Eins

ADVERTENCIA: Esta historia contiene narración lemon (Relaciones sexuales explicitas), así como actos de  hematofilia, se recomienda discreción.

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En un mundo dominado por alfas, donde los omegas son relegados, varios deciden ocultar su condición de omega para pasar por betas, dejando que los alfas consuman el mundo siempre que no sean pisoteados.

Alfas, virilidad encarnada hasta en las doncellas de esta casta.

Omegas, fertilidad y sumisión, estratos bajos y discriminación.

Un mafioso italiano se escurre por las oscuras calles de Berlín en mitad de la noche hasta llegar a un bar de mala muerte.

El olor es asqueroso, las mesas pegajosas, los suelos sucios, una suave luz roja es la única iluminación que tiene el lugar. Una señora voluptuosa en vestido escotado canta una triste canción que sirve de música de fondo.

Luciano sonríe, ha estado en peores lugares, se sienta en la barra, su alemán no es perfecto y con todo eso aún logra pedir un buen vino, el barman se lo da con una ceja levantada, casi nadie le pide vino, solo cerveza, de hecho, es raro ver a un joven tan delgado e italiano, omega seguro. Luciano le lanza una mirada de asesino, el hombre se retira asustado.

Luciano le da un par de vueltas a su copa antes de beber.

Se le acerca un hombre rubio, alto y fornido, se notaba su sudor por encima de la ropa y en el rostro.

Luciano le mira con una ceja levantada sin bajar la copa.

—Lutz —se presenta sonriéndole. El italiano no responde, solo le mira—. Una dama reservada ¿eh?

—Ninguna dama —le corrige con una sonrisa peligrosa y un horrible acento italiano.

—Apuesto a que te puedo hacer sentir como una —suelta tan bestia antes de darle un trago a su cerveza.

—Lo dudo —sorbo al vino.

—Algo de mujer debes de tener, eres un omega ¿Cierto? —cuestiona.

Luciano levanta las cejas y casi le escupe el vino en la cara, se contiene de hacerlo frunciendo el ceño.

—Alfa, imbécil, dos errores, al tercero te rebano esa cara de idiota que te cargas —amenaza muy seriamente.

Nervioso porque ciertamente sí es un omega, pero lo esconde, principalmente porque le avergüenza, de hecho, es en ese momento cuando recuerda porque entro al bar, pensaba tomarse los supresores de celo con vino. Ahora con ese patán observando no podrá tomarse ni la mitad de la dosis.

—Wow, discúlpeme señor alfa —alza las manos en señal de rendición—. Solo digo que puedo hacerte gemir como omega en celo —declara tan seguro.

El italiano se atraganta con el vino.

—Perro que ladra tiene dientes chiquitos para morder, de hecho, no muerde, igual que tu hoy no follas —responde calmado, con su mirada de mafioso.

—No voy a morderte a menos que supliques por ello.

—Cosa que no haré —se levanta, dejando su copa vacía sobre la barra, dispuesto a irse a algún lugar para tomar los supresores—. Addio.

El latino se encamina a la salida de la cantina, el rubio le sigue a una distancia prudencial.

Ya fuera del local, al notar que aún le sigue, el italiano le salta al cuello, cuchillo en mano, enterrándolo un poco en su manzana de adán.

—A ver, cabrón, creo que no entendimos. No me voy a acostar contigo por más guapo que estés. ¿Capisci?

En vez de asustarse, el alemán decide jugar a su suerte, porque algo tiene este "alfa" que le atrae de sobremanera, aún no nota que es su olor y hormonas las que lo están obligando a seguirle como perro fiel.

—Acabas de decir que soy guapo.

—Al César lo que es del César, ahora niño bonito ¿Me vas a dejar en paz?

—No —mueve el cuchillo de tal modo que le saca algo de sangre.

—No pienso repetirlo, escucha bien te largas o te mueres.

Lo suelta, el alemán respira en lo que el italiano se aleja, paso acelerado, nota que el rubio ya no le sigue, así como también nota que sus piernas le tiemblan, su celo está por encima de él.

—¡Tienes razón! —suelta el rubio, el italiano se voltea al escucharlo, porque pocas cosas le gustan más que el que alguien le dé la razón.

—Claro que la tengo.

—Ni siquiera sé tu nombre.

—Para lo que pretendías hacer, no necesitabas saberlo —vuelve a caminar ahora sintiendo calor en el estómago y algunos escalofríos en la espalda.

El alemán se levanta dando unos pasos hacia él.

