras se apartaba una lágrima con el dorso de la mano— ¡A ninguno!

De inmediato ella salió de la casa dando un fuerte portazo.

Johnny se desplomó en el sofá, también al borde de querer llorar. La verdad lo destruyó más a Alice que a él. Edward comprendió por lo que su hermano pasaba. Se acuclilló a su lado.

—Ya, hermano, tranquilo.

Ya no había nada más que hacer. Todo se había terminado.

Los gritos de alguien en las calles hicieron que las tres personas en la sala dieran un respingo.

— ¡Cállate! —gritó alguien afuera.

Johnny se puso de pie de un salto y se acercó para asomarse a la ventana. Se volvió a los dos.

— ¡Alguien se está llevando a Alice!

Johnny abrió la puerta de la misma manera que lo hizo Alice antes de salir. Sólo que lo hizo con desesperación.

Salió a la calle corriendo con una velocidad que le asombró a sí mismo. Siguió corriendo, Alice estaba forcejeando y arañando al que lo estaba arrastrando al vehículo (una minivan gris rentada).

— ¡Alice!

Un individuo alto y corpulento pudo hacer que entrara al coche y entonces éste, aceleró. Los pies de Johnny apenas rozaban el suelo por la forma tan veloz y desenfrenada en que corría.

El vehículo incrementaba la velocidad; la distancia entre él y el coche, se separaba cada vez más. Hasta que Johnny ya no pudo alcanzarlos, el vehículo se alejaba más metros y pronto se perdería en las calles de la ciudad.

Johnny aminoró la marcha hasta que el coche dobló la esquina y desapareció de su vista. Apoyó las manos en las rodillas dando bocanadas de aire.

Se la habían llevado.


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