Gamma

Mamá vino a la escuela y nos abrazó con fuerza a ambas, dándonos besos en la frente y diciendo que estaba aliviada de vernos bien. Nos llevó a casa, para entonces ya le había comunicado lo que pasó a papá. Y él a duras penas dejó su trabajo para volver a casa.

–¿Qué fue lo que pasó? ¿Están bien?

Yo estoy en el sillón, un vaso con agua se encuentra en mis manos. Al menos han dejado de temblar. A lo largo de la historia muchos betas habían enfrentado a alfas y la mayoría había perdido la vida. Yo pude ser un caso más, aunque eso no es lo que me perturba. Papá habla con Alba y sonríe al saber que se encuentran bien, ahora él camina hacia mí mientras le ordena ir a su habitación.

–Fuiste muy valiente, mantuviste a tu hermanita a salvo. –Simplemente bajo la mirada hacia el vaso mientras me habla–. Pudo ocurrir algo lamentable. Pero Alba también me comentó que golpeaste a un alfa.

–Nosotros no peleamos, no insultamos y no agredimos a nadie –comenta mamá entrando a la conversación.

–Lo sé, sólo reaccioné.

–Pudiste lastimar gravemente a ese chico.

–Debiste llamar a los profesores o a alguien con autoridad. La violencia no es necesaria –cuestiona papá, ahora manteniendo los brazos cruzados. ¿A alguien con autoridad? Todos estaban mirando lo que sucedía.

–Nadie con "autoridad" detiene a un alfa que quiere acercarse a una omega en celo –murmuro bajo. Ninguno logra escucharme y la charla termina con mamá dedicándome una sonrisa desganada y acompaña a papá a su habitación para hablar con él.

–¿Eve? –Alba me llama desde su cuarto.

–¿Si? –contesto de manera dulce cuando llego a su lado. El lugar huele a vainilla y frutos rojos, la intensidad del aroma bajó. Pero conserva su encanto, hasta tengo envidia.

–¿Estás bien? –murmura jugando con sus manos–. E-Estabas llorando cuando el alfa...

–Olvida eso, ya pasó. –He servido a muchos alfas y a sus omegas desde que soy beta, y ninguno de ellos se compara a mi hermana en ternura.

–Tenía mucho miedo. –Me siento junto a ella a los pies de su cama y la rodeo con mis brazos.

–También yo –unos segundos pasan desde mi confesión y escucho a Alba olfatear mi ropa.

–Emmm... Ese olor que siento... ¿Es mío?

–Si.

–Oh, creí que estabas haciendo galletas –se lamenta en broma, contagiándome su risa.

–Puedo hacerlas luego. Todo para consentir a mi hermanita –respondo sonriendo. En ese momento mi celular comienza a sonar, es la alarma.

–Debes ir al trabajo –dice Alba haciendo un puchero.

–Lo sé. –Gruño, rodando los ojos. Me acerco a ella y de doy un beso en la frente diciendo que al regresar le haría galletas.

–¡Llego tarde! ¡Llego tarde! –me digo mientras me doy una ducha rápida y me coloco el uniforme del café.

Tomo las llaves y un cambio de ropa que está dentro de mi mochila. Pude llegar justo a tiempo al trabajo porque corrí todo el trayecto hasta aquí. Por suerte el señor Weber no notó que llegué dos minutos tarde.

–Llegas tarde –habla Jamal sonriendo de lado.

–No. –Me coloco mejor el delantal y ato mi cabello en una cola de caballo. En un segundo ya estoy lista para que atender a los clientes al igual que él.

–Sabes... Estaba pensando en, cuando salgamos de aquí, tal vez podría acompañarte a casa –me dice teniendo sus ojos fijos en los míos.

–Awww, eres muy amable pero debo ir a otro trabajo después de éste –respondo soltando un suspiro–. Tal vez en otra oportunidad.

–Entiendo. –Asiente con la cabeza sonriendo un poco más –Me gusta el perfume que usas. –Es lo último que dice mientras sale de la cocina a pasos veloces, está huyendo.

–Tonto. –Logró hacerme sonrojar.

Transcurre una hora desde que llegué al trabajo, Jamal y yo no volvimos a hablar debido a lo atareados que estamos atendiendo a los clientes. Adoro a los omegas que piden por favor y luego se sonrojan cuando ordenan su café o pastelillos. También hay alfas ejecutivos que no dejan el trabajo ni un minuto para beber su café, aveces están tan apresurados que piden su orden para llevar y otras se sientan 5 segundos, luego corren dejando dinero de más y tampoco tocan la comida.

Por último están las parejas que hacen demostraciones pública de su amor, algunos casi follan sobre la mesa. ¿Y quien limpia el desastre luego?

–Bienvenidos. ¿Qué les sirvo? –atiendo a una mujer que está en la mesa 4 junto a su pequeño hijo, bueno, no tan pequeño porque debe tener la edad de Alba.

–Quiero un café por favor –pide sonriendo y luego mira al chico. Él parece muy asustado y juraría que está a punto de salir corriendo. Eso... me ofende un poco.

–Y-Yo... eh... –murmura bajo sin mirarme. Es un omega, uno muy tímido y asustadizo.

Su madre lo mira con el ceño fruncido –Vamos, ella debe atender a otros clientes y estás tardando demasiado –el pequeño comienza a temblar de miedo. Si sigue así comenzará a llorar y yo tendré muchos clientes molestos por el ruido.

