2- ¿DOBLE O NADA?
El apuesto pelirosa se recostó contra una pared fría y respiró aliviado. Estaba sumamente contento por la indecisión de Krishna, ya que les dio a todos la oportunidad de un pequeño descanso, aunque bastante tenso por no ponerse de acuerdo sobre el siguiente lugar a visitar.
Se pasó una mano por la corta mata de cabello y miró a su alrededor. Julián se había marchado, aparentemente para encontrar algo de aire fresco, y Kanon parecía estar aprovechando ese breve respiro en otro lugar.
Sorrento decidió aprovechar esta oportunidad para hablar con el Dios. Si esta tensión continuaba mucho más tiempo, le preocupaba terminar lastimado o totalmente dejado de lado.
Había pocos hombres que podían rastrear al soberano del mar fuera de este, especialmente a través de un aire tan viciado por los olores de la comida mundana, como el que Sorrento tuvo que cruzar, pero conocía bien los gustos de su dios, su perfume favorito.
Lo encontraba muy atractivo, y había pasado muchas noches en su pilar luchando por captar un rastro de ese delicado perfume.
Se deslizó fácilmente entre las sombras, sin que los demás lo notaran, y comenzó a buscar a su deidad.
A lo largo del pasillo por el que el hombre había rastreado al peliazul había una serie de puertas que conducían a algunas habitaciones sorprendentemente cómodas.
Hizo una nota mental para preguntarle a Krishna para qué servían, pero momentáneamente se mantuvo en la tarea.
Sorrento no se sorprendió de que el dios no hubiera ido demasiado lejos. De seguro había querido estar al alcance de todo y listo para moverse tan pronto como ellos estuvieran listos para partir.
El pelirosa fue hacia la primera puerta, pero un sonido que reconoció lo alejó y lo llevó hacia la tercera de esas pequeñas habitaciones.
Conocía esos tonos melódicos, tan regulares y armoniosos sin importar la situación.
Empujó un poco la puerta y se asomó por la esquina. La vista que encontró sugirió que nadie estaba de humor para notarlo.
Julián estaba sentado en una gran silla de cuero frente a una de las chismeneas, que chisporroteaba brillantemente en la pared a su lado, imbuido de demasiada inocencia alegre, considerando lo que estaba ocurriendo frente a ella.
La cabeza del dios se había inclinado hacia atrás, sus ojos cerrados de placer y su boca abierta, de donde salían los sonidos que habían llamado la atención del marina de la flauta desde afuera.
Una de sus esbeltas manos estaba agarrando los brazos de la silla con tanta fuerza que sus nudillos estaban blancos, y la otra estaba enterrada en la melena azulada del hombre que los acompañaba en su aventura, cuyo rostro estaba oculto en el regazo de Julián.
Su cabeza subía y bajaba a un ritmo casi perezoso, que el dios claramente estaba tratando de aumentar a pesar de la cruel resistencia del hombre a sus esfuerzos.
Sin embargo, cuando Kanon finalmente cedió y comenzó a moverse un poco más rápido, una hermosa sonrisa indulgente se dibujó con gracia en el hermoso rostro del señor de los mares.
Sus caderas se levantaron sin querer, y la mano del hombre se deslizó por un muslo firme para sujetarlo. Los gemidos regulares del dios cautivaban al pelirosa, tanto que cuando el dios bajó la cabeza, se olvidó de moverse, y los ojos agudos se encontraron con los suyos a la luz danzarina del fuego.
Su sonrisa se desvaneció al instante, pero no hizo nada para detener a Kanon o romper el contacto visual.
Sorrento no podía creer que los estuviera mirando de nuevo, nunca se había considerado un voyeurista, y sabía que debería haberse alejado avergonzado, pero estaba fascinado por los ojos de Julián, hermosamente oscurecidos por su deseo.
Una segunda sonrisa tocó momentáneamente sus labios, bastante más sardónica que antes y el pelirosa lo encontró irritantemente atractivo.
Sintió que sus pantalones se apretaban alrededor de su creciente excitación cuando Julián respiró hondo y arqueó la espalda contra el respaldo de la silla.
Envuelto en la oscuridad, no parecía haber nada en el mundo excepto el rostro sonrojado del apuesto dios y su propio aliento tembloroso.
Los dedos de Julián se apretaron en el cabello de Kanon mientras se acercaba a su clímax. Aun así, sus ojos nunca dejaron los de Sorrento.
Ni siquiera parpadeó mientras gemía profundamente con su orgasmo, aunque se vio obligado a apoyar la cabeza contra el respaldo de la silla mientras Kanon tragaba con avidez su semilla.
