¿Por qué ahora, joder? (2)

15 de Agosto 2017

Izayoi se metió en la cocina para preparar tilas e infusiones para calmar un poco los nervios. Sango se sentó a mi lado en el sofá, pero agradecí muchísimo que no me abrazara, sino que se quedara allí, a mi lado.

Nunca había visto a Inuyasha así. Había estado un tiempo sentado a mi lado revisando las cuentas de Instagram de gente del pueblo por si había salido en alguna foto en la parte de atrás, pero no encontramos nada. Cuando llamó a Miroku y este le dijo que Sango también iría, estuvo todo el rato al lado de la ventana del salón que daba a la entrada de la finca para ver cuándo llegarían nuestros amigos. Ahora está sentado en una silla de la mesa del comedor, su pierna se mueve arriba y abajo porque está moviendo el pie todo el rato.

Aunque no lo parezca, Miroku es el que más me preocupa de los tres. Porque se ha pasado todo este tiempo de pie, apoyándose de vez en cuando en la mesa de detrás de Inuyasha, y dándose paseos por toda la estancia.

Suponía que en algún momento alguien iba a decir que estaba aquí, aunque fuera sin querer. También suponía que ellos se lo tomarían mal, no han estado nunca en el punto de mira de los periodistas y reporteros, era normal estar incómodo ante las cámaras.

- Si ya hemos buscado en todos los perfiles que se nos han ocurrido, creo que esto ha sido premeditado. – Habló Sango cortando el silencio. – Alguien ha llamado a los periodistas estos y ha sido el causante de todo este embrollo.

- La pregunta es quién. – contestó Inuyasha y fijó su mirada en mí.

No lo dije en alto, pero con mi mirada quise decirle que estaba bien, que yo no necesitaba encontrar a un culpable, necesitaba saber qué iba a hacer ahora.

Miroku suspiró y se detuvo en medio de nosotros:

- Creo que sé quien ha podido ser. Tiene que ser alguien que se viera beneficiado con que tú estuvieras aquí. Y ese no es nadie más que mi padre.

- ¿Estás seguro de eso? – preguntó Sango inclinándose hacia él.

Este asintió.

- Tiene sentido, siempre ha sido un cabrón y seguramente estuvo pensando en esto desde que supo que te apellidabas Higurashi. Además, intentó hablar conmigo y con Kagura de cómo te estabas adaptando al pueblo, pero no le hicimos ni caso.

Suelto un suspiro y comienzo a contarles aquella vez que de camino a casa de Sango desde el piso de Inuyasha, me lo encontré en la plaza y mantuvimos esa extraña conversación. Miroku termina sentándose en otra silla frente a nosotras al lado de Inuyasha, que parece estar más furioso por momentos.

Izayoi ya está sentada en su sitio y ya ha repartido las tazas para todos. A pesar de todo, no me sentía nerviosa, ni angustiada. Sí, haber visto a los periodistas aquí me había impactado, pero estar en casa de los Taisho, con mis amigos, me había creado una sensación de paz muy distinta a la ansiedad que sentía en la ciudad. Miré a Izayoi que parecía igual de tranquila que yo, fue un sentimiento raro, era como si estuviéramos pensando lo mismo.

Inuyasha se levantó de golpe y miró a Miroku.

- Me va a dar igual si es tu padre. Voy a ir a por él ahora mismo.

Dicho esto, se dirigió a la entrada y cogió las llaves del coche. Tenía los puños apretados. Andaba con pasos agigantados y noté como le temblaban las manos al descolgar las llaves del pequeño enganche de la pared. Cuando se giró a por una chaqueta del perchero le vi tensar la mandíbula.

Habíamos pasado poco tiempo a solas desde que entramos en casa. Cuando llegamos pudimos hablar un poco más, pero pronto los periodistas nos encontraron y se colocaron frente a la puerta principal de la finca, pegando alguna que otra voz para ver si salía y hacía algunas declaraciones. Tras esto, se lo contamos a Izayoi y después llamamos a Miroku, que entró con otra de las puertas en la verja de la finca.

- ¿Qué vas a hacer hijo?- preguntó su madre haciendo que todos la mirásemos.- ¿Hablar con él? No va a servir de mucho.

- Pero...

Izayoi nos miró a todos antes de volver a dejar caer su mirada en su hijo.

- Ahora no necesitamos culpables, necesitamos soluciones. Kagome no se puede quedar en casa encerrada indefinidamente.

- En eso tiene razón tu madre, Inuyasha. – habló Sango ganándose la mirada también del ojizarco.

No entendía muy bien todo lo que había pasado entre padre e hijo. Lo que sí sabía era que no se hablaban desde hacía mucho tiempo y que ni Kagura ni su hija lo hacían tampoco. Y con todo esto que apuntaba a que todo había sido idea de su padre parecía estar culpándose a sí mismo con lo que estaba pasando. Tal vez pensaba que permitiendo que Inuyasha fuera a buscar a Naraku podría expiar su culpa, aunque él no era culpable de nada.

- Olvídate de ir a buscar a Naraku, es una gilipollez, chico de pueblo. – dije y entonces me miraron sorprendidos, no solía hablar así.

