Neun
La vida.
Es tan simple, mecanismos implicados en tantos procesos que a la vez se hacen tan reducidos.
Todo comienza repentinamente.
Luciano sostiene entre sus brazos a un recién nacido, sus piernas tiemblan y el dolor de hace segundos parece irse cuando siente la suave piel de su niña, húmeda y...
Fría.
Silenciosa.
El latido de su corazón a penas y se siente y su respiración es imposible de dilucidar.
Durante el alumbramiento pocas lágrimas de esfuerzo habían rodado por sus mejillas, esta vez, las lágrimas se desparramaban, ya no de esfuerzo, ya no de dolor físico si no de la agonía de tener al nuevo amor de su vida, fría y pulso entre sus brazos.
—No... —susurra al inerte cuerpo, abrazándola con fuerza, dando palmadas sobre la piel intentando debolver la vida a su tesoro.
—Me niego, no, no, ¡No! —solloza amargamente.
Las lágrimas caen sobre la rozada piel de la bebé. Sigue moviendo el cuerpo desesperadamente sin perder ninguna de sus lentas palpitaciones.
—No puedes irte... —suplica.
Todas las emociones le caen como una cascada de hielo, frío, desolación.
Se ve a su mismo odiando a la pequeña desde que se enteró que estaba en cinta.
Se recuerda que el embarazarse no estaba en sus planes y que realmente, si la niña muere ahora se ahorra mucho, no necesita seguir fingiendose enamorado de Lutz, ni tendría que hacer una vida hogareña, ni siquiera tendría que aguantar a una niña molesta llorando, no habría noches en vela por llanto, solo por excesos.
Lo mejor sería que no tendría que compartir nada con su familia, ni su felicidad ni sus logros, nada. No tendría que ver a su abuelo cargar a su pedazo de cielo, dándole todo el cariño del mundo, queriéndola como su primogénita, amandola. No, además, su abuelo siempre, siempre había querido una niña, no sería Luciano quien le diera tal satisfacción. No.
Estaba mejor así.
Tomaría sus cosas y se iría antes de que Lutz regresara y nunca más tendría que verlo en su vida...
Tan solo pensarlo le hacía retorcer el estómago y llorar con mayor fuerza.
Abraza a su criatura negando con la cabeza.
—Te amo.
Susurra, con punzante dolor, mientras el último aliento de la bebé se escapa de su cuerpo.
El llanto del italiano le desgarra la garganta, no deja de palpar el cuerpecito negándose a pensar que se ha ido.
La habitación se inunda de dolor. Solo se puede escuchar el desesperado berreo de Luciano, quien no puede evitar sentir de nuevo el dolor punzante a lo largo de todo su cuerpo.
La vida es quizá la cosa más frágil que tenemos.
Luciano sigue llorando con tanta intensidad que es difícil notar que otro llanto se le une en coro.
Los ojos magenta se abren de pronto al darse cuenta del llanto ajeno, el cual es suave como el roce del pétalo de una gardenia, tan sutil como el aroma de sangre.
Luciano no pierde el tiempo ni de ponerse bien los pantalones. Sale corriendo con el retoño en brazos.
Se encuentra con Lutz en la cochera quien a penas iba bajando de la camioneta.
—Rápido, cazzo, tenemos que llegar al hospital ya, ya, ya —anuncia subiendo al asiento del copiloto.
Lutz reacciona lento como germano, pero inmediatamente se mueve con más rapidez al ver y escuchar el pequeño bulto rosado en brazos del italiano.
~
—Va a ser una rompecorazones cuando crezca, estoy seguro —afirma el rubio, viendo a su pequeña en la encubadora, ya estable.
Luciano asiente, perdido en la felicidad de que su niña haya sobrevivido.
—Con el Drama que me hizo hacer...—suspira soltando adrenalina.
—Todavía no puedo creerme que no me hayas llamado.
—Si no eres psíquico no es mi problema —regaña. Mas, se sonroja un poco pues claro que quería llamarle, nunca había entrado tan en pánico en su vida.
—Quién diría que tendríamos una niñita... Ahora solo falta ponerle un nombre bonito como Greta, Agnes, Anke, Brunilda.