Su cuerpo se tensó mientras se corría, y cuando se relajó un momento después, Sorrento simultáneamente liberó la tensión que no sabía que había estado reteniendo, mientras seguía siendo dolorosamente consciente de que no se le había otorgado tal finalización.
Kanon se puso de pie, rompiendo a la fuerza su contacto visual mientras se inclinaba para besar a su amante.
Sorrento negó con la cabeza, recuperando lo suficiente de su control para salir de la distancia, y en las sombras.
Como resultado, el gemelo no lo vio por completo cuando salió de la habitación, se echó la capa sobre los hombros y se dirigió hacia donde los demás estaban, con una expresión de autosatisfacción que Sorrento encontró enloquecedora y más que sexy.
Inseguro de qué hacer, se quedó en las sombras por un tiempo, mirando a la puerta que se abrió con un clic, y un familiar destello azulado anunció a su amigo, que estaba de pie en el marco, recortado por la luz parpadeante del fuego.
-Bien podrías venir, Sorrento
Dijo con una sonrisa, y regresó a la habitación con la creencia bastante arrogante de que el hombre lo seguiría. Lo cual, por supuesto, hizo.
El dios estaba parado frente a la chimenea, su sombra reflejándose en el fuego, lo que lo hacía parecer inquietantemente alto. Su voz no era ni de reproche ni de burla, lo que Sorrento encontró tanto aliviador como ligeramente desconcertante.
-¿Querías algo? Asumo que es por eso que pasaste por aquí.
-Quería hablar contigo...
Agregó en tono conversacional.
-Tu amigo se fue bastante abruptamente...
-Perdió una apuesta...
Julián se encogió de hombros, como si eso fuera suficiente explicación, y se dejó caer en la silla que lucía muy incómoda.
Sorrento no podía excusar sus celos, pero los permitió de todos modos.
-No me di cuenta de que ustedes dos estaban juntos...
Dijo, tan casualmente como pudo, pero ahora incapaz de encontrar la mirada de su dios.
Julián sonrió amablemente.
-Es la cabeza, mi sirena, todos tenemos necesidades, no es un matrimonio. Toma asiento.
Indicó una losa de piedra elevada a poca distancia de la silla que ahora ocupaba. El pelirosa se sentó agradecido, y por unos momentos permaneció en silencio mientras intentaba masajear la tensión de su frente y Julián esperaba pacientemente a que llegara al punto de su misión.
-Yo...
Comenzó, vaciló y exhaló pesadamente antes de comenzar de nuevo.
-Me encuentro distraído por ti...
Levantó la vista
-...con frecuencia...
Julián levantó una ceja.
-Y aquí estaba yo pensando que ya habíamos superado eso. Pensé que el pequeño marina que una vez conocí, estaba creciendo, estableciéndose... o algo así. ¿Me equivoqué?
Sorrento se sintió aliviado al ver que estaba sonriendo, y nada cruelmente.
-Julián...
Dijo, uniéndose con gratitud al humor al reconocer su propia estupidez.
-...no es como si alguien pudiera olvidarte. Algunas cosas simplemente no se olvidan tan fácilmente...
Compartieron una sonrisa, mientras los recuerdos de la ansiosamente malgastada juventud del pelirosa pasaban por sus mentes.
-Bueno, no lo sé...
Dijo Julián, recuperando su expresión más seria, aunque más en broma que en una táctica de distanciamiento genuino.
-No muestras interés durante años, luego, tan pronto como te das cuenta de lo que te estás perdiendo, simplemente saltas... No soy tan fácil, Sorrento, incluso para ti.
El corazón del marina se hundió, aunque mantuvo una expresión de decepción resignada, en lugar de mostrar toda la fuerza de su arrepentimiento.
-Perdí mi oportunidad, ¿verdad?
-Bueno, no puedo tener una reputación como la prostituta de los mares, ¿verdad? Pero, supongo...
Se detuvo, aparentemente pensativo.
-¿Qué?
-Podría ofrecerte el mismo trato que a Kanon.
Sorrento continuó nervioso. Sospechaba un poco de cualquier cosa que el dios pudiera idear. Tenía un perverso sentido del humor y, cualquiera que fuera la tarea, Kanon no había sido capaz de realizarla.
-¿Cuáles son los términos?
Preguntó tentativamente.
-Si gano, puedo reclamar cualquier reto de ti que yo elija. Si ganas, igualmente.
-Suena justo. ¿Cuál es el desafío?
Julián le dijo, y sus ojos se abrieron con interés y sorpresa.
-¿Estás bromeando?
Julián negó con la cabeza breve y decisivamente.
-Le ofrecí el reto a Kanon, pero dijo que no era tonto...
-Tenía razón...
-Bueno, ¿aceptas?
