Shippo

8 de Septiembre de 2017

Shippo cruzó mi portal y fue directo al salón para acomodarse en el sofá como siempre hacía. Se estiró cual gatito y ocupó todo el sofá mientras me miraba y me indicaba que me sentara junto a él. Había tenido el detalle de dejarme un pequeño espacio más o menos a la altura de su cintura, para que yo pudiera sentarme mientras él se mantenía tumbado. Así que cerré la puerta y me encaminé hacia él y me fijé en que había dejado las bolsas en la mesita de té frente al sofá.

Me dejé caer junto a él. Shippo y yo nos conocíamos desde el primer año de universidad. Yo siempre he vivido en esta ciudad, pero Shippo provenía de un pueblo pequeño del norte. Había conseguido ahorrar para alquilar un piso en la capital y tenía una beca de estudios que le ayudaba muchísimo con los gastos. Pero claro, debía mantener sus notas para que la beca continuara, por lo que no salía mucho con los demás universitarios. Pero en el segundo año fue cuando nos volvimos cercanos. Por ese entonces, decidí ayudar en la biblioteca para conseguir algunos créditos extras porque había una asignatura que se me daba fatal. Entonces, Shippo apareció por la puerta y se puso a trabajar conmigo. Al parecer, había cambiado mucho en ese primer año y había acabado perdiendo la beca, así que, además de ponerse a buscar trabajo, debía volver a mejorar sus calificaciones.

Pasamos un montón de tardes juntos ordenando y limpiando la biblioteca. Acabamos por hablar sobre nosotros, nuestros gustos, nuestras metas... y acabamos saliendo por todo un semestre. Shippo era un chico algo despistado, pero muy amoroso y amigable. Estaba siempre para ti, para cualquier cosa, en cualquier momento. Podrías llamarle a las tres de la mañana un martes que iría a por ti y dejaría que le contases lo que sea aun cuando al día siguiente tiene que madrugar.

Me acabó confesando que se obsesionó con las calificaciones hasta tal punto que era enfermizo y sufría ansiedad. Llegada la universidad, pensó que podría equilibrar diversión y estudios, pero al principio no acabó demasiado bien y, aunque esa vez no fuera por el estudio, seguía sufriendo ansiedad. Durante el tiempo en el que nos conocimos trató de equilibrar más su vida y centrarse en sus estudios saliendo los fines de semana con moderación.

Yo había acabado graduándome antes que él y había optado por trabajar en una editorial por algún tiempo, para luego publicar mis propios libros. Por otro lado, Shippo había optado por el mundo de los anuncios publicitarios y ahora estaba en uno de los mejores puestos de su empresa.

Entre su mundo de oficina y el mío entre letras había muchas diferencias, tal vez demasiadas como para mantener el contacto todo lo que nos hubiera gustado. Así que teníamos la obligación de una cena al mes con nuestros amigos para evitar el distanciarnos, cosa que había funcionado bastante bien.

Pero hacía tiempo que no pasaba por mi casa y nos veíamos a solas. Él me hizo una mueca cuando se percató de que lo estaba mirando fijamente. Revolví su pelo anaranjado y con rizos con una mano y lo miré directamente a esos ojos grandes y claros que tenía.

- Estoy bien. – Contesté aunque él todavía no había hablado desde que entró.

Entonces enarcó una ceja y me miró divertido cruzando sus brazos detrás de su cabeza.

- No lo parece. ¿Te apetece contármelo mientras comemos o después? – preguntó mientras se erguía. – Tengo mucha hambre.

Pasó su brazo por delante de mí y agarró la bolsa para tomar una hamburguesa y ofrecérmela antes de coger otra y empezar a comer. Miré a la pequeña hamburguesa, era una de estas de un euro.

- ¿Cuántas has comprado?

- Las suficientes para que yo no tenga hambre y tú puedas desquitarte un poco con la comida.

- ¿No te ha dicho tu dietista que utilizar la comida como consuelo es malo? – reté.