—Quiero saberlo.

—Luciano, ahora déjame en santa paz —acelera el paso.

—¡Espera! —corre tras de él—. ¿A dónde vas?

—No te importa, largo.

—Alfa o no, alguien con tu cuerpo así de delgado no debería estar solo por estas calles.

—No estoy tan indefenso como tú piensas, cabeza de chorlito —"Pero lo estaré en unas horas si no me dejas en paz para tomar mis malditos supresores de celo, cazzo", piensa para sí.

—Tengo auto, pensaba llevarte.

—Muérete mejor —le ladra y avanza más, casi corriendo. Hasta sentir punzadas en sus genitales, sus piernas cada vez más frágiles y su deseo floreciendo contra su voluntad.

Se da cuenta que a pie no lograra librarse de ese gorila, ni llegar a la estación antes de que el celo lo deje a merced de cualquier idiota.

Jura tomar sus pastillas con el calendario que le regaló su abuelo antes de darse la vuelta y encontrarse con la mirada violeta del alemán, frunce el ceño.

—Te quieres morir ¿Verdad? —cuestiona levantando una ceja. El rubio se encoge de hombros—. ¿Dónde está tu chatarra?

Comienzan a caminar hasta una calle algo desolada cerca del bar.

Un BMW X5 se revela ante ellos, rojo y reluciente.

—Wow ¿Niño rico o robado? —pregunta el italiano al sentarse en el asiento del copiloto.

—Un poco de ambos —sonríe encendiendo el motor—. ¿A dónde te llevo?

—A tu casa para tener sexo salvaje —bromea, pero se sonroja imaginándolo, se corta un poco el dedo con el cuchillo en su bolsillo para concentrarse en algo que no sea su celo—. No te creas, Grandote, a la estación de trenes.

—Casualidad que mi casa esté cerca de la estación,

—Te desvías del camino y te castro —advierte y no miente del todo, está dispuesto a hacerlo—. ¿Qué tiene que hacer un fortachón como tú para conseguir una carcacha como esta? ¿Eres Stripper? —sigue haciéndose daño pues ahora su imaginación vuela con el pensamiento del alemán bailándole desnudo, libera feromonas.

—Soy polití... ¿Hueles eso? —Cuestiona bajando la velocidad del vehículo olfateando al aire.

Luciano se pone nervioso sacando el cuchillo para atacarle en el momento que se dé cuenta que el aroma proviene de su celo.

—S-sí, lo huelo —miente para no ser descubierto demasiado pronto.

—Hay un omega por aquí —inhala—, y está cerca.

—Sal a buscarlo, capaz te cree su salvador y te regala el culo —"Cosa que tú no harás, Luciano. Antes lo matas". Repite en su mente para darse fuerza—. Es broma, acelera imbécil, mientras menos tiempo pase contigo mejor.

Lutz levanta las cejas, se encoge de hombros y continua el camino, lamentablemente para el italiano el celo comienza a hacer más estragos, intensificando su aroma, invitando al alemán a darse un banquete con su piel.

Incluso eso está bien porque Luciano puede defenderse de cualquier ataque, el problema reside en que; su instinto le está empujando a aceptar las insinuaciones del alemán solo para satisfacer sus propios deseos.

Trata de pensar en la muerte de sus padres para disipar sus deseos, pero es absolutamente inútil.

Muerde su mano al grado de sacarse sangre, Lutz lo nota, sí como nota que realmente no huele a sangre, huele a...

—Margaritas... —atina a balbucear el alemán. El italiano se tensa sabiendo que es de él de quien proviene el aroma.

El rubio baja la velocidad del vehículo, Luciano se aplasta contra el asiento cuando el rubio comienza a olfatear, siguiendo el aroma llega hasta el italiano, poniéndose casi encima de este.

El castaño le pone las manos sobre el rostro presionando especialmente en la nariz del alfa.

—Vamos a tu casa —suelta en tono histérico a la desesperada, el rubio parpadea.

—Ya estamos cerca... —contesta inseguro y confundido.

—Excelente, porque si no llegamos en menos de cinco minutos te saco del auto y me regreso a Italia con el, ahora acelera.

El alemán pisa el acelerador ¿Qué más va a hacer? Llegan en cuatro minutos y un par de segundos. El omega aun trata de resistir sus impulsos el alfa ni se contiene ni priva. Abre la puerta con brusquedad dando vuelta al auto para abrir la puerta a su acompañante, quien, por cierto, aprovecha para abrir el frasco con inhibidores de celo para tomarse uno con su pura saliva, lamentablemente el auto no es tan grande, llega cuando estaba apenas abriendo el frasco, las pastillas y el frasco caen al suelo en cuanto el rubio lo saca del vehículo cargando.

