Envejecimiento

Aunque estaba convencida de la verdad, tenía que verlo con mis propios ojos, así que tomé uno de los cuchillos rústicos que los Quibicús utilizaban y corté mi antebrazo. Fue doloroso, pero no insoportable. Encontré lo que sospechaba, estaba llena de cables finos de color verde. Era una estructura perfecta, mi padre había replicado las venas y arterias a la perfección, también estaban los músculos y la piel, era tan real.

Abrí mi pecho lo suficientemente hondo como para apreciar la semilla dentro. Casi caigo al suelo del dolor, pero tenía que verla. Era increíble, bombeaba como un corazón y parecía enviar un líquido verde muy extraño, su color era brillante, era hermosa, la miré asustada, nerviosa y alegre al mismo tiempo.

Era una IA perfecta según mi padre, capaz de sentir amor y otras emociones.

Mi creador había ideado todo.

De mis ojos salían lágrimas que parecían reales y mientras corrían por mis mejillas, no podía dejar de preguntarme si mi padre me había amado realmente o si solo había sido un proyecto para él.

La piel artificial se regeneraba rápidamente por lo que, tanto la "herida" de mi antebrazo como la de mi pecho, sanaron inmediatamente. Estuve varias horas inspeccionando mi propio cuerpo. Podía llorar como un ser humano y la piel era sintética, pero de un material diferente, al tocarla parecía real.

En mi mente continuaba pensando que, si era una máquina había alguna manera de encender o activar esa parte de mí, aunque lejos del satélite sería muy difícil. Debía haber alguna manera de conectarme con la red. Continúe explorando mi propio cuerpo, pero no había nada que me ayudara a encender mi propio sistema así que pensé a lo mejor era un código, como mismo todas las IA tenían claves de seguridad, yo debía de tener una. ¿Cuál era mi código de activación? Esa era la pregunta del millón. Intenté con cientos de códigos de diferentes IA, utilicé de la primera generación, de la segunda y de la última, pero nada sucedió. Claro que esperaba que fuera así, mi sistema era único.

Salí de mi cabaña con el guardián que me habían encomendado. Sabía lo que debía hacer, pero necesitaría la ayuda de todos para poder llevar a cabo el plan, incluso la ayuda de Boj. Sin embargo, antes debía hallar la clave que activaría mi sistema pues una idea comenzaba a cocinarse en mi cabeza.

—Gran Jefe —me acerqué casi llorando, pero esta vez no de tristeza, o quizás sí—, descubrí quién soy.

—Entonces ya sabes —me dijo con cierta satisfacción.

—Creo que siempre lo supe —respiré profundamente—, así como usted también lo supo siempre.

—Tu padre era un hombre muy inteligente —sonrió.

—Necesito enmendar el daño que la humanidad ha hecho —hice una pausa—, esa es mi misión. El gran jefe me sonrió nuevamente y preguntó qué necesitaba. —Primero... —le contesté secando las lágrimas y llenándome de ánimos—, necesito el código de activación de mi sistema. Me sonrió ampliamente.

—La clave es tu nombre —me dijo como si fuera obvio—, tu verdadero nombre.

— ¿Mi nombre? —le pregunté enigmática—. ¿Cómo sabes eso?

—Creo que sabes la respuesta...

—Óscar, él planeó todo. ¿Hace cuánto estuvo planeando esto?

—Desde el momento en que abriste tus ojos y llegaste a esta vida — afirmó—Nos enviaba mensajes con Crotón. Una vez al mes.

—Creía que Crotón estaba desterrado —comenté sin pensar, pues sabía que este tema causaba dolor en el gran jefe.

—Y así era —se perdió en sus propios pensamientos—, pero no dejó de creer en nuestra causa. Cada mes enviaba a un mensajero con información de Óscar. Hace más o menos un año dejó de hacerlo, pues tu padre ya no enviaría más noticias. Sospechaba que estaba siendo vigilado por la compañía. El primer mensaje fue tu nombre y la explicación de qué y quién eras.

—Entonces —pregunté ansiosa—. ¿Cuál es mi nombre?

— ¡Verde!

— ¿Verde? Es raro, me gusta.

En cuanto pronuncié el nombre una serie de códigos aparecieron en mis ojos, y aunque nunca los había visto, los entendía a la perfección.

— ¡Es increíble! —expresé impresionada—. Incluso acá puedo conectarme con la red. Tenía acceso a todos los archivos que existían, a todas las máquinas de las fábricas de mi padre.

Estuve indagando unos minutos en los archivos y emails de Óscar solo por curiosidad y también por añoranza. Entre sus cosas había vídeos de Carolina, la verdadera Carolina de pequeña; pude ver el brillo en sus ojos que antes en los hologramas había visto. Dalia era hermosa también, tal y como la recordaba o al menos como se veía en los recuerdos que me habían implantado. Ciertamente era una bella familia.

