Iota
Milenka es la primera en despertar. Su cabeza le da vueltas y siente todo su cuerpo adolorido. Al intentar estirarse golpes su cabeza contra algo duro y escucha el ruido de unas cadenas.
—¿Que? Esto... —queda sin palabra al notar que tiene algo atravesando el lóbulo de su oreja, es una etiqueta. Además lleva un collar de hierro alrededor de su cuello, el cual está unido a uno de los barrotes de la jaula. Ella está dentro de una jaula como si se tratara de un animal.
—No, no. —La voz de Yannick llama su atención y consigue ver al rubio en otra jaula frente a ella. Hay un pequeño pasillo que los separa y él se encuentra hecho bolita mientras llora—. Esto no está pasando. Es... es otra pesadilla —se repite una y otra vez.
Milenka tiene muchos deseos de acercarse y darle un fuerte abrazo, pero no puede hacerlo. Ella también siente como sus lágrimas comienzan a caer. Sabe muy bien que si no hubiera ido a ese bar el cazador no la hubiera atrapado ni a los demás.
—Es mi culpa —se dice a sí misma. Pero luego siente una gentil caricia en su mejilla derecha, la cual detiene una lágrima.
—No llores. —Gael está en la jaula continúa y pasa sus brazos a través de los barrotes para acariciar a la muchacha—. Estaremos bien —le asegura con tanta confianza en sus palabra que por un momento ella lo cree.
—Estabamos preocupados por ti. —Max también está allí a su lado izquierdo de la jaula—. Te habías marchado y salimos a buscarte —le comenta mientras se mantiene recargado por los gruesos hierros.
Milenka se aferra a los brazos de Gael, busca un abrazo y debe conformarse con uno a medias.
—Lo lamento, yo continúe sola —confieza ocultando su rostro por el hombro del rizado.
—¿Por qué? —pregunta él acariciando su espalda.
Milenka toma aire para luego responder: —estaba celosa, ustedes comenzaron a decirle cosas bonitas a esa chica que olía a galletas. Es... Es una tontería, lo sé. —Ahora ella se siente avengonzada por eso y mantiene su rostro oculto en el hombro de Gael para que ninguno de ellos la vea así, roja de pena.
—No digas eso, también eres bonita —habla Yannick sintiéndose culpable por quedar encantado con esa otra chica mientras hacía sentir mal a Milenka.
—Yo casi acepté tu propuesta cuando nos conocimos —susurra el rizado en su oído, también mueve un poco la cabeza y le acaricia la mejilla con su nariz—. Fue muy tentadora —agrega con una voz profunda y encantadora. Milenka se aferra más a él mientras trata de no chillar de alegría y ocultar su rojo rostro.
Un estruendo hace que ellos guarden silencio y observen a su alrededor, parecen estar en un lugar lleno de jaulas, en donde se encuentran encerradas más personas. Los gamma no lo saben pero despertaron en el peor lugar posible, allí subastan omegas sin marca y vírgenes, también betas para ser sirvientes y a gammas. Para estos últimos no hay nada especificado, su nuevo dueño puede convertirlos en esclavos, mascotas o juguetes.
—¡El negocio abrió! —Un sujeto camina entre las jaulas y las va golpeando con una vara de hiero. El tintineo metálico hace que más de un omega tiemble y use su llamado en busca de ayuda—. Que risa, nadie los vendrá a rescatar. —El hombre es un beta y les sonríe a sus cautivos con satisfacción.
—Abre la jaula, ahora —le ordena Max desafiando al beta con la mirada. Él jamas había esperado que ese hombre lo golpeara con esa vara de hierro en el hombro. El golpe es tan fuerte que le da la sensación que su brazo está roto.
—Deben ser los chicos nuevos ya que son tan irrespetuosos —habla el beta inclinándose por la jaula de Max—. Hay dos maneras de salir, ser subastado o... morir —les explica para luego enderezarse. El castaño ahora mantiene la cabeza abajo mientras sostiene su brazo golpeado. Allí sólo se escuchan sollozos bajo y los comentarios de ese horrible sujeto. Burlándose y riéndose de la desgracia que ellos deben pasar.
—Max, tu brazo. —Yannick lo mira con sus ojos cristalinos. Sabe que no tienen a donde ir, es el final.
—Estoy bien. Tú me das golpes más duros —bromea el castaño sacándole una pequeña sonrisa a su amigo. Sin importar la situación él es capaz de hacer que sonría de alguna u otra manera.
—N-No quiero dejarlos, ya no —comenta Milenka estando aún aferrada a Geal—. Ustedes son divertidos y geniales, quiero... quiero que-que estemos j-juntos. —Las lágrimas no tardan en brotar de sus ojos y las gotas cristalinas nos absorbidas por la ropa del rizado.
—También yo, como una tribu —asiente Max estado de acuerdo.
—Si, si. Que lindo —dice la persona que se encuentra en la jaula continua a la de Yannick. No hay mucha iluminación en el lugar y sólo pueden verlo de espaldas, el joven se encuentra con el torso descubierto y unos feos golpes adornan su piel—. Lastima que ahora los van a separar y jamás volverás a verse —agrega con ironía.
—¿Estás bien? Esos golpes deben doler mucho. —El rubio detiene su llanto por un momento para acercarse al desconocido. Éste gira un poco para ver a los gammas a los ojos, siempre se había preguntado cómo se ven y ahora tiene a cuatro gammas ante sus ojos.