Sorrento levantó la vista del nudo de sus dedos que había estado examinando durante los últimos momentos, y en su lugar estudió a la devastadoramente atractiva criatura que lo miraba expectante, pasándose el pulgar por esos labios, que recordaba que podían brindar tanto placer, como también decisiones tan difíciles.
Espontáneamente, el recuerdo de lo que había pasado hace unos minutos inundó su mente, el hermoso dios recibía tal placer mientras él permanecía celoso en la distancia.
Si su señor quería jugar...
-Jugaré.
Una sonrisa se dibujó en el rostro del dios y Sorrento se sintió complacido al darse cuenta de que su respuesta fue tan bien recibida.
-Excelente...
Ronroneó, poniéndose de pie.
-Será antes de que lleguemos a la costa, entonces. Y no discutas, es mi juego, son mis reglas.
La boca del pelirosa se cerró con un chasquido, y siguió al dios fuera de la habitación.
Se detuvo justo antes de que se encontraran con el resto del grupo y se volvió para dirigirse al hombre en un susurro.
-Oh, y no vayas gritando sobre eso, o todos querrán un reto conmigo.
Sorrento negó con la cabeza cuando se reincorporaron al grupo. Como si lo necesitara afirmar, se aseguró que preferiría perseguir a este hombre evasivo por las profundidades del mar, antes que contentarse con las hermosas sirenas completamente complacientes que lo esperaban en su pilar.
Tal vez la atracción residía en su inaccesibilidad, consideró el pelirosa, luego desechó al recordar que no, en realidad estaba en sus pantalones.
Sorrento se quedó mirando el puente vacío. Detrás de él, escuchó a Kanon gritarle que lo siguiera.
Habían decidido visitar el santuario de la diosa de la tierra, antes de volver a su mundo, Kanon estaba excitado de volver a ver a su hermano y amigos.
Fueron conducidos ante Athena, y ella a su vez dirigió su mirada a cada uno, mirando más allá de sus rostros y de sus mentes.
Sus cejas se levantaron mientras miraba a Sorrento y Kanon no pudo sostenerle su mirada, al sonrojarse de sólo pensar que ella supiera lo que tenía con el Dios de los mares.
Luego se giró hacia Poseidón, quién, notó Sorrento, había puesto su mejor rostro inocente, y ella falló por completo en reprimir una sonrisa.
No pudo escuchar lo que le dijo directamente a la mente del dios, pero vio la sonrisa y el encogimiento de hombros que recibió.
Sin embargo, todos los presentes escucharon lo que ella le dijo luego, algo que provocó una serie de miradas curiosas de los demás jóvenes.
Finalmente, salieron en fila y Baian alcanzó a Julián.
-¿Majestad?
Le preguntó al dios, que sonreía de forma curiosa.
-¿Sí, mi joven guerrero?
-¿Por qué dijo que eres un chico afortunado?
-Te lo diré cuando seas como yo.
Julián se sentó con las piernas cruzadas sobre una roca en medio de un claro. Sus ojos estaban cerrados, y aún así miraba por todo el mundo como si estuviera meditando, excepto por la sonrisa que se deslizó en su rostro ante la aproximación de Sorrento.
-Bueno, mi pequeño amigo...
Dijo con una voz ligera que atravesó el claro como si fuera una parte del bosque.
-¿Qué vamos a hacer contigo?
El pelirosa se sorprendió por lo pacífico que se veía. Parecía tan en casa, y la declaración de Athena de que el corazón de los dioses residía en el lugar donde se hallaban aquellos que en verdad le importaban, tomaba sentido si pensaba de dónde era Kanon.
Sorrento se armó de valor.
-No cuenta...
Dijo, con una impresionante demostración de fuerza.
Julián entrelazó los dedos y se inclinó hacia adelante para descansar sobre el nudo.
-Interesante. ¿Y por qué no?
Preguntó fríamente.
-No pude robar la lanza de Krishna después de que él...
Se calló, y por unos momentos los dos se sentaron en un silencio culpable.
-Krishna se fue... el último juego lo enfermó y debió regresar llevándose su báculo...
Dijo el dios por fin
-...Pero es una excelente excusa porque preferías no hacerlo... como soy un alma razonable, te ofreceré otro trato...
Sorrento levantó una ceja en duda, y el peliazul continuó:
-Doble o nada.
Los hombros del hombre pelirosa se hundieron en derrota.
-¿Que debo hacer?
Preguntó con cansancio. Una gran sonrisa se dibujó en el rostro de Julián, casi infantil en su evidente entusiasmo.
-Este no es tan difícil...
Bajó de un salto de su roca y comenzó a recuperar la compostura. Para cuando su cara estuvo a una pulgada de la de Sorrento, estaba mortalmente serio.
-Sé cómo te sientes, Sorrento...
