Y2K

Las teclas repiqueteaban como un tamborín, compitiendo con la leve música de fondo que lo acompañaba. Eso ya era común desde hacía demasiado tiempo para sus cansadas manos... El módulo de reconocimiento de voz fue un gasto inútil, una de esas promesas "hype", que nunca funcionan, y ahora era otra pieza de software inservible, para el olvido.

Hacía semanas que Fabricio no conciliaba el sueño, agobiado por el trabajo incesante al que se hallaba abocado. Demasiada carga sobre sus espaldas, demasiada responsabilidad. La multinacional para la que trabajaba desde muy joven le había dado un ultimátum: el sistema debía funcionar. La guitarra que había comprado la Navidad pasada estaba llena de polvo en un rincón de su casa, puesto que jamás tuvo el tiempo suficiente para aprender a tocarla. Las plantas del balcón habían muerto por falta de agua, los perros habían sido regalados y la mujer, junto a su hijo de siete años, se había mudado a casa de su madre porque no podía soportar más la vida solitaria que llevaba, sin ver por días al hombre que amaba, con el que pensó pasaría el resto de su vida...

Pero nada importaba, ahora casi todo estaba listo, preparado. Cambios estructurales, una base de datos consistente, y, sobre todo, fechas con años de 4 dígitos. El Y2K, el maldito bug del fin del milenio, lo estaba por volver loco. La hora de la liberación estaba cerca, prácticamente todo funcionaba a la perfección en el ambiente simulado sobre el que su sistema de interconexión de sucursales remotas corría. Toda la información de la empresa estaba distribuida en múltiples bases de datos a lo largo de varios países, por lo que el mecanismo en el que el trabajaba era crítico; sin él, nada del resto funcionaría.

Lo que más resentimiento le causaba del asunto es que el sistema sobre el que trabajaba tenía módulos con más de 30 años de antigüedad, en cuya definición él no había participado ni había sido responsable, pero ahora los debía corregir... Y mientras tanto, los ladrones irresponsables de tan garrafal descuido debían estar festejando con sus familias, alegres... O muertos... Pero no sufriendo como él lo estaba haciendo.

¿De qué sirvieron tantos años de universidad, méritos, honores, el doctorado?, ¿De qué?... Al fin y al cabo ahora era más esclavo que la limpiadora que vaciaba su cenicero todas las mañanas... Ella por lo menos a la tarde huía del trabajo y estaba con su familia, o dormía, sin preocupaciones, hasta el día siguiente, e inclusive tenía libres los fines de semana... Mientras tanto, él permanecía atado a su escritorio, con la barba crecida, despeinado, su salud desmejorada, y débil de poco comer. Por otro lado, los gerentes y administradores también deberían estar festejando con sus respectivas familias, ya que el problema les concernía pero eran incapaces de hacer algo al respecto, tan sólo depositar su confianza en él.

Y mientras tanto él seguía allí atascado, muriendo por dentro. Todo fuera por la jugosa suma de dinero prometida, por el honor puesto en juego y por el año de vacaciones pagas que ofrecieron como recompensa de una solución válida al problema.

Y las teclas seguían en un repiqueteo infernal... No estaba con su familia; bueno, de hecho ya no tenía familia, no estaba festejando, aunque tampoco había mucho por festejar, tan sólo seguir...

Repentinamente la luz del edificio se apagó por completo, y luego la de toda la ciudad. Afuera, los fuegos artificiales causaban un colorido resplandor que sacó de su ensimismamiento a Fabricio, por pocos instantes. Su pantalla aún permanecía encendida, a pesar del apagón, debido a que su fuente de alimentación ininterrumpida estaba cargada... Bueno, había cambiado el año, qué importaba... Y siguió tecleando... Mientras tanto millares de personas festejaban, se emborrachaban, o hacían el amor para festejar la venida del nuevo milenio...

La total oscuridad, contrastando con la luz que su pantalla irradiaba, le hacía arder los ojos, por lo que desenchufó la impresora de la UPS y conectó su lámpara de mesa. Las previsiones, pesimistas según algunos, decían que los servicios de agua, luz y teléfono caerían por el mismo problema que él estaba intentando solucionar... Y así fue, pero de todos modos los festejos continuaron, los problemas recién se sentirían en los días subsiguientes. Por otro lado, su empresa, importante y responsable como era, tenía un plan de contingencia que asumía una autonomía total inclusive en el peor de los casos: Reservas de agua y comida para cerca de tres meses, generadores de electricidad, comunicación inalámbrica, cualquier cosa que se pudiera necesitar... Todo útil si su módulo, crítico, funcionaba; sino, de todos modos caería, con el resto de la humanidad.

El hombre, joven, pero con el rostro avejentado por el sacrificio que venía llevando, se acercó a la ventana. La oscuridad era absoluta, sólo las luces de los fuegos de artificio rompían de vez en cuando el esquema. Quiso detenerse a pensar pon un momento sobre el significado de su vida y de ese momento, pero no pudo hacerlo, puesto que en ese instante la luz regresó. Al momento, el leve pitido de su radiomensaje indicó la llegada de uno nuevo. "¡¡¡Felicidades!!!, Que este año sea tan bueno como el anterior." decía, y, como era de esperarse, era de la propia empresa, que poseía un sistema interno de mensajería. De hecho, había sido su idea enviar ese mensaje grupal, por lo tanto, la única felicitación que recibió esa noche, tristemente, fue suya propia... Mientras tanto, el resto de la ciudad permaneció a oscuras, salvo su edificio y otros dos o tres que se divisaban a la lejanía. Todo funcionaba según lo previsto, su compañía persistiría sobre la competencia.