–Shh... Tranquilo, aquí tienes el menú. ¿Puedes mostrarme qué quieres? –le digo con una voz suave. La madre es beta y debe ser nueva tratando con su hijo recién descubierto como omega.

Él seca sus lágrimas rápidamente y asiente en silencio, da un vistazo al menú con las imágenes y al fin tengo su orden. Eso fue un pequeño desafío para mí, ahora Alba es omega y debo comenzar a tratarla con más delicadeza. Aunque no creo que haya mucha diferencia, sólo que la quiero abrazar a cada minuto por lo adorable que es.

–Eve. –Jamal me toca el hombro haciéndome girar para verlo–. ¿Todo bien? ¿Qué pasó en la mesa 4?

–Ah, nada. Sólo era un tierno omega que no sabía qué ordenar, tenías que ver sus mejillas rojas –hablo sonriendo.

–Suenas como si estuvieras enamorada –comenta él dándome un ligero empujón–. Puedes ir a la cárcel, ¿sabías? –Tan bromista como siempre.

–¡Jajaja! –rio sarcásticamente mientras alboroto su cabello–. Sólo pienso que los omegas son muy tiernos nada más.

Jamal roda los ojos y debemos correr ya que hay más clientes que debemos darle la bienvenida y atender. De hecho el café en donde trabajo es muy popular y muchas personas vienen aquí, familias, amigas, amigos y...

–Limpieza en la mesa 8 –nos dice la encargada. Esa mesa es la favorita de las parejas porque se encuentra en una parte alejada y más o menos oculta del local. Jamal se apresura y me empuja un poco.

–Tú vas –habla haciéndose el tonto.

–No, tú –respondo cambiando de lugar. Él se detiene y propone arreglar esto con piedra, papel y tijeras, obviamente acepto para librarme de limpiar

–El que gana limpia la mesa 8 –dice y jugamos. A la cuenta de tres mostramos nuestras manos, yo tengo tijeras mientras él papel.

–¡Gané! –canto victoria para segundos después darme cuenta que en realidad yo soy la perdedora, aunque haya ganado ese ridículo juego.

–Que te diviertas limpiando toda esa leche –bromea él haciendo que quiera golpearlo con un palo.

–¡Asqueroso! –Le doy un golpe y camino hacia la mesa 8 con todos los elementos de limpieza necesarios. Obvio también tengo unos guantes para no tocar nada. Al llegar me encuentro con parte de la mesa y una de las sillas llenas de una sustancia blanquecina–. Por la Luna, que asco. –Pienso cerrando los ojos con fuerza.

Comienzo a limpiar esa asquerosidad con desinfectante y un trapo húmedo, debo hacerlo con cuidado para que todo quede impecable.

–Malditas parejas que se follan sobre la mesa, está vez seguro eran dos hombres por la cantidad de semen estoy limpiando. Que asco. Arruinan mi inocencia –digo entre dientes mientras termino de secar todo. Ahora el lugar está impecable y huele a lavanda.

Más vale que se quede así. En ese momento, Jamal trae a dos chicas a la mesa y les pregunta qué quieren ordenar.

–Lo limpiaste en un tiempo récord. –Me felicita en voz baja.

–La próxima te toca a ti –susurro teniendo el ceño fruncido. Y lo pero es que mañana el café tiene una promoción especial para parejas.

En ese momento siento un desagradable olor a alfa, no es uno, sino varios y, para empeorar las cosas, son los muchachos del último año de la escuela. El alfa que golpeé está presente.

–¿Qué tienes? –me pregunta mi compañera tocando mi hombro.

–Por favor, toma mi lugar, no quiero ir allá –hablo negando con la cabeza.

–Debes ir, tengo muchos pedidos. Estarás bien. –Ella me da una sonrisa para tranquilizarme. No quiero ir.

–Okey.

Rápidamente me paro derecha, tomando una profunda respiración, y camino hacia la mesa de los alfas para tomar sus pedidos.

–¿Qué van a ordenar? –Aclaro mi garganta para llamar la atención del grupo. Todas las miradas se dirigen a mí y me siento insignificante, que suerte que mi olor no me delate.

–¡Mira quien es, Aren! La niña que te dio una paliza. –Se burla un pelirrojo soltando fuertes carcajadas. Claro que recibe un golpe de parte del tal Aren.

–¡Cállate Gerd! –contesta gruñendo, yo doy un paso atrás por reflejo, mi beta trata de protegerme. Pero puedo con esto, de hecho, él fue quien resultó lastimado. Mis ojos van hacia su cabeza, hay una gasa unos centímetros arriba de su nuca.

–¿Qué van a ordenar? –repito.

–Oh, la beta quiere hacer su trabajo –contesta él–. Bien, quiero una hermosa y pequeña omega en celo para llevar. ¿Conoces a alguna? –agrega sonriendo de lado.

–¿Cómo se atreve? Maldito –pienso reprimiendo mi ira, seré despedida si agredo a alguien–. Sólo estoy haciendo mi trabajo –murmuro teniendo la mirada abajo.

–Vamos, no seas así Aren. No querrás que te vuelva a golpear. –bromea nuevamente el pelirrojo, dándole un golpe a su amigo en el brazo. Este será un día muy largo y agotador.

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