Susurró, acercando la cabeza para que sus labios bordearan la oreja del hombre.
-Te sientes solo, estás exhausto y ansioso. También estás muy excitado...
Un breve suspiro de risa recorrió la oreja del hombre, y reprimió una exclamación de deseo. Sus ojos se cerraron mientras el dios continuaba en un tono que podría haber sido deliciosamente soporífero, si cada palabra no fuera una promesa sensual.
-Necesitas una liberación, amigo mío... alguien que sepa qué hacer contigo y pueda ayudarte a renunciar a tu precioso control. Alguien que sepa cuándo no ser amable...
Mientras hablaba, apretó el muslo contra la necesidad despierta del pelirosa y fue recompensado con un grito que no sería callado fácilmente.
-Pero este sigue siendo mi juego y siguen siendo mis reglas, así que te ofrezco el doble.
Un segundo cuerpo se presionó detrás de él, inmovilizándole los brazos a los costados, mientras Julián retrocedía bruscamente, cruzándose de brazos.
-O nada...
Sorrento no necesitaba volverse para saber quién lo estaba reteniendo. Todos sus sentidos le dijeron que era un hombre, y los hombres eran poco comunes dentro de las marinas de Poseidón, casi todos eran adolescentes.
Volvió la cabeza ligeramente.
-Asumo que esto no fue tu idea.
Kanon se rió.
-No, pero no voy a fingir que la idea carece de mérito. Además...
Intentó hablar lo suficientemente bajo para que solo el otro joven lo escuchara, tan fútil como indudablemente era esto.
-Voy a hacer casi todo lo que me pida. Aparte del hecho de que me dio otra vida allí, solo míralo...
Si bien su voz carecía de la calidad melódica de Julián, Sorrento tuvo que admitir que el gruñido al que había descendido era bastante conmovedor por derecho propio, incluso mientras observaba al elegante dios inclinarse con indiferencia contra la roca que había desocupado previamente.
Sin embargo, Kanon no había terminado y, como si el pelirosa necesitara más convencimiento, continuó.
-Mira la forma en que se mueve. Y la forma en que habla, los sonidos que hace cuando pierde el control, atormentan tus sueños. Luego están los momentos en que se vuelve loco, esa furia al amar es aterradoramente sexy.
Kanon rozó sus labios sobre la oreja del otro hombre, el aliento caliente lo hizo temblar en el abrazo constrictivo.
Ambos hombres observaron al dios mientras se despojaba de su túnica y la tiraba al suelo donde yacía como un charco de luz de luna fundida.
El dios mismo se acercó a los hombres, con la cabeza inclinada y la luz de la luna iluminando sus ojos como estrellas, y reflejándose en su perfecta figura de marfil.
-Entonces, ¿qué vas a hacer? ¿Estás dentro, o debo tomar a mi exquisito griego y me voy?
Antes de que pudiera responder, Kanon soltó los brazos y tomó la mano de Julián, aparentemente para irse con él.
Cuando el hombre se apartó de su espalda, se sintió muy frío y bastante solo. Sin dudarlo, colocó su mano debajo del nudo de dedos y se la llevó a la boca, donde plantó un beso en el entretejido de dedos que no podía diferenciar.
-Me lo llevaré todo.
Y entonces él estaba en medio de eso.
Con el alivio de tener a su presa firmemente a bordo, algo se rompió en el interior del dios y la delicada máscara de superioridad pétrea se desvaneció cuando se acercó al hombre.
Acercó su boca con decisión a la de Sorrento, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello y devorándolo como un gran animal atado finalmente liberado.
La decisión de Sorrento fue instantáneamente confirmada como la correcta por ese beso tan estimulante.
Sus manos viajaron por la espalda del dios, sobre los suaves músculos que eran tal como los recordaba, y que se tensaron cuando se arqueó ante su toque.
Sus dedos alcanzaron las mallas ceñidas al cuerpo del dios y dejó que una mano pasara por la cintura, mientras que la otra descansaba cómodamente en la parte baja de la espalda del otro hombre.
Era difícil concentrarse en algo con la lengua de Julián acariciando su paladar, haciendo que su cabeza se sintiera tan liviana, pero la proximidad de sus dedos al trasero perfecto y apretado del dios era suficiente para hacer que su hombría se hinchara notablemente rápido.
Julián apartó la boca y volvió la cara hacia Kanon, a quién Sorrento casi había olvidado que estaba presente.
Mientras el otro hombre disfrutaba de la misma experiencia maravillosa de la boca de Julián, él se inclinó para pasar los labios por las clavículas pálidas y prominentes, y movió la mano más abajo, acariciando sin vergüenza hasta que tocaron la abertura de su cuerpo.
