intro

Ya era algo tarde. El sol ya se había ocultado en su totalidad, llevándose con él los últimos tintes rojizos que el atardecer pintaba en la arena, aunque esta seguía manteniendo la calidez de los rayos de sol. En un instante, el horizonte se pintó de negro, pero, tú sabes, el negro que sólo puede ser de esa forma cuando está ausente de luna y estrellas. Asimismo, el mar se tiñó de una oscuridad conmovedora, casi emocionante y, a decir verdad, no sé por qué lo sentí de esa manera; tal vez porque Pitch pensaría lo mismo.

Pitch tenía un artista favorito durante esos días y me lo dijo poco después de conocernos en el hotel. Él era un enorme fanático de Van Gogh y más tarde comprendí la razón de su admiración. Pitch me había contado de su fascinación por la oscuridad, más allá de la acepción maligna que podrías llegar a relacionar. Según él, para el amor y el sosiego, la oscuridad es el escenario natural. Más específicamente, se sentía maravillado por la noche, sus colores y las cosas desconocidas e intrigantes que ocurren en ella. ¿Cómo podía ser la noche tan mágica? ¿Qué inspiraba a las grandes mentes de la humanidad a dedicar sus obras al encanto nocturno? Bueno, él me lo explicó. Francamente, no es algo que le podrías decir a alguien que acabas de conocer, pero a él parecía no importarle. Él era completamente transparente, y por algún motivo me gustaba que lo fuera. No sé por qué, pero, de un momento a otro, me resultaba muy difícil separar mis ojos de los suyos. Hablaba con tal elocuencia y pasión, que incluso alguien como yo pudo sentir por un momento las mismas sensaciones que Pitch explicaba.

Si soy totalmente honesto conmigo mismo, puedo decir que ese fue el momento exacto en el que me enamoré de él. Luego, el sentimiento creció en mi poco a poco, con el paso de los días. Y curiosamente pasó una noche como esta, ¿quién lo diría? Tal vez Pitch tenía un punto después de todo.

Pitch siempre tiene un punto.

La diferencia de esa noche y esta, es que en esta estamos caminando sobre la cálida arena, justo al lado del mar azabache, tomándonos de las manos sin decir una palabra, y mi cabeza está ligeramente apoyada en su hombro, y de alguna forma todo se siente irreal. En mi pecho se instala una inusual sensación; no puedo evitar sonreír y suspirar con lentitud, y de inmediato mi mano vuela hacia mi boca, cubriéndola mientras ruego porque él no lo haya escuchado. Qué estupidez. Él ya lo sabe, de todas formas.

Pitch me gusta. Me gusta demasiado.

Y ahora que las vacaciones están por terminar, no sé por qué, pero, de un momento a otro, me resulta muy difícil separar mis labios de los suyos.

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