CAPITULO 14
Alice había publicado en Facebook la fotografía en la que sonreía con Johnny, se la puso como foto de perfil y él, no comentó nada. No estaba malhumorado, según Johnny no importaba mucho. Sólo era una foto.
Cuando Alice se conectó, Johnny le dijo que reservó una mesa para una cena elegante en uno de los restaurantes más costosos de la ciudad.
En el momento en que el mensaje de Johnny decía sobre la cena, de inmediato, Alice, buscó su mejor vestido.
Por la noche, Johnny vestía con un traje gris; aparcó el coche frente al edificio y llamó a Alice.
—Ya estoy saliendo—contestó Alice mientras tomaba su bolso.
En dos minutos, Alice salió por la entrada principal, llevaba un vestido blanco que se ajustaba a su cuerpo. La falda le rozaba las rodillas. También se abrigó con un saco negro. También se había planchado el cabello, se maquilló con tonos muy oscuros en los párpados y los labios le brillaban como si tuviera una capa de agua.
Johnny se quedó boquiabierto. Dio un respingo volviendo a la realidad, salió del coche y abrió la puerta del copiloto para Alice.
—Luces más hermosa que nunca—halagó Johnny.
Ella agradeció el cumplido y ocupó el asiento. Él rodeó el coche y volvió a ocupar el asiento del conductor.
***
—Edward Mason Overfield.
—Síganme— dijo el señor de la recepción, entonces guío a Alice y a Johnny a una mesa. Arrastraron las sillas y se sentaron. Un mesero se acercó, anotó las órdenes de los dos y se retiró.
—Admito que nunca he asistido a este tipo de restaurantes —comentó Alice.
Él sonrió y preguntó:
— ¿Sabes por qué te traje aquí?
Alice negó con la cabeza. Johnny suspiró.
Ya hice la pregunta, no puedo retractarme ahora.
Johnny tomó la mano de Alice que reposaba en la mesa. No solo el corazón de él bombeaba con más rapidez, también el de Alice, que fue una gran sorpresa para ella que él haya hecho eso.
—Necesitaba de un lugar ideal para decirte lo que siento por ti. —Recorrió con la mirada, hasta detenerse en los ojos topacio de ella. —Te amo, Alice.
Alice, con la mano libre, se tapó la boca.
—Te amo, —volvió a decir Johnny con suavidad— mi vida por fin tiene sentido al tenerte a mi lado. Y prometo—alargó el dedo meñique— que te amaré más cada día.
Ella miró ese dedo estirado y recordó el momento que lo hizo hace unos meses. Entonces entrelazo su dedo con el de Johnny.
— ¿Lo prometes en verdad? —titubeó Alice.
—Lo prometo.
Los ojos de Alice, se tornaron más cristalinos.
—Esperé mucho tiempo para que me dijeras eso, Edward. —Dijo Alice, que se limpió una lágrima solitaria de un ojo. Resopló hasta calmarse.
—Lo sé... lamento la tardanza—musitó Johnny arrepentido.
Afuera del restaurante, las gotas de lluvia golpeaban las ventanas con sonidos tenues.
El mesero trajo platos en una bandeja. Ambos degustaron de la cena.
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