Observó cómo el dios se sacudía contra el otro hombre y luego lo acercaba más para besarlo con una pasión aún mayor.
Una mano se había deslizado por su espalda, y ahora dedos se aseguraron alrededor de la base de su cuello, pero se dio cuenta de que no pertenecían a quién esperaba.
No eran tan delgados o suaves como los que había anticipado, pero este pensamiento apenas se había registrado cuando Kanon levantó la cara de la exploración del pecho del Dios y lo llevó a un beso muy diferente al que Julián le había dado.
Había una gracia innata en el beso del dios, que era rítmico incluso cuando estaba tan entusiasmado. El beso de Kanon carecía de estilo, pero no de pasión, y cuando se apartó, Sorrento se sintió muy decepcionado.
Abrió los ojos y vio el rostro sonriente del gemelo.
-Así que... de eso se trata todo este alboroto...
Kanon sonrió ladino... sin responder, Sorrento se inclinó para besarlo nuevamente y Julián se apartó para que los dos hombres pudieran abrazarse más íntimamente.
Las manos de Sorrento se deslizaron por la espalda de Kanon, pero su avance se vio un poco empañado por una figura esbelta presionada al otro lado del hombre.
Sorrento abrió los ojos y se encontró con otros que brillaban como zafiros a la luz de la luna.
Observó cómo el dios pasaba la lengua por el costado del cuello del gemelo, su expresión no cambiaba, sus ojos nunca se apartaban de los del pelirosa.
Cuando el agarre de Kanon en la parte posterior de su cabeza invirtió la orientación de sus rostros, el dios lo acompañó, también cambiando de lado para que su contacto visual solo se interrumpiera durante unos segundos.
Aquellas manos esbeltas aparecieron a la vista y alcanzaron el broche que aseguraba la capa de Kanon alrededor de su cuello.
Cuando su pesada capa dejó sus hombros, el gemelo se separó del flautista y dirigió una mirada de leve desconcierto al impaciente Dios.
-Bueno, ¿qué soy yo, un stripper? Vamos...
Ronroneó, tirando del cuello de la camisa de Kanon.
-...o empezaré a sentirme cohibido...
Sorrento interiormente se preguntó sobre la posibilidad de que un dios semidesnudo, con la confianza suficiente para convencer a dos hombres de una situación así se sintiera cohibido, pero se mordió la lengua.
Los hombres se despojaron de sus camisas con algo menos de delicadeza que el dios, arrastrándolas sin contemplaciones por encima de sus cabezas sin siquiera detenerse a desabrochar los botones.
-Mejor...
Ronroneó el dios, lamiéndose los labios y mirando a los hombres con avidez.
-Mucho mejor... Sorrento...
Continuó, con los ojos en Kanon
-¿No quieres tomar asiento?
El pelirosa abrió la boca para responder, pero fue interrumpido cuando el dios se movió mucho más rápido de lo que esperaba y le golpeó las piernas. Aterrizó pesadamente en el suelo del bosque, que afortunadamente estaba lleno de hierba blanda.
Kanon se echó a reír a carcajadas cuando el orgulloso marina los miró, apoyado en los codos. Julián sonrió como disculpándose y se arrodilló entre los pies del flautista. Puso su cuerpo al ras del de Sorrento y sus rostros tan cerca que el aliento del dios atravesó los labios del pelirosa.
-¿Qué estás haciendo, Julián?
-Me gustas bastante ahí abajo. Solo estoy decidiendo qué hacer contigo. Primero, creo...
Respondió, y se interrumpió inclinándose para besarlo una vez más.
Como nunca se rendía con demasiada facilidad, no se dejó llevar, sino que eligió su momento a la perfección, y cuando Julián se inclinó hacia adelante lo suficiente, cerró las piernas y atrapó al dios con firmeza entre sus fuertes muslos.
El señor de los mares se echó hacia atrás con un suspiro.
-Muy gracioso, pequeño. ¿Y ahora qué?
-Ahora...
Dijo, tirando bruscamente de las polainas del dios hacia abajo y revelando su naciente erección.
-Estoy cansado de tus juegos...
Pasó sus dedos por el falo del dios, recibiendo un suspiro de satisfacción mientras se recostaba contra sus rodillas.
Kanon se arrodilló junto a ellos y volvió la cara del dios hacia la suya con un dedo en la mandíbula.
-Eres muy hermoso cuando te sorprendes. Pareces casi inocente...
Julián sonrió tímidamente y aceptó el beso del hombre con fingida castidad. Sus acciones, por otro lado, permanecieron algo menos que castas, ya que empujó su mano más allá de la cintura de los pantalones del gemelo y la envolvió alrededor de su erección.
