Xi
Thom pasó la mayor parte del tiempo con Max en su habitación, pero un sirviente llegó a las horas de la tarde para llevarse al beta a trabajar. Como el gamma sólo es un luchador, debe aguardar la pelea y no tiene permitido salir del cuatro en ningún momento. Allí tiene un baño en donde puede hacer todas sus necesidad y le traen comida a horario. Aunque su mayor preocupación son los dolores musculares que lo atormentan. Max permanece en la cama mientras sostiene su vientre, ahora el dolor está concentrado en esa parte. Lo peor de todo es que aún faltan dos días enteros para que el celo pase.
—Ah, ya había... olvidado c-como se siente —murmura él mientras frota su estómago. Su primer celo fue a los 16 años y estuvo terrible. Pero en ese momento su madre lo calmaba dándole hierbas medicinales y debía hacer reposos durante esos tres días. Las hierbas eran calmantes ya que los gamma se vuelven agresivos por el dolor. Ahora con 21 años, sin esas medicinas y solo, garantizan que éste será el peor celo de su vida. O eso cree antes de ver entrar al muchacho de rizos rubios.
—Max, ya regresé. —Éste viste un traje oscuro, el uniforme, que lo hace ver elegante y fino—. Las betas que te trajeron comida dicen que arrojaste la bandeja.
—Lo lamento, les grité —responde el castaño sin mirarlo. Se siente avergonzado por no controlar su temperamento en estos momento.
—No te preocupes, yo traje más comida. —Thom toca su hombro en un gesto amable. Pero el cuerpo de Max reacciona dándole un brusco empujón, el beta termina tendido a los pies de la cama con el mayor oprimiendo su cuello. Para suerte de ambos el gamma retoma el control de sus acciones y afloja su agarre. Max se encuentra destrozado y no oculta su tristeza.
—L-Lo siento, de verdad —le pide disculpas una y otra vez mientras apoya su frente por el hombro de Thom.
Éste sale del shock un momento después y busca la mirada de castaño. Debe tomar su rostro con las manos para que el mayor lo mire.
—Deja de disculparte. Es el celo lo que te hace comportar de esta manera.
—Casi te hago daño de nuevo —murmura Max desviando la mirada. Intenta ver otra cosa y no los ojos del rizado. Falla, quedándose en una especie de transe mientras recorre las facciones del beta. Tiene mejillas sonrojadas, una pequeña nariz, su mentón es delicado como el de una chica y sus ojos son los que más le llaman la atención por esas largas pertañas que posee. Pero el cuello de Thom también roba bastante su atención.
—¿Estás bien? —le pregunta el beta. Max nota que él también lo está mirando y que se encuentra sobre el muchacho. Entonces se aleja pidiendo disculpas una vez más. El gamma aclara su garganta mientras mantiene la cabeza abajo
—Si, eso creo —responde con algo de duda en su voz.
—Si necesitas algo puedes pedirlo. También es mi trabajo servirte —le dice Thom con una sonrisa en su rostro. Sus labios se ven suaves y Max quiere probarlos.
—B-Bueno... ¿Puedo besarte? —pregunta en un tono bajo y de una manera tan adorable que el rizado es incapaz de negarse.
—Claro que puedes. Después de todo quiero volverme tu elegido y ayudarte con tu extraño celo —responde al mismo tiempo que hace unas señas para que Max se acerque. Ambos vuelven a quedar cara a cara, Thom recostado en la cama con el castaño sobre él.
Están muy cerca y el menor puede sentir el cuerpo del gamma temblar, así que lo ayuda moviendo la cabeza a un lado para dejar expuesto su cuello. Thom espera chupetones o mordidas pero en cambio siente cortos besos en su mejilla izquierda. Este gesto hace que él muera de ternura nuevamente mientras que Max disfruta de la suavidad de su piel. Luego éste se traslada a los labios del beta y los besa con cuidado, su mano acaricia al mismo tiempo una mejilla con el pulgar.
Thom se encuentra sorprendido por lo dulce y delicado que el castaño es con él. Siempre había recibido besos brusco y violentos que exigían más y más. Pero esto es diferente, cosa que lo excita, provocando que su cuerpo reaccione. Él suelta un gemido bajo mientras eleva un poco sus caderas para conseguir un poco de fricción.
—¿Puedes besar mi cuello? —le pregunta mirando sus ojos marrones. Max deja un último beso para moverse al cuello. Allí primero acaricia la piel con sus labios lentamente y luego deja besos húmedos. En ese momento Thom suelta un gemido bastante agudo, tanto como para sentirse avergonzado. Pero Max no le toma importancia a eso y continúa, esta vez sorbe la piel del beta con estuciasmo. Sacándole más gemidos como ese.
Todo hubiera continuado perfecto, pero alguien toca la puerta de la habitación. Max se separada de Thom y éste se apresura en arreglar el cuello de su uniforme.
—Thom, te necesitan en la cocina ahora. —La voz de una mujer se escucha del otro lado de la puerta.
—Lo siento —suspira bajando la mirada. Él quería continuar, lo iba a hacer hasta el final. Max le sonríe mientras toma su nuca para acercarlo a él.
—Descuida —susurra para luego dejar un beso en la frente del beta—. ¿Continuamos después? —pregunta teniendo un ligero sonrojo en su rostro.
—S-Si —asiente Thom rápidamente.
