Nací para buscarte, para cruzar los mares, para la tierra recorrer, nací para correr y para intentar encontrarte, me formé para enamorarte, para de flores llenarte, jamás te he visto en mi vida y no dejo de pensarte.
Te escabulles entre las hiedras de todos los jardines del mundo, pero yo soy un trotamundos y la misión está clara, tengo que ver tu cara antes de dejar este mundo.

Y llevo navegando la mitad de mi vida, por mares iracundos, por océanos calmos, estoy hace siglos leyendo el mismo salmo a ver si logro invocarte, pero te rehúsas a mostrarte, grito fuerte y por piedad te clamo.
Estoy condenado a equivocarme, a dar malos pasos y malas decisiones, como si las contradicciones no fueran suficientes, pienso a veces que me mientes y que siempre estuviste a mi lado, en este periplo alocado parece que encontraré la muerte. 

No voy a bajar los brazos, yo no se de rendiciones, no me crié bajo esas condiciones, claudicar no está en mi diccionario, está búsqueda quedará en el anecdotario de este diario de viaje, y aunque en esta vida yo no encaje no me daré por vencido, no habrá redenciones, no volveré a vivir lo que ya he vivido.
Y aunque tu seas ni némesis, invisible como el viento que sopla ya cálido en septiembre, como el inalcanzable final de un arcoíris, tienen que saber mis iris que la inmensidad de tu belleza, y si te escondes bajo una mesa yo te voy a encontrar, y si no estás ahí yo te voy a descubrir, y de ti nunca dejaré de hablar, mas tarde que temprano yo te encontraré por ahí en algún lugar.