A veces pienso...

Que la chica que está sentada ahí oculta algo.

Este pensamiento es inmenso.

Durante todo el día, me ataca como si fuera un galgo.

Bueno, en la noche también.

No puedo dejar de pensar eso.

Esto no está bien...

Hay algo raro ahí, y con mucho peso.

Han pasado años.

Hubieron algunos sucesos entre la chica y yo.

Lo pensé todos los otoños.

Veo su rostro, tan bello.

Ahora que soy su novio, no pienso lo mismo.

Nos casamos.

Hubo un sismo.

Huimos.

O tal vez huí yo solo.

La chica se quedó peinando su cabello típicamente japonés.

Vacilo.

Corrí hasta donde estaba ella, tan rápido como un duende irlandés.

Cuando llegué, todo estaba incendiado.

No podía verla, parece que no estaba.

Miré hacia abajo y sí estaba, quemada por el fuego anaranjado.

Ella, inexpresivamente me miraba.

Pasó un tiempo y, un día, desperté junto a ella, mi esposa, supuestamente muerta.