Que aproveche (2)
8 de Agosto de 2017
Cuando llegué a la casa de Sango me encontré con que la puerta fue abierta por Miroku.
- Hombre, cariño, ¿dónde has dejado a Inuyasha?
- Está en su casa... -contesté mirándole a los ojos- ¿Está Sango dentro?
- Sí, sí – contestó rascándose la nuca- Creo que no se esperaba tenerte aquí tan pronto. Bueno, ya nos veremos, Kagome, voy a ver qué tal ha despertado mi querido amigo – dijo mientras se despedía con la mano
Yo le sonreí mientras se iba antes de entrar y cerrar la puerta tras de mí. Me desabroché la camisa de cuadros y caminé hacia el salón.
Me encontré a Sango despeinada y tumbada en el sofá
- Vaya, vaya, Sango... ¿qué tal has dormido? – le dije altanera
- Igual que tú, Kagome, igualita que tú
Me quedé un poco sorprendida y después me senté con ella.
- Miroku y tú no...
- Ojala. El muy cabrón ha venido a las 9 de la mañana y no ha parado hasta que le he abierto la puerta y me ha dicho que me quería invitar a una cena con él, contigo y con Inuyasha. Después hemos estado hablando hasta que lo ha llamado su hermana y por fin se ha ido.
Asiento con la cabeza para después sonreír de lado. Sé que ellos se atraen, por mucho que Sango quiera esconderlo y creo que Miroku también se siente así, pero yo prefiero no meterme y disfrutar pinchando a mi amiga.
- ¿Cómo que "ojala"? – pregunto antes de ser golpeada por un cojín
- Pues eso, ojala. – me contesta después de pegarme.- ¿Y tú qué? – pregunta cambiando de tema- ¿Algún acercamiento a tu chico de pueblo?
- No me acuerdo de lo que pasó anoche después de entrar en casa- confieso- Sé que fui al piso y que él estaba sentado en el sofá y luego ¡puf! Todo está en blanco.
Ella señala la marca de mi clavícula.
- Parece que sí pasó algo... y no me has corregido lo de "tu chico de pueblo" – me dice burlona.
Ahora soy yo quien la golpea con el cojín mientras me río.
- Creo que sí pasó algo pero no me acuerdo, así que quiero esperar a acordarme de todo para hablar con él, tal vez estamos haciendo una montaña de un grano de arena.
- Tienes toda la razón, obviamente no tienes un chupetón, simplemente es un golpe que te diste con una mesa, ¿a qué sí? – comenta sarcástica
- Muy graciosa.
Ambas estamos muy cansadas, por eso cada una se va a una habitación para dormir un poco antes de que sean las 2 y nos pongamos a comer. En cuanto me pongo un pijama y me tiro a la cama me quedo dormida al instante. Ya en la tarde, me dedico enteramente a escribir. De vez en cuando, saliendo un poco de la historia que estoy escribiendo, hago pequeños poemas con versos sueltos e intento que todos queden cuadrados como si fuera un puzle. Cuando era más joven lo hacía siempre porque la poesía suele utilizar menos palabras que las narraciones para expresarse.
Después de pasarme toda la tarde en la habitación, Sango tocó mi puerta con un vestido rojo en la mano y una sonrisa de oreja a oreja en la cara.
- Este era el vestido del que te hablé, creo que usamos la misma talla así que debe de quedarte bien.
Me levanté a mirar la talla, viendo que teníamos la misma y le di un beso en la mejilla antes de decirla que me ducharía primero. Después de salir de la ducha con el pelo enrollado en una toalla al igual que mi cuerpo me encontré con Sango que ya se estaba maquillando.
- He aprovechado mientras estabas duchándote – me comenta- Venga, vamos a ver cómo te queda ese vestido.
Entramos en la habitación y me empiezo a vestir. El vestido es completamente rojo y algo atornasolado, con un fruncido en el centro que me encanta y unos tirantes lo suficientemente anchos como para tapar el chupetón a la perfección. Se cierra por detrás con cremallera, por ello Sango me ayuda con una sonrisa de satisfacción al ver el ceñido vestido que llevo.
- Te queda genial. Sabía que te iba a quedar de muerte. Ahora solo espero que no se te olvide lo que vayas a hacer con Taisho, porque entonces no te voy a volver a prestar algo que te quede tan bien
No puedo evitar reírme antes de volver a agradecerle que me deje ese vestido. Sango va a su habitación a vestirse y yo la sigo para utilizar su paleta de sombra de ojos. Cuando acabo de maquillarme, me suelto el pelo y dejo que se seque ya que esta noche es demasiado calurosa.
Agarro la ropa de Inuyasha que he dejado en mi habitación y la meto en una bolsa para llevársela. Cojo, las llaves, el móvil y me voy a despedir de Sango para irme cuando ella me para y me ofrece ir juntas un tramo ya que ella ya va a ir al Quinto Pino.
Justo cuando voy a meter la llave para entrar en la casa, Inuyasha abre la puerta, ambos nos sorprendemos, pero él se hace a un lado para que pueda entrar.
- ¿Qué tal ese dolor de cabeza, chica de ciudad? – pregunta cuando le doy la bolsa con sus camisas
- Mejor desde que me tomé la pastilla caducada- bromeo en su cara
- Me alegro de que te haya sentado tan bien – comenta siguiendo la broma.- Estás muy guapa, Kagome.
Entonces le miro de arriba abajo, lleva unos zapatos oscuros, unos vaqueros y una camisa con botones azul marino cuyas mangas las tiene recogidas hasta los codos.
- Tú tampoco estás mal, Inuyasha.
Doy media vuelta y me dirijo a la salida.
- Entonces... ¿no te acuerdas de anoche? – pregunta mientras se acerca, así que yo me doy la vuelta para mirarlo
- Me acuerdo de algo, pero no de todo.- contesto viendo cómo cada vez se acerca más a mí.
Uno de sus brazos se apoya en la puerta que tenemos tras nosotros mientras se inclina hacia delante.
- Es una pena. – murmura mirándome fijamente- ¿No te acuerdas del sofá? Hoy por la mañana parecías muy tranquila y ahora estás igual.
- ¿El sofá? – pregunto mirándole.
- ¿No te da ninguna pista eso? – inquiere ahora acercando su cuerpo al mío
Está muy cerca y poco a poco me está acorralando dejando un espacio por si me quiero ir por su lado izquierdo. Pero empiezo a pensar en lo que me dice y trato de hacer memoria aunque me cueste concentrarme.
- Sé que cuando llegué estabas todavía despierto sentado en el sofá.
- No te acuerdas de lo que pasó después... -afirma- Te voy a dar una pista, chica de ciudad. – dice desabotonándose la camisa y sacando el hombro en el que vi la mordedura esta mañana- Esto me lo has hecho tú.
No puedo evitar ponerme roja cuando veo que la imagen que se me vino a la mente era real. Sus manos se posan en mi espalda baja y me acercan a él mientras su boca baja a la altura de mis hombros y deja un beso sobre la marca después de deslizar con lentitud el tirante. Entonces lo recuerdo todo y no puedo evitar ponerme rígida e incómoda.
Le he besado. Muchas veces. Muchas muchas veces...
Él vuelve a colocarme el tirante antes de abrir la puerta conmigo aún en sus brazos.
- Vamos chica de ciudad, Miroku y Sango deben de estar esperándonos.
Pero yo sigo en shock preguntándome cómo fui capaz de sentarme en su regazo y besarlo como si no hubiera un mañana mientras Inuyasha me guía por las callejuelas del pueblo.
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