—No, no, no, no, no, nació en Alemania, tendrá nombre italiano —sentencia, yo que Lutz no lo discutía.
Y precisamente no lo hace.
Está bastante contento con que la niña sea rubia y, aunque no ha heredado los azules ojos de su orgullo, los hermosos y grandes ojos magenta no están mal. Incluso, el brillo rojizo en la suave mirada de la bebé le recuerda a ciertos ojos rojos, en concreto, los de su hermano.
Luciano está perdido en otros detalles, que aunque no se le nota casi, se pueden ver unos traviesos rulos ya desde esta edad.
Se separa dando un paso atrás, suspirando cansado.
El rubio lo mira sin poder borrar su sonrisa.
—Escucha bien, bastardo —inicia Luciano señalando amenazadoramente al alemán —, ella es la luz de mi vida, y por desgracia nosotros somos sus padres, no la merecemos —Seguro de eso desde ya—. Así que más te vale ser el mejor padre ¿captas? El mejor, porque no pienso jugar a la Casita con nadie que no seas tú.
Lutz sonríe de lado y el Moreno tiene a bien carraspear con un ligero rubor, aprieta los ojos y continúa.
—Con nadie y punto —porque lo anterior ha sido muy cursi para él.
El alemán se cruza de brazos sin dejar de sonreír apoyándose contra una pared.
—Había esperado tu confección desde hace mucho ya, y mira que me la esperaba mejor pero, te perdono por esta vez, sigue practicando.
—Che cosa? No fue una confección, imbécil, fue una amenaza —le mira con odio escupiendo sus palabras.
Lutz niega con el dedo y se le acerca, paso a paso.
—El hecho de que no quieras besar, acostarte, vivir y criar nada con nadie más que conmigo, me parece una confesión en toda norma —sonríe ladino.
—¡Yo no dije eso! —se pone tan rojo como su sangre le permite porque...
—Eso querías decir.
— Sei uno stronzo, coglione! Va’ a fare in culo’, Confessione? JA! Ti manca il cervello, Ovvio, pensi con il tuo pen...
En medio de tanta maldición, el rubio usa la siempre funcional maniobra; un beso para callarte.
Quizá por liberar estrés, quizá porque realmente se ha enamorado, quizá sólo por joder, Luciano le responde el beso.
La niña, Fiorenza, aunque tuvo muchísimas dificultades para nacer, se terminó desarrollando como es debido, tal vez es un poco más bajita que las niñas de su edad, pero no hay niña, ni en Italia, ni en Alemania que sea más amada que ella. Ni siquiera de sus padres, toda la familia la adora, es la nieta favorita de Toda la mafia italiana, sin mencionar que incluso su tío, Klaus, fugitivo de la justicia, se toma su tiempo para ir a verla e incluso, sonreírle.
~
Lutz baja las escaleras corriendo, atando su corbata de mala manera, con lo mucho que la odia, lamentando que no va a tener tiempo para su café, pues ya se le hizo tarde, cuando coloca su pie en el último escalón un cuchillo vuela, atravesando el salón, cortando el aire y clavando se en la pared a unos pocos milímetros de la cabeza alemana.
—¡Muy bien, caro mio! —felicita Luciano a su retoño, una pequeña de apenas ocho años que, no es un secreto, ella es quien ha lanzado el cuchillo.
—Te puedo pedir que, por favor, no le enseñes a nuestra pequeña a matarme —exige Lutz, retirando el cuchillo de la pared con brusquedad.
Luciano se le acerca besándole en los labios con sutileza y de paso sujetándole el culo.
—Ella no va a matarte, de eso me encargo yo —asegura con su acento italiano, volviéndose a donde la pequeña.
El rubio niega con la cabeza, pero al final, sonríe, le da un beso en la cien a su pequeña antes de irse.
Es en el momento que cierra la puerta de salida que un cuchillo se clava en la madera de esta.
—No pienso fallar la próxima —asegura la pequeña en italiano pero con un evidente acento alemán.
Luciano considera el gesto hilarante, riendo a carcajadas, abrazando a su querida hija.
~~~
Ufff se suponía que esta era una historia corta g
En efecto, la niña es Florencia, why? , why not?
Y hasta aquí, gracias por leer hasta el final y muchísimas gracias por tu paciencia.
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