Drei
Luciano despierta con el cabello revuelto.
Notando entre las sábanas grises el cuerpo de un fortachón rubio que aún duerme.
Hace los ojos en blanco ante él, pero no pierde la oportunidad de mirarle con atención dándose cuenta que es bastante guapo, en realidad, el italiano no suele salir con chicos, pero si saliera con chicos sería con muchachos como él.
Tiene un escalofrío al recordar las manos alemanas recorriendo su cuerpo.
¿Cuánto tiempo ha pasado? No tiene ni idea.
Se levanta de la cama, ya no se siente en celo, por lo que se dispone a ponerse la ropa e irse.
Pero pronto recuerda la dorada tarjeta del alemán y decide mejor preparar algo de comer, pero esa idea es descartada al notar que realmente puede desayunar en el restaurante más caro de Alemania si quisiera.
Claro, es malo desperdiciar agua, pero si vas a hacerlo, asegúrate de que no sea tu agua, por este pensamiento el italiano, tan ancho, se aproxima hacia un baño dispuesto a tomar una ducha para quitarse el aroma del alemán.
Cuando termina su baño rápido está que se muere de hambre, cada segundo más desesperado por tener un lujoso desayuno.
Se acerca a la cama y comienza a agitar al contrario.
—Despierta inútil. Tengo hambre —declara.
El alemán se revuelve sin hacerle demasiado caso.
Luciano bufa con fastidio, lo patea de tal forma que logra tirarlo de la cama.
El alemán se despierta en el acto con un quejido de dolor.
—¿Pero qué mierda te pasa? —protesta el rubio.
—Que muero de hambre, así que mueve tu culo, porque vamos a desayunar en el mejor restaurante de esta ciudad de cuarta y apúrate porque después te espera un día súper agitado, quiero comprar ropa.
Le lanza la toalla mojada con la que se ha secado luego de su baño, dando justo en la cara del alemán.
Este la toma, entra con ella al baño para tomar una ducha, va a tardar, pues pasará demasiado tiempo en el espejo mirando los puntos de su rostro, que algunos están precariamente hechos, examinará cada detalle pero le dará poca importancia de todas formas.
Luciano ni se preocupa por buscar sus pastillas de celo, pues extrañamente ya no siente la necesidad irrefrenable de acostarse con cualquier cosa que se mueva.
En cuanto Lutz sale del baño apenas le da tiempo de vestirse, pues Luciano ya lo tiene en la puerta con las llaves del auto.
×××
—Y entonces mi abuelo quiere casar a mi hermano con alguien de la pandilla contraria y así ganar más territorio, bla bla bla ¿Puedes creerlo? —pasar todo el día con ese rubio oxigenado sin duda lo ha desinhibido un poco.
—Debe ser horrible, yo no me casaría con nadie —asegura el alemán.
—Yo tampoco, es como una prisión y de las más asquerosas porque ni siquiera hay tanto sexo como en una prisión normal —bromea el italiano a lo que Lutz si que se ríe.
—¿Y qué tal una relación seria? —vuelve a ofrecer el incansable germano.
Luciano hace un exagerado gesto de asco.
—Aprende a diferenciar entre negocios y vida personal, guapo —bromea de nuevo mostrando la tarjeta dorada entre sus manos.
El rubio hace los ojos en blanco pero bueno, algo es algo.
—Pero mi abuelo también quiere casarme —retoma el tema con tristeza.
—¿Y? ¡Mándalo a volar! A un alfa nadie le da órdenes —muy seguro el alemán.
El moreno se muerde el labio pensando que muy alfa no es...
—Oh mira la hora, creo que es hora de volver a mi triste pueblito en Italia —con tono fingido de drama.
Lutz lo toma del brazo con un "Espera"
Luciano se voltea a mirarle, con un rostro de absoluto desinterés.
—Dame tu teléfono —pide.
—Mmm... No —trata de soltarse para seguir caminando.
—Hablo en serio, tienes algo que ... Me llama la atención ¿Entiendes? —coquetea el alemán.
Los ojos magenta le miran de arriba a abajo con una sonrisa traviesa.
—Lo sé, soy terriblemente guapo y altamente interesante, no me sorprende que te hayas enamorado de mí, pasa más seguido de lo que me gustaría —el modesto ha hablado.
El rubio se ríe con sarcasmo antes de darle una nalgada para nada discreta a su acompañante.
Luciano da un saltito antes de mirarle con ojos de pistola.
—Tú eres quien está hablando de amor, a mí sólo me gusta tu culo —mentira piadosa.
—No seas un imbécil —reclama—. Pero es cierto, un culo como el mío no es fácil de encontrar, de hecho, me atrevo a decir que es imposible —se regodea.
—Me alegra que lo aceptes —asegura el alemán—. Una de muchas razones por las que debes darme tu número.
—No —niega casi al instante—. Esa es información clasificada.
—Oh ¡Vamos! No me dirás que perderemos todo el contacto después de esto.
—Cree en mí, guapo, es mejor alejarte de mí, digamos que no estoy en... Negocios muy legales —sonríe.
