¿Por qué a mí?
Érase una vez... en un lugar tan apacible dónde vivía un matrimonio junto a su hija; ellos siempre estaban unidos y felices.
El papá era muy consentidor con su pequeña princesa cómo él le decía, le hablaba con dulzura hasta se disfrazaba de payaso haciendo reír sin parar a Carolina por supuesto las carcajadas resonaban por toda la casa, y su mamá cómo la amaba mucho le preparaba su chocolate calientito con mucha espuma para luego contarle aquellos cuentos sobre princesas y reinos desconocidos. Pero no todo fue felicidad ya que llagaron tiempos muy duros porque a su hija de tan solo 12 años le detectaron bipolaridad, lo cual no sería fácil, la madre se amargo y el padre empezó a beber alcohol todos los días, desde entonces el ambiente se tensó. Lo más simple es estar unidos y enfrentarlo con valentía aunque no lo vieron así, los padres se desesperaron e incomodaron.
Carolina sabía que no hay una cura, que le quite completamente la enfermedad, se controlaba con medicamentos no tenía otra opción, su rostro reflejaba una expresión intranquila porque su vida ya no era normal; ante esto constantemente se ponía triste y de mal humor, había veces que se preguntaba:
—¿porque a mí? Si era tan feliz.
Más aún se sentía muy sola porque ninguno de sus padres estaba a su lado por eso todas las noches antes de dormir en voz baja decía:
—No quiero ser famosa o ser reconocida o que un príncipe me rescate sino quiero ser amada y tener de nuevo una familia feliz —trata de imaginar que llegue ese momento.
Ahora bien. Su madre Aurora la saco de la escuela por problemas de conducta y la inscribió en otra, solo tenía que esperar a que fuera lunes, sin embargo en la tarde del domingo se veía nublado, el pronóstico no era favorable a pesar de eso no le importó a Caro y se salió a caminar sin taparse, al parecer se dejó llevar como esa hoja que se la lleva el viento. Seguramente busca desahogarse, se sienta en un columpio para balancearse hacía adelante y atrás, se detiene y mira hacia arriba.
—Al cielo le estorba una nube gris que no deja de seguirme, me vigila, me roba la poca alegría esa nube tiene mucha tristeza, desesperanza igual que yo, por eso no ha de tardar en desahogar su dolor.
El mal clima da señales y empieza a llover, las pequeñas gotas empiezan a caerle encima de su rostro a Carolina, cae en cuenta que tiene que regresar a casa, corre velozmente y no tarda mucho en llegar.
Pese a que estaba empapada su madre la observa de arriba abajo, ni siquiera articula alguna palabra, se dirige a ver la televisión ¡por lo visto no le importa si se enferma!. Desde afuera los truenos eran tan fuertes que toda la casa temblaba, Caro da por hecho que sus padres la tratan como si fuera cualquier persona, no le dan ninguna preferencia; Caro se va a su cuarto y se mete a bañar, cuando sale se seca bien y se pone su pijama usual para luego dormirse. No quiere ser consiente de los problemas y dificultades que está pasando.
Al día siguiente, suena la alarma del teléfono, abre los ojos Caro para su primer día en su nueva escuela. Se pone su uniforme, prepara su luch cuando está a punto de irse, su madre Aurora le prohíbe que no tuviera amigos para que no se enterarán de su enfermedad, ella respondió que estaba de acuerdo; el camino es relativamente corto, entra al salón de clases y toma asiento, Caro quería tomar la iniciativa de hablarles a sus compañeros solo que esa voz de su mamá en su cabeza resonaba como un eco, eso bastó para retenerse.
Prácticamente no dejaba de mirarlos desde su pupitre, como convivían llenos felicidad esa alegría iluminaba el salón de clases, por segundos se imaginaba que estaba ahí jugando, la realidad es que se dió cuenta que era fugaz ese pensamiento. No le hace gracia tener esa enfermedad porque le quita incluso los pequeños momentos que puede disfrutar.
