Prólogo
Doce años después de que finalizará la gran Cuarta Guerra Ninja, los descendientes de nuestros héroes caminaban alegres por las calles de Konoha; hablaban entre ellos, reían, compartían momentos únicos en esa villa que ahora tanto se había modernizado.
Pero, más apartados de todo eso, dos niños muy peculiares eran regañados por el Nanadaime, ahora Uzumaki Naruto. El Hokage, totalmente molesto de la pelea de su hijo, Boruto, bufó mientras miraba el paisaje de la villa.
-¿Entonces? ¿Lo habéis entendido?-preguntó por décima vez en el día.-No quiero más peleas entre los habitantes de la villa, y menos si vosotros estáis metidos en ellas.
-¡Pero no lo entiendes!-gritó su hijo, ahora totalmente enfadado.-¡Estaban hablando mal del tío Sasuke!
-Da igual, Boruto...-le susurró la pelinegra, fruto del amor entre el Uchiha y la Haruno.-Lo sentimos, Nanadaime-sama.
-Pero, pero...-intentó replicar el pequeño Uzumaki, pero, al ver los ojos aguados de su amiga, miró con más desprecio a su padre.-¡¿Te gustaría que hablaran mal de mama?!
-¡Ya basta, Boruto!-gritó frustrado el séptimo.-Ahora mismo quiero que vayáis a ordenar todos los pergaminos del ultimo piso.-mandó, y al ver como su hijo iba a replicar volvió a hablar.-¡Y no hay objeciones!
El Uzumaki salió enfadado de su oficina mientras arrastraba a la pobre Sarada con él. Claro que estaba enfadado, ¿como no estarlo? Ver a su amiga así y no poder hacer nada era lo que más le enfadaba. Apretó los puños mientras recordaba lo que había pasado algunas horas atrás.
Iban caminando alegremente por las calles de Konoha en busca de su maestro, debido a que hacía tiempo que no tenían una buena misión. Pero, unos gritos al fondo de la calle hicieron que se detuvieran y que agudizasen los oídos para escuchar mejor.
No deberían de haberlo hecho.
Estaban hablando tranquilamente de Sasuke Uchiha, el padre de su mejor amiga, de su compañera de equipo, uno de los héroes de la guerra.
-Seguramente nunca vuelva a la aldea.-dijo una mujer mientras compraba unas manzanas.
-Pobre Sakura, ¿y su hija? ¿Creeis que al menos habrá conocido a su padre en persona?-siguió cotilleando otra.
-No creo.-afirmó una tercera voz entre esas mujeres.-Yo creo que el Uchiha esta viviendo la buena vida y se a olvidado de que tiene una mujer y una hija.
Por el rabillo del ojo observó como su amiga apretaba los puños tan fuerte que el rosado color de éstos se volvió blanco. Sabía que eso era mentira, ella misma en su tiempo había tenido sus dudas, pero al conocer a su padre pudo despejar todo eso. Él hacia eso para que no sucumbieran ante los pecados de él, para que no las mirasen con malos ojos. Pero se veía que no lo había conseguido.
Boruto, rojo de la furia, se dirigió hacia esas señoras con la intención de intervenir. En mitad de su camino una mano atrapó su muñeca impidiéndole seguir con su objetivo.
-¿Que haces, Sarada?-preguntó confuso.-¿No vas a hacer nada?
-B-Boruto, tranquilo.-intentó calmarlo ella, con pequeños susurros que camuflaban su entrecortada respiración.-No pasa nada...
-¡¿Que no pasa nada?!-rápidamente el rubio subió con la maño derecha la cabeza de su amiga y, efectivamente, estaba llorando.-¡No voy a permitir que llores nunca más, ese sera mi camino ninja! ¡Tienes que ser la Hokage, Sarada!
-Boruto...-susurró una vez más ella, dejando que todas las lágrimas salieran por fin.-¡Muchas, muchas gracias!
Y tan rápido como había escuchado eso, se interpuso entre esas mujeres y empezó a gritarles toda clase de barbaridades. Poco tiempo después estaban en la oficina del Hokage, siendo regañados por el séptimo.
-Lo siento, Sarada.-se disculpó él.-Por mi culpa estamos en este lío.
-Tranquilo, Boruto.-contestó la aludida mientras tosía por el polvo que se levantaba por la suciedad de los pergaminos.-¿Que haces?
-¿Qué crees que hago?-preguntó divertido.-¡Voy a aprender algun jutsu nuevo, claro esta!
-El séptimo se enfadara...
Pero no siguió, le pareció divertido ver las muecas que hacia su mejor amigo por querer posicionar sus manos tal y como salía en el pergamino. Hasta que, en un descuido, un gran humo los envolvió, tapándoles la vista.
Una vez habían habierto los ojos, se fijaron en el sitio en el que estaban. ¿Que hacían en la aldea? ¿No estaban en la torre?
-¡Hola-ttebayo!-gritó un rubio hiperactivo que pasaba por ahí.-¿Qué hacéis por aquí solos?
-T-Tu eres...-lo señaló anonadada la pelinegra.
-¿Yo?-preguntó el rubio mientras se señalaba con el dedo índice también.-¡Yo soy Naruto Uzumaki, y recordadlo, porque yo seré el proximo Hokage!
Su amigo rubio seguía sin pronunciar palabra, ¿estaban en una clase de genjutsu?
Ese era sin duda Naruto, pero se veía un tanto...joven.
Ohayo! Aquí Bea-Chan, ¿os a gustado el prólogo? ¡Siempre me lo imagine así! Esperó que os guste esta historia tanto como 'El Cerezo y el Odio'. No olvidéis votar y comentar, nos vemos.
¡Besos kawaiis para todos!♡
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