CAPITULO 23
— ¿Aún no han podido contactar con mi hermano?
Edward estaba sentado en una silla, descansando, luego de haber caminado durante un largo rato. Sus piernas volvieron a cobrar fuerza, y eso le alegro.
—No, no sabemos qué ha pasado. —Respondió el doctor Wallace, mientras lo contemplaba estando de pie.
Edward hizo un esfuerzo en levantarse sin un bastón que le entregaron, y apenas podía lograrlo. Aunque lo consiguió finalmente y sus tobillos ya no se tambaleaban. Se encaminó a la ventana.
—Sólo me queda él, doc. —Confesó Edward apesadumbrado.
Se dejó absorber por sus pensamientos al ver a una pareja: una enfermera y un doctor de edades muy joviales. Los pudo ver a ellos mientras se envolvían en la luz naranja de un farol y el calor de un beso.
Alice...
Tenía que admitir algo muy difícil. Y debía dar una explicación y ahora tenía una excusa para que todo terminara.
—Ve a sentarte—ordenó el doctor— diré a la enfermera que traiga tu cena.
Edward hizo caso.
Aún faltaba una semana y cuatro días.
***
Johnny besó a Alice a la vez que sostenía su mano. Estaban saliendo del cine casi al anochecer. A lo lejos, el sol se ocultaba y el monocromo cálido y rojizo que tiene se iba desvaneciendo hasta hacer del cielo oscuridad absoluta.
Las calles iban encendiendo las luces blancas y anaranjadas.
Ambos se dirigían al estacionamiento.
***
Teresa vio a Johnny salir con una mujer muy atractiva que parecía tener la misma edad que él. Lo estuvo esperando y ahora tenía algo de curiosidad y las idead fluían sin cesar.
¿Será por esa mujer?
Es la única pista real que tenía.
Sí es que al menos es una pista. Necesitó saber más.
La única idea más coherente que tuvo desde que vio al falso Edward. Aunque necesitaba más tiempo. Observó que los dos se subían a un automóvil y finalmente se fueron. Teresa no los iba a seguir, ya miró todo lo que necesitaba.
***
Aparcó en el edificio de siempre y se despidió de Alice con un beso que fue un tanto prolongado. Ella abrió la puerta y se fue con una sonrisa en el rostro.
Johnny condujo a su casa.
¿Qué habrá pasado con Teresa?
Él recordó que se había ido al apuro sin haber aceptado que lo acompañara. Pero fue crucial que fuera así, Johnny necesitaba huir de ella. Y espero a que no haya venido de nuevo para preguntar sobre su hermano otra vez.
Ojalá no vuelva otra vez. Ya no sé cómo podría huir de ella.
Bajó la velocidad e ingreso el coche en el pequeño garaje. Ingreso a su casa, las luces estaban apagadas y tanteó con la mano hasta encontrar el interruptor. La presionó, pero no funcionó. La sala seguía con el mismo ambiente penumbroso y la luz tenue que provenía de la calle.
Tenía una lámpara en una de las mesas que estaban al lado del sofá.
La luz tenue de la lámpara iluminó la sala por sí sola.
Él pudo ver a un hombre sentado en el sofá mientras empuñaba una pistola apuntado a Johnny. Y un hombre alto y corpulento que estaba arrimado de espaldas en una esquina. Parecían unos fantasmas.
Johnny se asustó tanto que retrocedió de espaldas hasta chocar contra la pared.
— ¿Quiénes son ustedes? —exclamó.
El hombre sonrió con maldad.
—No me digas que olvidaste a tu viejo amigo Miller.
— ¿Miller?
¿Ahora qué? Pensó Johnny y se estremeció, aquellos hombres le dieron mala espina.
—Tal vez la mercancía que robaste hace años te refresque la memoria. —Musitó Miller con una expresión oscura.
— ¡Yo no robé nada!
Se dejó notar el miedo en las palabras. Ya sean estridentes.
—Edward, por favor. No hagas que me ponga violento. O que le diga a Chuck que te haga razonar.
Chuck le gustó la idea y sonrió.
— ¿Edward? —Preguntó Johnny. — Él lo hizo, yo no tuve nada que ver.
Miller golpeó la mesa con tanta fuerza que la lámpara se removió y la luz alumbraba distintos espacios de la sala. Miller aún no dejaba de apuntar de Johnny con el arma.
