Capítulo 12 Amada 1.0


Mami Kelly, con el rostro marcado por la confusión y el asombro, se dejó llevar por un torrente de pensamientos inquietantes que la acosaban como sombras implacables. No podía ignorar lo que acababa de escuchar, y, finalmente, con el corazón apesadumbrado, formuló las preguntas que le quemaban por dentro.

—Jefe Supremo.

Inquirió con un tono cargado de incertidumbre.

—Si ya no tiene consigo ese poder divino ni la tecnología que jamás habíamos presenciado... ¿quién o qué los posee ahora?

El Jefe Supremo suspiró profundamente, como si el peso de milenios se posara sobre sus hombros. Sus ojos se clavaron en Mami Kelly con una mezcla de tristeza y nostalgia. La melancolía impregnaba cada palabra que escapaba de sus labios, cargadas de un misterio que oscurecía la sala.

—Señora Nelly.

Respondió, su voz rasgada por los ecos del pasado

—Existió una época que ha sido borrada de la memoria de los hombres, un tiempo en el que se emprendió una expedición monumental hacia el límite de los 3 km. Yo mismo aprobé aquella misión, con la esperanza de calmar el insaciable deseo de aquellos que anhelaban explorar lo desconocido. Nuestro pueblo estaba al borde de la desesperación, ahogado por la escasez de recursos. Estos exploradores se lanzaron hacia lo prohibido, decididos a conquistar lo inexplorado. Sabía que aunque hubiera intentado detenerlos, el destino oscuro ya los aguardaba, tarde o temprano, en los confines del abismo.

Los recuerdos le pesaban como cadenas invisibles, pero continuó, con una tristeza ancestral impregnando cada palabra.

—Hace milenios, ordené a mis compañeros, los dioses de la oscuridad, que sellaran mi poder y la tecnología que habíamos creado. Temía el destino que aguardaba si estos tesoros caían en las manos equivocadas. Aunque mis hermanos se resistían, sabían en su interior que yo había pavimentado el único camino posible para acabar con la gran guerra que casi consumió todo lo que existía.

El silencio que siguió a sus palabras parecía resonar con los susurros de aquellos que ya no estaban, un eco de sacrificios pasados que aún pesaban sobre sus hombros.

Ellos, al reconocer que mi decisión era irrevocable, siguieron mis órdenes, o al menos eso creí. Sin embargo, tras muchos siglos, una pareja imprudente que habitaba este pueblo rompió las reglas sagradas que mantenían el frágil equilibrio de nuestra comunidad. En su arrogancia, trajeron al mundo dos hijas, lo que les costó el exilio. Los arrojaron a la frontera, a tres kilómetros de distancia, y como marca la tradición, jamás se volvió a saber de ellos.

Es trágico mencionar que las niñas nacieron en un parto difícil; una de ellas no logró sobrevivir, ahogada por la falta de aire, mientras que la otra llegó al mundo completamente sana. Antes de ser desterrados, sus padres suplicaron que la niña que quedó con vida se llamara Amada, y su último deseo fue cumplido.

Tras aquella calamidad, la pequeña fue llevada a un orfanato, donde esperaban cuidarla. Cuando Amada cumplió dos meses, comenzó a caminar, un hecho que resultaba absolutamente inimaginable. Yo mismo acudí al orfanato, impulsado por un presentimiento inquietante, y al llegar, un escalofrío recorrió mi ser. De inmediato, ordené que la vigilaran con atención.

Cuando Amada cumplió cinco meses, ya podía hablar, y no había duda alguna: todo el pueblo murmuraba que era una verdadera bendecida. La noticia se propagó como un incendio incontrolable; supe en ese instante que los dioses de la oscuridad le habían conferido mi poder a esta niña, forjando a su campeona para inaugurar una nueva era.

Los años pasaron, y la niña creció fuerte y saludable. Sin embargo, la primera señal de problemas emergió cuando Amada tenía cinco años. Mientras jugaba con otras niñas, una de ellas, consumida por los celos del protagonismo constante de Amada, la desafió a una pelea. Amada intentó evitar el enfrentamiento, pero la otra niña comenzó a golpearla. Los puños de la agresora chocaron contra ella como si fueran contra una roca, y adolorida, preguntó:

—¿Qué eres? ¿Quién eres tú?

Amada, confundida, respondió con la voz temblorosa:

—No lo sé. No sé quién soy ni qué soy.

Después de aquel encuentro desafortunado, Amada se volvió solitaria. Los niños la temían y los padres prohibían a sus hijos acercarse a ella. Cada vez que Amada intentaba entablar una conversación, todos se alejaban, dejando su corazón expuesto al frío aislamiento. Al no poder lastimarla físicamente, los otros niños se tornaron crueles de otra manera, desgarrando su corazón con miradas y susurros. La cruel indiferencia que le mostraban la sumió en la soledad más desgarradora. Señora Nelly, los niños pueden ser crueles, y a veces, el dolor de la soledad puede ser más insoportable que cualquier golpe físico.

Viendo esos acontecimientos, un día la encontré sola en el parque bajo una intensa lluvia. Se empapaba bajo el aguacero, así que me acerqué y me senté a su lado, extendiendo mi paraguas para protegerla de la tormenta. Al verme, se sorprendió y preguntó:

—Jefe, dígame, ¿por qué todos me odian? ¿Qué he hecho para merecer esto? ¿De verdad soy una bendecida? Siento que esta bendición es una maldición. Míreme, ¡maldita sea, nadie quiere estar conmigo!