Entre sus archivos había uno llamado "Corazón" y en cuanto lo abrí descubrí algo que no me pareció para nada una sorpresa, resultaba que mi padre era parte del movimiento anti fábricas, de manera indirecta ayudaba a la organización con suministros y demás artículos necesarios. A veces convocaba desde el anonimato a una huelga o manifestación.

Mientras veía estos archivos, una idea se asomó en mi cabeza, el plan perfecto para llegar hasta la máquina de mi padre.

Necesitaría la ayuda de los Quibicús, los manifestantes, Crotón e incluso de Boj.

Los indígenas no dudaron en dar el paso al frente, todos estaban dispuestos a sacrificar sus vidas. Los más fuertes y dotados en el arte de controlar las plantas serían los que me ayudarían a despistar a los soldados.

Antes de ir a la batalla, necesitaba hackear el sistema de la compañía para inutilizar sus armas láser y trajes especiales, no podría ser por mucho tiempo, pero sería el suficiente como para que un grupo de Quibicús recuperara el artefacto. Para lograr acercarme y hackear su sistema necesitaría la ayuda de Boj, puesto que él sabía cómo defenderse de los soldados, conocía sobre este mundo y su conocimiento me sería de ayuda pues sabía que él podía idear un plan. Corrí hacia la cárcel.

— ¿Tú? —me dijo en cuanto me vio. No era el mismo, sus ojos azules habían perdido el brillo y la piel lucía opacada, parecía más flaco y la barba lo exponía viejo y haraposo.

—Los guardias me han dicho que no estas estás alimentándote —le dije mirándolo a los ojos—, desde tu encierro solo comes algunas raíces de vez en cuando. ¿Crees que si mueres borrarás lo que hiciste?

Sus ojos no dejaban de mirar la pared de raíces de la prisión.

— ¿Qué quieres? —preguntó mirándome a los ojos por primera vez.

—Quiero que me digas por qué me trajiste aquí —intenté mirarle a la cara—, tú sabías que mi padre había usado la semilla en mí, sabías que serías apresado y condenado por tus crímenes.

—Porque quería que todos vieran que tan equivocados estaban. —Un silencio incomodo inundó el lugar, después continué.

—Mentira, yo hubiera llegado de una manera u otra, puede que con la ayuda de Rafael así que te pregunto de nuevo. ¿Por qué?

—Quería tener la satisfacción de decirles en su cara que yo tenía razón. — Hizo un intento de parecer desagradable, pero me dió lástima en su lugar.

—¡Mentira! ¿Por qué? — Grité.

—Yo... — Tartamudeó.

— ¿Por qué? — Grité de nuevo.

— ¡Porque yo amaba a tu madre! —Me gritó la última frase casi sin poder respirar, ahogado por sus propias lágrimas. —Yo la amaba, yo la amaba —se quedó balbuceando entre dientes y luego alzó la voz nuevamente para explicar lo sucedido—. Aquella noche nunca quise lastimarla, ni quise lastimarte a ti, tu padre era mi objetivo, pero de la nada saliste y cuando disparé estabas en el medio, el disparo entró y salió por tu pecho hiriendo a tu padre. Peleé con tu madre por la pistola y se disparó... yo la amaba, ella era mi vida, nunca quise hacerle daño. Cuando descubrí que vivías supe que era mi oportunidad de encontrar redención por mis crímenes, quizás si te devolvía a los Quibicús, si te ponía a salvo —se aclaró la garganta—, ella de alguna manera me perdonaría, donde quiera que estuviera.

Le pedí a los guardias que hicieran desaparecer las hiedras y me coloqué justo en frente de él. Lo miré a los ojos y con un cuchillo abrí mi pecho con algo de dificultad para enseñarle la semilla. Dió un grito y retrocedió asustado.

— ¿Qué eres? — Sus ojos estaban completamente abiertos llenos de asombro y duda.

—La hija real de mi padre falleció aquella noche — Aún temblaba en su esquina — Él en su lugar creó una inteligencia artificial con sus recuerdos, la semilla fue quién me dio la humanidad. Aquella noche ellas murieron, todo por tu culpa, no hay redención en lo que has hecho, es tu condena vivir con lo que hiciste.

Mientras lloraba, lo único que podía sentir por él era lástima, tendría que vivir su vida con las manos manchadas de sangre, no hacía falta un juicio o una cárcel, él vivía en una prisión carnal, con la conciencia de verdugo.

— ¡Levántate! —Le ordené intentando no demostrarle sentimiento alguno—. Me ayudarás a infiltrarme en una de las tiendas de campaña de la compañía, necesito hackear el sistema, las armas y los trajes de los soldados, es hora de poner en práctica el plan de mi padre.

—Yo...

