Capítulo 44
Mentiría si dijera que sé hacia dónde debo ir ahora. Me acabo de bajar del avión y me encuentro medio perdida en un aeropuerto, con la única compañía de mis maletas. Puede que el viaje haya sido algo precipitado, pero la ocasión lo requería. Aunque sí, se podría decir que tomé la decisión de venir a Sacramento como quien decide comprarse una bolsa de patatas; tal vez debería haber pensado en cómo organizarme una vez llegara aquí.
No he dejado de pensar en qué voy a decir cuando lo vea. No he tenido mente para reflexionar sobre cualquier otra cosa mientras miraba por la ventana un cielo muy bonito, pero que no me interesaba lo más mínimo. Supongo que ese es el motivo por el que ahora me encuentro sola en un sitio que no conozco nada. Ni siquiera se me ha pasado por la cabeza lo que haría al pisar tierra firme otra vez.
Pasan varios minutos hasta que se me ilumina la bombilla que lo aclara todo. Por fin las pocas neuronas que me quedan se han puesto de acuerdo. Saco el móvil que tenía guardado en el bolsillo del pantalón y lo enciendo... Últimamente no le he hecho nada de caso al aparato este.
En cuanto puedo, busco rápidamente un nombre entre mi lista de contactos, que este año es mucho más corta de lo que lo era antes. Siento cómo se me iluminan los ojos al ver "Melissa" en la pantalla. Nunca antes la había llamado desde mi móvil, pero creo que este es el momento oportuno para hacerlo.
—¿Sí? —Se escucha al otro lado de la línea tras el segundo bip.
—Hola. Esto... Soy Evelyn, no sé si te sonará mi voz. —Digo atropelladamente y bastante más nerviosa de lo normal—. Hemos hablado un par de veces desde el móvil de Patrick y me dio tu número por si algún día lo necesitaba. También nos vimos en aquella fiesta del campamento el año pasado. Soy la... amiga de Andrew.
Trago saliva. Vale, quizás he hablado mucho más de lo que debería en tan sólo unos segundos.
—¡Tranquila, cielo! Te recuerdo perfectamente, más de lo que crees. ¿Para qué me necesitas?
Esta vez cojo una bocanada de aire. La madre de Andrew es muy cercana; aún así, hay algo en su voz que me dice que lo está pasando fatal. Se nota que las cosas no están yendo bien con respecto a él y eso me da escalofríos.
—Estoy en Sacramento, acabo de llegar. Necesito ver a Andrew pero no sé cómo llegar hasta él. Me preguntaba si tú podías ayudarme.
Menuda tontería acabo de decir. Es su madre, obviamente puede ayudarme. La cuestión es: ¿Quiere llevarme hasta él? O mejor dicho: ¿Quiere Andrew verme? Lo dudo mucho.
—¿Dónde estás? —Me dice de repente.
—Eh... En el aeropuerto...
—Bien. No te muevas, ahora vengo. —Espeta, y antes de colgar, escucho el típico ruido de unas llaves al agitarse.
Genial. Al menos no me voy a quedar aquí tirada por el resto de mi vida.
Lo que sí ocurre a continuación es un terremoto en mi interior, por lo menos durante la media hora (aproximadamente) que tarda Melissa en llegar. Soy muy exagerada, lo sé, pero juro que jamás había alcanzado este nivel de nerviosismo. Se me ha cerrado el estómago completamente y el nudo que tengo en la garganta tiene pinta de ser imposible de deshacer.
Mientras esperaba, me he estado preparando una serie de cosas que podría decirle a la madre de Andrew en cuanto la vea, básicamente para que no piense que la amiga de su hijo es más bien estúpida. Sin embargo, cuando veo a lo lejos a esa mujer con unas raíces canosas que ya ni se molesta en teñir y con unas ojeras que por poco le llegan a la barbilla, se me olvida todo por completo y un golpe de realidad me da en la cara como un bofetón de los más terribles. Me quedo paralizada en el sitio. Desde luego que las cosas van mucho peor de lo que yo me imaginaba.
