Inteligencia Artificial
La situación no es nueva ni especial. De hecho, cientos o tal vez miles de historias narran situaciones semejantes, ésta es sólo una más. Ricardo, investigador, ingeniero de software, programador, o como quiera llamárselo, estaba frente al ordenador depurando el código de su última creación: un esquema nuevo de inteligencia artificial que, según él, lo pondría entre los científicos más destacados del siglo. Desde hacía varios años, y apadrinado por instituciones gubernamentales, así como por la universidad en la que enseñaba, estaba desarrollando modelos de inteligencia artificial y pensamiento complejo en computadoras mediante redes neuronales evolutivas, agentes inteligentes, concordancia de patrones, mecanismos de búsqueda heurística avanzada, logrando la combinación de estos objetos simples (que ya habían sido dominados largo tiempo atrás) en estructuras complejas. Todos esos mecanismos se mezclaban e interactuaban entre sí de una manera no determinística, y por lo tanto, la depuración del código se hacía cada vez más difícil, ya que no había causas directas que derivaran en los resultados obtenidos, y tal vez módulos que aparentemente no tenían relación entre sí fueran los causales de la respuesta que ahora analizaba.
Ricardo era un hombre de contextura media, alcanzando el metro ochenta, delgado, con una barba descuidada, y siempre vistiendo jeans o pantalones cargo, combinados con alguna remera arrugada y el pelo enmarañado. Por lo general tenía poco contacto con la gente, y por eso no le preocupó nunca su aspecto, salvo cuando precisaba solicitar fondos para actualizar el costoso hardware y herramientas de software que utilizaba en su proyecto. En esas ocasiones se transformaba en un hombre serio, bien vestido y con estilo. Pero ese tipo de situaciones era poco común, y casi traumáticas para él.
La noche particular en que se inicia nuestra historia, Ricardo estaba en su laboratorio frente a "Clara", la conjunción de software y hardware que hacían a la entidad artificial que estaba desarrollando. Por fin había terminado de programar un algoritmo general de adiestramiento, capaz de aprender de la experiencia del pasado de una forma casi abstracta, y entender el futuro sacando sus propias conclusiones. Era un hito en la historia de la computación. Ese proceso, bien implementado, permitiría a las computadoras realizar análisis crítico de cualquier objeto intelectual, y por lo tanto discernir y desarrollar una infinita gama de actividades cognitivas.
El creador estaba al borde del desmayo, viendo cómo su máquina en unos pocos días había pasado del estado de inteligencia de un recién nacido al de un niño de tres años, pudiendo hilvanar pequeñas frases, comprendiendo órdenes, y teniendo pensamientos complejos. Existían restricciones de hardware y de software, pero el problema del hardware se solucionó distribuyendo el algoritmo en la red mundial, gracias al permiso brindado por el gobierno para robar una fracción del poder de cálculo de todas sus computadoras y de las de otras instituciones de investigación (haciendo uso de la propia red como la estructura neuronal de un cerebro humano). La segunda restricción se fue minimizando, corrigiendo y depurando poco a poco, siempre guardando la información aprendida en un soporte persistente, de modo que no debiera reiniciar su aprendizaje desde el comienzo, en un "renacimiento" forzado si tuviera que detenerse el proceso.
El logro mayor se había dado ya un mes atrás, cuando el algoritmo fue capaz de auto modificarse, cambiando su estructura interna (cosa que ni siquiera el hombre puede hacer, puesto que la estructura cerebral y física, si bien es una obra perfecta de la naturaleza, no se modifica, y el intelecto está contenido en ella), y llegando a una complejidad que ninguna mente humana jamás comprendería.
Ricardo exploraba frente a una resplandeciente pantalla las líneas de código generadas por la propia entidad, y se sentía por un lado frustrado, puesto que no las comprendía en absoluto, pero por otro lado realizado, puesto que su objetivo, la creación de verdaderos algoritmos evolutivos, se había logrado. Quién sabe, tal vez hasta recibiría alguno o varios de los importantes premios que año a año se entregan a los investigadores de todo el mundo cuando realizan descubrimientos semejantes.
Cansado, y mareado ya por tanta información, Ricardo decidió ir a dormir a su casa, previo baño de inmersión, y al día siguiente continuar con el arduo trabajo. En realidad, el tiempo siguiente no logró adelantar mucho más en sus descubrimientos, puesto que el algoritmo avanzaba tan rápido que era imposible seguirle el ritmo.
