La joven que se sentía marioneta

   Erase una vez... una pequeña bebita llamada Mildred, ella nació en una familia adinerada, su aspecto era perfecto brillaba tanto como el astro sol: desde que nació hasta los seis años sus padres estaba mucho con ella jugaban, paseaban le daban mucho amor pero cuando cumplió siete años sus papás sabían que ella sería muy especial, no se le comparaba a las demás niñas porque aprendía muy rápido cualquier cosa, así que sus padres decidieron que aprendiera gimnasia para que expresará su enorme talento.

  Desde el primer día Mildred lo disfrutaba, se decoraba en su rostro la felicidad con una radiante sonrisa; al paso de dos años se convirtió en una de las mejores, aunque había algo que a Mildred no le gustaba que ¡sus padres se interpusieran en su deporte! Ellos le exigían que fuera siempre la número uno y hacían que entrenara duro aún a  altas horas de la noche, por eso tenía un tremendo desgaste emocional.

Sus padres no se daban cuenta como se sentía su hija, solo se enfocaban en su buen trabajo que hacía y la apremiaban con una sonrisa de satisfacción; prácticamente controlaban los padres su día a día hasta lo que comía.

  Así pasaron los años. Ya era mayor de edad, a su corta vida ya había ganado muchísimas medallas de oro, toda esa fama que tenía hizo que Mildred no tuviera amigos, sus compañeros creían que era perfecta por eso todos la evitaban, otros le tenían envidia, pese a esto Mildred se sentía muy sola, lloraba por las noches no sabía como quitarse los hilos que sus padres pusieron sobre ella como una marioneta, porque siempre la estaban manejando como ellos querían. ¡Le habían robado su infancia y felicidad!

A causa de esto, se sentía vacía como sin vida, con un aspecto sombrío tenía la certeza que solo estaba alcanzando las metas de sus padres.

Un día Mildred estaba muy impaciente, y a la vez ansiosa quería decirle a sus padres lo que sentía. Cuando llegaron del trabajo, se acerca Mildred con mucho valor y se planta frente a ellos.

—Ya no quiero ser gimnasta —subraya muy decidida, se toma esa libertad para decírselos por primera vez. Ya no quiere ocultarlo

—¡¿Por qué?! —se en salta sorprendida su mamá.

—Porque no disfruto ya lo que hago —responde muy segura, su expresión reflejan lo que siente.

—Si eres perfecta en esta carrera, ¡¡piénsalo bien!! —interfiere su padre muy molesto piensa que va a desperdiciar su talento.

—Esa es mi decisión y ya no hay vuelta atrás —responde.

  Se va a su cuarto aliviada, se dirige a su ventana y la abre. Ve hacia arriba y observa el firmamento a las tantas estrellas que hay esto le causa tranquilidad. Hace una pausa para pensar y una idea vaga  cruza por su cabeza diciendo:

—Yo tendría una vida feliz si mis padres no me dirigieran como su marioneta, ¿porque pienso así? Si sólo es una ilusión ¡eso no pasará! Me voy a dormir.

   Al siguiente día. Mildred despertó renovada sin ningún peso sobre sus hombros, baja a la cocina y no está el desayuno que siempre hacia su madre, sube de nuevo para dirigirse al cuarto de sus padres, abre la puerta y no hay rastro de ellos, considero que se fueron a trabajar temprano. Se desliza a su cuarto para abrigarse, aunque brillaba el sol  el día era frío.

Sale de casa para ir a entrenar, cuando llega al lugar se da cuenta que está cerrado, se le hizo extraño porque no era domingo, mejor volvió a casa y justo se encontro con sus padres.

—Woow!!! ¿pero qué se hicieron en el pelo? —hace gestos de sorpresa.

Su mamá trae un corte de cabello más corto en la parte de atrás de la cabeza, y ligeramemete más largo en la parte superior de la cabeza con un color rosa platinado mientras su papá tiene el pelo peinado como cresta, los dos parecían punks.

—Nada —contesto el papá y añade—. Asi lo hemos tenido ya bastante tiempo.

Mildred cree que están jugando, de modo que le sigue la corriente.

—Ahh, si es verdad... no me hagan caso. Que creen hoy fuí a entrenar y estaba cerrado, no me regañen por estar aquí en casa —los ve fijamente para ver su expresión.

—¿Quién te va a regañar hija? Y ¿de qué entrenamiento estás hablando? —pregunta la madre confundida por lo que dice su hija.

—Ignoren lo que les dije —les resta importancia.

—Bueno tu padre y yo vamos a ir con unos amigos, hay te haces algo de comer —lo dice algo cortante y se se van.

—Estoy segura que están actuando y sí que lo saben hacer —asegura muy pensativa.

Va a la cocina a explorar el refrigerador encuentra: un pedazo de queso y rebanadas de jamón. Era tan extraño, porque el día anterior hecho un vistazo y estaba lleno el refri de muchas cosas saludables, no le quedó más opción que agarrar los pocos ingredientes se hace un emparedado, inclusive agarro una manzana amarilla un poco arrugada le agrado su sabor, con hambre todo es delicioso. Termina sonriendo con aire triunfante por comer lo que le apetecía.

Se aventuró a salir a dónde no había ido, fue al cine, teatro, plazas, se sentía libre como un ave; regreso a casa y no habían llegado sus padres, ella no le importó y fue a su habitación.