Luciano chilla y patalea.

—¡Bájame, bestia! ¡Fottuto idiota! —le golpea con dificultades por la posición, claro que al alemán ni cosquillas.

Lo estrella contra la puerta comenzando a morderle la ropa para quitársela, el italiano toma aire, toma el cuchillo y se lo presiona contra el cuello.

—No, cachorrito, no soy una de tus putas —riñe con la respiración agitada—. Si vamos a hacer esto va a ser bien hecho, llévame a la cama —ordena al notar que sus piernas siguen débiles, temblando.

El alemán obedece, algo asustado por el cuchillo que no deja su cuello, entra a la casa sin tanta dificultad a pesar de tener al italiano en brazos, camina por la casa, subiendo las escaleras es donde se encuentra su dormitorio.

Lo sienta con cuidado sobre la cama, el aroma del omega le está penetrando la cabeza, Luciano siente humedecer su ropa, porque no crean que el aroma del alemán no le está enloqueciendo también.

Lutz se le acerca bruscamente para besarle, Luciano se deja, sin soltar el cuchillo, pero sujetándole de la nuca con su mano libre, usando todas sus habilidades para que este no sea un beso brusco, en efecto, cambia las casi mordidas y choque de dientes que el alemán daba para convertir el beso en un sutil roce de labios, sus lenguas juguetean ansiosas al ritmo de su pasión, fluyen junto a los suspiros del italiano, quien con solo una mano logra quitarle la camiseta a su acompañante.

En seguida desvía sus ojos magenta a la perspectiva del torso descubierto que exhibe el rubio, queda sorprendido, siente cosquillas en estómago y se emboba, no es la primera vez que está con un hombre musculoso, sin embargo, este es sin duda el hombre más musculoso con el que ha estado... y le gusta.

Sin romper el beso vuelve a cerrar los ojos bajando sus manos de la nuca ajena hasta sus brazos, los siente duros, se imagina lo que pronto estarán haciendo esos brazos, siente un calor terrible que le está haciendo sudar incluso.

En medio del besuqueo se pierde la cordura del alemán, comenzando a moverse más salvaje, casi azotando contra la cama al italiano, quien nota que una gran parte de esa fuerza que presume está ausente, casi ni siente sus piernas.

El rubio lo toma del brazo y en un movimiento casi militar le voltea y empuja, dejando el pecho italiano pegado al colchón, Luciano protesta por la bestialidad del movimiento aferrándose a su cuchillo.

—¿Me crees una piruja? —le ladra tratando de levantarse o voltearse, pero es inútil—. ¡Házmelo de frente, grandísimo tonto! —exige. No es como que Lutz le escuche.

Los mechones rubios se mezclan con los castaños cuando el nativo baja su cabeza hasta olfatear la nuca ajena. Su lengua va poco a poco recorriendo la cálida piel italiana.

El moreno se tensa tan solo con sentir la respiración ajena sobre su nuca. Casi en un ataque de pánico saca fuerza de la adrenalina para voltearse un poco, sin lograrlo del todo, sólo lo suficiente para que el cuchillo atraviese la piel del alemán en una línea curvada por el pómulo, sin evitar que sea profunda.

Como era de esperar Lutz retrocede por reflejo con un grito de dolor.

Luciano respira agitadamente retrocediendo él también hasta la cabecera de la cama, apuntándole con el cuchillo.

El de ojos violeta sigue jadeando tanto de ardor como de agitación, lleva su mano a la mejilla, sintiendo el ardor hasta sus labios y casi en su ojo, la sangre no tarda en fluir, un intenso carmín le recorre desde debajo del ojo izquierdo hasta un centímetro y medio por encima del labio.

El cuchillo tiene una suave gota que lo recorre todo de la punta hasta el mango.

—No me vas a morder —sentencia temblando y tratando que esto no se note todo el miedo que tiene.

—No te iba a morder —miente—. Verdammt! ¡Eres imposible!

—¡Ibas a morderme! ¡Solo me estaba defendiendo!

—Bien, iba a morderte, lo acepto ¡Pero no lo hice! —Pues hay un impulso que no comprende de morderle justamente detrás de la nuca.

—¡Si no te hubiera desfigurado el rostro lo habrías hecho, bestia!