—Tú harás lo que te ordeno, recibirás el perdón de los Quibicús y serás libre de vagar arrastrando las cadenas que tú mismo creaste.

No fue necesario decir nada más, en cuanto Boj estuvo listo, fue convocado a la reunión del gran jefe. Hablábamos acerca de la estrategia de la batalla donde yo, junto a los Quibicús más fuertes, seríamos el señuelo. Atacaríamos a sus tropas especiales, pero para esto necesitábamos algunos equipos para igualar la balanza.

—Entonces deberíamos robar parte de su armamento — Agregó Boj aún con la mirada perdida.

—Si hacemos esto —comencé a explicar— Sabrán que los atacaremos, estarán preparados.

— ¿Y acaso no es ese el objetivo?

—No —negué suavemente—, si ven que hemos estado preparándonos sabrán que tenemos un plan para llegar al artefacto y sabrán también que nos es fácil llegar hasta allí, por lo que la guardia y la seguridad del mismo serán el doble de eficientes.

— ¿Qué sugieres entonces? Porque será una masacre, nuestra gente. — La mirada de algunos le hizo corregir lo que acababa de decir.— Los Quibicús no tiene la misma tecnología, ni siquiera la entienden.

—El plan es el siguiente...

La idea era perfecta, lo único difícil era infiltrarnos entre las tropas, pero Boj, como había imaginado tenía un excelente plan.

La noche siguiente Boj y yo nos encaminamos a la entrada de la selva donde estaban nuestros enemigos. Esperamos por una oportunidad hasta que uno de los guardias se acercó hasta el borde del muro. En ese momento Boj lo atacó con una de las raíces dejándolo inconsciente, y tomó toda la indumentaria. Por suerte el atuendo de las tropas especiales incluía un pasamontaña.

Siguió su camino hacia donde había otro soldado rezagado, lo atacó y tomó su traje para entregármelo.

En cuanto me lo puse, salimos en busca del centro de la red.

Era un dispositivo que se alimentaba de energía solar y que se conectaba al satélite, dejando que todo aquel que estuviera cerca tuviera acceso a la red.

Nos acercamos a una cabaña que ni siquiera estaba custodiada, al parecer no creían que era muy importante.

Por primera vez luego de semanas, encendí mis aplicaciones del antebrazo, algo que debí haber hecho desde el momento en que activé mi sistema. Me llegaron muchos mensajes, entre ellos había mensajes de mi tutora legal, quién estaba realmente asustada y confundida por todo lo que estaba sucediendo, aunque algunos de ellos me hicieron creer que tal vez ella sabía todo desde un principio. Mi padre siempre había confiado en ella.

—Supongo que lo que me dijiste de mi tutora no era cierto ¿no? —le pregunté sin mirarle a los ojos.

—No —me respondió con vergüenza—, pero fue mejor así, si hubieses mantenido contacto con ella, la hubieras puesto en peligro.

— ¡No debiste mentirme! —le reclamé—. Era nuestra decisión.

—Supongo que está viva ¿no? —preguntó algo indeciso—. Seguro la compañía le hizo una visita de rutina para averiguar todo lo que sabía, al ver que ella no estaba involucrada en el problema, simplemente la olvidaron.

Con el ceño fruncido le lancé una mirada de desdén. Aunque sabía que tenía razón no podía dejar de odiarlo, los recuerdos, fueran míos o no, me llevaban hasta una madre que nunca conocí, alguien que había muerto a manos de Boj, por su egoísmo, no podía perdonarlo, supongo que de alguna manera eso me hacía humana, porque a veces el ser humano no es dueño de sus emociones, intenta luchar contra ellas utilizando la razón y la lógica, pero al final es arrastrado por los sentimientos.

Estábamos bien cerca del sistema, podía verlo en mis ojos, todos los códigos estaban allí a mi alcance, sin embargo, no me fue fácil hackear todas sus armas, trajes y autos. Una vez logrado, tendríamos unas cinco horas antes de que pudieran reiniciarlo.

Envíe también dos mensajes, uno a los manifestantes y otro a Rafael. El primero saldría dos semanas más tarde, cuando llegáramos a la ciudad.

Salimos fácil del campamento. Thiago nos vio y aunque llamamos su atención, solo nos echó un regaño y nos envió a patrullar cerca del bosque, dándonos la oportunidad de vestir a los soldados que habíamos dejado inconscientes.

— ¿Crees que sospecharán? —le pregunté a Boj.

—No lo creo —respondió mirando a todos lados—, encontré esto en el bolsillo de uno de los soldados, es una poderosa droga alucinógena, súper difícil de encontrar. Cuando los vean no creerán una sola palabra que venga de ellos.

—Bien pensado Boj.

—Carolina —me dijo con los ojos bien abiertos y llenos de remordimiento —Quiero que sepas que, aunque no eres...

