CAPITULO 24

Al día siguiente trató de ordenar la casa. Aún tenía miedo de lo que le pudieran hacer a Alice. Apenas pudo dormir anoche; había tendido la cama y estuvo dando las vueltas hasta poder conciliar el sueño, pero le fue imposible.

Estaba agotado y lastimado.

No podía moverse bien sin que las costillas le punzaran por el dolor. Levantó el teléfono que estaba caído. Johnny hizo un esfuerzo para inclinarse y levantarlo. Se percató de que el cable estaba desconectado. No lo entendió.

Johnny pensó que estaba conectado.

De seguro lo desenchufaron esos imbéciles.

Estaba equivocado. No era cierto lo que dijo; el teléfono se había desconectado el día en que Johnny acomodaba los muebles y no se había dado cuenta. Volvió a enchufarlo.

Ahora ya podía comunicarse.

Por un instante deseó decirles a los dos matones que tendrían un lugar de encuentro y les caería de sorpresa la policía. Fue una idea fugaz e ingeniosa que serviría. Hasta que pensó que habían más de su banda que lo acompañaban aparte de Chuck y desechó la idea.

Ese día, Johnny no fue a trabajar para el periódico. Tampoco llamaría a Alice hasta que todo la situación se haya calmado, no un poco sino por completo.

***

Pasó una semana y Alice no había recibido ninguna llamada de Edward. Se preocupó y por un instante quiso ir a su puesto de trabajo para ir a verlo, estaba preocupada. Pero pensó que sólo estaría trabajando, a veces le exigían horarios extras a él para hacer las noticias del día siguiente.

Dejó pasar un día más a la espera de que algún mensaje llegara.

***

Johnny volvía a tener su rutina que había dejado hace meses. Una rutina que significaba ir al trabajo, tener el corto descanso y luego volver a trabajar para finalmente volver a casa sin nada más que hacer.

Estaba trabajando para que pudiera pagar lo faltante y se obligó asistir por más tiempo para que el sueldo le fuera aumentado. Muy pronto le pagarían y eso le bastó.

Alguien golpeaba la puerta. En su mente cruzó la idea de que eran Chuck y Miller.

Se encaminó a la puerta con miedo y al girar el pomo, abrió la puerta y pudo ver a una mujer.

Era Teresa. Estaba cruzada de brazos. Al ver el rostro de Johnny se estremeció.

— ¿Qué te ocurrió?

—Un golpiza. —Dijo Johnny con voz gastada. Todos los ánimos desaparecieron.

Ella venía a algo más importante.

—Déjame pasar.

Johnny ya no tenía escapatoria, ni tampoco tenía la misma fuerza y ánimos para decir que se marchara. La dejó entrar.

Teresa se familiarizó con la antigua casa, tenía algunos recuerdos de su mejor amigo en ese lugar. No con el hermano que le robó la casa y la identidad.

Ella pasó a sentarse a uno de los sofás.

— ¿A qué has venido?

—Para saber qué hiciste con Edward. —Contestó Teresa. —Sé que te llamas Johnny.

Teresa habló de esa manera tan seria; quiso traer a la policía pero primero necesitaba saber qué paso con Edward, esperando que ella pudiera creer la versión ya que ahora que le reveló lo que sabía, pensó que se dejaría delatar por sí solo. Pensó que tarde o temprano podría dejarlo en la cárcel.

Johnny se puso tenso y después se encogió de hombros soltando un largo suspiro. Teresa iba a sacarle toda la verdad aunque sea a la fuerza, pero al verlo, pensó que alguien se hubiera adelantado.

Él apretó la mandíbula afligido; le dolió un poco.

—Me atrapaste, supongo— intentó sonreír pero no pudo.

— ¿Por qué te haces pasar por Edward y qué fue lo que le pasó? —cada palabra de ella fue firme y pétrea.

Suspiró.

—Está en Coma.

Dejó las palabras suspendidas en el aire. Teresa abrió los ojos como platos al escuchar que su mejor amigo estaba en coma.

—Y hago esto, porque me enamoré de su novia... bueno... su antigua novia.

Ahora todo tenía sentido para Teresa. Lo hacía por amor, pero mentir por amor le hizo sentir aún más enfadada.

—Deberías sentirte avergonzado—masculló Teresa, conteniéndose para no golpear a Johnny por lo que hizo, ya sea que esté muy golpeado o no.

—Lo lamento.

Y lo lamentaba en verdad, no sólo por cómo todo dio un giro inesperado, sino por Alice que aún podía encontrarse en peligro. Y el dinero aún lo necesitaba para pagar a los matones.

El teléfono sonó con fuerza rompiendo el silencio. Johnny alargó el brazo y contestó. Teresa lo miraba.

— ¿Diga? —Dijo él con voz grave— Sí, soy yo... sí... ¿Qué? —Johnny sintió recobrar su fuerza — ¿Desde hace cuánto tiempo?... Fue un error, mi teléfono se desconectó... ¿En serio puede caminar?... De acuerdo...

Colgó y se volvió a Teresa.

—Edward ha despertado hace unas semanas. Hay que ir a verlo.

Faltaban unas horas para que Alice fuera a casa de Edward.

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