Ahí es.
Donde duermas en un colchón de nubes tornasol, donde el sol ilumine tu rostro de porcelana, donde tus mejillas se llenen de rubor y donde tus labios dibujen las curvas de la más deslumbrante sonrisa y tu pecho sienta el cosquilleo de cada latido de tu corazón.
Donde los bucles de tu cabello brillen en luna llena y tus manos tiemblen cuando sientas su presencia, cuando la vida te haga una reverencia y en tus ojos solo viva su existencia y cuando el amor no te cause ceguera, y de tu alma extirpes ausencias.
No hay peor ciego que el que no quiere ver y cuánta razón tiene ese viejo adagio, a veces la razón de tu ser está en la vereda de enfrente, esperando la luz verde y te clava la mirada como una filosa daga en medio de tus ojos, y lo dejamos pasar como si nada, el amor es esquivo y se nos escapa, nos elude por gusto propio y solo sucede una vez, cuando el abrazo entregue calidez, cuando el beso sea verdadero, cuando el roce de la piel cause estupor, o los suspiros tengan nombre y apellido tal vez.
Cuando duermas pensando en aquel maravilloso ser, simplemente ahí es.
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