Capítulo único.
Un incendio que propagaba las vívidas llamas, un aullido de dolor de una bestia convaleciente, un paisaje vigoroso como cualquier día en el interior de aquellos portales. "¿Si mi potencia aumenta un poco más, hyung me elogiará?" El mero pensamiento aumentaba mi emoción.
El único sitio en que encontraba complacencia era el campo de batalla, cuando podía dejar de fingir cuán asfixiante era la vida cotidiana, cuando podía dejar a un lado ese autocontrol que restringía hasta mis más mínimos pasos. Si todos los amaneceres hubiesen sido así de emocionantes, no podría haberme quejado.
El riesgo y la dificultad eran, en teoría, nulas. Una mazmorra de tan bajo grado no podía lograr ningún rasguño en un clase S, pero siempre me empeñaba en asegurar tu integridad, ser precavido nunca estaba de más.
Por lo que lo acontecido fue demasiado injusto, súbito e intolerable. Un evidente saboteo.
Fue un acto sumamente veloz, tanto como para confundir a mis agudos sentidos; mi corazón amenazó con detenerse en el preciso instante en que mi visión captó la silueta enemiga ante ti, entonces un ruido ensordecedor estalló al unísono de tus gritos, mi cuerpo se había movido por reflejo.
Lágrimas resbalaban por tus pómulos, tus facciones expresaban un dolor más allá de cualquier tortura física, un prolongado pitido en mis oídos me impidió distinguir la dulzura de tu voz, mis ojos comenzaban a nublarse por lo que leer el cautivador movimiento de tus labios me fue imposible.
La humedad se propagó sin reserva, lamenté mucho que tus manos tuviesen que teñirse con mi sangre. Sentí tu calidez envolverme, como en antaño cuando podía hallarme dichoso al sentir tus brazos envolverme, o aquellas caricias en mi cabeza en recompensa por ser un buen niño, también los suaves besos en mi mejilla cada vez que nos despediamos frente al colegio, ciertamente era un precioso sentimiento.
Segundos después, perdí el conocimiento.
✫✫✫✫✫✫✫✫✫✫✫
Era un exceso de blancura, pues apenas abrí los ojos me vi forzado a volver a cerrarlos, había demasiada luminosidad. Gracias a mi leve quejido, supiste que estaba despierto, distinguí alivio en tu sonrisa casi destrozada.
Me abrazaste con desespero, como si nunca más pudieses hacerlo, recargaste tu rostro en mi hombro de inmediato y pude sentir el aungustioso temblor recorriendo todo tu cuerpo. Tus palmaditas en mi espalda querían expresar que todo ya estaba bien, pero en definitiva tú eras el que no lo estaba, verte en tan débil estado fue lo más hiriente de todo, ¿qué tan traumático te pareció como para que una resistencia al miedo de nivel legendario se hiciera añicos?
—Hyung... —musité débilmente en un fallido intento de sembrar tranquilidad en tu interior; mi capacidad física estaba perfecta, ya ni siquiera había rastros de lesión alguna, pero no podía decir lo mismo de mi bienestar emocional.
Apenas te retiraste, tus manos atraparon las mías con cariño, conforme acariciabas el dorso de mi piel anteriormente herida me informaste brevemente lo suscitado. Al parecer, no hubo mayores problemas en cuanto los demás cazadores de clase S llegaron a la escena, especialmente Yerim había actuado de forma profesionalmente maravillosa, esto último lo mencionaste como todo un padre orgulloso; pero para mí, el hermano menor que siempre gustó de admirar tus expresiones, me fue inevitable discernir la aflicción en ti.
Quería ir a casa, a nuestro hogar. Y en cuanto te presenté mis deseos asentiste con demasiada sencillez, instintivamente me di cuenta de que estabas en ese ánimo sobreprotector que complacería cada uno de mis caprichos, ante esa hermosa faceta tuya, me sentía tan vulnerable y lleno de cariño, tal como un infante.
