Reto #3: ciencia ficción.

Jueza: EstrellaOlivera4.

Y ahí me encontraba, en un estado de dicha sin igual.

Vestida con el blanco atuendo que siempre había anhelado.

Acompañada por el hombre de mis sueños.

Las miradas emocionadas de nuestros seres queridos y amigos se posaban sobre nosotros.

Los nervios me invadían.

Volteé hacia Arturo, cuya mirada estaba fija al frente, impasible y serio como de costumbre.

Las palabras del juez se dirigidas a mí sonaron en la sala:

- Nicole Johnson, ¿Aceptas a Arturo Ford como tu legítimo esposo, para amarlo y respetarlo en la alegría y en la tristeza, en la salud y en la enfermedad, y serle fiel hasta que la muerte los separe?

Tomé un breve respiro y dirigí una mirada emocionada a mi amado futuro esposo.

- Sí.

- Arturo Ford, ¿Aceptas a Nicole Johnson como tu legítima esposa, para amarla y respetarla en la alegría y en la tristeza, en la salud y en la enfermedad, y serle fiel hasta que la muerte los separe? - preguntó el juez a Arturo, mientras yo esperaba ansiosa por su respuesta afirmativa.

Arturo giró su mirada hacia un asiento, sin especificar a quién.

Estaba muy nerviosa, feliz, emocionada, muchas emociones se juntaban en mí en ese momento.

Hasta que..

Mi mundo se desmoronó en un instante al escuchar un "no" salir de sus labios.

Por un instante quise creer que era una broma o que los nervios lo habían vencido, pero él se dió la vuelta abruptamente y abandonó el lugar sin más, dejándome paralizada, sin palabras ni acciones.

Quise detenerlo, preguntarle por qué lo hacía, dónde quedaban nuestros sueños de formar una familia juntos, pero me quedé inmóvil, como una tonta.

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Estaba sola en casa. Arturo se había llevado sus cosas y se había ido sin decir una palabra siquiera.

Subí al techo de la casa. Era de noche y amaba mirar las estrellas, me calmaba.

Solía venir a mirar las estrellas seguido con Arturo.

Las lágrimas volvieron a caer por mi rostro mientras en mis manos sostenía un osito de peluche, uno lo suficientemente grande, un poco más pequeño que yo, un peluche que me había regalado Arturo cuando cumplimos el primer mes de novios.

Una notificación llegó a mi móvil y lo tomé con la absurda esperanza de que fuese Arturo.

Era Alexa, una amiga, me había enviado un mensaje: "¿Ya lo viste? Qué descarado", ponía en un texto adjunto a una publicación de Instagram.

En la que aparecía Arturo con una chica enganchada a su cuello. Espera, era Lidia, mi mejor amiga, la chica con la que compartía años de amistad, la misma que consideraba más que mi familia, estaba ahí, colgada de mi ex novio, a apenas horas de que me rechazara en plena boda.

Claro, todo tenía sentido. Las muchas veces que actuaban raro cuando yo llegaba y los encontraba solos, las miradas entre ellos, muchas cosas que dejé pasar, hoy cobraban sentido.

Sigo sin asimilarlo. ¿Por qué con ella?

Que me dejara así en la boda me dolió, que me abandonara de un momento a otro me destrozó, pero esto, esto no hay manera existente de explicarlo.

Apreté fuerte al osito de peluche en mis brazos mientras un mar de lágrimas caía de mi rostro.

¿Por qué siempre me pasa lo mismo a mí?

¿Acaso no puedo ser feliz?

No había tenido suerte en el amor, nunca.

Me dolía, estaba cansada, pero tal vez también acostumbrada.

Ante mis ojos pasó una estrella fugaz y en mi mente vino el recuerdo de Arturo. Siempre me decía que pidiera un deseo, en cambio yo nunca lo había hecho, nunca había creído en ello, pero por alguna razón, hoy lo hice.

