Capítulo 2 parte I

Estos últimos días las lluvias han sido torrenciales, y no parece que el clima quiera mejorar, el aire es frío y el cielo está cubierto con una gran capa de nubes blanquecinas y de color grisáceo que abrazan el horizonte dándole al día un aspecto triste y sombrío.

Me sorprende que aún con todo esto, las clases no fueran suspendidas.

Y qué mal por mí. Se supone que mi clase comenzó hace 20 minutos con Amanda Peralta, no daré justificación esta vez del porqué llegué tarde y seguramente no me hubiera dejado entrar, si lo hacía, muy probable que perdiera 15 minutos de su tiempo dando uno de sus jocosos sermones sobre la falta de puntualidad.

Así que para que molestarme.

Que manera de comenzar el año.

Pero eso no es lo que inquieta mi cabeza.

Me muevo entre las personas que se encuentran transitando en los amplios pasillos de la universidad mientras voy rumbo a los dormitorios, tan sumergido en mis pensamientos que no extiendo mi atención para detallar lo que me rodea a medida que avanzo. La noticia que recibí está mañana me tiene algo distraído, inquieto, hasta un poco nervioso, no sé cómo debería tomarla exactamente.

Mi padre se comunicó con Astrid temprano en la mañana y le ordenó que enviara a alguien a recogerlo en el aeropuerto, posiblemente se encuentre en casa cuando regrese. Estuvo fuera durante 7 meses y lo único que sé sobre ese viaje es que tenía asuntos pendientes por resolver, no conozco los detalles y no imaginé que tardaría tanto esta vez.

Pero estoy acostumbrado a su ausencia desde pequeño.

Siempre fue alguien muy... ocupado.

Y prefiero mantenerme alejado de él tanto como pueda ahora que estaremos de nuevo bajo el mismo techo, así no tendré que controlar mi temperamento ante su distante y ambiguo comportamiento. Tiene esa facilidad de despertar mi ira sin mucho esfuerzo, y sé que el motivo por el que me molesta tanto su actitud es porque me importa más de lo que estoy dispuesto aceptar.

O exteriorizar.

Aunque la indiferencia a lo largo de los años se convirtió en un hábito, tan natural como respirar, es de gran utilidad para mantener mis verdaderas emociones al margen, sobre todo cuando no logro entenderlas o reaccionar bien ante ellas, detrás de una barrera glacial. Odio mostrar debilidad o ser vulnerable así que prefiero medir mi comportamiento y guardar distancia.

Ahora que recuerdo, han pasado dos días y no he tenido ningún tipo de comunicación con Neitan. Recuerdo que hoy debía encontrarse con su padre. Me preguntó cuál será el tema principal de esa interesante conversación.

Espero que no termine decepcionándolo de nuevo.

Al llegar a la puerta del dormitorio busco en mi bolsillo la llave enganchada a ese viejo llavero desgastado que me obsequio mi madre hace mucho tiempo solo porque le pareció linda la silueta que tiene, de un gato. En su momento no me pareció nada tan llamativo a excepción de su color pupura rutilante.

Solo es una figura aburrida, pensé.

Y ahora, es una de mis posesiones más preciadas.

Una vez tengo la llave en mi mano la introduzco en el ojo de la cerradura girando la manija del picaporte y posteriormente ingreso en la habitación despacio, observando su interior en cada paso, todo está exactamente igual, monótono, silencioso, aburrido, hasta un poco sucio por la acumulación de polvo.

Este lugar nunca tuvo nada de especial, solía ser una especie de refugio cuando no quería estar cerca de mi padre, ni de nadie, verlo, escucharlo... Me llenaba de ira sentir su indiferencia hacia mí, al menos en eso siempre fue constante, me daba mucho coraje fingir que no me importaba o afectaba su falta de interés, todo lo contrario.

Al principio me frustraba no entender el origen de su frialdad, aún sigo sin entenderlo pero ya no me interesa averiguarlo.

Así que venía aquí.

O me perdía en el campus a ahogarme con el humo de mis cigarrillos y asfixiarme con mis tortuosos pensamientos junto a una docena de voces en mi mente donde yo no participaba en ninguna de sus conversaciones.

Me acerco a la ventana donde solía quedarme por un rato cuando no lograba conciliar el sueño, a veces la soledad de este sitio me hacía sentir más miserable, mirar el campus y las gradas iluminadas por la luz de la luna me daba una sensación de tranquilidad. Escasa, ya que el caos es mi cabeza no me permitía disfrutar ni siquiera de las cosas más simples, así las noches fueran las más tranquilas, agradables y silenciosas todo el ruido provenía de mi cabeza.

