Hasta luego, Toshiko

16 de Agosto de 2017, madrugada

- Sí. – contesté después de lo que pareció una eternidad.

La luz de la Luna lo hacía ver incluso más guapo, parecía un ángel. Su cuerpo se removió en el sitio buscando que nos tocásemos aún más, como si fuera posible estar más cerca. No era un ángel, era un demonio, una tentación, un deseo que me hacía replantearme mi ordinaria vida en la ciudad por una en un pueblo perdido.

- No lo hagas- susurró mientras su nariz rozaba mi cara. Casi ni podía respirar, estaba aguantando el aliento en todo momento mientras sus manos me acercaban aún más a él con suavidad y su pelo me rozaba la frente.

No sé muy bien cómo, pero pasó de agarrarme a buscar mis manos y besar cada uno de mis nudillos sin despegar los ojos de mí. Sentía mi cara arder.

Yo tampoco me quería ir.

(...)

18 de Agosto de 2017

- ¿Estás segura de que lo llevas todo? Podemos enviarte cosas si no te cabe todo en tu maleta.

Agradecí con una sonrisa la simpatía de Izayoi y le di un beso en la mejilla.

- Lo llevo todo, espero verte pronto.

- Eso espero yo también, cariño.

Inuyasha ya estaba metido en el coche. No habíamos hablado demasiado desde nuestra conversación de madrugada. Miroku y Sango ya se había pasado para despedirse de mí, cuando les di la noticia y Jakotsu sabía que debía recogerme en la estación de la capital en cuanto llegara. El día estaba bastante nublado para ser agosto. Hacía algo de viento y el Sol estaba tapado por un montón de nubes.

Cuando se metió en el coche, Inuyasha encendió la radio. Se le notaba incómodo, pero no quise preguntarle nada y decidí mantenerme callada dejando que la música de la radio llenara todo el espacio. Tenía que dirigirme a Kuuto, porque en el pueblo no había ninguna estación o nada parecido. En esa ciudad, tomaría un tres hasta la capital de provincia y desde allí, tomaría el directo hasta la capital.

Mis ojos se fijaron en Inuyasha por un momento. No llevaba su típica camisa de cuadros, esta vez llevaba una sudadera enorme y negra sin capucha y unos vaqueros también negros. Tenía las mangas arremangadas aunque no hiciera tan buen tiempo. Yo, en cambio, había optado por unos shorts y una camisa azul claro de botones y de manga francesa.

Se escuchó tronar a lo lejos, pero no me preocupó, las tormentas de verano no eran muy frecuentes, pero me gustaban, refrescaban el ambiente, y amaba ver llover. Cuando entramos en Kuuto tiempo después, me di cuenta que la estación de tren quedaba al otro lado de la ciudad, lo más lejana a nosotros. Ya había empezado a chispear pero, conforme nos adentrábamos por las calles de la ciudad, parecía que la lluvia se intensificaba. Nunca había visto llover tanto y con tanta fuerza. Inuyasha subió el volumen de la radio y cambió de emisora a la de noticias.

- Es una lluvia torrencial. – me explica- Son muy comunes por aquí a finales de verano... parece que esta se ha adelantado.

- ¿Qué hacemos?

- Por ahora parar, el hotel está aquí al lado, podemos ir allí y resguardarnos. No creo que podamos salir de aquí en poco tiempo.

Escuchamos cómo el hombre de las noticias asegura que la lluvia parece ganar intensidad por momentos y que lo mejor es que nos quedemos en nuestras casas. Todos los autobuses y trenes se retrasan por peligro de una riada en el río más cercano a la ciudad. La gente no se lo toma a broma, pero tampoco se alarma demasiado, todo el mundo busca sitios altos mientras la policía local se encarga de dirigir el tráfico. Cuando aparcamos el coche en una zona alzada de la ciudad, bajamos corriendo la calle para llegar a la entrada del hotel.

- ¿Inuyasha? ¿Qué haces aquí, tío? Con la que está cayendo...

El camarero amigo de Inuyasha, Sota, se acerca a nosotros. Estoy bastante calada, pero estoy bien. Tengo algo de frío, debería haberme traído unos vaqueros.

- Kagome se va hoy. Iba a acercarla a la estación.

El chico se rascó la nuca y sonrió.

- Me da la sensación que no vas a salir de aquí tan rápido, Kagome. – me dijo intentando quitarle hierro al asunto.- Aprovecha la prorroga.

Sota nos guió hasta unos sillones en la cafetería del hotel y nos trajo café y unas pastas. Después, Inuyasha se levantó para hablar con él y otro chico rubio. Yo desbloqueé mi móvil y llamé a Jakotsu para contarle que, viendo que podía haber una riada, se habían retrasados todos los transportes y se esperaba que la tormenta pasara sin incidentes.

Inuyasha volvió rápidamente con unas llaves en la mano y se sentó a mi lado mientras terminaba de hablar. Jakotsu se había encontrado con un día soleado y yo estaba aquí, en el sur, donde las nubes cada vez se veían más negras.

- Nos han dejado una habitación, por si queremos descansar. Tu tren era el último de la tarde, así que puede ser que nos quedemos a dormir si no permiten salir a los transportes.