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Una llamada en el móvil me hizo despertarme de golpe, y a pesar de odiar que me despertaran, mi rostro se iluminó al ver el contacto de "Mi chico" como tenía agendado a Arturo aún.

- ¡Oye! - habló exaltado de pronto sin darme tiempo siquiera de saludar.

- ¿Por qué gritas? - dije un tanto enojada. ¿Qué se cree? Primero me deja como idiota frente a nuestras familias y amigos, luego me despierta y para colmo lo primero que hace es gritarme.

- No seas infantil y déjate de juegos. Acepta que ya no te quiero, estoy feliz con Lidia. Déjanos en paz - tomó un corto suspiro y luego continuó un poco más calmado. - No sé ni cómo conseguiste la dirección del departamento, pero me da igual. Solo déjanos en paz, ¿sí? No quiero tener que hacer que la policía se encargue de esto.

- ¿De qué estás hablando?

- ¿De qué estoy hablando? ¿En serio, Nicole? Del papel que dejaste delante de mi puerta amenazándonos a mí y a Lidia. ¿Ya lo recuerdas o vas a seguir haciéndote la tonta?

- Yo no dejé nada. Estaba durmiendo hasta ahora que, por cierto, me despertaste. ¿Estás loco acaso?

- Está bien, Nicole, lo dejaré pasar... por esta vez - y colgó, así sin más.

Bueno, este se fumó algo bueno, porque está alucinando. Yo no le envié nada.

Me levanté y fue entonces cuando me di cuenta de que seguía en el techo. Me había quedado dormida allí.

Espera, ¿y el osito de peluche? Juraría que lo tenía aquí conmigo. Bueno, da igual, después lo buscaré.

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Había decidido hacer una limpieza en la casa, ordenar el armario ahora que no había ropa de Arturo, desechar cualquier cosa que me recordara a él. Me dolía perderlo, pero sabía que no lograría nada aferrándome a los recuerdos. Bueno, sí, lograría volverme loca.

Había recibido muchas llamadas de mi madre, mi hermano y muchas personas, pero no tenía ningún deseo de contestarles. Sabía que iban a recordarme lo ocurrido en la boda y hablar de ello era lo último que quería.

Otra llamada interrumpió mi tranquilidad y, ya fastidiada del maldito tono de llamada de mi móvil, fui hacia él con la intención de silenciarlo. Pero esta vez no era mi madre ni mi hermano, era Lidia, mi mej... digo, la novia de Arturo.

Curiosa, contesté la llamada y su voz sonó al otro lado de la línea:

- Nicu... - iba a seguir hablando pero la interrumpí:

- No me llames Nicu, sabes bien que mi nombre es Nicol - estaba enojada con ella, mucho, y no soportaba que me llamara por ese apodo, no después de lo que me hizo.

- Lo siento, es la costumbre. ¿Cómo te enteraste de que estaba embarazada?

Espera, ¿qué?

- ¿Estás embarazada?

- Sí, no te hagas la tonta, lo sabes. Mira, yo contigo no tengo problemas. Sé que no debí meterme con tu novio, pero pasó. Me enamoré, él se enamoró, quedé embarazada. Lo siento de verdad. No quiero estar peleada contigo, pero entiendo que no quieras hablarme. Tranquila, no insistiré. Solo deja de seguir amenazándonos, por favor. No vas a lograr nada con eso más que Arturito te denuncie, y yo no quiero eso.

¿Arturito?

- Que yo no envié nada, Lidia. ¿Cómo se los hago entender? Dejen de molestarme ustedes. Me da igual lo que hagan con su vida. Sean felices, tengan muchos hijos, todos los que yo no pude tener con Arturo. Dáselos tú. Pero déjenme en paz. ¿No se dan cuenta de que ya me duele lo suficiente como para que me lo sigan restregando en la cara? - declaré y las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos.

Lidia está embarazada. Yo nunca pude quedar embarazada; era estéril. Y ahora ella le iba a dar un hijo al amor de mi vida. Algo dentro de mi pecho me dolía mucho.