Donde solo yo puedo escucharlo, aturdiéndome una y otra vez.

Suficiente de lamentos.

Desviando la atención de mis propios recuerdos y pensamientos cambio mi enfoque a la mesita de noche que está junto a la ventana, y visualizo sobre la superficie un anillo.

Tomo entre mis dedos el pequeño objeto dorado acariciando su fría y lisa textura antes de anillarlo en mi dedo índice donde normalmente acostumbro usarlos. Poco a poco mi piel va regulando la temperatura del material hasta que toma mi calor a medida que mis dedos juegan con él.

No recuerdo cuando lo deje aquí, en ocasiones suelo perderlos con mucha facilidad.

Algo repentinamente me hace llevar la vista al lado contrario de la habitación, donde una maleta color marrón reposa en una esquina. Frunzo el ceño casi de manera inconsciente ante mi confusión.

Eso no es mío.

- Oh, ¿Qué hay amigo? - Miro en la dirección de la que proviene aquella voz encontrando a un sujeto de cabello rubio oscuro mirándome con algo de extrañeza y naturalidad desde la entrada.

Hago un movimiento con mi cabeza en modo de saludo - ¿Es tuyo? - Le pregunto sin rodeos señalando el equipaje aun cuando creo tener la respuesta. Él parece un poco desorientado, sin embrago me responde casi de inmediato luego de entender a lo que me refiero.

- Sí. Si, si es mío - Se adentra en el cuarto - La había olvidado - Dice riendo y se detiene junto a la cama que ahora le corresponde, tirando sobre ella el bolso que cuelga de su hombro - Creo que tengo todo - dice para él y se sienta en la orilla de la misma mirándome con atención mientras deja sus cosas a un lado.

- ¿Y tú...? - Hace un discreto ademán con su mano mientras espera contestación de mi parte.

- También es mi dormitorio - Ladeo mi cuerpo de nuevo a la mesita de noche restando importancia a su presencia he inicio de conversación, abriendo una de las gavetas encontrando vacío su interior a excepción de un viejo libro que nunca me animé a leer.

No soy fanático del romance.

Mucho menos si el drama y melancolía supera los límites de la estupidez.

No lo sujeto, mis dedos no tocan su cubierta, simplemente lo miro con desinterés intentando recordar de dónde lo saqué. No obstante, no logro acordarme.

- Oh, eso es genial amigo - Lo escucho decir a mi espalda y posteriormente cierro el cajón con parsimonia mientras él se pone de pie enérgicamente - Digo, tener un compañero - Aclara - Soy Roger - Se acerca hacia donde estoy y extiende su mano hacia mí con demasiado entusiasmo para mi gusto esperando que la estreche. Cosa que hago luego de unos segundos.

- Andrew.

- Genial. Y ¿eres de por aquí? - Pregunta. Habla demasiado.

- Nací aquí. No soy nuevo.

- Yo nací en Canadá, mi madre consiguió una excelente vacante en un hospital y yo una beca en esta prestigiosa universidad, y aquí estoy. Es estupendo, con mucha suerte - Vuelve a sentarse en la cama. Aunque intenta relatar los acontecimientos recientes de su vida con emoción y entusiasmo, sus gestos son más reveladores.

- No pareces conforme.

- Bueno - Suspira con resignación - Debo darme un tiempo para acostumbrarme, es un cambio de aire muy grande - Ojea la habitación desde su lugar - Es acogedor - Dice refiriéndose al entorno, un cambio de tema sutil para sepultar cualquier rastro de incomodidad o quizás para no avivar sus sentimientos de nostalgia frente a un extraño.

- Si lo es, estarás a gusto.

- Espero que si - Se ríe, renovando su ánimo inicial - Oye y ¿Tenías compañero antes? ¿Se mudó o algo así? - Pregunta.

- Solo he estado yo.

- Entonces, soy algo así como tu primer compañero - La sorna en su voz es contagiosa por alguna razón, lo que me hace sonreír por al menos 4 segundos.

- Si, algo así. Debo irme, se supone que mi clase era hace media hora.

- Esta bien, nos vemos - No creo que le cueste adaptarse, parece ser ese tipo de personas que no les cuesta ser socialmente agradable.
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