Melissa me busca entre la gente y yo soy incapaz de hacer algún esfuerzo para que me vea. En realidad, eso da igual; sé que cuando ella me encuentre y me recoja de aquí, voy a tener que enfrentarme a la verdad más dura de todas, la que más temo. Eso es lo que realmente me preocupa.
Cuando por fin me ve a lo lejos, me sonríe con complicidad. Yo le contesto con una especie de mueca que pretendía ser una sonrisa también. Ni siquiera cuando se acerca a mí puedo actuar con normalidad, y es que cuando intento decirle algo, ese maldito nudo en la garganta me lo prohibe.
—Vamos. —Melissa posa una mano sobre mi espalda. En cuanto se acerca ligeramente a mí, puedo oler el paquete de tabaco que probablemente se habrá fumado en las últimas horas, cosa que no me encaja con lo que Andrew solía decir de ella—. ¿Sabes...? Por como habla mi hijo de ti, no creía para nada que fueras una chica tímida.
Tímida... Andrew sabe bien que yo no soy ese tipo de chica. Si esta mujer supiera que con solo verla puedo saber cuánto está sufriendo, y con ello, sufro yo también... Sencillamente porque sé que todo esto es por él.
—Bueno, no importa. Sé que estará feliz de verte. Muy feliz. —Acto seguido, me vuelve a sonreír.
Ahora que la veo de cerca, noto cuán amarillentos se han quedado sus dientes desde la última vez que la vi en persona. Ahora lo entiendo todo. Supongo que los cigarrillos no son más que una vía de escape en relación a todo lo que está sucediendo con Andrew. Es comprensible.
Sin decir ni una palabra más, Melissa me conduce hasta su coche mientras yo tiro de mis maletas. De vez en cuando, la miro de reojo, aunque eso me estremezca. Lo cierto es que no lo puedo evitar.
Cuando veo el coche en el que ha venido, el corazón me da un vuelco. Es el mismo en el que Andrew me llevó al campamento el día que nos conocimos. Desde entonces, ha pasado mucho tiempo y muchas cosas han cambiado. Aún así, no me olvidaría de nada, ni aunque pasaran cien años.
Melissa se ocupa de meter mi equipaje en el maletero mientras yo me acomodo en el asiento copiloto. Supongo que se estará preguntando dónde demonios me voy a quedar y por qué he traído todas mis cosas hasta aquí. Si tengo que ser sincera, ni siquiera yo tengo respuesta para eso. Sabía que vendría aquí, por supuesto, pero no he pensado en nada más. Además, tan solo llevo encima algo de dinero que cogí a principios de verano de casa por si surgía alguna emergencia. Lo que no sabía es que la emergencia sería de este nivel.
Miro firmemente la carretera durante prácticamente todo el trayecto, porque no puedo estar sintiéndome más ridícula. Mi propio cuerpo me impide mirar y hablar a una mujer que me está llevando a su propia casa, que me acaba de recoger del aeropuerto cuando casi ni nos conocemos. Me siento una desagradecida, pero esto es físicamente superior a mí.
Melissa debe de comprenderme: no ha soltado ni un comentario más en lo que ha durado el viaje con tal de no hacerme sentir incómoda. Al fin y al cabo, sé que me voy a sentir a gusto junto a ella porque no me va a poner las cosas más difíciles.
En cuanto me doy cuenta, la madre de Andrew está aparcando el coche enfrente de la puerta de un garaje. Cuando veo que se baja del vehículo, sigo sus pasos y espero a que saque mis cosas del maletero. Mientras el sol me abrasa un poco al espalda, observo desde fuera la casa donde Andrew ha pasado toda su vida. Aquí es donde él se ha criado; siempre he tenido curiosidad por conocer esta faceta suya, y es que creo que es la que más me gusta de él. Creo que, cuando Andrew me descubrió el lado tierno que guarda para su familia y para las personas más especiales para él, terminé de enamorarme por completo.