—¡Me desfiguraste el rostro por una tontería! No eres un omega ¡Si te muerdo da igual! —Siente el metálico sabor de la sangre entrar en su boca a cada palabra que da, Luciano le mira embobado, sin quitar del todo su ceño fruncido y acaba de descubrir que le gusta ver correr la sangre antes de tener sexo, su erección no deja duda de ello, no le contesta, sólo le mira con las pupilas dilatadas—. ¿Y ahora que me ves?

Nota que el miembro de su acompañante no está del todo tranquilo, hay un evidente bulto en los pantalones ajenos, sin más dilación suelta el cuchillo gateando por la cama.

El alemán da un pasito hacia atrás algo temeroso de lo que ese pequeño demonio latino pueda hacerle, a Luciano le importa poco, se abalanza sobre él, abrazándole del cuello y besándolo de nuevo, seguro que con la monumental herida que le dejó, muy tonto tendrá que ser el alemán para intentar marcarlo de nuevo, esto le relaja bastante, sin mencionar que lo deja más dispuesto a dejarse hacer.

Lutz le sostiene de la cadera, Luciano aprovecha esto para hacer descender sus manos, acariciando con insano interés los músculos del contrario, de hecho, le explora el pecho y el abdomen con parsimonia, casi como si deseara esculpirle, no deja de besarle saboreando el exquisito sabor ferroso de la sangre ajena que no hace más que volverle loco.

¿Crees que Lutz se está quejando?

Por fin las manos italianas logran llegar a la hebilla del cinturón alemán, Lutz se separa del beso, el italiano se relame la sangre del labio a la par que quita el cinturón ajeno, el rubio apenas puede pensar, solo tiene en la cabeza el aroma de su acompañante y una voz interna que le asegura: "este chico te gusta".

No es como si el italiano pueda pensar mucho. Baja los pantalones de su acompañante, con todo y ropa interior de por medio, dejando al aire la erección del rubio, los ojos magenta bajan para admirarla.

—Nada mal —acredita en voz alta sin levantar los ojos.

En un repentino movimiento el italiano gira su cuerpo junto con el ajeno de tal manera que el alemán queda sobre la cama con el de piel morena encima, parpadea desconcertado al tiempo que el latino le acaricia la mejilla quedando su mano manchada de sangre.

—Creo que debo compensarte por... este pequeño percance —le enseña su mano ensangrentada, ríe levemente a la par que su cuerpo se resbala hasta que su boca está justo en frente del miembro ajeno.

Lutz se apoya en sus codos para ver lo que la bestia castaña intenta.

Teme que pueda arrancarle algo, pero ese miedo solo agravia la excitación.

El moreno lame con suavidad la punta, logrando que el alemán tenga un escalofrío. Luciano sonríe, recorriendo con un leve roce de lengua todo el miembro ajeno, de abajo hacia arriba. Con su mano ensangrentada sujeta la erección contraria comenzando un vaivén de arriba abajo.

El alemán hace lo posible por contener su voz y no quedar como alguien patético, mordiendo su labio, concentrándose en el dolor que siente en el rostro.

Por su parte, Luciano, una vez que considera la hombría alemana lo suficientemente ensangrentada repite las caricias con la lengua de tal modo que limpia la sangre. Para asegurarse coloca la punta en su boca y con parsimonia tortuosa baja sus labios despojando de sangre el cuerpo ajeno para saborearla a detalle.

Con una sola mano baja sus pantalones y un poco su ropa interior. Lo suficiente para dejar la punta de su erección al aire. Sus labios continúan en el vaivén mientras su lengua juega inquieta rozando cuanta piel puede.

El rubio suelta aire en un jadeo ahogado. Luciano decide darle atención especial a la punta mientras sus dedos fríos bailan con un tamborileo estimulante en el resto de la erección, esto antes de regresar a osadas caricias con la lengua. Esta vez el de ojos violeta no puede contenerse, termina gimiendo un poco menos masculino de lo que le hubiese gustado.

—¿Quién era el que iba a gemir como perra, decías? —se burla con mirada picara, a lo que el alemán bufa desviando la mirada, el italiano vuelve a lo suyo y un pensamiento le traiciona; "él es lindo" resuena en su mente de manera tortuosa.

El sabor a sangre se hace cada vez más escaso, a lo que el italiano se separa pasando su lengua por sus labios.

—Soy bueno ¿eh? —asegura quitándose por completo la ropa interior.

