Sabueso

Como un perro que vuelve
a rastras a su vómito,
me revuelco en la espuma,
saboreando lo indómito.

Mientras guardo el descanso,
del alma su reposo,
el ladrón se ha colado,
resuelto y sin embozo.

Ya conoce al guardián
y la casa al dedillo;
se sienta en el sofá,
tomando un bocadillo

Y se lo lleva todo,
toda alegría y gozo;
ya riéndose entre dientes
por mi ladrar penoso.

Atenazo su carne,
con fauces sin colmillos;
suavemente se escapa
cruzando los pasillos.

Y las luces se encienden;
mi dueño ha despertado.
Aterrado, me inclino;
otra vez le he fallado.

Se agacha junto a mí
y el cuello me acaricia.
Me recuerda mi pacto:
me di como primicia.

Mi pelaje lo olvida,
mi castigo anticipa;
mas con su dulce voz,
el miedo se disipa.

«Resiste, nos iremos»,
a mi oído murmura.
«Respira, pues allí,
noche no habrá oscura.»

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