Alimento
La historia se repite. Una y otra vez, los humanos han escrito novelas de ciencia-ficción sobre razas alienígenas que invadían la tierra y los esclavizaban, o los usaban de alimento, o los mataban por el simple placer de conquistar un planeta más. Esta vez, ya sea en forma de ficción, o real, se daba el mismo caso.
La armada de Haedes Nebulae, procedente de un lejano lugar escondido en el universo infinito, y poseedora de tecnología desconocida por la humanidad, se estableció en una órbita cercana a la luna, al encontrar un planeta con muchas riquezas naturales, fuentes energéticas, y comida. Los seres que tripulaban las naves eran sumamente inteligentes, tenían una división social justa y una participación democrática en las decisiones relevantes a ser tomadas por sus líderes.
Físicamente eran poco importantes: bípedos, muy delgados, con dedos en forma de hábiles tentáculos y ojos que captaban una amplia variedad del espectro electromagnético, más allá de la luz visible por el ojo humano. Su piel era casi púrpura, con manchas negras distribuidas en todo el cuerpo. A mayor cantidad de manchas, más viejo y sabio se lo consideraba.
Pero pasemos a nuestra historia, puesto que la descripción física de los seres no es de relevancia en este caso, salvo, lo que sí importa describir: los invasores eran temibles carnívoros, depredadores hambrientos y sanguinarios. Tenían varias hileras de filosos dientes dentro de una boca sobredimensionada para nuestros estándares humanos. Pero su elevada condición social e intelectual estaba por encima del instinto, y ya no salían a cazar el alimento como en épocas remotas. Ahora criaban sus animales en granjas, y se dedicaban a mejorar su tecnología o debatir sobre filosofía, teología y literatura en sus momentos de ocio.
Volviendo al momento que nos importa, los invasores habían llegado a las cercanías de la tierra, en busca de nuevas fuentes de alimento, con un actuar típicamente nómada-recolector. Su planeta y muchos otros cercanos habían quedado desolados por el ansia expansionista de los seres, que alcanzaban varios miles de millones, y necesitaban mucha comida y recursos naturales para mantener a su sociedad en constante crecimiento. Normalmente los Hadesianos tenían la costumbre de utilizar como fuente de alimento planetas poblados con criaturas poco inteligentes, y evitar los que tenían civilizaciones avanzadas, además de intentar no acabar con todos sus recursos salvo que estuvieran muy necesitados. Pero el momento de llegar a la tierra se produjo luego de una mala racha de planetas desérticos y muertos, y sus reservas estaban casi agotadas, por lo que tuvieron que debatir qué paso dar a continuación. En otro caso hubieran desechado un planeta habitado por una raza semi-inteligente como la humana, la cual probablemente les ofrecería resistencia, pero eso ya no era posible. Al fin y al cabo el ganado inteligente sigue siendo ganado al fin.
El debate fue realizado por los líderes más representativos de su sociedad, cada uno defendiendo una postura diferente, y visualizado por todos los habitantes, que votarían desde su cubículo entre las diferentes opciones, a manera de plebiscito, llegando a un resultado deseado por la mayoría.
La primera opción fue defendida por Charcot, almirante y comandante de las fuerzas Hadesianas. Su discurso fue claro y tajante:
—Debemos realizar un ataque rápido, y atraparlos desprevenidos. Siendo un planeta con miles de millones de humanos, sin contar a los animales y criaturas sin inteligencia superior, podemos tomar a cien mil millones de seres, y conservarlos por largo tiempo en nuestras cámaras frigoríficas. Eso nos dará un período de tranquilidad sin tener que buscar nuevamente comida, hasta que lleguemos a otro sector de la galaxia. Con un ataque sorpresivo, ellos no tendrán siquiera posibilidad de defenderse. Perdonaremos a algunos habitantes para que puedan repoblar el planeta, y así asegurar la continuidad de sus especies...
—Yo compartiría tu punto de vista —lo interrumpió Strusto, líder político de la raza, Gobernador General y Emperador Galáctico—, pero este actuar sentaría un precedente negativo para la cofradía espacial, siendo que el planeta está habitado por seres inteligentes.
—¿Precedente? —le reclamó Charcot—. Este planeta está fuera de los límites de la cofradía, por lo cual no estamos rompiendo ninguna ley estelar.