— ¡Ahórratelo! —le interrumpí molesta—. No quiero saber lo que crees o piensas de mí y si es para pedirme perdón, no lo hagas, no soy yo quién puede exonerar tus pecados.

Estuve al menos un día entero esperando noticias de Rafael, para que todo el plan saliera tal y como lo teníamos pensado, era necesaria su ayuda. Los salvajes tenían armas y experiencia en combates, puesto que a menudo estaban en guerra con otros asentamientos.

Al segundo día obtuve la respuesta que tanto esperaba, Rafael decidió sumarse a nuestra causa. De hecho, estaba cerca de la selva realizando algunos trabajos que no me atrevería a decir en voz alta.

El plan era infalible, atacaría junto a los Quibicús y los depredadores en la mañana, mientras Violeta, Boj y Trébol recuperaban el artefacto que pondría la máquina en marcha.

Trébol se había recuperado rápidamente, a veces lo veía venir hacia mi y rápido lo evadía. Me sentía culpable por muchas cosas, entre ellas estaba el hecho de haberle hecho creer que podría tener una oportunidad conmigo, cuando no era así; sin embargo no podría evadirlo por mucho tiempo. Debíamos discutir los detalles de su misión.

— ¿Me llamaste? — Su voz resonó en la cabaña. Parecía más grave.

— Si, quería hablarte sobre la misión tuya y de... — Cruzó tan rápido la habitación que juraría que solo se había demorado un segundo. Me alejé de él.

— ¿Por qué sigues alejándome? Sabes que te amo, ¿por qué no me dejas acercarme?

—  No puedo… — Le dije con voz temblorosa — No deberías amarme. Es mejor así.

— ¿Mejor para quién?— Gritó frustrado. — No entiendo por qué te empeñas en mantenerme fuera.

—  Es por tu bien. — Miré el suelo ahogando un sollozo. —  No quiero hacerte daño...

—  No me importa lo que digas. — Volvió a acercarse. Está vez lentamente. — No puedo dejar de sentir lo que siento por ti.

— Por favor, no te acerques más. — Retrocedí, sabía que caería si lo tenía demasiado cerca. — No puedo...

— ¡Ves! Sientes lo mismo. — Me dijo y pensé. "Pero no es real, es un programa." — Mírame a los ojos y dime que no sientes lo mismo. Dime que no te importa.

— No… no puedo. — Le dije honestamente y temblando. — Pero no debería…

Se acercó a mí oreja con sensualidad y me habló susurrando.

— Entonces, déjate llevar. No importa lo que seas, lo que importa es lo que sentimos.

— No sabes lo difícil que es para mí decirte que no. Porque cuando estás cerca…

Me besó y está vez fue tan pasional que no podía respirar. Sentía mis pulmones ardiendo. Su mano acariciaba mi cintura y cuando liquide apartar subió aguantó mis manos.

— No, no podemos.— Me aparté bruscamente. — No soy la mujer adecuada para ti y nunca podré serlo. Es mejor que te vayas.

— ¿Eso es lo que realmente quieres?

— No, — Confesé. — pero es lo que debe ser.

Después de que él se fue, me quedé sola en la cabaña, sintiendo un vacío profundo en mi interior. Aunque sabía que había hecho lo correcto, me lamentaba no poder darle lo que quería. Intenté concentrarme en otra cosa pero no puede. Sabía que nunca podría ser la mujer adecuada para él, pero eso no hacía que el amor que sentía fuera menos real.

Miré la puerta por donde Trébol había salido, deseando poder correr tras él, pero me obligué a quedarme quieta. Sabía que debía ser fuerte, por él. Sin embargo, en ese momento, me sentí más humana que nunca, con un dolor tan real que casi podía tocarlo.

En la mañana atacamos a los soldados.

Las tropas se defendían de los Quibicús como podían, pero sus trajes eran inútiles, al igual que sus armas láser. Los salvajes y los Quibicús peleaban lado a lado, como amigos o hermanos, sus habilidades se fusionaban en una danza mortal, sincronizadas como si fueran una sola entidad. Cada movimiento era preciso, cada ataque, letal.

Crotón derrotaba a los soldados junto a su padre, el gran jefe, como iguales. Mientras luchaban pude ver que sus heridas sanaban, aunque siempre creí que de alguna manera volverían a estar juntos, los lazos de sangre son más fuertes que cualquier diferencia.

Los soldados estaban en clara desventaja. Sus movimientos eran torpes en comparación con la agilidad de los Quibicús. Sin embargo, había uno entre ellos que se movía con una destreza sorprendente, logrando herir incluso a los más fuertes de nosotros. Sabía que era mi momento de enfrentarlo. Mis habilidades no se comparaban con las suyas, pero debía intentarlo. Afortunadamente, podía descargar en cuestión de segundos datos que me ayudarían en el combate, así como técnicas de ataque y defensa.

