Delta

Cuando los cazadores abandonaron el lugar, Max fue el primero en reaccionar y correr hacia Gael.

—Te sacaré de ahí —le dice mientras busca algo filoso con el cual cortar las cuerdar. El castaño revisa las pertenencias de los sujetos y encuentra una colección de amenazantes cuchillos de caza. Toma uno y corta la red lo más rápido que puede pero con cuidado de no lastimar al rizado.

—Vamos, ya está. —Gael no reacciona y parece dormido. Entonces Max le pide ayuda a Yannick, así los dos levantan al gamma inconsciente y se lo llevan lo más lejos posible de ese lugar.

Al mismo tiempo, Milenka escapa de los cazadores y éstos abandonan la persecución ya que tienen a uno de sus integrantes inconsciente. Ella continúa corriendo por el bosque hasta toparse con un rastro, son marcas en los troncos de los árboles que Max haría para que ella pueda encontrarlos de nuevo. Así Milenka sigue el rastro teniendo una gran sonrisa en su rostro, se siente invencible luego de darle su merecido a ese sujeto. 

—¡Chicos! —ella encuentra a los demás justo cuando se detuvieron para hacer una nueva marca. Yannick corre hacia ella y le da un fuerte abrazo como si se conocieran desde años.

—Estoy bien —murmura Milenka mientras se separan lentamente. El rubio suspira para un segundo después sonrojarse por su impulsivo acto—. Debieron verme en acción, le disparé al sujeto que golpeó a Gael —presume haciendo que los demás queden horrorizados. Incluso el rizado que volvió en sí hace unos minutos.

—¿Que hiciste qué? —Max no puede creer lo que está escuchando.

—Tranquilos, no lo asesiné. Le dispersé algo que lo dejó dormido —les explica teniendo una gran sonrisa en su rostro. Los demás se miran entre sí y el silencio se apodera del lugar. Yannick deja de jugar con sus manos y mira a Gael.

—¿Todavía quieres ir a la cuidad? Ya los escuchaste, allí nos venden, somos considerados animales.

—¡No todos son así! —niega el otro con firmeza—. He escuchado historias sobre gammas que se asentaron en las ciudades, hasta tienen familias. Si quieren pueden dejarme solo, ya no me deben nada. —El rizado empuja a Max y hace un esfuerzo por mantenerse de pie sin ayuda. Así se aleja de los demás mientras soporta el dolor de los fuertes golpes que tiene en su cuerpo.

Cogea una corta distancia y siente sus piernas débiles, entonces, antes de dejarse caer, Max pasa su brazo izquierdo sobre los hombros y lo sostiene.

—Que terco.

—¿Qué e-estás haciendo? —le pregunta para luego cerrar los ojos con fuerza.

—Hay un pequeño pueblo cerca, no es una cuidad como las que te gustan pero estoy seguro que habrá algún médico —responde sin mirarlo. Gael no lo dice, pero muy en el fondo esta agradecido que lo hayan rescatado de esos cazadores.

Fuera del bosque...
—¡Me das asco! —le grita su padre mientras le da una última patada en las costillas—. Siempre me vergüenzas cuando intentas lucirte. —ya no tiene nada más que decir y abandona la habitación sin importarle el estado en el que dejó a su hijo.

Cruz se retuerce en el piso mientras tose, la alfombra bajo él termina manchada con pequeños charcos de su sangre.

—Des-graciado... —maldice a su padre y se maldice a si mismo por haber sigo engañado.

El silencio del lugar se interrumpe cuando la puerta de la habitación se abre. El alfa no se molesta el voltear, ya se encuentra sentado en su cama y siente a esa otra persona acercarse.

—Vengo a sanar sus heridas. —Es un pequeño beta al cual le encargaron ocuparse de Cruz aunque éste lo trata muy mal, es literalmente su esclavo.

—Lava todo esto y luego la alfombra —le ordena de manera cortante mientras arroja su camisa llena de manchas al piso, también se deshace de toda su ropa para luego ir al baño.