- Tranquila. ¿Realmente no fuiste tú? Revisa un momento tu WhatsApp, por favor.

- Ok.

Colgué.

Entré a WhatsApp y Lidia me había enviado dos fotos.

Una era una caja decorada con papel de cumpleaños que tenía escrito "Para Lidia Jhon" en letras que parecían escritas por un niño que recién aprende a escribir o una persona realmente ebria.

La otra foto era ¿Un bebé? No, era una muñeca, con unas tijeras encajadas en el pecho y cubierta de sangre o pintura simulando serlo. Había también una pequeña nota escrita con la misma letra "tu bebé será el próximo".

Dos mensajes de Lidia me llegaron:

¿Realmente no fuiste tú?
Tengo miedo, Nicu.

Nicol*.

No fui yo Lidia, ya te lo dije,
pero ten cuidado, parece una
amenaza seria ¿Tienes algún
enemigo o alguien de quién
sospeches?

Sospechaba de tí.

Rodé los ojos al ver su mensaje.

Pero tranquila,
confío en ti.

Adiós Lidia, si

necesitas cualquier
cosa me avisas, cuídate.

Apagué mi móvil y me recosté en la cama, estaba realmente cansada, triste y quizás un poco preocupada por Lidia, a lo mejor solamente es alguien bromeando, aunque no lo parecía.

Estaba tan cansada, que en apenas instantes caí dormida.

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Desperté y, curiosamente, me sentía bien. La ausencia de Arturo en casa ya no me atormentaba tanto; de hecho, me alegraba de que estuviera formando una familia, aunque no fuera conmigo.

Me levanté y tomé una ducha caliente. ¿Existe algo mejor que eso?

Oh sí, definitivamente: un café calentito con leche por las mañanas.

Dios, hoy me desperté de muy buen humor.

Agarré mi móvil y me sorprendió ver 9 llamadas perdidas de Lidia. Habían sido hace 3 horas.

Estaba tan profundamente dormida que ni siquiera había sentido el móvil.

¿Habrá pasado algo?

Rápidamente devolví la llamada, pero no contestó.

Le envié varios mensajes, pero no obtuve respuesta.

Era extraño; Lidia no me habría llamado en vano, pero ni siquiera sabía dónde vivía ahora.

No me quedó más remedio que llamar a Arturo.

Lo pensé varias veces. No me agradaba la idea de llamarlo, pero de alguna manera me preocupaba por Lidia.

Marqué su número y después de varios timbres, contestó.

Al otro lado no se escuchaba a nadie, así que decidí hablar:

- Arturo, primero que nada, no te estoy llamando a ti. Quiero hablar con Lidia. Ella me llamó pero no me responde ahora -me apresuré a decir, y desde el otro lado se oyó un sollozo.

- Nicol -la voz entrecortada de Lidia sonó desde el otro lado, apenas audible.

- ¿Lidia? ¿Qué pasa? ¿Dónde estás? ¿Por qué lloras?

- Hospital Brighton -fue lo único que dijo antes de colgar.

Rápidamente me preparé y salí hacia el hospital.

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Llegué al hospital que Lidia me había mencionado y me dirigí rápidamente a la recepción. Sin necesidad de preguntar, la encontré sentada en una de las sillas de espera, con las manos en los ojos y llorando.

Me acerqué rápidamente a ella.

- Lidia, ¿qué pasó? ¿Estás bien?

- Lo mataron - me miró, su rostro reflejaba una profunda tristeza.

- ¿A quién te refieres? ¿De qué estás hablando? - no entendía nada.

- A Arturo, lo mataron, Nicol - rompió nuevamente en llanto.

Arturo, asesinaron a Arturo. No, no podía ser. ¿Quién lo hizo? ¿Por qué?

