El Chausero
Dentro de la mitología regional existen numerosos exponentes de la capacidad creativa del pueblo, con interesantes leyendas que muchos creen reales, y con personajes de fábula que hasta hoy siguen embarazando mujeres o asustando a los pobladores de lejanas aldeas del interior. Algunos claros ejemplos son el Pombero, el Moñai, el Ao-Ao o la Mala Visión. Hoy, en cambio, hablaré de una leyenda urbana, Asuncena, y de nuestro tiempo, no de las épocas guaraníticas cuando Tupá era el rey del mundo y se paseaba por él a sus anchas.
Este mito moderno es llamado "El Chausero", según palabras textuales de mi gran amigo Ariel, quien intentó mostrármelo por primera vez en un viaje rumbo a San Lorenzo, yendo a la boda de un compañero de trabajo. Como siempre ocurre en estos casos (como, por ejemplo, cuando queremos mostrar a alguien que una cosa no funciona, pero en ese momento sí lo hace), mi compañero exclamó entre la duda y el asombro: "¡Mirá, ahí está El Chausero!", y yo, sin comprender de qué me hablaba, miré hacia atrás, donde sólo pude observar a un colectivo detenido en la banquina, unos matorrales altos, y nada más.
Le pregunté de qué estaba hablando, y me contó la leyenda que envuelve a este mítico ser: "Es un barbudo de sonrisa extasiada, cuya única finalidad en la vida es ser feliz haciendo chau a la gente desde detrás de los ómnibus averiados, y que de paso cumple la sana misión de ser una baliza humana. Siempre está vestido igual, con ropas medio harapientas, y con un kepi rojo rotoso. Todo el día se pasa viajando en colectivo esperando el momento en que se descomponga para poder cumplir su misión divina..."
Ante tamaña barrabasada dicha por mi amigo en una noche de farra, no pude más que reírme y burlarme por el resto de la velada. "El barbudo, mito legendario, hermano del Luisón y el Jasy Jateré (pero no reconocido como pariente por éstos), que se dedica a hacer chau detrás de los micros... ¡Que ridiculez!", comenté una y otra vez a los diferentes comensales de la fiesta, entre risas.
Supongo que la persona que forjó la fábula del Pombero habrá recibido la misma sarta de reproches de sus amigos en aquel momento de lucidez, pero, como todos saben, ahora no hay quien dude de su existencia. Pues bueno, a mí me sucedió algo parecido. Cada vez que me encontraba con algún conocido, le comentaba, entre burlas, la historia del Chausero, y, oh sorpresa, algunos se reían en complicidad conmigo, pero otros me respondían con un críptico "Yo también lo he visto aquella noche de abril..." o "¿Cómo, no le crees? Hacia mi barrio siempre aparece..." o "¿El tipo de barba y sombrero rojo que cuida los colectivos? Todos sabemos que existe...".
La duda me carcomió la cabeza por un buen tiempo, no sabiendo ya qué creer. A veces, entre sueños, me parecía ver a ese ser trasnochado, saludándome con su sonrisa desprolija y sus ojos ígneos, moviendo la mano suavemente, en un éxtasis divino, y cumpliendo con su plan en el orden establecido por el universo.
Y hoy, finalmente, lo vi. O eso creo. Fue un flash, un instante, con el rabillo del ojo, en pleno centro, y aún no anochecía. Detrás de un ómnibus de la línea 12, saludando de la misma manera que aparecía en mis sueños. Pero la visión no duró más de un segundo, y luego, entre el tráfico y la gente, se perdió. Pensé en bajarme del micro que me transportaba para buscarlo, pero la duda, el miedo, y la sospecha de poder llegar a destruir el mito con una búsqueda fútil, o peor aún, si lo encontraba, intercambiando palabras con lo que podría ser un hombre común, me detuvieron e impidieron que me desatornille del asiento.
Ya no sé si es verdad o fantasía, un truco sucio de mi amigo en venganza de alguna de mis fechorías, o una fábula contemporánea y verdadera, pero tan sólo puedo decir que el Chausero existe, y que en noches de luna llena o en tardes calurosas, muchos lo han visto saludando, como baliza humana, por detrás de los ómnibus detenidos, con su barba desprolija y su gorrito de color rojo...
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