Nos enfrentamos en un combate feroz. Cada golpe que lanzaba era contrarrestado con una precisión casi inhumana. Varias veces fui golpeada por él, sintiendo el impacto reverberar por todo mi cuerpo. En un momento, me atacó con su casco, y sufrí daños en mi sistema por unos pocos segundos. Fue suficiente para que mi sistema se reiniciara, permitiendo que los soldados usaran sus armas nuevamente.

Miré a mi alrededor y vi que íbamos a ser masacrados. La desesperación se apoderó de mí, y ordené una retirada inmediata. No podíamos seguir luchando en esas condiciones.

Mientras, Thiago intentaba arrastrarme hacia su campamento, lo golpeé con fuerza en el pie, logrando que me soltara por unos momentos. Sin embargo, se recuperó rápidamente y me golpeó en la cara, dejándome aturdida. Sentí el sabor extraño de mi sangre en mi boca, y el dolor se extendió por mi mandíbula.

Volvió a tomarme, esta vez arrastrándome hacia la base por los pelos. A lo lejos, vi a Rosita corriendo hacia mí para ayudarme. Unas espinas emergieron del suelo, hiriendo a Thiago en los pies. Rosita sabía que no llegaría a tiempo para salvarme, pero no se detuvo. Su determinación era palpable, y me dio una chispa de esperanza.

Aproveché su debilidad y lo derribé. En uno de los bolsillos de mi ropa traía un hueso muy afilado y sin pensarlo dos veces lo herí en el cuello. Mi objetivo era solo derribarlo, pero la herida del cuello hizo que se ahogara en su propia sangre.

Me quedé en shock, era la primera vez que alguien moría por mis propias manos, fue Crotón quien me llevó lejos de aquel lugar.

Luego de unas horas logré reponerme.
Por otra parte, Trébol, Violeta y Boj habían recuperado el artefacto con rapidez y eficacia. Al volver a la selva me entrevisté con ellos.

— ¿Todo bien? — Le dije aún algo mal por lo ocurrido.

—Lo tenemos — Me dijo Trébol colocándose frente a mí, tan cerca que sentí su respiración.

Por unos segundos me paralicé, ¿Cómo provocaba esos sentimientos en mí? Su adorable sonrisa y encanto me había conquistado. Pero ¿cómo decirle quién era? Mi cabeza no tenía espacio para descifrar cuáles eran mis sentimientos hacia él.

—Mañana partimos — Anunció Crotón con la mirada fija en el gran jefe.

— ¿Te quedarás esta noche con nosotros? —le pregunté a Crotón alejándome de Trébol y con la esperanza de que la respuesta fuera afirmativa.

—Si mis hombres son aceptados... —rmRespondió.

—Todos los guerreros de esta batalla son aceptados en nuestra comunidad — Le contestó el gran jefe—, al final luchamos por lo mismo.

Los hombres de Crotón fueron a descansar, aunque algunos se quedaron para hacer historias y compartir con los Quibicús, como si fueran iguales. Mientras, repasaba los detalles de mi próximo paso.

—Entonces — Trébol irrumpió en la cabaña — ¿Cuál es el siguiente paso?

—Mañana salgo con Crotón y los demás. Daremos la vuelta para que las tropas no nos... —Trébol tomó mi mano y la acercó a su pecho—, para que no nos sigan, será un largo camino. Para cuando lo noten, ya estaremos lejos de aquí.

— ¿Cómo podremos irnos? En los carros de los salvajes ¿no?

—Trébol... —alejé mi mano de su pecho desnudo, cálido y seductor—. Iré sola, no quiero que ustedes sigan perdiendo más personas de su tribu, esta es mi tarea.

— ¿De qué hablas? Todos somos responsables. Además, no me daré por vencido...

—Trébol, no entiendes, no soy lo que tú imaginas... —intenté explicarle, pero era imposible.

—Sé exactamente qué eres —me miró a los ojos—, eres esperanza. Tú eres Verde.

En cuanto me dijo esas palabras mis ojos se abrieron llenos de asombro, él sabía mi verdad y no le interesaba. Se me acercó poco a poco y sentí sus labios húmedos sobre los míos, su delicioso aroma a césped recién podado, la suavidad de sus manos en mi piel.

A pesar de no ser humana, sentía en cada fibra de mi sintético cuerpo, deseo por Trébol. Sus labios besaron mi cuerpo y los míos el de él. El toque de sus manos me hacía estallar en un mar de placer. La calidez de su cuerpo me encendía. Sus caricias eran angelicales, ¿Cómo pude resistirme tanto tiempo? Esos besos eran más dulces que las frutas que había probado, y sus caricias abrían las puertas del cielo y el infierno al mismo tiempo. Imposible resistirme, la tensión necesitaba ser liberada. Mi cuerpo explotó en convulsiones de placer, había alcanzado el clímax pasado unos pocos minutos de haber encontrado calor en sus brazos. Mientras, un beso apasionado se apoderaba de mi boca.