La chica comenzó a llorar, gritando su tristeza al cielo. No pude evitar abrazarla, permitiendo que llorara sobre mis hombros. Entre lágrimas, sollozaba:

 —¿Por qué? ¿Por qué tuve que ser diferente? ¿Por qué los dioses de la oscuridad me castigan?

 Le acaricié el cabello suavemente y le dije:

—¿Puedes guardarme un secreto? 

Ella me miró con sus ojos inocentes y contestó: 

—Sí, prometo ser una tumba. 

—Amada, la luz existe, y algún día deberás buscarla. Hace mucho tiempo, hubo una gran guerra que casi destruye todo, y no hablo solo de este pueblo. Me refiero a las líneas del tiempo, a planos de existencia diferentes y dimensiones, una guerra que amenazó la realidad misma y nuestra existencia.

Querida, he luchado en la guerra ancestral al lado de los dioses de la oscuridad. Mi tiempo en este mundo se ha desvanecido hace milenios, y esos dioses que una vez fueron mis compañeros ahora te observan a ti. En tu interior reside un poder inmenso; eres casi una diosa. En cada rincón del tiempo, en todos los planos de existencia y dimensiones, los dioses son venerados. Sin embargo, nadie sabe que tú eres una semidiosa, porque el mundo aún no está preparado para ti. Cuando tu verdadero poder despierte, te convertirás en una diosa completa.

Este pueblo necesita un salvador, y los dioses de la oscuridad han transferido mi poder a ti para que ocupes mi lugar y mi trono, no solo en esta tierra, sino en el reino divino vacío a su lado.

Tu primera misión es ganarte el respeto del pueblo. Aunque aún eres una niña, tu poder te permite realizar hazañas que ningún mortal puede alcanzar. Cree en ti misma. Cuando comiences a realizar actos extraordinarios y bondadosos, verán que se equivocaron al dudar de ti. Si vas a ser una diosa, empieza por conquistar el corazón de la gente, pues hay dioses que, a pesar de ser adorados por el temor y la oscuridad que infunden, son odiados. Tú debes ser diferente.

Ella me miró con comprensión, reconociendo su lugar en este vasto mundo a pesar de su corta edad.

 —Jefe, lo entiendo. Comenzaré a construir casas y capturar criminales en el pueblo. Ayudaré a construir puentes y a guiar a la gente hacia el progreso con mi poder.

 Amada, como prometió, empezó a erigir un puente que cruzaba el mar negro, cortando los árboles más grandes del pueblo y arrastrándolos con una fuerza sorprendente para su edad. Su labor comenzó y todo el pueblo se acercó a observar. Algunos la consideraron una loca, pero ella, con una sonrisa luminosa, les dijo:

—Ya lo verán, se sentirán orgullosos de mí.

En la profunda tristeza de las noches lluviosas, el pueblo observaba asombrado cómo Amada, incansable bajo el torrente de lluvia, perseveraba en la construcción del puente. Su fuerza sobrehumana y su velocidad prodigiosa transformaron el sueño imposible en realidad en cuestión de días. Con cada ladrillo colocado, el corazón de la gente se ablandaba, y decidieron unirse a su causa. La celebración fue un grito unánime de júbilo: el nombre de Amada resonaba como un himno en cada rincón del pueblo. Ella, con lágrimas de felicidad en los ojos, se estaba forjando un lugar en la leyenda del pueblo.

Amada, transformada en símbolo de esperanza, empezó a capturar a los criminales y a construir casas para los necesitados. En medio de su arduo trabajo, encontró una amiga en una joven del pueblo, y juntas compartieron momentos de pura alegría, que parecían un bálsamo para su espíritu cansado.

El poder de Amada creció tanto que deseó explorar el límite de tres kilómetros que rodeaba el pueblo, una frontera mística que parecía retar a lo desconocido. El pueblo, con una esperanza renovada, se dispuso a seguirla. Los reclamos se volvieron tan intensos que me vi obligado a prohibir su expedición, aunque mi corazón deseaba que ella partiera. Sabía que aún no estaba preparada, pero el pueblo clamaba por la aventura, dispuesto a seguirla a cualquier costo.

Así comenzó la gran exploración, un evento que la humanidad nunca había presenciado. Amada, con su destino sellado, se escapó hacia el límite junto con su grupo, y los meses se convirtieron en siglos sin señales de regreso. La esperanza del pueblo se desvaneció en la oscuridad del olvido, y Amada, una vez una figura de gloria, se convirtió en un eco en la historia.

Cloe Smith, su compañera en el misterio, tampoco regresó, y Laura nunca reveló sus secretos. Las anomalías del límite 3 kilómetros permanecen desconocidas, y la sombra de una posible nueva guerra se cierne sobre nosotros. La resurrección impura, un fenómeno temido y desconocido, aún no ha mostrado su rostro completo. Los dioses de la oscuridad, en su sabiduría oculta, saben que el sello que nos protege podría no durar para siempre.

Ahora, necesito que asciendas al rango de sacerdotisa oscura, y que estés cerca de nosotros en estos tiempos inciertos. Si deseas descubrir más sobre Cloe Smith, deberás aceptar mi propuesta. La misión que te encomiendo está intrínsecamente ligada a su enigma. Entonces, te pregunto: ¿aceptas?

Continuará 

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