El rubio se incorpora para besarle en respuesta. Luciano no se entera, cada vez más impaciente y deseoso de ser penetrado, acomoda sus piernas a cada lado de los muslos alemanes, notando su entrada más húmeda de lo que esperaba.

Le acaricia la espalda con suavidad entre besos, acomodándose, rozando la punta del miembro ajeno, mas, el alemán que no puede aguardar más, da una embestida hacia arriba penetrando al italiano sin más dilación.

—¡Ihh! —chilla de sorpresa—. Pudiste haber avisado... ¡Bestia! —Eso sí, va bajando con lentitud su cuerpo haciendo más profunda la penetración, le abraza con fuerza cuando está toda adentro, respirando de manera agitada. Pasan unos segundos donde ninguno se mueve, solo sienten el calor ajeno chocar contra ellos—. ¿Esperas las pascuas o qué? Muévete.

El nativo no pierde ni un segundo, comienza un movimiento de cadera, torpe e instintivo.

A pesar de tono el italiano parece disfrutar el bestial vaivén, usa sus piernas para aportar intensidad a las embestidas.

De pronto y por cuestión de suerte, el alemán logra tocar el punto exacto de mayor placer dentro del italiano, este no puede evitarlo; gime, fuerte y encantado, arañando sin querer su espalda alta.

—Ahí... —suplica en un jadeo.

Lutz bufa un poco, detiene sus embestidas para dar una más precisa y potente justo donde le ha pedido el italiano, arrebatándole otro maravilloso gemido, que, por cierto, el alemán ha descubierto cuanto le gustan esos sonidos de placer, el moreno también se entera, pues puede sentirlo por como la erección del rubio crece en su interior.

El germano se concentra en complacer al italiano para obtener más jadeos y gemidos de su acompañante, claro que los consigue, aumentando la velocidad con cada estocada comenzando a perder la razón.

Le intenta abrir la camisa, en el proceso un par de botones salen volando, pero finalmente esa camisa negra sin arrugas del italiano rebela el torso de este. Lutz no se detiene a admirarlo, va directo a morder sus pezones.

—No muerdas... —le pide en un susurro de placer—. Hazlo más... ah... suave—indica, el nativo asiente obedeciéndole, usando sus labios para succionar y su lengua para acaricia con sutileza, su mano le recorre la espalda deteniéndose de vez en cuando a juguetear con su culo. Luciano echa la cabeza hacia atrás hundido en placer, puede sentir algo de líquido preseminal en su hombría. El de ojos magenta puede sentir la sangre del contrario resbalarle por el abdomen, gotas pequeñas que se escapan del rostro herido.

El sonido de chapoteo en la habitación se confunde con los gemidos latinos y gruñidos extasiados alemanes rompiendo con el silencio de la tranquila noche de Berlín. La cama rechina por los brutales movimientos de ambos cuerpos en fricción.

El italiano termina por empujar a su contrario para recostarlo sobre la cama, moviendo sus caderas a un ritmo más armónico, que no solo le genera más placer al moreno, también al de ojos violeta, quien en esta posición no puede evitar gemir sin contención.

Ambas voces se mezclan en una orquesta de pasión cada vez más próxima al clímax.

Luciano mueve su cadera en círculo, de arriba abajo, meneándose, de todas las maneras posibles que le generen y agravien su placer, el alemán no se queja, dejándole moverse como quiera, sus grandes y fuertes manos acarician los muslos canela mientras suben poco a poco a abrazar con sus manos el miembro ajeno, un gemido algo más agudo es liberado, el fluido preeyaculatorio humedece las manos de Lutz mientras masturba al italiano.

Una tensión se hace presente en el alemán, le recorre todo el cuerpo hasta que un movimiento maestro de cadera la libera en la forma del mejor orgasmo en toda su vida, el extranjero grita al momento de sentir la cálida esencia recorrer su interior, a la par que nota como se extiende el miembro ajeno más de lo normal dentro de él, causándole un placer inenarrable que le hace arquear la espalda en un sonoro gemido llegando al clímax, manchando los abdominales de su contrario con su propio fluido.

Ambos permanecen aún unidos por unos minutos donde solo se escuchan las respiraciones agitadas de ambos.

Luciano siente la erección ajena hacerse, más pequeña y poco a poco se van separando uno del otro, el moreno se recuesta sobre la cama del lado derecho, aun temblando, con ligeros pulsos eléctricos que le recorren el cuerpo.


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Historia hecha para Tea_el_te

¡Muchas gracias por la petición!


Y a ti, muchas gracias por leer.


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