Melissa cierra el coche finalmente y me vuelve a guiar, esta vez hacia la puerta de la entrada de su casa. Después de sacar del bolsillo del pantalón unas llaves, se dirige a mí para romper al fin el silencio.
—Andrew normalmente está en casa sobre esta hora. Lo mejor será que esperes aquí un momento, hasta que yo te avise... —Dice casi susurrando—. Ya sabes cómo es él a veces.
Asiento con la cabeza. Vaya, supongo que se confirman mis sospechas. Posiblemente he venido aquí para nada, ya que todo apunta a que él no tiene ni pizca de ganas de verme. Y vuelvo a sentirme ridícula, ahora incluso un poco más que antes.
Decido sentarme a esperar en las escalerillas que tengo delante, las que llevan a la puerta. El hogar no es nada del otro mundo, o para decirlo de otra manera, no es una mansión como la mía. Sin embargo, me encanta. Me hubiese gustado saber de pequeña lo que es vivir en una casa así, o entender lo que es tener unos hermanos como los de Andrew. Eso me recuerda justamente a que hace apenas horas que he conocido a las mías, parece todo un sueño.
Rápidamente, me saco ese pensamiento de la cabeza. Me he prometido a mí misma que esta temporada que iba a pasar alejada de mi entorno también incluía a Candice y a Lauren. Quiero sacarme eso de la mente de momento, quiero encontrarme a mí misma antes de nada.
Me empiezo a desesperar; Melissa tarda demasiado en avisarme. Me levanto de la escalera y me planto frente a la entrada dispuesta a tocar la puerta. Justo en ese instante, me doy cuenta de que la ingenuidad me ha vuelto a jugar una mala pasada, por pensar que todo iba a suceder como yo quería.
A mis espaldas, oigo la voz que más he echado de menos en los últimos días, aunque mucho más dura y aterciopelada que antes. No ha pasado tantísimo tiempo, pero se siente como si todo fuera absolutamente diferente.
—Rubita, ¿estás buscando a alguien? Ahí no hay nadie, lo siento.
Se me ha puesto la piel de gallina, literalmente, y he estado a muy poco de dar un bote. Por si no fuera bastante, creo estar temblando. No sé qué me está pasando, en cualquier momento me da un ataque de algo.
—¿Hola? —Insiste Andrew, en un tono ya más sereno. Seguramente se ha dado cuenta de lo inestable que estoy.
No me ha reconocido aún, eso está claro. Dudo que se estuviera dirigiendo a mí si supiera quién soy.
—Que si necesitas algo. —Se reitera, y yo aún sin saber cómo articular palabra. Debe de pensar que soy tonta, muy tonta.
De pronto, reaparece mi salvavidas personificado. Por fin Melissa se ha dado cuenta de que su hijo no está precisamente dentro de casa, por lo que ha decidido abrir la puerta. Aún así, no puede ver a Andrew porque yo estoy delante y él ni siquiera ha subido las escalerillas.
—Evelyn, pasa. Andrew aún no ha llegado, debe de estar de camino. ¿Qué te pasa, cielo? Estás un poco pálida. —Dice mientras coloca cada una de sus manos en mis mejillas—. Ven, te daré algo. —Me agarra de la mano y me atrae hacia el interior, y es entonces cuando descubre a su hijo detrás de mí.
Ahoga un grito, pero enseguida intenta disimular. Hace como si todo esto fuera una situación de lo más normal, supongo que está acostumbrada. Quizá yo también debería estarlo, pero no lo estoy. Cuando veo a Andrew de frente y, sobre todo, la forma en que me está mirando, algo en mí se rompe y lo siento como si se tratara de un cristal. Creo que me odia, realmente lo pienso. ¿Cómo si no es capaz de mirarme así?
Solamente se queda ahí contemplándonos unos segundos más. Después, se larga exactamente por donde ha venido.
—Deberías ir tú esta vez. —Murmura Melissa, tras un suspiro que dice mucho—. Yo lo he intentado muchas veces y quizá a ti te haga más caso.
