Alfa

La vida de un gamma solitario no es nada fácil, están expuestos a animales salvajes ya que es muy difícil conseguir refugio, la caza es terrible porque necesitan más personas que embosquen a la presa y también es imposible conseguir pareja. Las mujeres prefieren a un hombre de una fuerte y buena familia, automáticamente rechazan a cualquier gamma que fue expulsado de su tribu. Prácticamente estos individuos luchan por sobrevivir.

—Ahhh, esto es vida. —Un joven gamma de cabellera dorada se encuentra dentro de una fuente de aguas termales. El invierno puede ser muy difícil de soportar cuando no tienes un refugio, comida o ropa. Pero este gamma está demasiado relajado como para preocuparse por esas cosas. Los vapores de lugar hace que todo sea cálido sin importar que incluso este nevando.

Pero la tranquilidad del gamma se esfuma cuando alguien arroja los restos de un osesno dentro del agua, todo toma una coloración roja por la sangre y el rubio sale en un parpadeo de allí.

—¡¿Qué te pasa?! Terminaste contaminado toda el agua, ya no podre darme un baño allí —se queja mientras que el recién llegado está más ocupado en separar y limpiar la piel del animal.

—Ya cállate —murmura el otro gamma cuando termina de limpiar la piel—. La madre no tardará en encontrar a su bebé, vámonos.

—¿Qué? Pero... —El rubio suspira cuando termina de escurrir su cabello. No quiere marcharse de las aguas termales pero ahora hay una mamá osa detrás de ellos por la culpa de su amigo. Así que termina de vestirse con telas y sigue al otro gamma colina abajo, deben ir al sur ahora que el invierno comienza porque las manadas de ciervos también buscaran lugares con climas cálidos y mucha vegetación.

En cambio, al pie de la montaña se encuentra una manada de ciervos y está siendo asechada por una joven. La cual lleva varios días sin comer, cosa que la tiene muy molesta.

—Ahora si, voy a clavar mis dientes en... —Ella intentó avanzar gateando hacia la manda mientras los altos pastizales la ocultan pero rompió una pequeña rama con su mano sin querer. El pequeño sonido alerta a los ciervos que comienzan su huida rápidamente—. ¡No, alto! —ella persigue a la manada. Pero se cansa en los minutos de la persecución y solo le queda ver como el desayuno se aleja dando largos saltos.

Baja la mirada para luego dar un golpe al suelo, siente que ha perdido hasta que escucha un extraño sonido a unos metros. Al ir a ver de que se trata encuentra a un joven ciervo con su pata trasera atorada dentro de un tronco podrido. Sus ojos se vuelven más oscuros mientras un poco de baba comienza a caer desde su boca.

—Te tengo —murmura sonriendo de lado. Pero antes de que pueda reaccionar alguien más se arroja sobre el ciervo y le rompe el cuello para darle una rápida muerte. La joven gamma queda atónita mientras ve como un muchacho de ruizos negros toma a su presa para si mismo.

—Es mío —es lo primero que pronuncia cuando sale del shock—. ¡Estaba persiguiendo a su manada, me pertenece!

El muchacho, también gamma, observa el animal muerto y luego mira a la chica.

—Lo atrapé yo. El ciervo es mío, tu continua cazando con tu tribu —contesta para luego voltear y alzar al animal sobre sus hombros.

—N-No puedes. —Está dispuesta a pelear por la comida pero ahora se encuentra demasiado débil, tanto que termina desmayándose en medio de ese claro.

A dos kilómetros de allí el rubio y su amigo continúan en la búsqueda de un refugio, ambos están cansados por la distancia recorrida y pronto caerá la noche. Esta será la tercera noche que no podrán dormir cómodos y tranquilos ya que siempre deben estar alerta ante el ataque de algún animal salvaje.

—¿Y esa cara de idiota? —le pregunta el rubio al otro.

El gamma de cabellera castaña quita algunos molestos mechones de su rostro y sonríe antes de contestar: —estaba recordando el día que te que encontré. Estabas solo, asustado y no dejabas de temblar. Justo como estás temblando ahora Yannick.

Eso no le causa gracia al rubio y golpea a su amigo en el brazo.

—Muy gracioso —gruñe para luego cruzarse de brazos. La verdad es que Yannick tiene frío porque su ropa no es tan acogedora y su orgullo no le permite pedir ayuda. En eso siente algo cubrir su espalda, algo suave y que lo hace entrar en calor rápidamente. Su labio inferior de deja de temblar y su rostro recupera un poco de color.

—Max ¿Qué es esto?

El otro detiene su marcha y gira un poco su cuerpo para mirarlo.

—Es la piel del osezno, con eso estarás calentito y dejarás de temblar —responde el castaño y luego reanuda su caminata, ahora con un Yannick más animado y cómodo. Aunque aún necesitan un refugio para descansar. Ambos están seguros de que al encontrar un lugar seguro caerán rendidos por el cansancio y no despertarán hasta que se hayan cansado de dormir.

—¿Ya llegamos? —pregunta el rubio soltando un bostezo. Claramente está al borde de caer dormido.

—No —responde Max estando irritado, siempre sucede lo mismo cuando se encuentra días sin dormir. Yannick continúa quejándose hasta que el otro golpea su cabeza con un zape y le ordena cerrar la boca.

—¿Por qué me pegas? Sólo quiero dormir de una maldita vez.

—¡También yo y estoy cansado de escuchar tus quejas!

—Entonces vete solo. Buscaré una cueva por mi cuenta. —El rubio también está molesto pero Max lo detiene tomando su ropa cuando amenaza con dejarlo. El castaño suelta un suspiro cansado.

—Lo siento, no volveré a golpearte por nada. Ninguno tiene tribu y debemos estar juntos —susurra para luego soltar a Yannick. Este voltea y le da un sonrisa cansada.

—Ya no sé ni lo que digo.

Luego de hacer las pases nuevamente ambos continúan con la búsqueda y esta vez logran encontrar una cueva al pie de la montaña, la misma está hecha de tierra y las raíces de un gigantesco árbol.

—Se ve bien —dice Yannick luego de revisar el lugar.

Max sonríe, entra a la cueva bajo el árbol y deja todas las pertenencias de ambos en el suelo.

—Es perfecta, no voy a despertar hasta que sea primavera —comenta el castaño. Entonces observa a su amigo ya envuelto con brazadas y acurrucado en el último rincón de la cueva. Max camina hacia él, se envuelve con su abrigo y duerme junto a Yannick.

Lo que ambos no saben es que el dueño de ese lugar acaba de regresar con su cena y una muchacha inconsciente en sus brazos.

—Demonios —gruñe el rizado al percatarse de la presencia de dos gamma en su refugio. Pero por como ambos roncan deduce que han pasado mucho tiempo sin dormir, así como la joven ha pasado tiempo sin alimento—. Me voy a arrepentir de esto —murmura para luego dejar a la chica sobre un suave colchón de hojas.

El rizado comienza a revisar las pertenencias de sus invitados y no encuentra nada de lo que deba preocuparse. Y si, ellos también son gammas solitarios como él. Es por eso que no puede darles la espalda cuando más necesitan ayuda.

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Milenka

Gael

Yannick

Max

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