Xi

Henry desafía a Cameron a pelear, el aire huele a rabia y enojo por parte de mi hermano pero el otro alfa se dedica a mirarlo en silencio.

–Vamos –murmura mi dueño completamente tranquilo. Jamás había visto a un alfa rechazar una pelea.

–¡Vuelve aquí, no te llevarás a mi hermana! –exclama Henry.

–Oh, es un gusto conocer al hermano de la beta que me sirve. –Cameron se atreve a tomarlo y la estrecha amigablemente. Eso deja confundido tanto a mi hermano como a mí.

–¿Trabaja para ti?

–Si, es su primer día. Bueno, debemos irnos. –Él pone sus manos en los bolsillos y comienza a caminar–. Vamos beta, camina –me ordena moviendo su cabeza.

–Si –contesto dándole una última mirada a Henry y sigo a mi dueño. Que bueno que nadie resultó herido y no hubo una pelea.

Una vez en el auto, limusina, yo permanezco con la vista en la ventanilla, veo pasar a muchas personas por la calle, algunos alfas con sus omegas muy abrazados o tomados de la mano. Luego están sus sirvientes betas, que sólo de dedican a servirlos y trabajan en silencio.

–No quiero que se vuelva a repetir lo que sucedió allí adentro, ¿entendido?

–Si, n-no sabía que mi hermano estaría allí –respondo sintiéndome muy avergonzada, apenas es mi primer día y ya pasaron suficientes situaciones tensas e incómodas. El silencio vuelve al lugar hasta que...

–Ah claro, entiendo... –habla él haciendo que gire mi vista hacia su dirección mientras le pregunto que necesita–. No estoy hablando contigo. –murmura cubriendo su celular.

–Disculpe.

–¿Un beta es el nuevo jefe de la empresa competidora de mi padre? –pregunta arqueando una ceja–. Pero si los betas son incompetentes para un cargo tan alto –agrega riendo y yo bajo la mirada.

Eso no es cierto, los betas sabemos hacer muchas cosas.

–¿Qué? ¿Ahora? Bien, llego en cinco. –Asiente y luego corta la llamada. En ese momento siento como él se acerca y endereza mi collar, el cual estaba de lado, dejando el lazo hacia adelante.

–Mi descanso debe esperar, tengo que ir de visita a la mansión de mi tía Rosseli. Ella es un poco estricta con los de tu clase. Pero si te comportas irá todo bien –me explica rozando su pulgar por mi mejilla izquierda.

–Si –murmuro bajo, aún no me acostumbro a tener este collar, aún temo al hablar.

El auto entra al jardín delantero de una mansión en ese momento, hay muchas esculturas de mármol y el jardín está adornado con bellas flores y arbustos podados correctamente. Cuando la limusina se detiene frente a la puerta de la mansión, puedo ver a una mujer de pie allí, tiene un hermoso vestido rojo, se ve emocionada y está acompañada por tres betas, dos chicas y un hombre.
El hombre viene hacia el auto y abre la puerta.

–Bienvenido joven Cameron. –Saluda haciendo una pequeña reverencia. Pero mi dueño no contesta, sólo roda los ojos y camina hacia la mujer para darle un abrazo.

–Oh, ¿cómo estás Cam?

–Bien tía, como siempre. ¿Y tú? –contesta sonriendo. Yo observo todo desde lejos junto a los demás betas.

–¿Algo ocurrió? –me pregunta el hombre que nos abrió la puerta–. El joven siempre responde mi saludo.

–Shh... Silencio –interrumpe una de las chicas. Cameron y la mujer entran a la casa mientras que nosotros cuatro los seguimos en silencio, ellos se sientan en la sala a charlar sobre una fiesta. Pero mi dueño no se ve muy convencido.

–Soy Victor, ¿cuál es tu nombre? –me pregunta curioso, mientras sostiene la bandeja con el té que pronto pedirá la mujer omega. Lo supe cuando vi la marca plateada de su alfa en su delgado cuello. También sentí su olor a canela y moras.

–Me llamo Evelyn –respondo con una pequeña sonrisa en mi rostro. Él es muy amigable.

–Es un bonito nombre. ¿Hace cuanto trabajas para la familia?

–Empecé hoy y-

–Victor, basta. ¿Ya olvidaste la última vez? –es la chica de nuevo, se ve preocupada y mira en ocasiones a los guardias alfas que también están en la habitación.

–Sólo estoy siendo amable con Evelyn –habla en su defensa, pero lo hace suficientemente alto para llamar la atención de la dueña de la casa.

–Victor. Estás aquí para trabajar, no para hablar. Trae el café.

El beta asiente con la cabeza y se acerca a ellos para dejar las tazas en la mesa de centro. La mujer toma una levantando el meñique con delicadeza para llevarla a sus labios. Pero hace una mueca y escupe el café sobre la ropa de Victor.

–Esta cosa sabe horrible y está frío –se queja tirando la taza al suelo, la cual se rompe en pedazos, las chicas que están conmigo se apresuran a limpiar todo sin chistar.

–Pero usted pidió té helado y-

Ella suelta un grito furioso y llama a su alfa. El cuál entra rápidamente a la sala para ver qué está sucediendo.

–¿Qué tienes? ¿Estás herida? –pregunta él mirándola de arriba a bajo.

–No, pero se trata de éste beta. Nunca hace bien su trabajo y tampoco lo que digo. Además se atreve a contestarme. –dice ella al borde del llanto. Pero Victor no contestó de mala manera, sólo estaba tratando de explicarle el malentendido.

–¿Qué? –Su esposo mira con rabia al beta y él sólo agacha la mirada–. Ustedes, llévenselo –le ordena a los guardias, quienes toman a Victor de los brazos y los sacan a rastras de la sala. ¿Qué van a hacer?

–Cameron. –El hombre le da un apretón de manos a su sobrino y se disculpa por lo sucedido diciendo que debía disciplinar a su servidumbre.

–Bueno... Mi beta sabe hacer un café excelente –comenta haciendo que todas las miradas caigan sobre mí.

–¿De verdad? Zaira, llévala a la cocina y quiero mi café en cinco minutos –ordena la mujer y una de las chicas, la de cabello rubio ceniza, me pide que la acompañe. Una vez fuera de la sala, la tal Zaira me hace unas preguntas.

–¿Es cierto? Más vale que tu café sea bueno porque la señora se molestará mucho.

–Haré mi mejor esfuerzo –respondo no muy segura. ¿Qué pasará si algo sale mal?

–No es suficiente hacer un esfuerzo, hazlo bien y punto.

Nos detenemos en la cocina, el lugar es más grande que mi casa y está llena de lujos, Zaira me da todo lo que necesito para preparar el café y en tres minutos todo ya está listo. Voy a la sala de nuevo y llego justo a tiempo, sin demoras ni nada. El olor a café inunda el ambiente.

–El café está listo –hablo dejando las tazas en la pequeña mesa de centro. Son tres tazas para los señores.

Me retiro un poco y espero que les guste, al menos la mujer no escupió nada y sólo cierra los ojos.

–Es exquisito –murmura sonriendo–. Cielo, quiero a esa beta para que siempre me prepare un café así.

Pero no puedo, yo ya tengo un trabajo.
–¿Cuánto quieres por ella Cam?

¿Qué? ¿Me va a vender? Pero no soy una criada.

–Lo siento tío. Pero ella trabaja para mí, además es su primer día y ya me la quieres sacar –responde mi dueño, y no puedo estar más agradecida.

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