Sin dudarlo ni un segundo, acepto el reto. Lo hubiera hecho aunque me surgieran mil dudas. Ya estoy aquí, lo que significa que ya he tomado la decisión más importante. Ahora sólo me queda luchar hasta conseguirlo.
Salgo disparada de la casa. He llegado a tiempo para ver a Andrew entrando en el coche, y algo me dice que no está en condiciones de conducir. Corro más rápido que en toda mi vida junta hasta llegar al vehículo. A continuación, empiezo a dar golpes a la ventanilla que él tiene al lado, como una auténtica loca de película.
—¡Andrew! ¡Sal del coche! —Recupero la voz de repente.
—Voy a arrancar. —Espeta desde el interior del vehículo—. Será mejor que te marches.
Trago saliva, la suficiente para poder decir un firme:
—No. —Intento encontrar su mirada—. No me voy a ir, no me importa lo que me digas porque estoy aquí por ti.
Tras esto, Andrew suelta una risa irónica que me hiela la sangre. Después, decide bajar la ventanilla. Hago todo lo posible para mantener mis pies firmes en el suelo y obviar el hecho que nos estamos mirando fijamente a los ojos después de todo.
—Márchate, Evelyn. Te lo digo muy en serio.
El rojo en sus ojos me parte el corazón en mil pedazos. No me hace falta ser muy lista para saber de dónde ha venido y dónde debe haber pasado la noche.
Genial. Si lo que quiere Andrew es jugar, ahora sabrá quién lo hace mejor.
—Muy bien. Me marcho, pero contigo. —Se me dibuja una sonrisa en la cara al subirme en el coche de Andrew, bajo su atenta mirada—. Sabes perfectamente que no estás en el mejor estado para conducir, y ahora somos tú y yo los que estamos en el coche. Tú verás lo que haces, Andrew.
Andrew me mira de reojo y respira hondo. Tengo la sensación de que he ganado. A él le da igual estrellarse contra un árbol, pero si llego a hacerme daño yo, no se lo perdonaría a sí mismo en la vida.
—¿Aún quieres que nos marchemos? —Inquiero, en un tono más bien sugerente.
Andrew desvía la mirada y se muerde el labio inferior, cosa que para mí es lo más parecido a una señal de rendición. Una sonrisa amenaza con aparecer en su rostro, pero él lucha contra ella hasta cambiarla por un golpe al volante y un:
—Joder, qué cabezota eres. —Musita saliendo del coche y cerrando la puerta bruscamente.
—Puede ser —respondo para mí misma—, pero no sabes cuánto te necesito...
«Vivo.», completo mentalmente. Cuánto duele pensar algo así, pero es la verdad. Tengo que hacer lo que sea para no perderlo para siempre.
Me bajo del coche y hago un gran esfuerzo para alcanzar a Andrew, que ya está entrando en su casa. Yo tardo un poco más, porque es Melissa la que me tiene que abrir.
—Perdónalo, seguramente viene de pasar la noche de fiesta con sus amigos y no esperaba verte aquí.
—Lo entiendo, tranquila. —Respondo, y después me doy cuenta de que esta ha sido la primera vez que le he dirigido la palabra a Melissa.
Me imaginaba que Andrew había pasado la noche fuera, aunque también sé qué más ha ido a hacer con personas que serán de todo menos amigos suyos. Eso su madre también lo sabe perfectamente, y ahora recuerdo que cuando fue ingresado este verano en Texas, ella también fue a verlo.
Me da tanto miedo todo esto. Ahora mismo, solo quiero alejarlo del peligro.
—He entrado tus maletas —interrumpe Melissa mis pensamientos—, las he dejado en mi habitación. Espero que no te moleste.
—Para nada. —Sonrío, agradecida. Por lo visto, Andrew ya se ha marchado a su cuarto. Yo, por mi parte, no me puedo quedar callada y hacer como si no hubiera visto nada—. Está siendo muy duro, ¿verdad?