De mala gana, volvió al salón y se sentó en el sofá con Sango. Yo me levante y caminé hacia Miroku:

- Y nada es culpa tuya. – mi mano se apoya en su hombro y le aprieto para consolarle. – Nada.

- Gracias, bombón. – contestó poniendo su mano sobre la mía y sonreír. Volvía a ser el de siempre.

Sango se removió en el sofá y me miró.

- ¿Qué piensas hacer?

- No lo sé. – me reí por lo bajo y busqué mi teléfono los bolsillos. – Por ahora darles un chivatazo de que estoy en otro sitio para que se vayan de aquí.

Empecé a marcar a Jakotsu y lo puse en alta voz mientras me contestaba. Estaba segura que la única persona que podía hacer que todas esas cámaras se fueran era él.

- Ya es hora de que me llames, ¿sabes? Puede que estés muy liada con tu querido chico de pueblo, pero yo sigo aquí, trabajando para que saques tu libro... merezco algo de amor, Kagome.

- Hola a ti también. – le dije mirando directamente al móvil, aunque no pude evitar mirar de reojo a Inuyasha que lo único que hizo fue sonreír de lado. Dios mío, ¿su madre también lo ha escuchado? Claro que sí. – estás en altavoz por cierto.

- ¿A sí? ¿Inuyasha? ¿Qué tal estás?

- He estado mejor. – contestó el nombrado mordiendo su labio inferior para no reír. -¿Tú cómo lo llevas?

- Uy, mejor ahora que te escucho, no me extraña que... - carraspeo- bueno, nada, no he dicho nada. La verdad es que hacer rabiar a Kagome es mi pasatiempo favorito.

- Creo que todos lo hemos pillado, ahora déjame hablar a mí.

Le expliqué toda la situación, que nos habíamos encontrado con la prensa, que nos había seguido, que habíamos buscado en redes sociales si había una foto mía en algún lugar y que finalmente llegamos incluso a encontrar un posible culpable. Pero lo que más nos urgía era deshacernos de esas cámaras.

- ¿Te acuerdas de Bankotsu? El chico este súper amigo mío que quería algo contigo pero le diste calabazas por ir al sur a perderte en un tractor hasta que llegaste a los Taisho.

- Sí. – contesté sonrojada, ¿por qué me hacía sufrir tanto?

- Vale, estoy seguro de que puede hacer algo por su querida Kagome. Dame unos diez minutos y envíame un mensaje cuando se hayan ido, tenemos que hablar.

- Gracias, Jak.

Cuando colgué jugué con el teléfono pasándomelo de una mano a otra. De pronto, escuchamos un murmullo cerca de la puerta. Las cámaras se habían apagado, no había flashes, y el murmullo continuaba.

Izayoi se levantó y caminó hasta la ventana.

- Se están yendo. – afirmó- vas a tener que darle las gracias a ese Bankotsu, Kagome, ha sido muy considerado.

- ¡Mamá!

- Es verdad, a Bankotsu y a tu amigo Jak. Qué bien me caen los dos.

Después de que Sango y yo soltásemos una risita al ver la cara con la que miraba Inuyasha a su madre, Miroku habló:

- Me alegro mucho de que te hayan dejado en paz, pero creo que nos vas a estar tranquila por mucho tiempo, cielo, tal vez lo mejor sería que volvieras a la ciudad un tiempo...

- Creo que Miroku tiene razón, me encanta tenerte aquí, pero te ibas a ir de todos modos, ¡y siempre puedes volver! Pero esto será para que te dejan en paz, pensarán que sigues aquí, sobre todo si los han mandado a casa. – comentó Sango.

- Si os digo la verdad, - empiezo- siento que esto es un poco culpa mía. Tal vez me tenía que haber preocupado por pasar más desapercibida.

Mi amiga me miró y alargó sus brazos para abrazarme. La rodeé como pude y sonreí. Miroku también se acercó, pero él nos abarcó a las dos en el abrazo e incluso intentó levantarnos del suelo, cosa que consiguió.

Cuando no había nadie a la vista, Miroku y Sango se fueron. Inuyasha volvió a sentarse en el sofá e Izayoi se acercó a él. Cenamos con menos conversaciones de por medio que lo normal. Recogimos en silencio y cada uno se fue a su cuarto temprano. Izayoi trató de animar el ambiente, pero yo estaba agotada, tenía que pensar qué iba a hacer y, además, tenía una llamada pendiente con Jakotsu, que sabía que iba a preguntarme por Inuyasha y por si me tenía que recoger para llevarme de vuelta a la capital.

Acabé desvelándome y caminando hacia la cocina a eso de las 3 de la mañana. ¿No decían que a las 3:30 era la hora del demonio? ¿Pasaría algo si me quedaba despierta hasta esa hora? Me reí.

- ¿Te vas?

Unos ojos brillantes desde el otro lado de la sala me miraron y me estremecí. No lo reconocí al principio y me asusté muchísimo, pero Inuyasha se fue acercando a mí y la luz de la Luna que se colaba por las ventanas lo tiñó de luz y me relajé.

- Jakotsu ha comprado un billete de tren para el viernes.

No dejó de caminar hasta que nuestras narices se tocaron:

- Entonces, ¿te irás?



Ejem, quiero saber qué piensan, quedan unos cuatro capítulos

y como estoy en casa me permitiré el actualizar más seguido, de verdad.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top