Se sentó en un sofá cerca del mío y lo miré mientras jugaba con las llaves.

- ¿Hay muchas lluvias por aquí?

- Sí, bueno, esto de que llueva tanto suele pasar en otoño. – me explica- Pero no es algo tan fuera de lo común que pase en agosto.

Mucha gente como nosotros se refugió en el hotel. El tiempo decía que todo iba correctamente y que, en cuanto acabara la tromba de agua podríamos continuar con nuestro trayecto las personas que tuviéramos que desplazarnos.

Fuimos al piso de arriba, subiendo las escaleras de la entrada, como la primera vez, y nos sentamos a cenar. No fue Sota quien nos atendió, así que pedimos la comida rápido, sin comentar nada con el camarero y nos volvimos a quedar a solas. El agua resonaba contra los cristales y, aunque eso me hubiera relajado en cualquier otra situación, ver a Inuyasha al otro lado de la mesa agazapado como un tigre que está a punto de saltar sobre su presa no me resultaba nada relajante. Era como si quisiera decir algo, como si le carcomiera algo por dentro y no pudiera ponerle voz, no pudiera decirlo. También podían ser imaginaciones mías. Tal vez solo tenía hambre. Pero en cuanto note cómo movía la pierna debajo de la mesa supe que estaba nervioso.

- ¿Estás bien, chico de pueblo?

Él pareció volver de su mundo y se sentó recto antes de mirarme.

- No quiero que te vayas, Kagome.

Suspiré. Ya me lo había dicho varias veces, ya lo habíamos hablado.

- Lo sé, pero es lo mejor. No me siento bien sabiendo que por mi culpa el pueblo va a estar repleto de paparazis cotillas.- le contesto.

Sé que es triste, que podría haberme quedado más tiempo con él, con Sango y Miroku, con Izayoi, con Koga... pero la vida es así. Y esto no significa que no los vaya a volver a ver, sino que voy a terminar mis vacaciones de verano antes de lo previsto. Pero me da la sensación que para Inuyasha esto sí es un adiós. ¡Y eso no lo entiendo! Esto no tiene que ser un adiós, no tiene que significar que nunca nos volvamos a ver porque no es cierto. Si tan interesado está en que me queda podría dar algún paso, alguna señal de que le intereso. Pero permanece enfadado y malhumorado a mí alrededor.

Dejamos el tema por un rato y nos concentramos en comer, bueno, y en reírnos de Sota, porque parece estar atendiendo a una chica guapísima y vestida de amarillo que le tiene encandilado. Según Inuyasha, esa chica viene a alojarse al hotel muy de vez en cuando, pero siempre se acuerda de su nombre y eso al pobre Sota, ha logrado sonrojarle.

Cuando terminamos, nos dirigimos a la habitación que nos han prestado y al abrirla nos llevamos la sorpresa de que solo cuenta con una cama. Una cama de matrimonio. Yo me río mientras Inuyasha se rasca la nuca.

- No tenía ni idea de que solo había una cama.

- No pasa nada. – le contesto riéndome.

- Ha sido cosa de Sota, no me ha dicho nada. – murmura más para él que para mí.

Me pregunta que si quiero ducharme primero y le digo que no, que prefiero la última pero que me deje su ropa porque hay una secadora en la habitación. Nunca pensé que los hoteles estarían tan bien equipados. Meto su ropa cuando él ya está en el baño. Decido ponerme un albornoz para quitarme la ropa y meterla junto a la suya para que se seque. Sigo escuchando la lluvia, no parece cesar, pero ya ha pasado la hora de mi tren, y no creo que salgan los nocturnos, así que me conciencio de que no me iré hasta mañana por la mañana.

Dios mío.

Voy a pasar una noche entera con Inuyasha Taisho.

Antes de que pueda asimilar dicha información, el chico sale del baño y me hace una señal para que entre yo. Me cepillo los dientes y me despejo un poco antes de encender la ducha. Inuyasha toca a la puerta del baño para tenderme mi ropa. Abre sin mirarme y me la deja en el lavabo.

- Buen culo, chica de ciudad.

- Sal de aquí antes de que te tire todos los botecitos de champú que encuentre, chico de pueblo.

- Madre, qué miedo. – contesta riéndose.

Tiempo después, salgo de la ducha, vestida y lista para ver algo en la pequeña tele de la habitación hasta quedarme dormida. No, en serio, la habitación tiene lavadora-secadora, pero la tele es bastante pequeña. Inuyasha ya está tumbado con las piernas estiradas y los brazos cruzados encima de su pecho. Cuando me tumbo a su lado lo escucho suspirar.

- Tal vez todo esto es una señal para que te quedes.

- Voy a volver a visitaros. – le confirmo antes de que siga por ahí. -Sois mis amigos después de todo.- añado al ver que sigue reacio.

- Ya te he dicho que no creo en la amistad entre hombres y mujeres. – me contesta con el ceño levemente fruncido, como si realmente odiara que pensar en irme y luego venir a visitarlos.

- Entonces, ¿qué soy para ti, Inuyasha?



Bueeeno, ¿qué tal? ¿Os está gustando? 

La próxima semana tendréis el siguiente. 

Espero leer qué os parece.

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