Durante todo el transcurso de regreso no soltaste mi mano ni una vez, menos mal que el estremecimiento cesó no mucho después. No apartabas tu mirada de mí, y cuando tus pensamientos vagaban a un rumbo muy lejano tu agarre se intensificaba. En determinado momento, apegaste nuestros cuerpos, lo suficiente como para que yo pudiese deleitarme con tu buen aroma, pero insuficiente como para que nuestras pieles se rozaran.
Si no hubiese estado tan preocupado, seguramente hubiera disfrutado un poco más nuestra cercanía.
Obcecado con la idea de preparar la cena, negaste mi ayuda un centenar de veces. Me vi obligado a esperar con paciencia en el comedor, verte usar un lindo delantal y cocinar únicamente para mí fue nostálgico e indudablemente satisfactorio.
Nada podía superar tu comida, ese toque hogareño me transportaba a mi niñez, alegres memorias saboreaba mi lengua en cuanto tomaba bocado, un minucioso deleite encantaba a mi estómago al saber que fue hecho por ti.
—¿Sabe bien? —preguntaste un tanto avergonzado, muy atento a mi opinión.
—Por supuesto, hyung —me apresuré en responder, mostrando mi mejor sonrisa—, pero, casi no has comido nada.
Ante mi observación desviaste la vista claramente incómodo. ¿No esperabas que no lo notase, verdad?
—No te preocupes, no tengo mucho apetito...
No fue una mentira, sino una excusa. No fue difícil deducirlo.
Comprendía cómo te sentías, después de todo no me perdonaba el hecho de casi perderte por mi negligencia. Yo también había sido víctima del mayor temor de mi vida, si algo te hubiese ocurrido no hubiese sido capaz de sobrellevarlo día tras día, cuando se trataba de ti era -y continúo siendo- sumamente débil.
Pese a ello, siempre velaba y procuraba tu salud, y ese momento no fue la excepción, así que extendí mi mano y ofrecí un trozo de carne directamente hacia tus labios.
Te negaste una y otra vez, hasta que mi insistencia dio resultados y abriste la boca, un leve sonrojo se apoderó de tus mejillas también. Deseaba por tomar una foto y capturar esa momento para siempre.
Recibiste mis atenciones durante buen rato, ello me enorgulleció a tal punto en que deseaba por abalanzarme hacia ti y nunca despegarme. Últimamente muchas personas parecían interesadas en ti, y el miedo de distanciarnos una vez más me aterraba de sobremanera, tenía que asegurarme de siempre mantenerte a mi lado.
—Ha sido un día difícil, deberías dormir, parece que ya estás totalmente curado pero el descanso es indispensable —recomendaste con ese característico afecto y preocupación por mí, si usabas ese suave tono de voz conmigo era difícil contenerme—, alimentaré a Peace y también iré a dormir —mencionaste con el fin de terminar de convencerme, aún era temprano pero no era una mala sugerencia.
A veces era mejor ser un buen niño y obedecer, ¿verdad? La táctica me sirvió muy bien cuando era joven, siempre sonreías cuando cumplía tus exigencias -que en realidad no eran la gran cosa-.
Asentí y me fui a la cama, sin borrar esa sonrisa tuya de mi mente.
✫✫✫✫✫✫✫✫✫✫✫
Fui forzado a despertar debido a un extraño crujido en la puerta, me incorporé extrañado al no sentir ninguna amenaza proveniente del exterior, pero lo que ocurrió fue simplemente inusual.
El sonido fue similar a garras.
Comprendí que debía tratarse de Peace, súbitamente me puse en alerta.
Al abrir, efectivamente el león rojizo estaba ahí, en su forma convenientemente pequeña. Mantenía un temple de pesadumbre e inquietud, se quejaba por medio de chillidos y sus ojos brillantes pedían mi auxilio con nerviosismo.
Al saber que contaba con mi total atención, salió corriendo, cerciorándose de que le seguía al voltear la cabeza insistentemente cada dos segundos. No parecía herido ni nada similar, pero su actitud fue claramente anormal, el acelerado palpitar de mi corazón temió lo peor.
¿Había algún intruso? No era posible, la seguridad era incuestionable, y en todo caso Peace, una criatura de clase S, podría vencer fácilmente a casi cualquiera, a menos de que el oponente fuese otro clase S o de mayor clasificación, pero incluso así tu querido Peace estaría dispuesto a defendernos.