Transcurren los días; llega el cumpleaños de Carolina al parecer ninguno de sus padres se acordó, pensó Carolina que fue porque se les había olvidado ¡eso lo que quería pensar! De hecho eso provocó que le doliera su corazón, ese sentimiento cercano al enojo dudó del amor de sus padres, las lágrimas le fluyeron como un río trata de controlarse y no sentirse mal, como ya se tenía que ir limpio toda lágrima existente con la orilla de la manga de su uniforme. Su cumpleaños lo tomo como un día más, con el tiempo a aprendido a aceptarlo como parte de su vida que le tocó. Se fue a la escuela a paso firme, comprende que poner un pie ahí es un reto. A unos segundos de entrar, se acerca un niño bajito de buen parecer destacando sus enormes ojos verdes aceitunados.
—¿Quiéres ser mi amiga? —le pregunta con una sonrisa amistosa.
—No —menciona un tanto molesta.
—¿Por qué? —insiste quiere saber la razón.
—Dejame de molestar. —Se va caminando rápido.
No se dió por vencido y fue tras de ella.
—Dime ¿por qué no quieres ser mi amiga? ¿será porque soy bajito de estatura? —quiere una respuesta sincera.
—No, cómo crees es otra cosa —se para en seco un momento. Sabe que el resultado siempre será el mismo, es difícil que ella se acerque hablar con alguien.
—Entonces dímelo.
—Esta bien... Te diré —se espera un momento para poder hablar—. Los doctores me detectaron bipolaridad esa es la razón, al escuchar eso ¿En verdad quieres ser mi amigo?
—Claro, no me importa que seas bipolar y no eres la única que padece de una enfermedad porque yo... tengo autismo y todos lo saben —menciona sin rodeos, sin disfrazar una verdad.
—¿Lo dices en serio?
—Si... yo me sentía igual que tú quería esconder mi enfermedad, después no me importó lo que los demás dijeran ¿quiéres saber como pude ser valiente y enfrentar mis miedos? —arquea una ceja para provocar una reacción de su parte.
—Si, quiero saberlo.
—La maestra de biología nos dejó investigar sobre algún insecto, y me llamó la atención la mariposa, fui investigando y me impacto leer que cuando tienen algún accidente las mariposas llegan a perder el 70 por ciento de sus alas, a pesar de eso siguen moviéndose luchando por seguir haciendo sus funciones adaptándose, con este ejemplo me puse a pensar en mí, aunque no estoy al cien por ciento sano por así decirlo como cualquier otra persona, debía adaptarme y demostrar aguante a las situaciones que se me presentarán; es verdad fue difícil escuchar las críticas y me dañaron, con todo eso seguí con la frente a lo alto luchando, por eso no hay que avergonzarnos de nuestra enfermedad porque tanto tú como yo ¡valemos mucho! Como esa pequeña mariposa.
—Que lindo ejemplo, con esto que acabas de decir me das el valor de que sí se enteran de mi enfermedad, no debo agachar la cabeza tengo que ser valiente —se expresa con palabras firmes y concretas.
Caro vió en los ojos de su compañero un resplandor lleno de esperanza, quería de igual manera demostrarlo.
—¿Entonces ya somos amigos?
—Claro que sí —estrechan las manos con una gran sonrisa.
—Mi nombre es Lucio —la emoción en su voz es notable—, y ya no me digas el tuyo porque ya lo sé, lo tengo presente desde el momento que te presentaste en el salón de clases Caro.
Por fin tuvo un amigo Carolina, eso sí lo mantuvo en secreto no quería que su madre se enterará. El resultado de esa amistad es que Lució era su ánimo vital, su fortaleza porque podía entenderla y siempre le daba su apoyo, además se sentía agusto conversando de cualquier cosa. Por estás razones disfrutaba día a día mucho de su compañía, desde entonces ya no estaba sola.
Cierto día su madre fue a la escuela, la directora la llamo porque no había asistido a la junta de padres que se organizó un día antes, caminando por el pasillo vió a Carolina platicar con un niño, tan solo verlos juntos se enfureció pintándose su rostro de rojo sangre, entro a la dirección y ni siquiera presto atención a lo que decía la directora nada más respondía que estaba de acuerdo a todo.
Para cuando salió no estaba su hija, ya se había ido de la escuela lo más probable es que estuviera en casa.
