Prólogo
Nunca sabrás cuando será
la última vez. 🍃
No sé cuántas veces deseé en la penumbra de mi habitación poder regresar el tiempo, cómo ese deseo causaba un dolor qué comprimía mi pecho cada noche y era más insoportable al ser la realidad un recordatorio perpetuo de que es imposible.
Fui quién limpió mis lágrimas, me di aliento y ánimos para continuar.
Con el paso de los años no llegó a doler menos, me acostumbré a vivir con el, aprendí a reprimir lo que sentía y lo que me causaba. Controlar mis emociones.
Me vi obligado a crecer bajo la frialdad de mi padre, aparentaba estar bien aún sintiéndome roto y destrozado por dentro.
Me exigí ser fuerte.
Casi no tenía tiempo para llorar ni lamentarme. Y supongo que debo agradecer eso, qué los estudios y la lectura me mantuvieran distraído y enfocado en cosas de las que un niño no debería preocuparse a esa edad.
Mi formación fue estricta, el se encargó de que así fuera.
Pero sea donde sea el punto dónde he querido mantener mi atención siempre vuelven los recuerdos, si pudiera cambiar algo de mi pasado volvería a ese día, haría todo lo posible para que así mamá no saliera de la casa, no en ese estado.
Sus manos estaban frías, temblaba. Las lágrimas corriendo por sus mejillas, esos ojos enrojecidos de tanto llorar y su respiración fallando con el violento ritmo de su corazón.
Estuve muy lejos de poder hacer algo que logrará impedir lo que ocurrió. Y eso me hace sentir muy culpable.
Recuerdo ser arrastrado hacia su auto que encendió en movimientos torpes tan rápido como el temblor de sus manos le permitía, lo puso en marcha desesperada por salir de casa, lo que antes era mi hogar y se sentía como tal.
En el camino solo la miraba llorando desconsolada como si algo dentro de ella se hubiera roto, verla así me hacía sentir afligido, preocupado.
Su vista estaba fija al frente pero mis ojos estaban sobre ella en todo momento, quería comprenderla, no recordaba haberla visto antes tan mal.
Aunque tampoco entendía los términos que vociferaban en aquel entonces.
Mi mente buscaba posibles explicaciones pero todas carecían de sentido.
Estábamos tan lejos de nuestro hogar, la nieve cubría todo el camino permitiéndonos ver solo los costados de la carretera cubiertos con esa capa fría y blanca.
Ella seguía sollozando, su mirada reflejaba tantas emociones dolorosas que quería ocultar de mis ojos, igual podía sentirlas, de alguna manera podía sentir su desaliento, me hacía sentir confundido, afectado.
En mi inocencia se me ocurrió preguntar.
No quise hablarle hasta que estuviera más tranquila.
No estaba mejor que antes, pero quería hacer algo para distraerla, hacerla reír de nuevo. Reír con ella. Verla feliz.
Me encanta ver su sonrisa.
- ¿Mami...estás bien?- La misma pregunta me hacía sentir tonto, sé qué no estaba bien.
Pero ese era mi intento de conversación.
Su mirada cae sobre mi, y no sé describir el sentimiento que se reflejó en ellos.
Parecía cansada.
- ¿A dónde vamos? - Preferí hacer otra pregunta.
- ¿Recuerdas a Naty ? ¿Mí amiga? - Trata de sonar animada, pero el vacío en su pecho y la desolación de su voz no pasan desapercibidos. - Viviremos un tiempo con ella - Concluye.
- Pero dejamos nuestras cosas - Cuestioné.
- Luego las buscaré.
No sabía si créer eso más no insistí.
El silencio era un poco agonizante con tantas dudas picando en mi cabeza.
- ¿Mami? ¿Estás así porqué papá y tú discutieron? ¿Por eso nos vamos ? - Siempre me a dicho que soy muy directo, me a reprendido por muchas de mis imprudencias.
No lo veo como algo malo, me han enseñado a siempre decir la verdad, o lo que pienso.
Sus ojos se humedecieron de nuevo, dejando caer nuevas lágrimas. De inmediato me arrepentí de aquello que salió de mi boca.
Debí quedarme callado.
Mientras conducía desvío su mirada hacia mí, su mano desordenó suavemente mi cabello hasta descansar en mi mejilla recosté mi rostro en su palma acariciando con mis dedos su dorso.
No quiero verla así.
Su piel esta tan fría.
Esta aquí, pero la siento lejos.
Que extraño.
- Todo va a estar bien mi bebé, no te preocupes - Aseguró.
Y le creí.
Esas palabras me dieron paz por unos segundos.
Pero era una mentira que nisiquiera ella sabía.
Era la última vez que vería a mi madre, que me hablaría, la última vez que sus ojos claros me mirarían mientras acariciaba mi rostro.
Y no lo sabía.
Perdió el control del auto.
Fue sorpresivo para ambos, el volante no respondía a sus manos para poder maniobrarlo, no se exactamente cómo pasó pero el vehículo terminó volcado luego de dar violentos giros sobre el frío y resbaladizo pavimento.
Todo parecía ir en cámara lenta y al mismo tiempo tan rápido, parecía irreal, tan increíble.
