Capítulo 12

Oficialmente, anoche hablé más de la cuenta… y lo peor es que ni siquiera me acuerdo. Al parecer, le conté a Caleb que su hermana y el padre de Andrew tienen una relación. Lo sé, muy oportuno por mi parte. Justo ahora que las cosas no podían ir a peor.

Lo único positivo que podría sacar de mi fallo es que por fin se va a saber la verdad. No sé cómo Patrick y Emily han aguantado tanto tiempo sin decir nada, sin poder expresar cómo se sienten.

Caleb ya lo sabe. Increíble, ¿no? Esta mañana no he notado nada raro al hablar con él, o al menos, no que tuviera que ver con eso. Según el señor Cooper, mi amigo se ha presentado esta misma mañana en la cabaña de Emily hecho una furia pero yo ni siquiera sabía que estaba cabreado.

Sin embargo… ¿Y Andrew? Me pregunto cómo va a reaccionar. Es un chico impredecible; además, si se metiera en otro lío con su padre ya no creo que pudiera terminar bien.

En fin, si es que no aprendo. Como digo siempre: es un problema tras otro.

Patrick Cooper sigue aquí sin decir nada, yo con esta taza de café aparentemente interminable y los pasos de alguien que parece acercarse al comedor. Por fin se rompe este silencio, aunque gracias a quien menos me esperaba:

—¡Buenos…! —De repente, me ve y su voz se apaga por unos segundos—. Hola.

Dudo que lo haya dicho para mí. Ella nunca me saludaría, al menos no desde que nos empezamos a llevar tan mal. Bueno, ella fue la que mostró de la nada esa ira hacia mí porque para mí siempre fue mi amiga… Afortunadamente, hace un año que no lo es.

—Buenos días, Candice —la saluda alegremente el señor Cooper—. ¿Qué te trae por aquí tan pronto?

—Yo… no podía dormir más.

—Sí, claro. ¿Y ese chico castaño de ojos azules que está esperando en la puerta? ¿No lo conoces?

Candice enrojece enseguida y pone cara de haber visto un fantasma. No sé por qué, si todo el mundo sabe lo de Ben.

—Vale, no tendría que haber dicho nada.

Sonrío por dentro. A veces Patrick no se hace tan pesado o insoportable, si no que resulta cercano y divertido. Es muy simpático cuando quiere, y más que nada, cuando no bebe.

Patrick pone alguna que otra excusa y se marcha como un cohete. Entonces, el ambiente se vuelve incomodo cuando sólo se escucha el sonido de las uñas de Candice tamborileando sobre la mesa de al lado.

La miro de reojo y ella también me está mirando. Vale, eso ha sido… raro. Y por segunda vez, mis ojos van solos hacia ella por pura curiosidad. Candice tiene la mirada clavada en mi por alguna razón.

—¿Te molesta? —Pregunta sin la más mínima delicadeza. Me hago la loca, como si oyera llover, pero ella insiste—. Oye.

Tardo unos cuantos segundos en decidir si hacerle caso o no, pero finalmente lo hago y me doy cuenta de lo mucho que puedo conseguir si le sigo el rollo. La idea de la charla que quería tener con ella me vuelve a la mente a momentos y no sé qué hacer.

Respiro hondo. Uno, dos, tres. Por Chloe.

—¿Sí?

—Que si te molesta que te mire.

Pongo los ojos en blanco. Está loca de verdad y lo cierto es que no sé cómo la han dejado volver al campamento después de todo lo que hizo el año pasado.

—Aunque supongo que con lo egocéntrica que eres, estás acostumbrada a ser el centro de atención.

—No hablemos de egocéntricas… —Musito.

—¿Por qué? ¿Porque me llevo la palma? ¿Y crees que no lo sé? —Su risa retumba por toda la sala—. Querida, no hay nada mejor que ser una egocéntrica. Tu felicidad está por encima de la de todos los demás.

—Tú no deberías decir eso —le advierto.

Ni siquiera estoy manteniendo contacto visual con ella, aún no estoy preparada para mirarla fijamente y ser capaz de contener todo el resentimiento que le guardo.

—Todos deberíamos pensar así, Evelyn, que lo sepas.

Escucho cómo se levanta de su silla y enseguida aparece en el asiento que el señor Cooper ha dejado libre, es decir, delante mío.

—¿Entonces qué haces con él? —Dejo escapar de mi boca. El corazón ahora me late más rápido a causa de la intriga y el nerviosismo.

—¿Con Ben? —Y se vuelve a reír de esa forma tan irónica, como si en realidad no quisiera hacerlo—. Él y yo no tenemos nada serio… aunque tampoco creo que te incumba.