- Estábamos en casa, todo parecía normal. Cuando me desperté por la mañana, vi un gran charco de sangre en las sábanas. Me asusté y llamé a Arturo, quien estaba durmiendo boca abajo, o eso creí. No respondió. Lo giré y - las lágrimas le impedían articular las palabras - tenía un cuchillo clavado en el pecho. Asustada, llamé a emergencias. Estaba vivo, había esperanzas, pero antes de que lo llevaran a la sala de urgencias - tomó un largo suspiro - su corazón se detuvo.

Mis ojos se llenaron de lágrimas. ¿Quién podría haber hecho algo así?

Abracé a Lidia y la dejé llorar todo lo que necesitara. Era evidente lo profundamente afectada que estaba por esta tragedia.

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Una semana exacta había transcurrido desde el incidente con Arturo.

Al parecer, alguien fue directamente a asesinarlo, ya que no se llevaron nada y a Lidia no le hicieron daño. Ella había recibido numerosas amenazas, constantes notas que claramente indicaban que ella sufriría más, que no había terminado. Yo iba a su casa todos los días, le sugerí que se mudara conmigo si era necesario mientras paraban de hostigarla, ya que a la policía parecía importarle poco. Sin embargo, ella insistió en que estaba bien con que yo pasara por su casa con frecuencia. Además, acordamos que me llamaría si escuchaba algún ruido extraño en la casa o notaba algo fuera de lo común.

Ahora me dirigía hacia allí.

Llegué a su casa y toqué seis veces seguidas y dos pausadas, un código que habíamos acordado para que ella supiera que era yo quien tocaba. Si no, significaba que no debía abrir la puerta. Al no obtener respuesta, asumí que estaba quizás en el baño.

- Li, soy yo, Nicol. Voy a entrar.

Busqué las llaves de emergencia que me había dado y abrí la puerta.

- Te traje unas manzanas. Debes comer para mantener bien a ese pequeño diablillo que traes.

Habíamos descubierto que esperaba un niño. A pesar de que era el fruto de la traición de mi novio con mi mejor amiga, lo quería como a un sobrino y lo cuidaría como tal, al igual que a su madre.

Me dirigí hacia el baño y noté la puerta abierta.

Era extraño, ya que Lidia solía cerrarla con seguro incluso cuando estaba sola en casa.

- Li - la llamé, pero no obtuve respuesta.

- ¿Li? - llamé de nuevo, esta vez con un tono de preocupación.

Hace poco me había dado un gran susto. Llegué a casa y no la encontré en ninguna parte. Busqué por toda la casa y nada. Cuando volví a entrar en su habitación, salió del armario riéndose a carcajadas. Se había escondido para asustarme. Me molesté mucho y ella seguía riendo, llamándome amargada.

Quizás hoy se le había ocurrido hacer lo mismo, así que fui directamente a la habitación.

- Lidia, esto ya no tiene gracia, sal - dije al abrir la puerta de la habitación.

Abrí el armario y, para mi sorpresa, no estaba allí.

Me volví y vi una nota en la cama.

No podía creer que se hubiera ido. Le había dicho que no saliera sin mí.

Tomé el papel y la nota estaba escrita de manera casi ilegible, con la misma letra de las amenazas.

"Despídete de tu amiga y su bebé."

Oh no.

Salí rápidamente de la casa, sin saber a dónde ir. Pensé en dirigirme a la policía. Sí, eso haría.

Pero en ese momento sonó mi móvil.

Era Lidia.

Contesté rápidamente.

- Barranco, ven, ahora- su voz sonaba débil y apenas lograba entenderla. Después de un sonido fuerte, la llamada se cortó.

Maldición. ¿Qué debo hacer? La policía quizás no sea de mucha ayuda. Mejor voy directamente a donde me ha indicado.

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Llegué al barranco y encontré a Lidia en el suelo, golpeada, con la ropa rota y sangrando.

- ¿Qué ha pasado? - la tomé de los hombros y traté de incorporarla, mientras ella se retorcía de dolor.

- Mi hijo, se lo llevó, él.