A Melissa no le pilla de imprevisto mi pregunta, parece estar muy cansada de soportar tanto ella sola. Al fin y al cabo, sus dos otros hijos son muy pequeños para entender lo que le está sucediendo a su hermano mayor.
—Sale todas las noches. Cuando sus hermanos se acuestan, se va. Y no me quiero imaginar qué es lo que hace por ahí. Lo único que sé es que este no es mi hijo, es como si me lo hubieran cambiado. —Me explica con la mirada medio perdida, mientras sus ojos dejan caer alguna que otra lágrima.
Agacho la cabeza. No sé qué decir ni qué hacer. Se me revuelve el estómago con solo pensar en todo lo que ha tenido que vivir Melissa desde que Andrew se fue del campamento y volvió aquí, a su hogar, el que ahora mismo está más bien desestabilizado.
—Voy a buscar a Ethan y a Mia al colegio. —Nos sorprende de pronto Andrew, que vuelve a aparecer abrochándose la chaqueta como si fuera la situación más normal del mundo. Y, por si fuera poco, ni siquiera nos mira a la cara.
—¿Qué dices, cariño? —Ríe Melissa, colocándose frente a su hijo—. Estamos en verano, tus hermanos están de vacaciones. Quítate esa chaqueta y vete a descansar, anda.
No sé si realmente Andrew está desvariando o simplemente lo hace a propósito para desaparecer de mi vista, lo que sí sé es que esta escena me está dando mala espina. Se masca la tensión.
—Entonces, ¿dónde están mis hermanos? —Insiste él, sin levantar la mirada del suelo.
—Están en el parque con unos amigos. No te preocupes por ellos.
—¿Los has dejado solos en el parque?
—Por supuesto que no, Andrew. Los padres de sus amigos están con ellos. ¿Puedes tranquilizarte, por favor?
—¡¿Pero qué clase de madre eres tú?! —Exclama, fuera de sí, y nos deja boquiabiertas tanto a Melissa como a mí. Nunca esperaba ver salir algo así de la boca de Andrew, y menos hacia su madre—. Voy a por ellos ahora mismo.
—¡No! —Responde ella, pegándose a la puerta de la entrada e impidiéndole así el paso a su hijo.
—¿Por qué no? —Sonríe él, de la manera más frívola que sabe.
—Porque no puedes salir así de casa. Tus hermanos no te pueden ver con estas pintas, Andrew, por favor. A saber de dónde vienes.
Se hace el silencio y el ambiente se vuelve aún más tenso. Quizá ha sido demasiado sincera la madre de Andrew, pero es entendible. Esto tiene que acabarse de alguna forma.
—Ah, ya lo entiendo. Supongo que debe ser vergonzoso para ti que me vean tan demacrado por la calle. Todo el mundo va a criticar a una madre por tener un hijo drogadicto y dejar que se haga cargo de sus hermanos, estás en todo tu derecho de prohibirme que me vaya.
—No digas tonterías, cariño. No me importa nada lo que diga la gente. A mí me importas tú, hijo.
—Ya... —Y sin nadie más verlo venir, Andrew tira abajo la mesa del comedor con toda la vajilla que tenía encima. Su madre y yo nos quedamos congeladas de nuevo, con los ojos abiertos como platos.
Después, empieza a romper todo lo que se encuentra por el camino, como si no tuviera ni el más mínimo significado para él o para su família. Este está siendo el peor arrebato de Andrew que yo jamás haya visto.
—¡Basta, joder! —Grito, en un intento de frenar a Andrew. Y aunque me tiemblen las piernas, camino lentamente hacia él hasta colocarme detrás suyo. Con delicadeza, coloco mi mano sobre la suya, con la que está sosteniendo un jarrón que estaba a punto de tirar—. ¿Puedes por un momento pensar en el daño que haces tanto a ti como a los que te queremos?