—Pues claro que no —miento. Acabo de conseguir un dato que hará sonreír a Chloe—, aunque es curiosa vuestra relación, ¿no crees? Surgió de la nada.

Cuando por fin la miro a la cara, sus cejas casi se están rozando y en su expresión veo el deseo de descifrarme.

—¿Y a ti qué más te da?

Ahora soy yo la que río. Pues claro que me da igual, idiota, si por mi fuera no sabría nada de ti.

Me contengo a base de suspiros.

—¿Qué pasa? ¿No te basta con tener a dos chicos comiendo de tu mano? ¿También lo quieres a él?

Su mirada desafiante no me produce nada. Es más, para mí es como un chiste lo que acaba de decir. Ni en sueños querría a alguien como Ben, el hecho de que luzca como un auténtico Dios griego no quita que su interior sea negro como el carbón.

—No, gracias. ¿Y tú por qué lo quieres a él?

 —Ya te he dicho que esto no… —alza la mirada y sus ojos se congelan—. Yo no le quiero, ¿contenta? Sé que él nunca sentiría algo por mí, eso es todo.

—Pero ¿tú no eras la egocéntrica que…?

—Por eso mismo —me interrumpe—. Como quiero mi felicidad por encima de cualquier otra cosa, prefiero ser consciente de la realidad antes que dejarme llevar para después no ser feliz.

Vaya. Algo muy inteligente para ser Candice, desde luego.

—Entonces, tú nunca te enamorarías —afirmo, y ella asiente como respuesta.

—¿Para qué? Si por una vez que lo hice, perdí.

Sé que es Chloe de quién habla ahora, pero supongo que está equivocada. Sigue pensando que era amor lo que sentía por ella y solo se trataba de un capricho que se le antojó, al menos desde mi punto de vista.

—¿Qué perdiste?

—Todo, y tú lo sabes. La perdí a ella, a ti, los nervios, la cabeza… Todo. Cuando me di cuenta, ya no me reconocía a mí misma.

—Sabes que a mí no me perdiste por eso. No sé qué mierda te pasó conmigo pero me odiaste hasta el punto de drogarme, ¡te volviste absolutamente loca!

Nunca creí que sería capaz de decir en voz alta algo así. Ni siquiera había podido hablar de esto antes, de la noche en la que terminé en la misma cama que el actual “rollo” de Candice. Aunque parezca que lo haya olvidado, jamás será así. Ese tipo de cosas te marcan para siempre.

—Supongo que eran solo… celos. Por Chloe, porque a ti ella siempre te tuvo como en un pedestal.

Bien, me puedo creer lo que me acaba de confesar. Sin embargo, también puedo añadir que siento que algo le falta por decir. No sé si será solo una sensación mía, pero es extraño y presiento que no me falta razón.

El ruido ensordecedor de una especie de campana retumba en mis oídos, y de pronto me siento como en el instituto. ¿Y ahora qué significa esto? Me juego lo que sea a que se está escuchando por toda la casita.

Candice y yo, confusas, nos miramos entre nosotras. Después de comunicarnos a través de nuestros ojos, decidimos seguir ese sonido tan molesto. Caminamos y subimos escaleras hasta que encontramos a todos los demás en la sala de arriba, justo donde tienen lugar las actividades que hacemos cada día. Las cabezas se giran sorprendidas hacia nosotras.

Me siento infinitamente aliviada cuando me doy cuenta de que no somos nosotras el centro de atención. Por lo que me han dicho mis amigas, son Patrick y Emily, los monitores, los que tienen algo que contar. Ay, por Dios, yo sé claramente qué es.

Paseo mi mirada por todos los asistentes, mis ojos siempre intentan encontrarlo incluso sin yo darme cuenta. Enseguida lo veo allí, en primera fila, a punto de escuchar el notición de su vida. Lo más probable es que todavía no tenga ni idea de lo que su padre va a contar delante de todo el mundo… y eso me tiene expectante.

—Ahora que estáis todos aquí, me gustaría deciros cuán importante es para mí contaros esto precisamente a vosotros… —Bla, bla, bla, bla, bla, bla y bla. Sinceramente, cuando Emily se pone en plan discurso sentimental, me entran ganas de potar y de gritar que se calle por quien más quiera.

Entiendo que sea un momento importante para ella, de verdad, pero lo pesada no se lo quita nadie. Además… ¿Y Caleb? ¿Nadie se ha dado cuenta de que él no está aquí?

