Carta abierta.


Estimadisimo mal, me dirijo a usted sin un atisbo de respeto para manifestarle lo siguiente:

Yo a usted no lo conozco, llegó sin invitación y me clavó su veneno sin mediar provocación y lo hizo en silencio, sin aviso, sin pedir permiso y sembró su oscuridad, yo no estoy loco, al menos no como los demás lo creen, su enfermedad es caprichosa mas aún me queda prosa para realizar mis descargos, la tristeza de mis rasgos no son culpa vuestra y esta misiva es una muestra, de mis penas no se enorgullezca esas me las gané yo solo, usted se manifiesta ahorcandome en madrugadas frías, culpando a mis trastornos de sus actos, camuflando sus raíces proliferantes en pesadillas recalcitrantes. 

Debe saber usted que se ganó mi mas profundo odio, y de eso yo no conocía pues no me lo inculcaron mientras crecía, tenga usted claro que el alzamiento de su espada en mi contra tendrá férrea respuesta ya que por mis venas no corre mas que sangre hirviendo y no es precisamente por la fiebre que su semilla de dolor me provoca, mas bien por la descontrolada animosidad encajarle un certero disparo por la boca. Lo pongo en conocimiento desde ya que no le será fácil dar muerte al suscrito, he sufrido dolores infinitos y preparada está mi mente.

No tengo mas que decir, mas si le voy a repetir que se equivocó de víctima, que en mi vida mas íntima usted no se va a meter, tambien a de saber y se lo repito, no me dejaré vencer por que a mi modo de ver no tengo de que temer, miedo le tengo a los dolores conocidos, mas no a los que por sorpresa han de aparecer. 

Sin otro particular me despido ni muy atentamente y con un desprecio inclemente. 

P. V 

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