Amanecí a su lado y no había mejor sensación que la de verlo dormir, pero el sol se asomaba y era hora de partir. Dejé a Trébol dormido en la cabaña y me encaminé hacia los carros. Sentí remordimiento por haberlo hecho, pero solo quería que él estuviera bien, que tuviera una larga vida..., que fuera feliz.

Por la parte norte de la selva amazónica, justo en la entrada del muro puede ver cómo Crotón y el gran jefe, se despedían calurosamente. Al parecer, sus diferencias se estaban resolviendo. Tomarían años para que las heridas sanaran completamente, pero lo harían.

— ¿Lista? — Dijo Boj acercándose con sus pertenencias.

— ¿Qué haces? —le pregunté con el ceño fruncido.

—Me preparo para salir ¿tú qué crees? — Colocó sus cosas en el carro.

— ¿Vienes? — Fruncí el ceño.

—Ya no me queda nada en este lugar, así que por qué no.

Detrás de los árboles salieron Trébol, Rosita y Violeta, todos vendrían conmigo a la ciudad.

— ¿Trébol? —le dije con lágrimas.

—A donde vayas iré —dijo con la sonrisa más bella que había visto—, estoy unido a ti para siempre. Ahora no te podrás deshacer de mí.

— No hagas esto. — Tomé su rostro. — Necesito que estés bien, necesito que estés fuera de peligro.

— Nunca voy a estar bien si estás lejos. — Me besó en la frente. — Te necesito...

En cuanto salimos de la selva fuimos perseguidos, pero pude entrar en su sistema, aunque no lo pude hackear nuevamente, si hice que sus carros fueran más lentos. No paramos para descansar, dejamos atrás tanto a los salvajes como a las tropas, yo inicié un sistema óptimo y me mantuve despierta incluso de noche por lo que arribamos a la ciudad tres días antes de lo esperado. Un día después, llegaron los soldados. Los salvajes por su parte se quedaron en el asentamiento, pues no podían dejar sus pertenencias desprotegidas por mucho tiempo, pero Crotón siguió conmigo, sabía que era también su lucha.

La ciudad estaba tranquila, demasiado para nuestro bien. Necesitaríamos un caos que pusiera a las autoridades en función del orden.

—Así no podremos llegar nunca a la fábrica —se quejaba Boj mientras daba vueltas de un lado para otro.

—Debes ser paciente —le dije—, intenta dormir, mañana podremos acercarnos.

Se me quedó viendo con incredibilidad, no sabía a qué me refería, pero no me preguntó tampoco. Supongo que decidió confiar en mí.

En la mañana, mi mensaje había llegado a todas las plataformas y en las enormes pantallas de la ciudad se transmitía ininterrumpidamente.

"Queridos amigos, para aquellos que no me conocen soy Carolina, la hija Óscar Duartes. Hace ya un tiempo mi padre me encomendó la tarea de salvar el planeta."

— Ya comenzó. — Dije despertando a todos. — Está es nuestra distracción.

Desde mi posición entré al sistema de las fábricas y desactivé el cielo de holograma para que todos pudieran ver la realidad, un cielo negro por la contaminación.

"Durante años enfermamos y destruimos el planeta, ahora estamos al borde de la extinción. Las fábricas nos mantienen vivos, pero solo alargan lo inevitable, pronto seremos polvo en el viento. En mis manos está la solución, mi padre me la confío antes de morir. Pero hay personas que no ven la verdad y por lo tanto quieren impedir que podamos sanar nuestro planeta. Salgan a las calles, ayuden a la causa, sean los causantes de que la tierra vuelva a tener vida. Seamos uno con la tierra."

—Buen discurso —dijo Violeta algo divertida.

—Solo resta ver cómo reaccionarán los ciudadanos — Habló Trébol con esperanza.

—Los ciudadanos no, los manifestantes del movimiento Corazón Verde — Miré por una ventana sigilosamente. El lugar estaba apartado, pero no era tan alejado.

—El mensaje era para ellos —confirmó Crotón que estaba al tanto de todo.

—Ese día —comenzó a decir Boj—, enviaste dos mensajes. ¡Muy inteligente!

Las calles comenzaron a llenarse de protestantes, al principio creí que solo los manifestantes saldrían, pero diferentes personas se unieron. A veces solo se necesitaba alguien que tomara la iniciativa para que el resto siguiera sus pasos.

El caos era tremendo, las personas causaban desastres en todos lados. Gritaban consignas a favor del medioambiente. Habían demasiadas así que podríamos pasar desapercibidos.