—No me vengas con estupideces. Si crees que vine a perder el tiempo estás equivocado. —Miró a Chuck con una sonrisa a medias. — Él quiere hacernos pensar que no es Edward.
—Porque no lo soy.
— ¿Entonces quién eres? —Interrogó Chuck.
—Su hermano. —Explicó él— Soy Johnny Mason. Edward está en coma y aún sigue en el hospital.
Miller y Chuck cambiaron miradas. Ambos mandaron la cabeza hacia atrás y soltaron carcajadas de incredulidad con las palabras de Johnny.
— ¿Escuchaste eso, Chuck?
Él asintió. Miller se volvió de nuevo a Johnny.
—Ya basta de bromas. Sabemos que eres un mentiroso, Edward.
El pecho de Johnny subía y bajaba con desenfreno y las venas del cuello le empezaron a latir de repente. La primera vez que suelta la verdad de lo ocurrido con su hermano y ellos no pudieron creerlo, se mostraron escépticos.
—Haz que entienda, Chuck. —Dijo Miller. —Sólo no lo mates.
El individuo alto y corpulento se encaminó a Johnny. Sudor frío fue lo que le recorrió al pobre de Johnny por la frente y las axilas. Negaba con la cabeza mientras el gorila se acercaba para hacerle daño.
Escuchó como las falanges de Chuck crujieron cuando los aplastó. La sonrisa en su rostro era de una maldad pura.
—No me hagas nada por favor. —Pidió Johnny con pavor.
En la mente de Miller pensó algo: Que extraño. En verdad se está comportando como una niña, antes al menos tenía la valentía de dar algo de pelea con Chuck. En verdad, por un segundo creyó las palabras de que no era Edward.
Pero es un mentiroso.
Chuck levantó un puño y Johnny abrió los ojos de par en par. El golpe le llegó en la mejilla izquierda y Johnny cayó de bruces contra el suelo. Chuck le dio una patada en las costillas, luego una más con un aumento de fuerza.
—Detente—le exigió Johnny y trató de mirar a su atacante para que tuviera compasión.
Chuck dio un puñetazo más, que pudo hacer crujir la mandíbula de él. Pero no se había roto. Ni tampoco se le zafó un diente. Ni tampoco se aflojaron. Sólo que Johnny sintió algo agridulce en su boca y escupió un líquido rojo. Tosió por la sangre.
Sintió cada golpe con la misma fuerza de un martillo.
—Basta, Chuck—ordenó Miller.
El grandulón se apartó y volvió a su lugar.
—Edward, escucha.
Pero Johnny aún no podía levantarse, pero puso atención.
—Te daré una semana para que nos pagues el resto. Chuck ya rebuscó entre tus cosas y sacó una parte de dinero.
Johnny se volvió a Miller con la mirada afligida y la mejilla moreteada. De verdad le han robado. Miller le pidió a su compañero para que saqué su celular y luego se lo entregó para enseñarle algo a Johnny, también enseñando su pistola.
Con el arma de fuego señaló a la pantalla del móvil.
—Sino, iremos a hacerle una visita a esta hermosa mujer.
—Alice... —Masculló Johnny con temor. El labio le temblaba.
Le entregó de nuevo el celular y se puso de pie para irse.
—Una semana. —Le recordó Miller enseñando su arma, que después la guardo. —En la encimera de tu cocina dejamos nuestro número.
—Fue divertido esperarte en la oscuridad, Edward— confesó Chuck con un aire de enfado. Lo estuvieron esperando mucho tiempo; le habían seguido en cuanto pudieron encontrarlo.
Ambos criminales salieron de la casa y Johnny estuvo al borde de que las lágrimas cayeran. Todo lo que hizo fue un error.
Se levantó; tenía una contusión en la zona de las costillas donde Chuck pateó. Caminó hacia el cuarto y al encender la luz vio todo hecho jirones, los cajones desordenados, el colchón de su cama levantada y sus almohadas cortadas.
Después al cuarto de Edward y era lo mismo. Todo estaba hecho un desastre.
Se arrimó a la puerta y se deslizó hasta caer sentado. Se tapó la cara con las manos.
He puesto en riesgo mi vida... y la de Alice...
Esta vez... Johnny lloró ahí sentado.
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