El gamma tuvo problemas en dejar ir al menor pero debió hacerlo. Ahora sólo puede recostarse en la cama y buscar otra cosa que lo ayude a distraerse y olvidar el dolor. Los espasmos musculares no se hacen esperar y todo su cuerpo comienza a temblar.
—Debí pedirle a Thom que me traiga esas hierbas medicinales —se dice a sí mismo al notar lo tonto que fue. Pero estando junto al beta, no es capaz de pensar en otra cosa. Como ahora, sólo quiere estar junto al rizado. Abrazarlo y, si tiene de nuevo su permiso, besarlo.
Con ese pensamiento, Max camina hacia la puerta y toma el picaporte. Se dice a sí mismo que sólo buscará a Thom para acompañarlo mientras trabaja, no interrumpirá a nadie y que sus jefes no se molestarán por algo tan insignificante. Entonces mueve el picaporte y sale de la habitación a pasos lentos.
—Debe estar por aquí —susurra mirando a los extremos del pasillo. Si en algo es muy bueno Max, es en rastrear. Su olfato es bastante agudo como para captar el perfume del beta. Entonces comienza con la búsqueda del muchacho, la cual lo lleva a recorrer la casa.
Como no tiene permitido salir de la habitación, él debe ocultarse de cada persona que merodee por los alrededores. La casa es tan grande que parece vacía en momentos, lo que le da más libertad al gamma.
—Está cerca. —Da un par de respiraciones profundas y camina hacia unas enormes puertas de madera. Las mismas se encuentran entreabiertas. Entonces algo llama la atención de Max, una prenda sobre la alfombra. Una corbata con el nudo deshecho y con el perfume de Thom. En ese instante cree que salir de la habitación fue una mala idea, su conciencia le reprocha una y otra vez mientras que un profundo dolor crece en su interior. Este opaca cualquier dolor que el celo puede llegar a causar, entonces, con la cabeza abajo y esa corbata en su mano, Max regresa a la habitación.
Nadie notó su ausencia, así que no tiene nada de que preocuparse. Aunque eso no le importa en lo absoluto.
Las horas pasan y el castaño sólo permanence sentado en la cama, apoyando su espalda contra la cabecera. La joven que le trajo el almuerzo ahora deja la cena sobre una pequeña mesa junto a la puerta. Pero Max no tiene hambre, sólo quiere estar solo.
—¡Volvi! —canturea Thom cuando abre la puerta. El menor se detiene un momento para robar unas cuantas uvas de la bandeja y luego camina hacia el castaño con una enorme sonrisa—. Que suerte, podremos cenar juntos —agrega con entusiasmo. Pero nota cierta distancia y frialdad por parte de Max.
—No tengo hambre —responde él sin siquiera mirarlo.
—Debes comer —insiste. Él se sienta a su lado y acerca una de las uvas a sus labios. El gamma simplemente mira a un lado—. Vamos, ¿Tu celo te causa mucho dolor o...?
Max suelta un pesado suspiro y toma la mano de Thom, sólo para dejar en ella la corbata que había tomado.
—Salí de la habitación —murmura. El beta cambia su expresión por completo mientras aprieta con fuerza la corbata.
—¿Qué... qué viste?
—A ti, con otro hombre —contesta el gamma. Su tono de voz cambia y se asemeja a un alfa furiso—. ¿Por qué quieres ser mi elegido si ya tienes a alguien más?
Thom se levanta de la cama y retrocede al notar el cambio de actitud de Max. Ahora se parece a los alfas que tanto daño le han hecho.
—N-No, ya te lo había dicho —su voz tiembla y siente sus ojos arder cuando las lágrima intentan salir. Porque las imágenes de lo que pasó vienen a su mente.
Él estaba cambiando las cortinas de los grandes ventanales junto con otro beta, luego de ocuparse de los platos sucios de la cocina. Al terminar su compañero se encargó se llevar las cortinas para lavarlas mientras que él regresaba la escalera a su lugar. Al volver del pequeño cuarto en donde había dejado la escalera, un alfa lo tomó del brazo y lo llevó arrastras hacia una oficina con grandes puertas de madera. El alfa, sin decir una palabra, comenzó a marcar su piel con mordidas leves. Dejando tonos morados en su cuello, brazos y piernas. No podría hacer nada para defenderse porque, después de todo, él siempre iba a ser utilizado.
—Eso hacen los alfas conmigo. No gano nada quejándome y por eso accedí a ayudarte con tu celo. Es mi trabajo —le dice a Max mientras mantiene la mirada abajo. El castaño no puede creer lo que está escuchando. Una cosa es que los demás te consideren una cosa, un objeto, pero... ¿Qué tú también lo hagas? Eso es lamentable.
—No es cierto —niega colocando sus manos en los hombros de Thom. Ahora que se encuentra a una menor distancia, él puede ver las marcas y sentir el olor que ese hombre dejó en el muchacho.
—¿Qué sabes tú? No haz pasado por lo mismo que yo. —El rizado se esfuerza en hablar mientras contiene el llanto. Su voz se oye quebrada.
—Tengo un poder que se llama empatía —responde mientras lo atrea hacia él y termina dándole un abrazo. El beta corresponde de inmediato cuando ya no puede más y deja que toda su tristeza salga. Max suspira, porque sí, no tiene idea por lo que Thom ha pasado. Supone que debieron ser cosas terribles y, en ese momento, al ver al beta temblar mientras contiene su llanto, recordó a Yannick. Cuando lo encontró perdido en el medio del bosque, asustado y sin saber a donde ir. Max entendió su dolor, así como entiende el de Thom.
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