Salimos del escondite con abrigos, gafas y lentes oscuros para no ser identificados, el caos se apoderaba de la gran ciudad, muchas fábricas estaban siendo invadidas por las personas que lanzaban bombas caseras y piedras para destruirlas.

Boj guiaba la misión, pues había pasado años estudiando a mi padre y espiándolo en secreto, por lo que sabía exactamente cuál fábrica tenía la máquina que necesitábamos y además conocía el camino más seguro para llegar hasta ella.

Entramos en el túnel que estaba desierto y seguimos por las líneas del metro, allí encontramos una entrada que llevaba a la fábrica principal. Sabíamos que al llegar nos esperaría un grupo de soldados y posiblemente Amalia, así que ideamos un plan para desviar su atención.

Boj atraería a los soldados por la puerta principal. Crotón le haría compañía. Violeta y Rosita irían por la zona oeste de la fábrica para atraer la atención por aquel lado y por último Trébol y yo entraríamos por las alcantarillas. Así lo hicimos. Al llegar a la oficina de mi padre, como mismo me había indicado Boj, encontramos a Amalia acompañada por algunos soldados.

—Amalia —le dije mientras me acercaba—, tú y yo tenemos una conversación pendiente sobre mi padre.

— ¿Tu padre? —Dijo con cinismo—. Tu padre era un egoísta y un soñador, creía que podía salvar el mundo —sonrió forzadamente—, la contaminación no tiene cura, pero ¿sabes qué si tiene cura?, las enfermedades pulmonares.

—Como la que tiene tu hermano ¿no? —pregunté retóricamente.

Comprendía su miedo. Aunque mi familia no había sido real, había sentido amor por ambos y cuando mi padre partió, sentí un inmenso dolor.

—Como la que tienen más de diez millones de sobrevivientes en las 110 ciudades alrededor del mundo.

Golpeó la mesa con fuerza.

—Los árboles pueden solucionar eso —intenté convencerla—, ellos purifican nuestro aire. Esa sería nuestra cura permanente, ya no nacerán niños con enfermedades relacionadas a la falta de oxígeno, seremos capaces de comer comida natural que nos aporte proteínas, vitaminas y todo lo necesario para vivir.

—Esa es solo una suposición —en sus ojos había desesperación, miedo y locura—, ¿qué pasa si no funciona? Perderíamos la semilla para siempre.

—No puedo dejarte que hagas eso —hice una pausa para negar con la cabeza—, mi misión no es salvar el presente, no es buscar una solución temporal, mi misión es salvar el futuro haciendo algo diferente en el presente.

—Supongo que confirmaste tus sospechas ah... eres una IA... pero algo te hace diferente... sientes emociones igual que un humano, no sé cómo tu padre lo logró, pero sé que la semilla debe de tener un rol importante ¿no?

Vacilé un poco y cambie nuevamente la conversación mientras Trébol sacaba algo de su mochila, no tenía idea de que podría ser, pero podría ayudar a derribar los pocos soldados que había en la habitación.

—Cuéntame acerca de mi padre y su muerte, siempre tuviste planeado asesinarlo o...

—No —bajó la cabeza—, cuando llegué a él lo encontré muerto, había tomado una excesiva cantidad de pastillas, pero aunque lo hubiera encontrado vivo no lo hubiera asesinado, necesitaba que me dijera primero donde había escondido la semilla, sin embargo un mes después me encontré con tu querida tutora, iba hacia tu casa, la llevamos a la empresa y luego de interrogarla con técnicas muy eficientes, me contó todo, con excepción del paradero de la semilla, eso fue algo que el viejo se llevó a la tumba.

— ¿Mima? ¿Qué hicieron con ella?

—Está viva, un poco dañada pero viva.

— ¿Qué hay de Manuel? Ustedes lo asesinaron ¿cierto?

—Lastimosamente fue un incidente ajeno a mí, Thiago se pasó con sus técnicas..., de interrogación.

En ese momento Trébol sacó de su bolsa ramas y raíces que se volvieron enormes y derribaron a los soldados. En su bolso tenía el bonsái de mi padre, lo había tomado de mi cabaña, sabía que fuera de la selva amazónica no podría utilizar sus poderes.

— ¡Espera! —dijo Amalia intentando levantarse—. Mira hacia la pantalla.

En la misma estaban todos mis amigos, habían sido apresados por los soldados. Cada uno tenía un arma apuntándole a la cabeza.

—Dame la semilla y podrás irte de aquí con ellos. No soy un monstruo como piensas, yo no quería que nada de esto sucediera, las personas que murieron fueron daños colaterales, pero ya no tiene que ser así, podemos revertir las enfermedades, podemos salvar a millones. Imagina ese padre que ve a su hijo toser y vivir conectado a una máquina porque sus pulmones no son lo suficientemente fuertes. Imagina su dolor. Tú y yo tenemos en nuestras manos calmar ese dolor.