—No me lo puedo creer. —Niega con la cabeza, incrédulo—. No me puedo creer que te identifiques como "una de las personas que me quiere". ¿Dónde estabas tú cuando yo empecé a meterme toda esta mierda? ¿Eh? Ah, perdona, ya me acuerdo de que estabas muy ocupada tomando la decisión de quedarte con un tío o con otro.
—No seas injusto, Andrew, y no desvíes el tema. Siempre te he querido por mucho que lo niegues, y aunque te fastidie, voy a seguir aquí hasta que lo entiendas. —Cojo una gran bocanada de aire con tal de no ahogarme en mis propias palabras—. Lo sé, me di cuenta demasiado tarde de lo que te ocurría porque estaba ocupada, pero ocupada tratando de averiguar qué mierda te pasaba. Tal vez es mi culpa, y si lo es, lo siento muchísimo. Lo que no quiero es que seas tú el que pagues por mis errores y por los de todas las personas que tienes alrededor. Andrew, deja de hacerte tanto daño, no sabes cuánto nos afecta a los demás todo esto.
—Es muy fácil decirlo, pero tú no estás en mi situación. Tú no sabes lo que es esto.
—Ya lo sé. Es mucho más complicado de lo que parece, y no me quiero imaginar cómo te has debido de sentir. Pero te lo repito una vez más, aunque nunca te lo creas: —Murmuro, a pocos centímetros de su oreja, con el impulso de esbozar una sonrisa—. Te quiero, y voy a hacer todo lo posible para que salgas de esta. Vales mucho más de lo que te crees.
Tras mi discursito, no se oye nada durante un par de minutos. Creo que lo único que escucho es mi corazón latir a una velocidad desproporcionada. Está siendo uno de los momentos más intensos de mi vida y no sé qué sucederá a partir de ahora.
Y, cuando menos me lo espero, aparece el Andrew vulnerable, otra de las facetas que me enamoró de él. De pronto, se hace pequeño y deja el jarrón sobre la estantería. A continuación, se rompe, pero de una manera que jamás se había atrevido a mostrar. Es como si estuviera desnudando su alma aquí en medio. Y mi única respuesta es rodearlo entre mis brazos en señal de protección y de cuidado.
—Te quiero muchísimo, Andrew, y te prometo que te ayudaré a salir adelante. Nunca más te dejaré solo.
—¿De verdad? —Pregunta esperanzado, mientras solloza como un niño indefenso y a mí se me encoge el corazón.
—Por supuesto.
—Yo también te quiero, Evelyn, y te echaba mucho de menos.
El azúcar de este momento me va a subir al cerebro, pero no me importa. Estaba deseando volver a abrazarlo, me daba igual si era después de una escena como la que acabamos de vivir. Necesitaba esto, lo necesitaba a él cerca, conmigo. No hay cosa en el mundo que me haga más feliz que eso.
La madre de Andrew se suma, abrazándonos a los dos muy emocionada. En lo que dura el abrazo, le va diciendo a su hijo todas esas palabras que hacía tiempo que no le decía, más o menos desde que él volvió del campamento. Y a mí, me sorprende cuando de repente se dirige a mí como si supiera toda mi historia:
—Y tú no te preocupes, bonita. Puedes quedarte aquí todo el tiempo que haga falta, te lo debo.
n/a
¡Holaaaa! Una vez más, aquí estoy con vosotros. Y me da muchísima pena que sea en esta situación, ya que será de las últimas veces que os hablaré de forma directa, al menos en este libro. Porque sí, este ha sido el último capítulo de Verano Otra Vez y de la saga Verano. Así termina una historia que ha significado tanto o más que Campamento de Verano, pero de eso ya os hablaré en una parte del libro dedicada especialmente a vosotros, por haber apoyado tanto esta novela. Aquí, simplemente, aprovecharé para decir que este no es el final oficial de la historia porque aún falta el epílogo, que ya está escrito y será publicado muy pronto. Solamente añadiré que viene con un avance de una idea en la que he estado pensando.
Así que, ya sabéis, si os interesa, estaros atentos a la próxima actualización. ¡Muchísimas gracias por leer! ❤️❤️
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top