—Eres un niño —indica Gael frunciendo el ceño. Ese chico debe tener la edad de 13 años aproximadamente y se encuentra en terribles condiciones. No ha recibido ningún baño hace días y apenas le dan comida, eso explicaría lo delgado y pálido de su cuerpo.
—No soy un niño —niega apretando los barrotes con fuerza—. Han pasado 35 años desde mi nacimiento. Soy mucho mayor que ustedes. —Su voz infantil cambió a una más grave y profunda.
—Si claro y yo soy el chupacabras. —Se brurla Gael rodando los ojos. Eso provoca que el niño de ojos azules haga un berrinche.
—¡Que no soy un niño!
—Ya, cállate. ¿Cómo te llamas?
El otro baja la cabeza mientras toca las cadenas de sus muñecas, no puede creer que haya olvidado su nombre por un segundo.
—S-Soy León. —Ya no recuerda su apellido debido a que ha pasado mucho tiempo encerrado en ese lugar.
—¿Qué pasará con nosotros? ¿Lo sabes? —le pregunta Max llamando su atención. Él asiente con la cabeza mientras abraza sus piernas.
—Nos prepararán para ser subastados en unas horas. Estas personas son de lo peor y si tienes suerte de no ser elegido te regresan a este depósito a que te pudras.
El relato del no niño hace que Milenka tiemble de terror. Serán separados y quien sabe a que lugares los llevaran, ella no quiere eso.
—Escuchen —Max toma la palabra—. No importa que tan lejos se los lleven, los encontraré. —Más que una promesa para sus compañeros es una promesa para él mismo. Los gammas comparten miradas, su esperanza es inquebrantable a pesar de la gravedad de la situación.
El beta de antes regresa acompañado con más personas, estas abren las jaulas y separan las cadenas de los barrotes.
—Todo estará bien —es lo último que Gael le dice a la muchacha cuando se la llevan. Milenka es colocada en fila junto con un grupo de omegas, algunas lloran en silencio y también hay omegas varones que mantienen la cabeza abajo.
Ella tiene curiosidad y desea preguntarle a alguien a donde se la llevan, pero un omega la toma de los hombros y la obliga a bajar la mirada.
—No hables, sólo obedece —murmura para luego soltarla. La muchacha muerde su labio inferior de los nervios y baja sus ojos a las cadenas que rodean sus muñecas. Su piel comienza a tomar una coloración roja bajo el metal.
—Todo estará bien —se repite las palabras de Gael para conservar la calma. Eso le da un poco de paz a su corazón y sus mejillas toman un tono rojo al recordar cómo él la acarició con ternura.
La joven gamma está tan concentrada en sus pensamientos que no nota que han entrado a un lugar vacío y blanco. Se lleva un susto cuando alguien comienza a quitarle la ropa a tirones, lucha pero una cachetada en su mejilla la deja paralizada. Es despojada de toda su ropa excepto de las cadenas y luego siente un fuerte chorro de agua contra su cuerpo, es fría. Helada. Su cuerpo comienza a temblar cuando ya se encuentra completamente empapada.
—Su cabello es horrible, no se puede cepillar —comenta una mujer de mal humor. Es debido a las rastas que la gamma posee.
—Sólo puedes lavarlo. Si se lo cortamos ya nadie querrá comprarla —indica otra persona. Entonces Milenka siente como alguien toca su cabeza, mucha espuma se forma y comienza a resbalar lentamente por su espalda. Ella sólo abraza sus piernas mientras intenta ocultar su desnudez y se repite que todo estará bien. Su mejilla arde, pero la sensación dolorosa es opacada cuando otro potente chorro de agua helada la vuelve a golpear.
Unos minutos después su cuerpo tembloroso es envuelto con una toalla, la misma seca toda la humedad. Pero minutos después es arrancada de ella dejándola, una vez más, vulnerable. Sus mejillas toman un tono rojo al ver que esas personas la están mirando, no solo a ella, las/los demás omegas también se encuentran sin ropa ante la mirada de sus captores.
—Hay muy buena mercancía hoy —la voz de un alfa hace temblar a los más débiles. En cambio Milenka levanta un poco la vista para ver a ese hombre, tiene curiosidad. Aunque su valor se esfuma al notar que ese sujeto está frente a ella, la toma del mentón con fuerza obligando a la muchacha mirarlo a los ojos. El alfa es alto y de fuertes músculos, se ve agresivo y su olor, parecido al de la sangre, no ayuda en nada.
—Es gamma, señor. Uno de nuestros mejores cazadores la trajo junto con otros tres —le explica una muchacha beta al hombre. Éste está más concentrado en observar a Milenka que en escuchar. Él aprieta sus mejillas, revisa sus dientes y luego observa su cabello.
—Es extrañamente encantadora —opina sonriendo de lado—. No pertenece aquí, lleven a esta gamma al piso 10. —El hombre se retira luego de dar esa orden. Entonces sus trabajadoras toman a Milenka y le colocan un pequeño conjunto de encaje negro, ella aún tiene frío pero ropa es ropa y ya no se siente tan desprotegida.
—¿Piso 10? —se pregunta ella, desgraciadamente en voz alta.
—Si, allí subastan lo mejor de lo mejor —le responde una de las mujeres que la están guiando—. El señor reconoció que tienes potencial y serás ofrecida a los alfas más poderosos del negocio.
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León
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