El beta suspira y toma toda la ropa para colocarla dentro de una cesta que luego llevará a la lavandería de la casa. Él se pregunta porqué los alfas son tan violentos, además nunca entenderá la razón por la cual lo tratan tan mal. Sus demás compañeros de trabajo siempre comentan que los alfas a quienes sirven son amables. Pero Cruz no es ese tipo de alfa, incluso lo amenazó de muerte si se atrevía a decirle a alguien que lo golpeaba. Le gritó que lo estaba disciplinando y que debía aceptar ese trato. Desde ese día el beta tuvo que soportar más maltratos.

—Hey idiota, te estoy hablando. —Cruz lo toma del cabello para levantarlo del suelo, se había distraído pensando en otras cosas y ahora deberá soportar los golpes del alfa. Pero el mayor lo suelta mientras vuelve a sentarse en el borde de la cama—. Cura primero esto y después sigue limpiando —se refiere a los golpes y pequeños cortes en él.

—Si señor —asiente el beta tomando las medicinas y vendas que trajo consigo. Primero le entrega unas pastillas para el dolor a su amo, luego coloca crema en los golpes, desinfecta los cortes y por último los venda. En todo ese tiempo el alfa no dijo nada, ni siguiera lo insultó cuando tocaba alguna herida causándole dolor sin intención.

—Ya está. —El mayor se levanta dándole un empujón al beta. El chico rápidamente se hace a un lado y se dispone a limpiar la sangre de la alfombra mientras su amo se viste.

Luego de pasar horas y horas fregando, las manchas finalmente desaparecen. El pequeño beta ahora puede descansar, pero un segundo después recuerda que aún no lavó la ropa de su amo. Entonces corre a la lavandería de la casa en plena madrugada, son las 2 y al parecer es el único que continúa despierto además de los guardias.

—El amo siempre se molesta si no hago lo que ordena —se dice a sí mismo. Al llegar a la lavandería coloca toda la ropa del alfa dentro de la lavadora y suspira cuando el ciclo inicia.

—Ilan —alguien lo llama haciendo que dé un salto.

—Ah, e-es usted... señor Damia. —El beta baja la mirada de inmediato al encontrarse frente al dueño de la casa. El mayor camina hacia él y le palmea los hombros.

—Lo siento, no quise asustarte así. —también le ofrece una sonrisa cálida mientras Ilan le dice que no lo asustó, sólo se sorprendió de verlo allí—. Bajé por un vaso de leche tibia y te vi correr hacia aquí —agrega Damia.

—Sólo olvidé lavar la ropa del am... del señor Cruz. —Ilan se muerde la lengua al notar que casi comete un error.

—Entiendo. ¿Cómo estás tú? Seguramente fue difícil adaptarte los primeros meses —le pregunta el mayor luego de apoyarse por el marco de la puerta y bebe un poco del contenido de su vaso mientras espera la respuesta del beta.

—Si, un poco. Pero el señor Cruz es amable conmigo, se preocupa por mí y es el mejor alfa con el cual he trabajado. —En este momento Ilan se siente la peor basura del mundo al mentirle en la cara al amo y señor de la casa mientras tiene una sonrisa falsa en su rostro.

—Me alega escuchar eso, al principio creí que Cruz te despreciaría. Todos sabemos como es su carácter, pero me da mucho gusto saber que estás en buenas manos. —Damia termina de beber todo el contenido del vaso y le da una sonrisa cansada al beta—. Bueno, iré a dormir y tú deberías hacer lo mismo —se despide el mayor.

—Si, enseguida —responde Ilan bajando la mirada. Ahora que vuelve a estar completamente solo su conciencia le reclama. Debió decir la verdad, el señor Damia es amable y una persona de principios, sin duda habría tomado cartas en el asunto. Pero tampoco desea que lastimen a Cruz porque sabe que él ya tiene suficiente con las palizas que recibe de su padre. Ilan sólo lo ve como otra víctima.

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Cruz Daza

Ilan Aller

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