—Eso es cierto. Pero hay códigos que indican que se deben reportar los descubrimientos de planetas con habitantes en fase inicial de desarrollo, y si los utilizamos de alimento, no podremos elevar ese reporte, sino simplemente desentendernos y esperar que estos seres nos olviden antes de ser redescubiertos por algunas de las otras razas.
—¡Pero nuestra situación es desesperada! —se quejó Charcot—. No podemos dejar atrás este planeta, porque probablemente nuestra gente muera de hambre antes de encontrar otro mundo habitado.
—Yo lo sé —se disculpó Strusto—, y por eso tengo una propuesta semejante pero menos extremista ¿Por qué no raptamos tan sólo a un diez por ciento de su población y los criamos en granjas para usarlos como alimento? Tenemos la tecnología y el espacio físico para hacerlo.
—Con criaturas poco inteligentes hemos hecho eso en el pasado —lo rebatió Charcot—, pero primero deberíamos aprender sus costumbres, alimentación, clima, y características necesarias para poder criarlos adecuadamente. Y tener los recursos para alimentarlos, puesto que algunas razas son complicadas en ese aspecto, y, salvo basura, no tenemos mucho para darles... Pero el problema principal no es ese, sino que estos seres poseen una inteligencia superior a la animal. Por lo tanto, al ser atrapados y mantenidos en jaulas para ser comidos, probablemente mueran de tristeza, tengan la carne amarga, o intenten revelarse. Además, su capacidad reproductiva, según nuestras observaciones, tarda demasiado en estar lista, por lo que hay que esperar como quince períodos orbitales para tener reproductores, que además paren apenas un vástago por vez. No podemos ajustarnos a sus tiempos... ¡Cómo extraño a las ratas de Ascorión! esas sí que eran buenas para la crianza. Se desarrollaban completamente en escaso tiempo y encima parían camadas de a quince. Lástima que hayan muerto todas tras la peste... Insisto en que cosechar a estos seres y mantenerlos en conserva es la única opción posible.
—Yo tengo otra idea —habló Pastrus, líder religioso de la raza—. Siendo que éste es un planeta muy rico y que puede ser mucho mejor aprovechado de lo que está actualmente, ¿Por qué no establecemos contacto con los humanos, les enseñamos a explotar mejor sus recursos naturales, producir más, acabar con el hambre y las enfermedades, y de paso nos permiten quedarnos con las riquezas sobrantes de la producción?
Los otros dos líderes miraron con desaprobación y sorpresa a Pastrus, casi ignorándolo.
—No están preparados para compartir —dijo primeramente Strusto—. Por lo que observamos, en este momento hay varias guerras civiles entre hermanos de raza en todo el globo, cosa imperdonable, y además su planeta está superpoblado.
—Adicionalmente —observó el líder militar—, es una pésima idea dotar de tecnología avanzada a seres poco evolucionados. Podría ser causa de desastres futuros, no están preparados.
—Entiendo, pero de otro modo estaríamos poniendo en peligro una cultura desconocida, y además nuestras conciencias quedarían más tranquilas —insistió Pastrus.
—La conciencia de nuestra gente está tranquila mientras tengan un plato de comida frente suyo— rió Charcot socarronamente.
—Bueno —habló entonces Strusto nuevamente—, el pueblo ya ha oído bastante, es hora de que hagan su votación.
En escasos segundos, la computadora central de la nave nodriza procesó los miles de millones de votos, con el siguiente resultado:
• Cazar a la humanidad y ponerla en conserva: 71%.
• Criar a los humanos en granjas: 26%.
• Ayudar a la humanidad a crecer: 3%.
Charcot sonrió al observar los resultados, desde el principio sabía que vencería. Abrazó a los demás y habló prontamente.
—Voy a preparar el ataque. Strusto, siempre es un gusto debatir contigo. Y tú, Pastrus, eres demasiado idealista. Yo también quisiera que todo fuera hermoso y que las diferentes especies conviviéramos en armonía, pero somos depredadores, así nos creó el Eterno Viajante, por lo tanto nunca podremos ser tan sublimes como tú propones, porque al fin y al cabo tenemos que comer carne...
Strusto saludó al vencedor, y a Pastrus, retirándose. El líder religioso, por su parte se quedó solo meditando, pensando, y soñando con que algún día su discurso sería escuchado, y aceptado.
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