Empujó al dios cuando comenzó a acariciarlo, y Julián se apretó contra las rodillas de Sorrento. Esto lo animó lo suficiente como para que, al verlo tan cerca fuera demasiado tentador para que el pelirosa se resistiera.
Cuando Sorrento lo metió en su boca, Julián tuvo que alejarse de Kanon para poder respirar.
El hombre vio al dios sonrojado, vio un momento después la causa de su estado actual y sonrió.
-Se ve bien.
El dios asintió, encontrando difícil mantener los ojos abiertos.
-¿Estás particularmente ocupado?
El dios se las arregló para encogerse de hombros y le dio un ligero apretón para darle efecto. Poniéndose de pie, Kanon se liberó agradecido de sus pantalones y tomó la mandíbula de Julián.
Sus ojos se cerraron cuando se deslizó en el calor húmedo de la boca del dios, y gimió en voz alta, enterrando su mano en el cabello largo y azulado y acercándolo más, para tragar tanto como pudiera.
Miró al dios y se sobresaltó momentáneamente. Kanon nunca había visto nada tan deliciosamente libertino como la esbelta figura debajo de él, incluso mientras sonreía alrededor de su boca llena de carne. Ver a una criatura tan hermosa, tan violada por su deseo era una emoción vergonzosa.
Inclinó la cabeza hacia atrás mientras se rendía a la sensación, entrando y saliendo de la encantadora boca del dios y a través de los ojos entrecerrados casi se perdió el destello de marfil cuando éste extendió una mano para sujetar la cabeza de Sorrento con fuerza, deteniéndo su movimiento.
Gradualmente se alejó de Kanon y guió a Sorrento a su vez, lejos de su propia carne. Le sonrió al flautista, quien se inclinó sobre sus codos y se lamió los labios, mirándolo fijamente.
-¿Algo mal?
Preguntó Sorrento, mientras el dios extendía sus manos sobre sus muslos y las movía hacia abajo para rodear los bordes de su bulto.
-El flautista es demasiado hábil con la lengua.
Le bajó los calzones a Sorrento con poca ceremonia y levantó una ceja, sonriendo maliciosamente.
-Y no he terminado de jugar.
Sorrento se dejó caer sobre su espalda, suspirando irritado.
-No te enojes, Siren, o cambiaré este trío e Isaac puede darnos hielo para paliar esta fiebre en tu lugar.
Sorrento bajó los ojos y fingió castigo.
-Sí, señor.
Los ojos de Julián se entrecerraron ante su sarcasmo, y su boca se torció en una sonrisa indulgente.
Se volvió para mirar por encima del hombro.
-Y tú, Kanon, ¿tienes algo que quieras agregar?
-No...
Gruñó el hombre, sonriendo ante la expresión de deseo que la deferencia de Sorrento había provocado.
-... Señor...
-Pues bien
Continuó el dios, e hizo ademán de retroceder.
-Eh, ¿Sorrento?
-¿Sí?
Preguntó inocentemente
-¿Me soltarías, por favor?
El pelirosa miró por encima del hombro de dios a Kanon, y los dos hombres compartieron una sonrisa.
-En realidad, creo que no...
Julián pareció muy confundido ante esto, e hizo ademán de volverse hacia el gemelo en busca de una explicación.
Sin embargo, no pudo con ninguno, ya que el pelirosa rodó rápidamente, atrapando al dios debajo de su cuerpo mucho más pesado.
Sin aliento y aturdido, Julián perdió la oportunidad de dominarlo, antes de que unas manos fuertes aseguraran sus muñecas al suelo sobre su cabeza.
Intentó fruncir el ceño, pero fracasó miserablemente cuando Sorrento colocó su boca alrededor de un pezón y se vio obligado a reprimir un grito.
Le dedicó a Kanon una mirada lastimera y el hombre respondió con un beso.
-Lo siento, mi príncipe, pero nunca tuve mucho respeto por mis superiores. Y tampoco creo que nuestro estimado amigo esté acostumbrado a recibir órdenes.
Sorrento sonrió, un poco maníaco, y se sentó, alcanzando detrás de él para sacar las calzas del dios de sus piernas.
-Hagan lo que quieran, niños...
Respondió Julián, intentando salvar lo último de su autoridad.
Sorrento le ofreció sus dedos a Kanon, quien leyó su significado, y se los llevó a la boca, lamiéndolos con su saliva sobre la mirada cautivada del dios.
-Me pregunto, majestad...
Dijo el pelirosa, deslizando un dedo dentro de él
-Que persistes en tu condescendencia...
Deslizó un segundo dedo dentro y la boca de Julián se abrió sin pronunciar palabra.
-Cuando tenemos tan claramente el control, y no creo que un niño...
