Épsilon
Los cuatro gammas solitarios ahora se encuentran refugiados dentro de otra cueva que lograron encontrar antes de que caiga la noche. Fue difícil ya que Gael está herido y entre todos ocuparon sus hierbas medicinales para que el rizado tenga una noche de sueño en paz. Mientras la llama consume los troncos de leña, Yannick hace garabatos en la tierra con un palo, Max busca algo dentro de sus pertenencias y Milenka adorna sus rastas.
—Lo siento, por lo de antes —ella es la primera en hablar—. Les pregunté sobre sus tribus sin nada de delicadeza —expresa arrepentimiento en sus palabra y luego siente como alguien soba su espalda. La joven levanta la mirada ante ese toque suave y ve a Yannick con una pequeña sonrisa.
—Descuida —murmura él—. Sólo tenías curiosidad. Yo... fui expulsado por viajar a la ciudad sin permiso —confiesa borrando su sonrisa. Milenka se abalanza hacia él para devolverle el abrazo que él le había dado y Yannick lo acepta con gusto.
—Ya entiendo, por eso estabas tan aterrado cuando viste a esos sujetos —comenta Max. A pesar de que ellos se conocen desde un tiempo jamás habían hablado de eso.
—¿Puedo preguntar qué hiciste tú? —le dice el rubio a Milenka. Ella toma aire para luego mirarlos.
—No quería casarme para unir a mi familia con otra así que me dieron a elegir, casarme o el exilio. Está claro lo que elegí —les cuenta mientras pasa sus dedos sobre la marca de su muñeca derecha, es una especie de tatuaje de coloración roja que indica que han sido expulsados de sus tribus. Todos ellos tienen la misma marca en el mismo lugar.
Max no está listo para explicarles por su expulsión pero los demás tampoco insisten. Así que, con la cálida llama de la fogata, todos descansan para mañana seguir con el viaje. Excepto Max quien se ofreció para hacer guardia y cuidar de Gael.
La noche transcurre tranquila, nada perturba el sueño de los gammas ni a Max. Él casi se aburrió en todo ese tiempo pero sonríe al ver como el sol se alza entre los árboles y las nubes. La nieve brilla con los rayos del sol, el manto blanco del suelo es puro e impecable y esa es su señal para despertar a los demás.
—Arriba todos, es un lindo día —dice mientras sacude suavemente a cada uno, Yannick es el primero en despertar seguido por Milenka y Gael. Éste ultimo se queja por los dolores de su cuerpo, así que los demás se apresuran en alistarse para continuar con el viaje. Pero hay un problema.
—Hey, no podemos llegar como si nada al pueblo. Ahí deben haber personas que quieren vendernos —comenta Milenka llamando la atención de los tres.
—Tiene razón.
—Debemos pasar desapercibidos, el tipo que me capturó se fijó en mi cabello para asegurarse que era gamma —les explica Gael. Entonces todos toman su cabello y comparten miradas.
En la mansión Lobos...
Padre e hijo se preparan para salir de caza de nuevo, como ayer no obtuvieron ganancias ahora deben regresar al bosque. Todo esto a espaldas del señor de la casa.
—Dame el equipo beta —le ordena Cruz a Ilan mientras le da una patada en la espalda baja. El chico termina en el suelo, pero no se queja en lo absoluto. En cambio levanta una parte de la alfombra, también retira algunas tablas del suelo y saca una gran bolsa de ese lugar.
—No confío en él —dice el alfa de cabello canoso mientras mantiene su mirada cortante sobre Ilan—. No debiste involucrarlo en esto, puede delatarnos. Cruz se ve bastante despreocupado y le da una sonrisa de lado a su padre.
—Él nunca haría eso, si sabe lo que le conviene —habla al mismo tiempo que saca un cuchillo de caza de esa bolsa. Coloca la punta de éste en el cuello del beta y le hace un pequeño corte—. Una sola palabra de esto a alguien y ese corte se hará mucho más grande —ahora Cruz se dirige a Ilan
—S-Si amo. Perdón... D-Digo no, no diré nada —se apresura a responder mientras mantiene la mirada abajo y las manos juntas en señal de respecto. Cruz está satisfecho con esa respuesta pero su padre no tanto. Él continúa desconfiando.
Una vez que todo está listo ambos salen por la puerta trasera de la casa, pero se encuentran con una desagradable sorpresa.
—Buenas noches caballeros. ¿A dónde se dirigen? —Damia y un grupo de guardias los detienen en el estacionamiento de la mansión.