El alemán levanta una ceja con una mueca traviesa. Sin pedir permiso toma al Italiano de la cintura en un abrazo algo pasado de tono, logrando que el moreno arquee su espalda.
—Te conviene entonces estar con un político fácil de corromper —le coquetea.
El italiano le coloca la mano enguantada en la cara con más fuerza de la que se esperaría.
—Bien, en eso tienes razón —aprieta la cara con algo más de fuerza—. Aunque para mi suerte, estoy muy seguro que hay muchos más políticos fáciles de corromper —justo acaricia la herida aún hinchada se la noche anterior. Provoca un escalofrío en el rubio.
Los ojos de este se posan sobre los magenta del contrario, en su sonrisa coqueta, de algún modo sabe que no debe dejar ir a este hombre.
Lamentablemente para el alemán, los italianos son difíciles de controlar, Luciano se fue en el tren más horrible rumbo a Roma. Ciudad donde su hermano, Flavio, le espera.
O algo así...
Realmente no lo estaba esperando, está viendo en la televisión "amas de casa reales de NY" mientras espera a que sus uñas se sequen, les acaba de dar una renovación total.
Es cuando Luciano entra a la casa dejando su maleta tirada por ahí.
Camina hasta la sala, deteniéndose al ver al rubio teñido de su hermano tan apacible.
—Ciao —saluda encendiendo un cigarro justo sobre la cabeza de su hermano.
El rubio protesta.
—Pedazo de mierda ¡Ten cuidado con mi pelo, idiota! —le reclama al instante, a la par que se hace a un lado para evitar la ceniza en su cabello oxigenado —. Hasta que haces acto de presencia ¿Tan difícil estuvo la tarea que te encargó Nono?
—Cállate —deja salir el humo por sus labios—. Me llegó el celo en medio de todo —admite en esa confianza que solo siente por su consanguíneo.
El rubio levanta las cejas abriendo la boca del asombro en un gesto exagerado.
—Oh. My. God! ¿Y qué hiciste? De que, se te adelantó ¿O qué? A mí aún no me llega. —exclama.
—Me quedé en casa de alguien —murmura como si nada, inhalando.
—No conocemos a nadie en... —suelta un ”no" muy expresivo con una sonrisa—. Conociste a alguien ¡Dormiste con alguien! —le mira burlón.
—Quien lo diría, al tonto de la familia le queda una neurona —replica grosero.
—¡Cuéntame de ella! —exige—. ¿O era un él? Dime, quiero todos los sucios y jugosos detalles —mueve de lado a lado su cabeza en un momento refinado.
—Nah, no me dan ganas —termina su cigarro. Más bien lo apaga con la suela de su zapato.
—Diez euros por los detalles —ofrece.
El se ojos magenta levanta una ceja, como dudando de esa propuesta, es hasta que su hermano saca de su cartera los diez euros que Luciano comienza a contar.
Saltando algunos detalles, claro, pero esta versión de la historia es la más completa que le dirá a nadie nunca.
Flavio no interrumpe más que para hacer una pregunta ocasional cada que le surge.
—Bien, bien, en resumen; te acostaste con un sexy y musculoso político, súper forrado —recapitula.
Luciano asiente, con los ojos volteado con fastidio y un rubor que se pierde entre su piel morena.
—No lo puedo creer. Tengo que convencer al abuelo de que me deje hacer un viaje a Alemania pero ya, quiero una ardiente noche con un musculoso patán —hace gesto de desmayarse de manera exagerada.
—Fue horrible —miente el norteño— era un absoluto cabron.
—No, ahora tienes que contarme todo —exige el mayor haciéndole un espacio junto a él para que tome asiento.
Luciano niega con la cabeza, pero esto no impide que se siente.
—Típico nazi. Rubio, abdomen perfecto, cabeza vacía —comienza a describir.
—Qué importa eso, seguro que era alfa, siempre tienen la cabeza llena de mierda, incluso el Nono, a veces pienso que tiene el cerebro en la verga, en serio —comienza a criticar su hermano.
—Importaba, sobretodo porque él quería tener una —hace una pausa dramática—, relación.
—¿Casarse? —pregunta con asombroso.
Los ojos magenta se voltean mientras niega con la cabeza.
—No, solo quería que fuese su novio.
Flavio se lleva las manos a la boca aguantando la risa.
Ese par de cotillas continúan criticando cada pequeño detalle de ese tal Lutz mientras anochece.
Terminan cenando pasta casera, deliciosa pasta casera.
Eso antes de irse a la cama.
Luciano se deja caer con cansancio en su cama. Aún no le cuadra mucho que el celo haya desaparecido tan rápido, suele durar unos días, pero, fue conveniente, en realidad.
Lo bueno es que no tendría que ver nunca más a ese hombre y... Eso siempre era reconfortante. Sexo de una noche significa precisamente eso, sexo una noche y al día siguiente si te vi, no me acuerdo.
Pero ciertamente hay algo en él que lo hace sentir raro. Quizá algo cálido.
∆•∆•∆
La espera ha sido eterna y pido perdón por ello, nunca creí que la escuela me consumiera tanto, pero he vuelto y está historia será más constante.
Me da la vibra de martes así que será publicada los martes.
Gracias por leer y una sincera disculpa.
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