Dobló los dedos, y Julián juró en voz alta
-...pueda hacer eso...
Kanon observó cómo los tendones de la muñeca de Sorrento se flexionaban repetidamente y sintió que Julián se esforzaba inútilmente contra su agarre, gimiendo con cada movimiento que hacía el pelirosa.
Su mirada se posó en el rostro del dios, sus ojos azules se cerraron con gruesas pestañas y su boca se abrió alrededor de respiraciones profundas y gemidos bajos. Parecía completamente depravado. Y terriblemente hermoso.
Sorrento vio que el otro hombre cambiaba las muñecas de Julián para sujetarlas con una sola mano, y llevaba la otra mano al borde de la boca del dios, bordeando el borde de los labios carnosos con el pulgar, su propia boca se abría con deseo mientras Julián chupaba su pulgar más allá del borde de sus labios y en la brillante humedad.
Y así, un momento después, decidió en contra de su curso de acción previsto, y retiró los dedos sin ceder a la tentación de reemplazarlos con su sólida erección.
Puso su mano sobre el estómago plano sin esfuerzo de Julián y golpeó su dedo índice para llamar su atención.
El dios lo miró, el rubor en sus mejillas era un rubor poco característico en una fachada eternamente hermosa.
-¿Te rindes ante nosotros, hermoso?
-¿Rendirme? ¿Por qué haría eso?
-Porque puedes hacernos a los dos muy, muy felices. Y una familia feliz es una familia exitosa.
Julián se humedeció los labios.
-Me gusta hacer feliz a la gente...
-Aparentemente. ¿Eso es un sí?
Julián miró a Kanon y luego a Sorrento. Se encogió de hombros.
-Hagan lo que quieran.
Sorrento se sentó, por lo que ya no estaba apoyado en el dios, y Kanon le soltó las muñecas.
Sin embargo, ambos hombres permanecieron en equilibrio, sin saber si iba a salir corriendo y tratar de volver a ejercer el control, mientras él se incorporaba para sentarse, frotándose las muñecas.
Pero todo lo que hizo fue mirar expectante a Sorrento, quién estaba levemente sorprendido por su conformidad.
-Bueno...
Dijo Sorrento amablemente.
-Creo que a Kanon le gustaría un beso...
Julián levantó una ceja, pero accedió, poniéndose de rodillas y girándose para mirar al otro hombre.
Apenas había presionado sus labios contra los del gemelo antes de que el hombre se apartara, y Sorrento aseguró una mano alrededor de su nuca, empujándolo hacia adelante sobre sus manos.
-No hay necesidad de ser tan rudo, Siren...
Intentó en una reprimenda sin aliento.
-Cállate, Julián!
Lo que lo sorprendió aún más, ya que había venido de Kanon, quien parecía demasiado temeroso de la fragilidad de su 'relación' para hablarle con dureza desde su primer encuentro.
-El dragón tiene razón...
El otro hombre intervino, pasando una mano por la columna del dios.
Se había bajado los pantalones hasta las rodillas y se colocó justo contra la espalda de Julián, quién se arqueó y empujó de forma alentadora contra la erección del pelirosa.
Kanon se inclinó para besarlo, ayudándolo a relajarse mientras Sorrento se deslizaba dentro.
El gemelo sintió que el dios se tensaba cuando el pelirosa le mostró poca misericordia. Parecía que un poco de poder se le podía subir fácilmente a la cabeza.
La estrechez era maravillosa para Sorrento. Este era el contacto que había estado tan ansioso por restablecer, y la realidad no lo defraudó.
El dios estaba tan tenso como recordaba, y cuando completó su primer golpe hacia adentro se quedó quieto por un momento, momento en el que Julián se relajó un poco y Kanon soltó su boca, lo que le permitió hacer un sonido distintivo de alivio.
Sorrento retrocedió y estableció un ritmo lento que comenzó a provocar gemidos entrecortados del dios.
Una mirada entre los dos hombres preguntó y respondió una solicitud de permiso, antes de que Kanon guiara el rostro de Julián hacia arriba, desde donde su cabeza colgaba entre los hombros que se esforzaban por sostenerlo.
-Estaría agradecido, su majestad, si terminaras lo que empezaste...
Dijo, y fue respondido con una sonrisa. Cuando volvió al calor de la boca del dios, pronto descubrió que no podía mantenerse de rodillas, así que se sentó sobre los talones, llevándose agradecido a Julián con él.
Sus hombros se hundieron mientras descendían, y se alegró de descansar sobre sus codos en su lugar.
Cada vez que Sorrento lo empujaba, Julián era impulsado más firmemente hacia el regazo de Kanon, hasta que estaba tomando cada centímetro de él en su garganta.