La radio se había encendido nuevamente al volver la corriente, con un ruido ensordecedor... Aparentemente todas las emisoras habían caído. Por lo tanto, puso un CD en la bandeja y lo dejó sonar. Ya se había iniciado el año 2000... Y el sistema aún no funcionaba. Pero eso no importaba, puesto que el 1º de enero, sábado, era feriado, y el 2 era domingo. Recién el lunes 3, a la mañana, se necesitaría ejecutar el programa en el que estaba trabajando. Esto le daba dos días más de ventaja sobre su acérrimo enemigo, el bug del milenio.

Al rato sintió la garganta reseca, y se acercó al bebedero para tomar un poco de agua. Cargó un vaso de plástico con el refrescante líquido, y bebió un largo sorbo de él ¡Cuánto le hubiera gustado poder estar brindando con copas repletas de champán junto a sus amigos, en vez de estar solo tomando agua de un bebedero en un miserable vaso de plástico! Pero cada uno tiene sus obligaciones, y las de él aún no terminaban, además, dudaba que sus propios amigos lo recordaran para ese entonces.

Se sentó, y el ruido de las teclas empezó de nuevo a competir con el del equipo de sonido. La cabeza le dolía un poco, pero no importaba, pronto todo terminaría... Y esa noche pasó, y el día siguiente, y el siguiente... La última noche terminó también... Alrededor de las 5 de la mañana del día lunes, casi al borde del agotamiento, finalizó su tarea, de una manera clara, perfecta, casi sofisticada. Todo funcionaba a la perfección, los módulos, la interconexión, las fechas, los documentos, los protocolos de transferencia... Una paz interior tan grande cobró forma en su ser, que nadie, nunca, podría haber sentido algo igual. Sólo quedaba instalar el programa en el servidor y luego transmitirlo automáticamente al resto de las máquinas dedicadas en los demás países. Las tres horas con las que contaba eran más que suficientes para ello, y el satélite que la compañía poseía funcionaba correctamente, listo para realizar las transferencias necesarias.

Pero entonces un mensaje de error se mostró en la pantalla de su monitor cuando intentó copiar los archivos nuevos dentro del servidor. Era raro, nunca había tenido este tipo de problemas desde el laboratorio en el que trabajaba. Reinició su máquina, esperando una solución, pero nada. Pensó en que tal vez su PC era el problema, aunque todos los test a los que había sido expuesta indicaron un funcionamiento correcto ante el problema del año 2000.

Sin esperar más, copió los archivos en un diskette, y se apresuró a dirigirse a la habitación donde el servidor se encontraba... Más que sorpresa, o desesperación, no pudo evitar sentir. La máquina servidora general de todos los sistemas, y su espejo, "certificadas" como Y2K compatibles tanto en hardware como en el sistema operativo, mostraban unas pantallas azules con un mensaje de error en una tipografía grande que hacía años Fabricio no veía... Y todos los servidores de la empresa, en todo el mundo, eran iguales. Reiniciarlos, realizar cambios, no serviría de nada, podrían pasar semanas antes de que se reemplazaran por otros que no poseyeran ese problema, si es que los conseguía... El hombre cayó de rodillas al piso, llorando, mientras que el diskette rebotaba contra el suelo y terminaba en un rincón del cuarto... Fabricio pensó en ir al auto, tomar el revólver de la guantera y suicidarse; pero luego se arrepintió... De hecho, hacía tanto tiempo que no abandonaba el edificio, que ya ni recordaba dónde estaba estacionado su vehículo. Pensó en destruir los equipos o incendiar el lugar, pero eso no serviría de nada, pensó en su familia, que lo había abandonado por su propia culpa... Y lloró, hasta más no poder, hasta quedar prácticamente inconsciente sobre el frío suelo...

Mucho después, cuando un guardia de seguridad lo encontró e intentó ayudarlo a levantarse, Fabricio lo empujó y salió corriendo, hacia afuera, enloquecido. El sol radiante de la mañana lo hirió de una manera sorprendente, siéndole casi desconocido luego de tanto tiempo de encierro. Sin rumbo fijo caminó por las calles, confundido, mientras que unos camiones destartalados de la administración de agua cargaban baldes a cientos de personas que se arremolinaban en torno a ellos.

Sin saber cómo, de forma inconsciente, se halló en el confesionario de una iglesia, hablando, sollozando y sufriendo. Necesitaba descargarse, pero los consejos del sacerdote nunca llegaron a sus oídos, simplemente porque sus pensamientos taparon las palabras del sacerdote. Cuando finalmente salió del lugar, se detuvo, miró al cielo, azul, y se dio cuenta del desperdicio que su vida había sido todo ese tiempo. Se propuso hacer algo, de tantas cosas pendientes... Estaba su madre a quién hacía tanto no veía, su esposa e hijos, que tal vez no lo recibirían, sus amigos, que ya no lo recordaban, la guitarra abandonada en su casa, una casa que hacía meses no se utilizaba... Y caminó, porque se dio cuenta de que realmente no importaba qué hacer de allí en más, sino simplemente hacerlo.


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