Shippo apartó la hamburguesa por un momento antes de acercarse a mí:

- ¿Por qué te crees que corté con él? Nadie se mete con lo que yo hago con la comida. Si quiero comer comida basura, nadie me lo puede impedir. Ese hombre solo quería que viviera a base de lechuga y pollo cocido como él.

No pude evitar sonreír ante eso.

- Es muy tú.

- Bueno, estar con cara de amargada no es muy tú. Así que ya me puedes ir contando por qué vuelves más cansada de unas vacaciones que tenían que servir para relajarte.

Suspiré y comencé a contarle todo. La llegada al pueblo, los Taisho, Sango, Miroku, el alcalde que llamó a los periodistas, el día en que me fui y mi extraña relación con Inuyasha.

- Es un imbécil. Él se lo pierde.

- Tiene razón, Shippo. Una relación a distancia es muy complicada y tampoco sabemos si habría funcionado.

- A ver si tú también vas a estar en el club.

Le miré confundida

- ¿Qué club?

- El de los idiotas. Por Dios, Kagome, nos conocemos de hace mucho, ese tío te gusta y parece que a él también le gustas. Lo raro es que no lo intentéis.

Shippo me estuvo preguntando sobre el tiempo que había estado en la capital. Que si habíamos hablado, que si seguíamos en contacto. Le fui completamente sincera. Hasta le dije que Sango y yo hablábamos a menudo y obviamos el tema Inuyasha en casi cada una de nuestras conversaciones.

- Me repito. Sois imbéciles.

- Gracias.

El chico se levantó del sofá y se puso de pie delante de mí.

- Primero me cuentas lo de que te invita a vivir en su casa y que es muy buena persona, luego cómo acabó todo el día que volviste y que no habéis vuelto a hablar, y luego me dices que hablas con Sango y que también intenta decirte cada dos por tres que Taisho está triste. Esto más claro agua, Higurashi. Ese tío te echa de menos y es lo suficientemente torpe como para no saber cómo hablar contigo.

Me crucé de brazos y lo miré a los ojos antes de levantarme.

- ¿Y qué quieres que haga? ¿Qué vaya a por él cuando ni siquiera hablamos?

Shippo me agarró por los hombros y habló:

- Tienes dos opciones, como yo lo veo. Una, o esperas a que él dé el paso y se dé cuenta de que es un error no intentarlo y te lleva cargada como un saco de patatas a su mansión; o dos, pillas un tren y te presentas allí. No tienes nada que perder.

Le miro anonadada mientras me aferro a sus brazos.

- Yo no soy capaz de plantarme ahí, al menos no si no estoy 100% segura de que él piense lo mismo.

- Pues yo no lo puedo ver de otra forma. – contesta totalmente seguro: - Kagome, te gusta Taisho y deberíais intentarlo en vez de quedaros de brazos cruzados viendo como se escapa vuestra oportunidad. Es ahora o nunca, porque si no, ambos conoceréis a otras personas y lo vuestro se acabará.

De pronto se vuelve a sentar para comerse otra hamburguesa.

- De momento, sigamos comiendo mientras vemos alguna peli. No quiero agobiarte demasiado, supongo que tú ya le has dado demasiadas vueltas pero pensé que tal vez que te lo diga alguien ajeno al problema podría servirte para darte cuenta de que lo mejor sería que probarais.

Me acurruque junto a él cuando encendió la tele y seguimos comiendo como si nada. Odiaba cuando Shippo me echaba en cara las cosas. Era como don perfecto, siempre sabía qué hacer y qué decir y casi nunca se equivocaba, lo que me daba bastante miedo. No soy el tipo de persona que hace eso de viajar miles de kilómetros para ver a su enamorado. Yo no me sentía con fuerzas ni ánimos para eso cuando no sabía nada de Inuyasha y cuando estaba tan liada con la editorial y mi libro.