Kanon había llegado a la conclusión de que los dioses no podían tener un reflejo nauseoso, un hecho por el que estaba particularmente agradecido, ya que estaba tan metido en la garganta de Julián que casi esperaba chocar con Sorrento.
El pelirosa embistió repetidamente al dios, deleitándose con las reacciones que provocaba en ambos. Cada vez que empujaba a Julián, éste gemía alrededor de la carne del hombre y lo empujaba más hacia Kanon, quien, a su vez, emitía un gruñido de placer en una especie de sinfonía pecaminosa, a la que estaba feliz de agregar su propia armonía.
Sacó una mano de la cadera del dios, que se había esforzado por mantener firme contra sus violentos embates, y la estiró debajo de él para acariciar su descuidada erección, sonriendo mientras hacía que Julián gimiera aún más fuerte.
Kanon había estado sentado sobre sus rodillas tanto tiempo que estaba seguro de que no tenía sangre en los pies. Pero no le molestó demasiado, ya que no era realmente necesario allí.
Sorrento había acelerado el paso, y ya no quedaba mucha resiliencia en el hombre. Miró fijamente al flautista y le imploró que empujara
-Más fuerte, por favor...
Petición que el hombre accedió felizmente. Las manos de Kanon cayeron a los costados y se apoyó en el suelo detrás de él, metiendo su propia carne profundamente en la boca de Dios, mientras se corría dentro de él, algo que había querido hacer desde su primer encuentro.
Julián lo empujó tan profundo como pudo, tragando cada gota y sólo soltándolo cuando su cuerpo estaba completamente agotado.
Sorrento se arrodilló lentamente, levantando al dios para que se sentara a horcajadas sobre sus rodillas, de modo que Julián pudiera usar su propia fuerza para cabalgar contra él.
Kanon se acercó a ellos y besó profundamente a su dios. Su cabeza se inclinó hacia atrás contra el hombro de Sorrento y el hombre mordió la carne de su cuello mientras el gemelo saqueaba su boca.
La mano de Kanon encontró el miembro de Julián, ya que el pelirosa lo había soltado al sentarse, y la acarició al ritmo de los impulsos internos de Sorrento.
Kanon bajó la cara hacia el pecho de Poseidón, plantando besos a lo largo de las prominentes clavículas blancas, mientras el mundo parecía detenerse para escuchar sus gritos de placer.
Aunque enormemente inapropiado para el estado de ánimo solemne del bosque, nadie en su sano juicio habría tratado de frenar tales sinceras exclamaciones de felicidad.
Aunque era imposible entender los murmullos que componían gran parte de su soliloquio, para los oídos de Kanon era un caos incoherente y, sin embargo, el caos más gratificante y melodioso que jamás había escuchado.
Su grito cuando encontró su orgasmo no fue más que una sentida llamada de éxtasis.
Sorrento sintió que el dios se apretaba a su alrededor y, mientras se corría, echó la cabeza hacia atrás contra el hombro de pelirosa, sintiendo que su grito de éxtasis vibraba a través de su cuerpo.
Con solo su propio placer para ser visto, cedió a sus impulsos y condujo hacia arriba en el marco ágil sobre él varias veces más, agarrando el cálido cuerpo contra el suyo mientras su orgasmo lo desgarraba.
Gimió su orgasmo contra el hombro de Julián y se derrumbó en el suelo del bosque con el dios todavía encima de él.
-Joder...
Dijo, secándose el sudor de la frente mientras Julián rodaba sobre la hierba a su lado, y añadió, porque la elocuencia lo había abandonado temporalmente
-joder...
-Apuesto a que no puedes disparar directamente con tu tridente...
Bromeó Kanon, que había tenido un poco más de tiempo para recuperarse de su clímax.
Julián se incorporó sobre sus codos.
-Ni siquiera puedo ver bien en este momento. Además, no voy a hacer más apuestas con ustedes...
Dijo, recostándose para mirar hacia los árboles.
-¿Oh, sí? ¿Por qué es eso, exactamente?
Presionó Sorrento.
-No sigues las reglas. Yo gané y tú simplemente te hiciste cargo...
Kanon se acostó al otro lado del pelirosa y habló como si sólo le hablara a él, aunque su intención más amplia era clara.
-Es bastante exigente, ¿no crees? No cree haber tenido su premio.
Sorrento se volvió hacia él.
-Parece un poco difícil de complacer. Siempre podríamos dejarlo fuera por completo, la próxima vez.
Un cuerpo esbelto que se había movido en silencio desde su posición en la hierba, se tumbó entre ellos y, a su vez, les dio a ambos un breve beso en los labios.
Julián sonrió con orgullo y acabó con su línea de broma.
-No se atreverían.
Y tuvieron que admitir que era cierto.
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