CAPITULO 12
Sus ojos pestañearon con rapidez; la expresión de Edward, fue neutral e indescifrable. Ambos se miraban a los ojos. Un hermano con asombro y miedo, el otro con el gesto que sugería ser de desprecio. Y no sólo desprecio, sino que hasta quizá, una furia que no podía seguir estando contenida.
Otro fuego artificial color rojo iluminó el cielo y en unos segundos, Edward, se desvaneció.
Sólo era una ilusión.
Johnny volvió a cerrar los ojos y se llevó una mano a la sien para frotarla.
Sólo estaba alucinando.
—Edward, ¿te encuentras bien?
Él se volvió a ella.
—No, tranquila. Creo que sólo estoy un poco agotado.
Ella apretó la mandíbula.
—Mejor vámonos. —Sugirió ella.
El espectáculo aún no había terminado, pero fue mejor irse. Está vez, no fue Johnny el que condujo, fue Alice. Él le había entregado las llaves y ella manejó porque vio que él, no se sentía nada bien.
—Conduce a tú casa, Alice. Yo iré solo.
Alice buscó los ojos de Johnny.
— ¿Qué? No, para nada. No te encuentras bien, Edward.
—Descuida. Estaré bien. —Su voz sonó grave y agotada.
Ella no se fío de esas palabras. Sabía que se encontraba muy mal. Solo él fue el que vio aquel tipo o especie de espejismo...
Aunque para Johnny, sólo se trató de un momento instantáneo, una alucinación simple...
¿Qué ocurrió? Pensó Johnny, mientras se acomodaba en el asiento del copiloto tratando de dar una explicación a aquel extraño suceso.
Era él... estoy seguro que era él...
No se encontraba con ningún mal, y Alice, no dejaba de insistir en llevarlo a casa. Y Johnny le seguía negando.
Alice se encogió de hombros, y por fin hizo caso a lo que él decía.
***
Alice apeó el vehículo al borde de la acera en el edificio en el que tenía su departamento. Se quitó el cinturón y dejó el coche encendido para Johnny.
— ¿En verdad no quieres que te llevé a casa? —preguntó ella.
—No, mantente tranquila.
Alice apretó la mandíbula, preocupada. Soltó un suspiro.
—Está bien —dijo Alice. Se acercó a Johnny y le dio un beso en la mejilla para despedirse. —No quiero que te pase nada malo, por eso quería llevarte...
—Estaré bien—dijo Johnny.
Alice asintió y salió del coche hasta entrar al edificio.
Johnny se irguió en el asiento y condujo a casa.
***
Al día siguiente, Johnny fue al hospital para asegurarse de que su hermano aún siguiera en la misma cama sin la intensión de despertar.
Ingresó al hospital, se dirigió al ascensor, apretó el botón para subir al piso en el que estaba su hermano.
Él aún debe seguir aquí.
Apenas pudo dormir por la noche sin dejar de creer que Edward había salido del coma y estaba en la ciudad. Parecía ser una pesadilla en la vida real. La pesadilla que podía quitar a Alice de su vida.
Tal vez todo volviera a ser como antes. Edward con Alice, se volvieran a enamorar luego de que supieran la verdad y Johnny...
Avergonzado de lo que hizo.
El ascensor se detuvo, siguió su recorrido hasta llegar a la habitación de Edward.
Debes seguir aquí, Edward.
Un doctor estaba conversando sobre Edward con una enfermera de cabellera rubia. El señor, era el doctor Wallace Carter O'Neill, que vestía una bata blanca y tenía un pequeño gafete de personal con la fotografía y el nombre. Era un señor de cuarenta y tantos años.
—Ah, Johnny, ¿cómo has estado?
Johnny no contestó a la pregunta e hizo un rápido saludo con el brazo y se acercó para ver a Edward acostado. Aún seguía en coma. Él pudo resoplar aliviado.
— ¿Ocurre algo, Johnny?
—Tuve un sueño en el que creí ver despierto a mi hermano—mintió él.
—Te entiendo. Es como un deseo muy anhelado, supongo.
No se trataba de sueños anhelados, ni nada. Más bien que él se quedará así y no despertara. Johnny quiso sonreír al ver que Edward no había despertado.
—Te ves un poco pálido, Johnny—comentó el doctor.
—Vine corriendo.
Johnny suspiró aliviado de nuevo. Aunque para las dos personas, debió mostrarse con una expresión fatigada y deprimida. Así que lo hizo para que le saliera bien.
En unos segundos se despidió del doctor Wallace. No quiso quedarse a ver a su hermano después de lo que había hecho, y del cómo fue posible que lo haya visto.
Al volver al ascensor se arrimó a la pared y cerro los ojos.
Falsa alarma. Todo puede seguir, tal y como está.
Luego de aquel día, transcurrieron tres largos meses.
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