Cuando veo a Emily cerrar la boca, vuelvo a conectar mi cabeza con el planeta Tierra. Ahora, es Patrick el que se manifiesta, no sin antes agarrar la mano de Emily libremente.

Me froto los ojos. ¿En serio acaba de hacer eso? Miro a Andrew y está tan descolocado como yo, pero él con más motivos. Mierda. Ya no puedo dejar de mirarle.

—Chicos, Emily Brown y yo queríamos deciros que… Estamos juntos y en dos meses cumpliremos un año.

Encima, lo dice tan entusiasmado que la felicidad no le cabe en el cuerpo. Me parece genial que esté emocionado, lo que pasa es que no sé quién les ha dicho que los monitores tienen que hacernos saber de sus relaciones no profesionales. Es un poco extraño, realmente.

Los estúpidos de los adolescentes con los que comparto campamento, empiezan a corear “que se besen”. Esto sí que no me apetece verlo.

Mientras la mayoría gritan, aplauden o se ríen a carcajadas, yo solo puedo estar pendiente de Andrew. De momento, no ha hecho ni un comentario. Permanece quieto, y ninguna parte de su cara se ha movido ni me ha hecho pensar que está cabreado. Pero lo está, no es nada difícil de averiguar si lo conoces como yo.

En cuestión de segundos, sale disparado y pega un portazo antes de desaparecer. Sorprendentemente, ha pasado desapercibido para todos menos para mi. Bueno, y para ella.

Lauren sale de la sala y deduzco que va a ir detrás de él. Esta vez sí que no, no hay quien pueda parar esta rabia que ha crecido dentro de mí y que se va alimentando a base de sucesos como este, o también, por cada vez que me los imagino juntos.

No puedo evitarlo, yo quiero estar con Andrew en este momento. Me marcho enseguida, en busca de él y con ganas de apartarla a ella. Literalmente.

Tampoco me hace falta alejarme mucho porque ahí mismo están. Debajo de un árbol, él sentado y ella de pie. A juzgar, por cómo está hablando parece desesperada. Me da igual lo que esté ocurriendo, yo voy a ir ahí sí o sí.

Lauren me ve llegando y puedo ver su mirada oscurecer.

—Oh, Evelyn, ¿qué haces aquí?

Y sigue con ese rollo de mosquita muerta. Autocontrol, eso es lo que necesito para hablar con ella.

—Andrew. —Menciono su nombre mientras me muero por dentro esperando su respuesta.

Yo sí que estoy desesperada.

—Lo siento, Evelyn, pero me parece que ahora no quiere hablar con nadie.

Río irónicamente.

—¿Y contigo sí?

Lauren me dirige una mirada que dice no entender nada, y me da igual. Solo me importa Andrew.

Entonces, no se me ocurre otra cosa que sentarme sobre la hierba, justo a su lado. Hace días que no lo sentía tan cerca por lo que mi piel se eriza nada más rozarlo, y medio sonrío porque yo he causado esa misma sensación en él. No me está mirando pero algo me dice que le gustaría hacerlo.

—Andrew. —Vuelvo a pronunciar su nombre, hacerlo es algo mágico para mí.

Así es como consigo que se vuelva hacia mí y casi que preferiría no haber dicho nada. No creo que algo me pueda doler más que ver sus ojos así, llenos de lágrimas. Y para colmo me he quedado paralizada.

—¿Puedes… darme la mano? —Me pide, provocando que mi corazón se agite descontroladamente.

Alargo mi mano temblorosa en su dirección y Andrew la atrapa. Ver nuestros dedos entrelazados me hace sentir demasiadas cosas por él a la vez.

Supongo que por un momento ha tenido que olvidar lo enfadado que está conmigo y todo lo que le he hecho. Yo también lo he olvidado, aunque sea tan solo por estos instantes.

—Con Emily… —espeta—. Mi padre ha esperado un puto año para decirme que tiene una relación con Emily.

Aprieto su mano con más fuerza porque no puedo soportar verlo así.

—¿Cómo puede estar con una mujer así? No puede ser, no puede haber cambiado a mi madre por ella —se intenta autoconvencer, sin éxito.

—Andrew, sé que es difícil, pero quizás tu padre es más feliz ahora.

Niega con la cabeza. No, si a tozudo no le gana nadie.

—Mi padre no va a ser feliz con esa bruja —suelta—. Sé cómo ella te trataba a ti, ¿recuerdas?

Lo último que dice lo siento como una punzada en el pecho. En este año que hemos estado manteniendo conversaciones que parecían no tener fin, le conté tantas cosas sobre mí que había olvidado que también le expliqué lo de Emily. Yo misma le dije cómo me trataba cuando estaba a solas conmigo, y cómo cambiaba cuando estábamos rodeadas de gente.