- ¿Quién es él? ¿Y cómo se lo llevó? Aún no podía nacer, faltan meses.

- Me inyectó algo, y luego lo sacó, y se fue. El oso, el oso de peluche - habló entre lágrimas.

No entendía nada. ¿Cómo que el oso de peluche? ¿De qué habla?

Apuntó débilmente con su mano hacia la orilla del barranco, donde una pequeña figura peluda se encontraba de pie.

Se volteó y tenía algo en las manos, envuelto en una sábana.

Espera, ¿acaso estoy volviéndome loca? Ante mí tenía un oso de peluche, de pie, sosteniendo un bebé. Y no cualquier oso de peluche, era el oso que me había regalado Arturo.

Miré a Lidia sin entender nada. Estaba confundida, todo parecía surrealista.

- Es real - fue lo único que dijo.

- Ven, escapa conmigo. Juntos, y dejaré ir al bebé. Querías vengar la traición de Arturo, y yo lo hice. Ahora ven conmigo, sé mía - ¿El oso estaba hablando? Ya no sabía qué era real y qué no. Pero algo tenía que hacer.

Una figura se plantó ante mí: era Arturo.

Ahora sí que no entendía nada.

Sostenía unas tijeras en las manos.

- Toma, tranquila. Ellos no pueden verme. Toma esto y acaba con todo esto.

Colocó las tijeras en mis manos y desapareció.

Caminé lentamente hacia el oso.

- Gracias - dije mientras le sonreía. El me respondió con otra sonrisa.

Me agaché a la altura del oso de peluche y abrí mis brazos en un gesto de aceptación. Este dejó al bebé en el suelo y comenzó a caminar hacia mí.

- ¡No, Nicol, ¿qué estás haciendo?! - gritó Lidia desgarradoramente.

El oso me envolvió en un abrazo, y en un acto de instinto, le clavé las tijeras en la espalda. En cuestión de segundos, el oso cayó al suelo, inerte.

Una luz deslumbrante emanó de su interior, revelando un espectro blanco que se materializó en el aire. Con una voz tenebrosa, el espectro pronunció:

- Tú lo pediste, tú lo deseaste. Eres la culpable de todo.

El recuerdo de mi deseo, formulado en un momento de ira aquella noche a una estrella fugaz, resonó en mi mente. Había pedido que Arturo y Lidia pagaran por lo que me habían hecho, pero nunca imaginé que resultaría en algo así.

Un mareo intenso me invadió y caí desmayada al suelo.

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Desperté en una habitación completamente blanca, con solo una cama del mismo color, notando que mis manos estaban atadas con una camisa especial.

A mi lado, había una persona vestida de blanco, observándome en silencio con un cuaderno en la mano.

- ¿Y el oso, Lidia, el bebé? - pregunté con desconcierto.

- ¿A qué oso se refiere, señorita? - respondió calmadamente.

- El oso de peluche que secuestró a mi amiga y a su bebé, y que asesinó a mi ex novio.

- No hay ningún oso, señorita. Usted atravesó una etapa de depresión que la llevó a intentar quitarse la vida. Tras un análisis, se determinó que lo mejor para usted sería permanecer un tiempo en este centro donde la ayudaremos.

Al darme cuenta de la situación en la que me encontraba, en una habitación blanca con una camisa de fuerza, comprendí que estaba en un psiquiátrico. Sin embargo, estaba segura de que no estaba loca.

- No, no estoy loca. Déjenme salir, tengo que ayudar a Lidia. ¡Déjenme salir! - intenté moverme en vano mientras me retenían.

- Tranquilícese, todo estará bien.

- ¡No estará bien si no me dejan ir! ¡Sueltenme! - grité desesperadamente. En ese momento, dos hombres más entraron a la habitación y me contuvieron a pesar de mis esfuerzos.

Sentí un pinchazo y repentinamente todo se volvió oscuro.

Reto por: BookPromotionO.

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