La tenacidad con la que éramos sacudidos adentro me hacía sentir cada golpe con detenimiento. Dolía. Aún duelen recordarlos.
Era desesperante no poder eludir las duras paredes de metal que dañaban mi cuerpo.
Cada golpe robaba más aire que el anterior de mis pulmones.
Lloraba, apenas y podía gritar en cada sacudida.
Había tanto ruido atormentando mis oidos que no podía escuchar mis propios gritos, aún así lo hacía con más fuerza hasta el punto de desgarrar mí garganta.
Quería qué todo parará, que se detuviera.
Y así fue luego de unos tormentosos segundos.
El último golpe lo recibió mi frente, me dejó totalmente aturdido con un molesto zumbido en mis oídos.
Me sentí perdido por algún periodo de tiempo.
No traía puesto el cinturón de seguridad, eso quizás hubiera ayudado a reducir el ímpetu del impacto.
De algo fuese sido útil.
Mi cuerpo estaba tan adolorido, aún así trate de mantenerme inmóvil para evitar que dolieran más mis músculos.
La intensidad del dolor punzante en algunas zonas era tan desorbitante que sentía con claridad el palpitar de mi corazón.
Otras ardían. Tan insoportable como una quemadura.
Pensé en mamá.
La preocupación invadió mi pecho con desesperación, no sabía cómo estaba ella.
El vehículo estaba de cabeza, la mitad de mi cuerpo reposaba fuera de la ventana sobre el helado asfalto y una cantidad desmesurada de vidrios fragmentados.
Había una fuerte presión dentro de mi cabeza.
Giré mi vista hacía su asiento y no estaba ahí, la busque por todos lados.
Luché porque mis ojos no se cerrarán, luché por ella. Era demasiado esfuerzo mantenerlos abiertos y cada vez se me hacían más pesados los párpados.
Mi vista se fue aclarando hasta que pude enfocar mejor y la vi.
La imagen que me llevé hizo que el mundo se derrumbara a mi alrededor y un nudo formarse en mi estómago.
Que algo dentro de mi se quebraba.
Me llené de desesperación arrastrándome con prisa sobre los extensos vidrios tendidos sobre el suelo sintiendo como rompían mi piel incrustándose en ella. No era nada comparado con lo que mi alma estaba experimentando.
No sé cómo llegué hasta ella pero lo hice.
Caí en shock sobre mis rodillas a su lado.
Una gran parte del parabrisas había penetrado en su abdomen traspasando su blusa, era perturbador, tenía heridas y raspones segregando aquel líquido rojo.
La sangré fluía por su rostro, fuera de una gran abertura que estaba en una esquina de su frente, también de su boca, eso empezaba a impedirle respirar. Estaba ahogándose.
Doloroso.
Muy doloroso.
Ni siquiera sabía cual era mi estado físico, solo se que me dolía todo y es lo que menos me importaba, podía resistirlo pero ella...
No pude contener las lágrimas que empezaron a correr sin medida por mis mejillas.
La dulce mirada de sus ojos estaba perdida, se estaba apagando.
Me miró y extendió lentamente su débil mano hacía mí, la tomé sin dudarlo.
Quería hablarme.
Cada vez que intentaba articular palabra la sangre llenaba más su garganta, eso la hacía desesperar, estaba agonizando y apretaba con fuerza mi pequeña mano.
No tenía qué adivinar para saber lo que quería decirme.
No tenía que pensar demasiado para entender lo que estaba pasando... Lo que iba a pasar, no había vuelta atrás ni nada que me librará de vivir eso. Fue irrevocable.
Poco a poco fue perdiendo la fuerza, ya no se estaba esforzando.
No podía más.
Fue cuando sus ojos suplicantes me miraron por última vez antes de dejar caer su cabeza y cerrarlos, su último aliento me hizo salir de aquel trance en el que estaba, no solté su mano más bien me aferré a ella sin importar mancharme con el charco que hizo su sangre destilando desde su abdomen hacia sus costados. Comencé a llorar como si con eso pudiera traerla de regreso. Era tarde, era imposible.
No sé cuánto tiempo paso y no me importaba, solo podía llorar y abrazarla, rogarle que volviera.
Qué no me dejará solo.
Le prometí que no volvería a escaparme para ir a jugar si estaba castigado.
Qué no me escondería cuando no quisiera hacer mis tareas.
No volver a desobedecerla.
Pero no hizo nada.
Sus ojos no volvieron abrirse y los míos cada vez se cerraban más.
Me sentía muy mal.
Allí me quedé, sobre el cuerpo inerte de mi madre expuestos al frío aire de invierno que la congelaba cada vez más haciendo tiritar el mío, ya no me brindaba de su calor.
No resistí.
Los cerré, segundo tras segundo todo se volvió oscuro.
"Te amo" eran las dos palabras que no pudieron pronunciar sus labios y que escuché muchas veces con sus cálidas e incansables muestras de afecto.
- También te amo - Murmuré casi inconscientemente, luego todo se torno extremadamente silencioso.
Fue el peor momento de mi vida, una de las peores experiencias.
No sabía que sería de mi en el futuro o como cambiarían las cosas para mí, lo único que podía pensar era si así es como se siente morir... Duele mucho.
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