Se detuvo frente a la puerta de tu dormitorio, su vista viajó de la puerta hacia mí y viceversa, aunque ya estaba más que claro lo que insinuaba lo confirmó al levantar su pata y tocar.
Tome la cerradura entre mis manos y abrí con parsimonia, sin ningún ruido de por medio. Antes de dar otro paso, volteé por última vez hacia Peace, creí que entraría también pero, en cambio, negó al ladear la cabeza de un lado a otro, procedió a sentarse como si anunciara que estaría al pendiente.
—Como quieras —aunque era una situación un tanto inquietante, fue inevitable sentirme victorioso al cerrar tras de mí, agradecí que Peace cediera porque yo no estaba dispuesto a lo mismo.
Era plena madrugada, la única luz que guiaba mi camino no era otra más que la de la luna. Tú estabas en tu cama, durmiendo como era de esperarse. A simple vista, todo estaba bien, sin ningún peligro o amenaza, sin desorden o preocupación, sin insomnio ni heridas.
Todo estaba bien, claro, si se ignoraban tus bruscos movimientos, ni hablar de los susurros entrecortados pletóricos en agonía.
Tenías pesadillas.
Me acerqué lentamente, siendo cuidadoso de no despertarte aún. Si abrías los ojos y veías una desconocida sombra en esa oscuridad, hubiera sido muy inconveniente.
—Y-Yoohyun-ah... —murmuraste entre sueños, te removías en el colchón sin encontrar confort ni alivio—, no me dejes... otra vez...
¿La causa de tu sufrimiento era yo? De verdad había sido un día más allá de la definición de complicado, fue completamente desgarrador. Ese "otra vez" me dejó consternado, ¿te referías a volver a alejarme con tal de protegerte? Era cierto que, en algún momento del pasado, creí que había sido lo mejor, pero ya no pensaba lo mismo: quería protegerte al hacerte parte definitiva de mi vida, sin distanciarnos nunca más.
No podía soportar verte tan atormentado, así que subí a la cama y nos envolví entre las sábanas con delicadeza. Te abracé con sumo cuidado, entonces me complací al notar cómo tu agitada respiración se tornaba tranquila, dejabas de balbucear y, en lugar de seguir moviéndote con ansiedad, te acercarte incluso más hacia mí.
La distancia entre nuestros rostros era casi nula, me tomé la libertad de acariciar tus mejillas con gentileza.
Después de unos minutos, también cerré mis párpados. No tenía ninguna intención de dormir, con acompañarte bastaba para reabastecer la vitalidad de todo mi ser, tampoco significaría ningún cansancio por la mañana ya que, de hecho, tenerte a mi costado era reconfortante y agradable, cada centímetro menos entre nosotros acrecentaba mi fruición.
Unos segundos después te moviste un poco, retrocediendo.
—¿Yoohyun-ah? —evidentemente habías despertado, pero creí que sería mejor fingirme dormido—. Yoohyun, te amo... —declaraste después de unos momentos, ¿así que esos segundos en silencio te los habías tomado para observarme detenidamente?
Mi corazón se sintió cálido, completo, amado.
Al abrir mis ojos, tu sorpresa se reflejó perfectamente en tus pupilas. Tu piel centellaba levemente con los haces luminosos que se filtraban por los pequeños espacios que la cortina no cubría, debido a la oscuridad de tu cabello, éste reflectaba ese tenue brillo azulado, todo tu rostro bajo ese hermoso filtro natural me resultó una vista onírica, de una belleza sin igual.
Estabas un poco desconcertado por encontrarme ahí, pero no tardaste en sonreír tímidamente.
—Yo también te amo hyung —respondí con gran alegría, mis palabras implícitamente aseguraban mis designios por protegerte y nunca volver a herirte, prometía ser lo suficientemente poderoso como para que no hubiese necesidad de preocuparte por mí, pues tal y como lo suplicaste, nunca te abandonaría.
Lo mejor de la noche fue ver tu pasmo en cuanto hice lo que tanto había querido desde hacía mucho, mucho tiempo: besar tus labios.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top