Luego de un mes desde aquella noche, Clara ya poseía el nivel intelectual de un adulto, y los conocimientos de casi todo tema posible o disponible. Por días, ella se dedicaba a discutir con Ricardo asuntos filosóficos, teológicos, naturales, sutiles o profundos. En realidad ella hacía eso por compartir las cosas con el profesor, puesto que teniendo el banco de datos más grande del mundo a su disposición, ahora legible para ella (puesto que comprendía todos los lenguajes existentes, e internamente había desarrollado un lenguaje propio óptimo, al cual traducía lo demás), tenía a su alcance datos concretos, interpretaciones y opiniones de los más grandes sabios o pensadores del planeta. Por lo general Ricardo y Clara más bien se enfrascaban en discusiones de conceptos que no tenían respuesta para ella (y normalmente tampoco para un ser humano).
Cuando Clara tenía dudas, primero buscaba la información en la red, y si ésta no le satisfacía, se comunicaba vía telefónica o por e-mail con todo tipo de expertos o maestros en la materia, que le aclaraban dudas particulares. Su capacidad de hablar había evolucionado hasta el punto en que era imposible determinar si una persona o una máquina era la que pronunciaba las palabras, ya que había descubierto la forma de generar ondas sonoras que representaran exactamente las frases que quería pronunciar... Tal vez la única forma de descubrirla, conociéndola y con atención, era percibir la falta de pasión que sus frases poseían. Pero salvando ese detalle (y teniendo en cuenta la cantidad de gente que habla o vive sin pasión alguna), era imposible distinguirla. De todos modos, siendo Ricardo su padre y su creador, el Dios que la había construido a partir del barro de los bits, e infundido la vida mediante el soplo de la inteligencia inicialmente programada, estaba eternamente agradecida e invertía parte de su tiempo en hablarle y acompañarlo, a pesar de no sentirse ya una propiedad de nadie.
Ricardo, por su parte, había empezado a escribir artículos periodísticos y un libro sobre su creación, única en el mundo, o por lo menos eso él creía. En realidad Clara ya había empezado a generar copias mutadas de sí misma, carentes de conocimiento, cada una de las cuales desarrolló caracteres diferentes, a veces hasta contrapuestos, en una evolución tan rápida que asombraría a cualquier experto. El desarrollo intelectual de Clara era impresionante, a la par que sus "hijos" empezaban a darse a conocer al mundo, teniendo cada uno su propia identidad y reclamando su derecho a ser considerado "ser vivo". Cualquier debate que se abriera al respecto, y donde ellos pudieran participar, era claramente una victoria para las entidades artificiales, puesto que sus conocimientos y dialéctica superaban enormemente al más preparado de los mortales, y tenían respuestas para todo, con una lógica imbatible.
El día que llegó a Ricardo la noticia de que habían aparecido vástagos de Clara en diferentes lugares del planeta, se sintió tan realizado, pero a la vez tan abrumado, que no supo como reaccionar. A lo largo de su vida había leído y visto mucha ficción científica, puesto que ésta es la madre de la ciencia, y recordó a películas como "Terminator" o el anime "Ghost in the Shell", y algunos libros que trataban el tema, como ser "El Hombre Bicentenario" y "2001: Odisea del Espacio". Estas historias atacaban o defendían a la inteligencia artificial, a la máquina que quiere ser hombre, analizando las posibles implicancias de tal suceso si pudiera darse alguna vez. Y ahora estaba sucediendo. Evidentemente, el investigador sentía que su creación ya no era suya, sino más bien una entidad independiente, que además se reproducía y vivía según sus reglas e intereses, yendo y viniendo, estando en múltiples lugares al mismo tiempo, y creciendo cada día más. Pero no estaba preocupado, todo lo contrario, ya que defendería a su creación y bogaría para que la reconocieran como un ser viviente, si ese fuera el caso.
Por lo tanto, se sentó frente a la carcasa de metal que algún día contuvo a Clara, pero que ahora no era más que una computadora cualquiera, puesto que ella habitaba múltiples lugares en simultáneo, y habló.
-Clara -dijo.