Me sentí tentada a darle la semilla.

Miré la pantalla y los ví, así como podía verlos, ellos me veían a mí. No estaba preparada para perderlos, por lo que tomé uno de los cuchillos de los soldados y me lo enterré lo suficientemente profundo como para mostrar la semilla. Mientras se acercaba, le pedí que soltara a mis amigos, que los dejara irse.

— ¡Qué astuto! —expresó mirando mi pecho. — Realmente era una mente brillante ese hombre. Convirtió la semilla en un corazón perfecto. Mira sus venas, sus arterias. Es una obra maestra. Si tan solo hubiera usado si ingenio para salvar a la humanidad.

— La usó para eso. — Le rectifiqué. — Para salvar al planeta y por consiguiente a la humanidad.

Me dedicó una sonrisa amarga mientras observaba mi pecho cerrarse. Entonces se me acercó y me pidió que Trébol saliera también.

— Quiero asegurarme que nadie más volverá a intentar lo que tu padre hizo, vamos hacia la máquina. Enséñame dónde está. Voy a destruirla.

— No iré a ningún lado. — Saltó Trébol tomando mi mano.

— No tienes opción. — Le dijo ella sonriente. — ¿O es que prefieres que tus amigos parezcan? Ve hacia ellos y espera mi señal, los guardias los dejarán ir.

Detrás de un estante, estaba la puerta oculta que llevaba a una habitación con una máquina enorme, la misma tenía una serie de tubos enormes y gruesos que dirigían un líquido viscoso hacia el suelo.

Amalia intentó destruirla, tomó un arma e intento dispararle, no se lo permití. Comenzamos a pelear, yo era más fuerte así que ella tomó el arma y me disparó, pero falló, luego empezó a lanzarme todo lo que veía evitando darme en el pecho. Perpetró un golpe que me hizo caer al suelo, un hilo de sangre salió de me nariz y l cabeza comenzó a darme vueltas.

— Carolina. — Comenzó a hablar caminando hacia a mí. Aprovechando el momento para deshacerse de mi y tomar la semilla. — No lo entiendo ¿Sabes? Es tan facil hacer lo correcto. Elige entre millones de personas o un grupo pequeño, entre salvar el planeta o salvar a niños pequeños. Entre el futuro y el presente.

— ¿Te crees una heroína? — Le dije llevándome una mano a la cabeza. — Amalia, eres una asesina.

— Soy lo que debo ser para proteger a quienes no pueden contraatacar. — Tomó un tubo en la mano.

Casi sin poder mantenerme en pie, logré clavarle el tubo en el estómago, haciendo que cayera al suelo. De su boca salió un hilo de sangre que saboreó y tomó en sus manos con incredibilidad. Comenzó a ahogarse en su propia sangre. Una lágrima salía de sus ojos mientras intentaba hablar presa del pánico.

— Haz matado a millones de hombres, mujeres y niños, Carolina. — Sus ojos se apagaban lentamente.

—Te equivocas, yo salvaré el planeta y mi nombre es..., VERDE.

Sus ojos azules poco a poco se apagaron, sus manos dejaron de temblar y su voz se cortó hasta que no quedó nada más que un cuerpo inanimado.

Me dejé caer en el suelo con las manos abiertas mientras las heridas sanaban. Me le levanté y fui hacia la máquina y me acerqué a la misma.
En el medio había unos sueros con agujas dentro del tanque de cristal con el líquido verde. Supe que debía entrar y sabía que mi vida llegaría a su fin una vez lo hiciera.

Tenía miedo de no poder ver con mis propios ojos como la naturaleza volvía al mundo. Era gracioso, una vez creí que no tenía propósito en la vida.

Encendí la máquina que empezó a hacer un ruido extrañamente satisfactorio.

Subí con dificultad al tanque, era enorme y  me sumergí en el tanque. Las agujas se metieron en mi pecho, comenzaron a atraer todo el líquido de la semilla, mi visión se volvió borrosa.

— ¡Carolina! — Trébol gritó al verme.

En sus ojos había miedo y aceptación.

En la habitación entraron Trébol, Boj, Crotón, Violeta y Rosita y aunque en sus ojos había una tristeza enorme, también pude ver orgullo y esperanza.

— No te voy a olvidar. Haré todo lo posible por traerte de vuelta. — Trébol me dijo poniendo su cabeza en el tanque. — Sueña conmigo mientras duermes.

"Lo haré..."

Me despedí con una mano en el cristal del tanque y de la misma manera lo hicieron ellos. Mis ojos comenzaron a apagarse, mi cuerpo a perder movilidad y antes que mis labios se silenciaran por completo logré decirle...

— Trébol, te amo...

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