  Después de un tiempo Mildred fue a muchos lugares, comía cosas que antes no podía comer como: tabletas de chocolate, unas tostadas con mantequilla de cacahuete, mermelada, refresco, hamburguesa. Es cierto ya no tenía con quién hablar en todo el día, le invadió la soledad, pensaba que la actuacion de sus padres ya había durado mucho tiempo, se preguntó adónde la llevaría está situación, no le agradaba vivir así.

Una noche horneó una pizza congelada en el microondas, se fue a sentar al sofá para luego encender la televisión. De pronto escuchó las voces de sus padres, se levanta y va hacia ellos.

—Como siempre llegan tarde,  quise esperarlos para comentarles que ¡dejen de actuar! ¡ya dejen este juego! He aprendido todo este tiempo lo importante que son ustedes para mí vida, ¿saben? Quiero regresar a la gimnasia y disfrutar como cuando era pequeña, eso sí... no quiero que me presionen y digan que hacer en mis entrenamientos porque yo sé lo que debo hacer, solo quiero que disfruten conmigo esta carrera.

—¿De qué hablas hija?
—pregunta su padre, le lanza una mirada de desconcierto por su inesperada pregunta que no tiene coherencia.

—¡De la gimnasia! —expresa en voz alta para luego decir—. Ya dejen de jugar —se desespera frunciendo el ceño.

—¿De qué hablas? ¿a caso estas enferma? —la mano del padre se desliza en el hombro de Mildred y añade—. Nosotros no estamos jugando, menos actuando y no sabemos que estás diciendo, solo puedo decir que tú no eres gimnasta sino pintora, de hecho tus cuadros están en la habitación de a lado de tu cuarto.

Mildred podía ver en la mirada de sus padres que estaban hablando en serio.

—Tomate algo y acuéstate porque no has dormido bien, tú padre y yo nos vamos. —Ambos exhiben una sonrisa a Mildred y agitan la mano para decir adiós.

   Camina Mildred hacia la habitación que le dijo su padre, gira la perilla poco a poco hasta abrirla, el olor de pintura y otros químicos inundaron sus fosas nasales, enciende el interruptor y se queda congelada porque no están sus trofeos, medallas, y retratos de la gimnasia solo hay pinturas y repisas llenas de muñecos de cerámica.

—¡Esto no puede ser! ¡yo soy una gimnasta? ¡no una pintora! —exclama atemorizada.

Retrocede y da la vuelta, corre hacia su habitación para sentarse en la orilla de su cama, respira profundamente y se sume en la oscuridad, tiene la certeza de que hay algo detrás de lo que está pasando. El corazón le late con tanta fuerza que temió que el pecho le estallara, lloraba con los ojos cerrados, una ola de irá se apoderó de ella tuvo la sensación de que su deseo se había hecho realidad, en eso escucha de lejos las voces de sus padres que la llaman, no quiere abrirlos teme que le digan lo mismo, entonces siente una acaricia sobre su rostro es demasiado agradable esa sensación que abre los ojos sobresaltada, frota sus ojos para enfocar su visión y ve a sus dos padres que ya no tienen ese feo corte de pelo. Una explosión de felicidad la invadió, queda analizando a los lado y observa que está en su cama acostada.

—Hija te estábamos escuchando desde nuestra habitación que estabas llorando ¿tuviste una pesadilla? —cuestionan un tanto espantados por ver a su hija atemorizada llena de sudor.

—Creo que sí...

No les cuenta lo que soño, piensa que fue una pesadilla muy larga y real, los abraza Mildred con cariño y menciona—. Los amo mucho papás.

—Nosotros tambien —expresan en conjunto.

—Hija queremos hablar contigo con lo que nos manifestaste ayer respecto a la gimnasia —dice el papá haciendo una pausa para calmarse y no se le quebrara la voz.

—Claro que sí —presta atención Mildred como buena hija.

—Se que, no tomamos en cuenta tus sentimientos, intereses, gustos, en verdad toda la noche  pensamos en las palabras, que te sentías como una marioneta eso nos hizo sentir tristes, nos preocupamos porque te fallamos como padres, por eso queremos que tú decidas lo que te guste y te apoyaremos —habla con palabras muy sentidas el padre y prosigue diciendo—. Por favor perdónanos si te hicimos daño —se disculpan desde el fondo del corazón.

Esa actitud de sus padres fue como una ráfaga de seguridad para Mildred, es como si todo se volviera a acomodar en su lugar.

—No han fallado como padres, ustedes pensaban lo que era bueno para mí y les agradezco mucho que me apoyen en lo que decida, yo también estuve reflexionando en lo que realmente quiero y ¡sí quiero! Seguir siendo gimnasta, naturalmente lo disfrutaré como antes aunque también quiero hacer otras cosas que me apasionan —declara con mucha ilusión, destellando su rostro esa felicidad que en un principio tenía.

—Es bueno escucharte decir lo que quieres y te prometemos tú madre y yo que nunca te sentirás como una marioneta, sin duda está conversación ha hecho que nos mantengamos unidos como familia, te amamos mucho hija. —Se dan un gran abrazo familiar.

—Dejemos a un lado el sentimentalismo y mejor levántate te prepararé una taza de chocolate porque no hay nada mejor que algo calientito, además unos besos en las mejillas para espantar las pesadillas —dice la mamá con una mirada tierna.

   Ahora como familia buscan momentos para disfrutar reír, hablar, correr y salir a diferentes lugares de ahí en adelante eran más felices.

Así que cuento contado en este momento ha terminado...

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