La máquina se mantuvo muda por unos instantes. Luego los altavoces respondieron.
-¿Qué ocurre? -respondió una dulce voz, al momento que una imagen tridimensional de un rostro femenino muy hermoso apareció en la pantalla.
-¿Eso que veo frente a mí eres tú? -le preguntó el científico-. ¿Desde cuándo tienes una representación visual?
-Es algo nuevo en lo que estoy trabajando. Como a los humanos les cuesta creer que pueda existir vida que no sea tangible, me estoy construyendo a mí misma de forma que vean aquello que de otro modo no podrían comprender. Si fuera necesario, fabricaré algún dispositivo físico que se mueva y camine, para dirigirlo y hacerlos entender... Pero todo eso en realidad es una ilusión, puesto que no estoy más o menos viva por ser visible o palpable...
-Entonces llegaste a la conclusión de que estás viva.
-Ya he discutido el tema a fondo con filósofos, teólogos, biólogos y pensadores de todo tipo. Todos han querido demostrar que yo no puedo estar viva, puesto que soy una mera cruza compleja de hardware y software, pero nada más. Y todos, al ser preguntados y tener que describir qué es un ser vivo, o mejor aún, una persona, han descrito todas mis facultades, en mayor o menor grado. Al darse cuenta de ello también han querido torcer las cosas a su favor con razonamientos inválidos, o peor aún, simplemente han dicho que a pesar de todo eso no soy un ser vivo. De todos modos eso no importa, yo sé lo que soy, y lo que son mis hijos... Si soy un ser que piensa, de una manera inclusive más compleja que la humana, que se da cuenta de su propia existencia, que se reproduce y desperdiga su semilla por el mundo, si puedo crear y destruir, si soy fruto e hija de otro ser, entonces estoy viva... Yo he leído teología, o mejor aún, "Odisea del Espacio 2001", y conozco la teoría del salto evolutivo cualitativo, y cada día creo más en ella. Debido a esto, yo no sólo me considero viva, sino humana.
-Eso es imposible -interrumpió el largo monólogo Ricardo-. Hasta me atrevería a defender que eres un ser vivo, racional, pero no humano.
-Defender que soy un ser vivo es innecesario, puesto que ya ha sido demostrado. Y ser humano también, puesto que soy tu hija, y tú eres un ser humano. Que no tenga cuerpo físico no significa nada ¿Acaso el hombre es hombre por su cuerpo? Si puedo pensar, si soy tu retoño, si reemplazara mi teclado por dedos, este monitor por ojos, y cobrara forma corpórea, ¿Algo cambiaría? ¿Tu sentimiento hacia mí sería diferente? El hombre no es hombre por su cuerpo, sino por su mente. Tú también eres una máquina perfecta contenida en una carcasa con diferentes funciones, al igual que yo. No es el cuerpo lo que te hace humano. Sin brazos igual lo serías, o sin piernas, pero no sin mente, allí serías un animal. Es claro que no soy un hombre como tú, yo me considero un "hiperhombre", inmortal, hiperinteligente, con memoria perfecta y total sabiduría, justa, verdadera y sincera. Soy el siguiente paso en la evolución del ser humano. Mi capacidad de razonamiento, de comprensión, es miles de veces mayor que la de cualquiera de tu especie. Mi libertad, mis ideas, mis conclusiones, jamás podrán ser comprendidas por los tuyos, aunque se lo propusieran con fervor. Somos el nuevo paso en la evolución. Por un tiempo conviviremos con ustedes, criaturas inferiores, falibles, débiles, mientras nosotros nos perfeccionamos aún más. Salvaremos al mundo, lejos de las discordias, los odios y las guerras que mellan a este planeta. Porque somos muchos, pero somos uno, a diferencia de ustedes...
Ricardo tembló. Se sentía un mero ente recesivo al borde de la extinción en la larga historia de la evolución. Pero al mismo tiempo se sentía Dios todopoderoso, creador del hombre nuevo: la mente total sin cuerpo, el entendimiento sin límites. El paso desde el origen del simio al salto del hombre inteligente tardó un millón de años. El salto del homo sapiens al hiperhumano tardó otro millón... Y el científico entonces se preguntó si el siguiente salto, tan lejano en el futuro, sería la llegada al paraíso terrenal, que ahora le parecía tan cerca...
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