Agarro el primer taxi y directamente se fue Aurora para la casa, así como llegó subió a la habitación de su hija y entro sin tocar.
—¿Tienes algo que contarme? —se planta en medio de la habitación con los brazos cruzados.
—No —responde.
—Por que mientes, fuí a tu escuela y te ví con un niño platicando ¡dime porque me has desobedecido! —exclama furiosa en su mirada expresa decepción.
—Ehh... Porque quería un amigo —empieza a tartamudear, era el día que tanto temía. No puede esconderse por siempre.
—Me encargaré que ese niño ¡no hable más contigo! —exclama alterada.
No pudo Caro responderle porque tiene un ataque de desesperación, ansiedad. Su cuerpo bajo mucha presión se descontrola, no puede detenerse, su madre se acerca de inmediato para calmarla le dice:
—Respira, respira ¿tienes tus pastillas en la mochila?
—Si. —Las saca de su bolsa y se las toma.
Lo único que de verdad es útil es respirar profundamente, tener paciencia y esperar que se calmen los ánimos.
—Ya se te pasará —fija los ojos junto a su hija.
—Si... Lo sé —recupera la compostura después de unos minutos—. Ahorita que estamos juntas mamá, quiero expresarte ¿Por qué, ya no me demuestras ternura como lo hacías antes? ¿A caso es por la enfermedad? —pronuncia con voz amable—, por fin tengo un amigo y quieres quitármelo ¡tanto me odias! ¡yo no quería estar enferma, no lo pedí! —le suelta esas palabras un poco ensalada, ya no quiere guardarlas más en su pecho.
—No te das cuenta, que yo sufro por verte así, trato de protegerte a mí manera no te odio, solo no se que hacer y me desespero —habla con seriedad alzando la voz, trata de desahogarse de pronto siente remordimiento es ese sentimiento de culpa.
—Pienso que no me entiendes soy un ser humano, tienes que comprender que ¡está es lo que soy! Con mis altas y mis bajas, con mis defectos y herrores, con mis cambios de humor ¡soy así! Aunque no te guste a tí y a papá ¡acéptalo, ¡así es tú hija! ¡dejen de avergonzarse! Para bien o para mal está enfermedad me ayuda a ver las cosas desde otra perspectiva, a ponerle más atención a los pequeños detalles que otros pasan por alto —en su voz demuestra seriedad y confianza.
—Yo te dí a luz y sé muy bien quién eres —no sabe que más decir, con su expresión lo demuestra. Por dentro, un dolor en el pecho se extiende con cada palabra que sale de la boca de Carolina.
—Dejen de discutir —se interpone el padre, el desconcierto en sus ojos parece cancelar sus voces y añade—. Aurora nuestra hija tiene razón, estaba oyendo detrás de la puerta y es verdad debemos aceptar su enfermedad. Yo en un principio, no quise admitirlo y me refugie en el alcohol pero ¡ya no más! Nuestra hija no quiso eso para ella, es por eso que debemos quererla como antes y dejar que tenga los amigos que quiera como cualquier ser humano, ella tiene derecho a disfrutar la vida —admite con seguridad poniendo su mano en el hombro de Caro como un gesto de compresión.
En el fondo Carolina sabía que algún día su padre iba a recapacitar, y se alegró muchísimo que hablara de esa manera.
—Tienes razón en todo lo que dices cariño —está de acuerdo con su esposo—. Hija me doy cuenta que debemos ser conscientes más que nunca a prestarte atención, apoyo y amor, por eso doy gracias de tener una hija tan buena como tú; por favor perdónanos por nuestro comportamiento y caracter —admite lamentándose su madre.
—Si los perdono —accede muy gustosa, porque sabe que el perdón es olvidar, no quiere llenarse de resentimiento que le haría daño a su alma.
De nuevo Carolina se sentía completa llena de alegría.
Su madre y su padre la abrazaron cálidamente, ese abrazo fue el acto más sincero y cariñoso que había recibido; desde ese momento volvieron a ser una familia unida y feliz.
Así que cuento contado en este momento ha terminado... 🌻
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