—Señor, nosotros... —Cruz estaba por inventar una excusa pero su padre se le adelanta.
—Ese maldito beta nos delató, sabía que no debíamos confiar en él.
Damia de inmediato le ordena a sus guardias detener a ambos y los llevan a su despacho para tener una charla más calmada. Pero está claro que esos alfas no lo escucharán. Cuando el jefe tiene la bolsa en su poder y revisa el conteniendo, dirige una mirada fría hacia ambos alfas. El silencio del lugar se interrumpe cuando las grandes puertas del despacho se abren, una joven alfa trae a Ilan y éste queda paralizado al ver a Cruz y a su padre allí.
—Tenía mis sospechas pero esperaba que estuviera equivocado —murmura Damia estando de pie frente a padre e hijo. Ambos se encuentran arrodillados en medio de la habitación y con la cabeza abajo—. Los he investigado por un tiempo y sé que están involucrados en la caza ilegal y en la trata de personas —agrega mientras observa a los alfas con desprecio.
—Pero... —Ilan emite un sonido bajo para un segundo después arrepentirse. No sabe si debería defender a su amo o no.
—También han maltratado a Ilan todo este tiempo. —El jefe mira al beta con pena. Ilan ahora tiene sentimientos encontrados, una parte de él está feliz porque todo ha sido descubierto, pero teme lo que le pueda llegar a pasar a los alfas.
—Si, todo es cierto —confieza el padre de Cruz cuando levanta la mirada—. Esta familia ha caído muy bajo al permitir que un omega tome el control.
Damia toma eso muy personal, tampoco es la primera vez que alguien cree que es débil por su naturaleza.
—Soy un integrante de la familia Lobos y ustedes han insultado a mi familia, serán...
—No le temo a la muerte —lo interrumpe el alfa soltando una risa amarga. Cruz mira a su padre asustado por lo que acaba de decir.
—Quedan expulsados de esta casa, será como si nunca hubieran trabajando para la familia Lobos y jamás podrán regresar —sentencia Damia dejando a ambos alfas sorprendidos.
—No... deberías estar furioso. ¡Te insulté, desprecié a tu familia, deberías acabar con nosotros! ¡Es lo que haría cualquier otro líder! —dice el hombre mientras forsejea con las espozas que lleva en sus manos. Por alguna razón se encuentra desesperado.
—No cambiaré la sentencia. —Damia mira a Ilan y lo nota desesperado, asustado. Entonces apoya su mano sobre uno de los hombros del chico—. Ya todo está arreglado, lleven a estos hombres a la salida —les ordena a los demás.
Dos guardias toman a Cruz de los brazos y lo levantan del suelo. Pero los demás tienen problemas con su padre, éste se resiste hasta consigue tomar una de las armas que sus compañeros llevan en el cinturón. Con el arma en mano mira a todos en el lugar y por último a Damia.
—No quiero tu piedad —escupe esas palabras para luego colocar el arma bajo su mentón y apretar el gatillo.
El disparo opaca todos los otros sonidos y luego lo reemplaza los gritos y la paranoia de los presentes. El alfa termina tendido en el suelo con su cráneo destrozado, un gran charco de sangre se forma bajo el cuerpo en segundos y Cruz no puede creer lo que está pasando. Damia queda paralizado y un segundo después reacciona al sentir algo sobre su mejilla, al tocarla nota que eso es sangre.
—Limpien... limpien todo esto y quiero a Cruz fuera de esta casa —ordena él mientras intenta quitar las manchas rojas que quedaron en sus dedos y mejilla.
—¡Espere! —Ilan alza la voz para llamar la atención de los presentes, él también se encuentra igual de conmocionado por lo que acaba de pasar, incluso hace un esfuerzo para no devolver su cena—. Yo i-iré con Cruz, después de todo es mi señor.
—No, estás mal. Yo trato de ayudate —se apresura a contestar Damia. También lo toma del brazo cuando Ilan trata de acercarse a ese alfa.
—Y yo a él —responde el beta en voz baja—. No tiene a nadie más, por favor déjeme ir —le suplica haciendo que los ojos de Damia amenacen con llorar. Entonces le da un corto abrazo como despedida.
—Cuídate mucho y siempre serás bienvenido aquí —susurra para luego soltarlo lentamente. Ese mismo día, para cuando el sol salió, Cruz e Ilan ya habían abandonado la casa.
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