Dios, antes tenía tan claro que quería dejar pasar el tren y recordarlo como una anécdota de verano y ahora me estoy replanteando el dar yo el paso y convencer a Inuyasha para darnos una oportunidad.

Pronto se hace más y más de noche. Nuestro maratón de pelis improvisado acaba cuando nos hemos visto todas las pelis que están en el top de esta semana y ya es de madrugada. Shippo es el primero en removerse y levantarse del sofá. Me obliga a levantarme para acompañarle a la puerta y luego ir a la cama en vez de quedarme dormida en el salón. Como el buen chico que es, arregla un poco la estancia del pequeño desorden que hemos formado al pasar aquí toda la noche. Saca la bolsa de basura y me dice que la tira él al salir. Nos damos un fuerte abrazo y me besa la mejilla varias veces para animarme.

- Espero haberte ayudado.

- Lo que has hecho ha sido confundirme más.

Él sonríe de oreja a oreja.

- Entonces he cumplido con mi cometido.

Se queda un momento apoyado en el marco mirándome.

- Quiero que arregles pronto tu vida amorosa para que me puedas ayudar a mí. Estoy conociendo a una chica, trabaja en la cafetería de la esquina de mi empresa, pero todavía no hemos hablado mucho.

- ¿Venias a por consejo? – pregunto intentando no reírme.

- Venía por ti. Y si de paso me llevaba algún consejo pues, mejor que mejor. Pero, Higurashi, - me llamó haciendo que lo mirara a los ojos de nuevo, fijamente. –quiero que ahora te centres en ti hasta que vea al Taisho caminando por tu apartamento, ¿de acuerdo? Si al final tenemos que quemarle las camisas de cuadros o algo, ya tendremos tiempo de hacerlo.

Y con eso se despide y cierra la puerta. Camino descalza hacia mi habitación sin encender las luces. Estoy agotada y eso que lo único que hemos hecho ha sido hablar y ver películas, pero me siento como si no hubiera tenido ni un segundo de descanso.

En cuanto toco la cama, siento como si me fuera a dormir nada más arroparme. Justo cuando cierro los ojos, noto cómo mi móvil comienza a vibrar en la mesita de noche. No quiero abrir lo ojos, estoy segura de que solo es una notificación de Instagram y que puede esperar. Pero el sonido se hace más persistente y la vibración más larga.

Decido levantarme solo para ponerlo en silencio y que no me moleste más. Mañana no tengo porqué madrugar, pero había pensado en acercarme a la oficina de Jakotsu para explicarle algunos detalles sobre la edición. Así que me incorporo y estiro el brazo para alcanzar el móvil. Es entonces cuando miro la pantalla y veo que tengo una llamada perdida de Sango. Me parece rarísimo, así que, decido escribirla para ver qué pasa.

Cuando voy a hacerlo, me aparece otra vez como llamada entrante así que decido cogerlo.

- ¿Sango? ¿Qué pasa? ¿Estás bien?

- ¿Por qué sigues hablando con Sango y no conmigo, chica de pueblo?

¿Esto es enserio?

- ¿Inuyasha?

- El mismo, aunque un poco borracho. Son fiestas en el pueblo.

- ¿Otra vez?

- Sí, otra vez.

Me revolví en la cama y suspiré.

- Inuyasha, ¿qué haces con el móvil de Sango?

- Nada. Se ha ido con Miroku y se le ha olvidado, así que se lo estoy guardando hasta que la vea.

- Oh, bien.

- Y entonces me he dado cuenta de que vosotras si que habláis y que a mí ya no me escribes, así que he pensado en llamarte.

- No es como si no te hablara. – me justifico. – Tú también podrías haberme hablado.

- Bueno, lo estoy haciendo ahora.

No sé muy bien qué contestarle, así que opto por intentar terminar la conversación.

- Es muy tarde ya, podríamos hablar mañana, ¿no? – Digo, aunque en realidad no creo que pueda dormir tranquila esta noche.

lamento haber tardado tanto, ahora ya todas las semanas tendréis actualización.

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