Pero ya puedo decir, casi con una plena convicción, que ella ha cambiado. Claro que no soy capaz de soltarle algo así a Andrew. Se supone que tengo que comprenderlo si no quiero que termine recordando por qué está cabreado conmigo.

—No pienses en mí esta vez —decido decirle—. No siempre las relaciones son tan largas como deberían, o mejor dicho, como a nosotros nos gustaría. Si tus padres ya no están juntos tiene una explicación, y tú mejor que nadie sabes que lo mejor para tu madre era alejarse de tu padre.

Miro sus ojos que ahora mismo no me miran. Veo en sus pupilas el sufrimiento de un niño que se hizo cargo de su familia tan pronto como su padre perdió la cabeza, que tuvo que ver cómo su madre sufría día tras día porque su marido ya no era el mismo. Andrew Cooper puede ser un prepotente a simple vista, pero en su caso y en el de muchas otras personas, hay que mirar más allá de las apariencias… Y pensar que no conocemos la larga historia que se esconde detrás de cada individuo.

—Tu padre… —Prosigo—. No te voy a mentir, no era santo de mi devoción. Es amigo de mis padres y con eso ya podría detestarlo. Después, en aquella fiesta, creí que lo odiaría de por vida después de que os insultara a ti y a tu madre… Sin embargo, más tarde me di cuenta de que no sabía ni lo que hacía bajo los efectos del alcohol.

—¿Estás insinuando que…? —Sacude la cabeza, como si se intentara quitar de encima algún pensamiento que le molesta—. ¿Quieres decir con eso que mi padre es un alcohólico?

Sus ojos son fuego y parece a punto de explotar. Acaricio su mano para apaciguar el dolor.

—No. Me refiero a que tienes que confiar en el Patrick Cooper sobrio, en tu verdadero padre; no en el monstruo en el que se convierte cuando bebe más de la cuenta.

Andrew frunce los labios y deja caer sus hombros. Me mira fijamente, por lo que yo me siento medio hipnotizada.

—¿Qué pasa si gracias a esa “bruja” tu padre consigue ser feliz? Quizás ya no le haga falta la bebida y puedas sentirte siempre a gusto con él.

Ahora ese calificativo ya no le pega nada a Emily, por lo tanto, hago el gesto de las comillas con mis dedos cuando la llamo así.

—¿Y si ella desaparece de su vida? Lo dejará igual de roto o más que cuando estaba solo. —Inquiere, separando bruscamente su mano de la mía. Como es habitual en él, ya ha llevado la conversación a su terreno y la ha convertido en una indirecta para mí—. Ya no creo en esa mierda del amor, Evelyn. No existe y mi padre no será una excepción.

Se levanta todo lo rápido que puede y empieza a caminar, no sin antes añadir susurrando y pensando que no le escucho:

—Ni siquiera yo lo fui.

Así es como se te quiebra el alma en cuestión de segundos, y es que a veces sólo se necesitan palabras para destrozar a alguien. Y es mucho más fácil cuando esa persona lleva bastante tiempo hecha polvo.

Por si el momento no fuera lo suficientemente odioso, me doy cuenta de que Lauren ha estado aquí escuchando lo que Andrew y yo hablábamos, viendo incluso como nuestras manos se entrelazaban. Ahora a quién mira es a mí, intentando de nuevo parecer la chica buena y santa que no es.

Respiro hondo para ver si de alguna forma puedo pausar esta mala leche que me entra nada más verla… Y no es posible.

—Deja de hacer eso. —Le ordeno, a la par que la miro con cara de asco.

—¿El qué?

—No soy estúpida, Lauren. Ahora vas a decir que no entiendes por qué te digo esto pero lo sabes perfectamente, y no sabes cuánto me fastidia.

Ella, ¿cómo no?, intenta aparentar que no sabe por dónde van los tiros. ¿Cómo puede ser tan hipócrita? Aún estoy alucinando con ella. Quiere parecer tan buena que ahora salta a la vista lo malvada que puede llegar a ser.

Algo me dice que lo de la carta no es lo único que ha hecho para poner a Andrew en mi contra y hacerle creer que no le quiero nada.

—No puedes decirme esto —contesta por fin—. Yo soy tu amiga, no me puedes tratar así.

“Amiga”... Me tengo que reír. Si para ella ser amiga de alguien es intentar alejarlo de la persona a la que quiere, sabiendo que tal vez sea un sentimiento mutuo, mal vamos.

Me pregunto qué le habré hecho yo para que me haga esto.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top