Reto #2: oscuro, siniestro y dulce.

Jueza: park_joonie .

"En el fragor de la batalla entre el amor y nuestros demonios internos, a veces es el lado oscuro de nuestra alma el que emerge victorioso, desgarrando incluso las fibras más profundas del corazón."

K.Vera.


Ella era una chica enamorada de la vida.

Su rostro no reflejaba problemas, más bien contagiaba una felicidad eterna.

Vestía colores vivos.

Amaba bailar y cantar a todo pulmón, no importaba lo mal que lo hiciera, ya fuera sola en casa o escuchando música mientras caminaba por la calle.

No le importaba la opinión de los demás.

Al fin y al cabo, ella era feliz a su manera.

Estudiaba derecho; desde niña le gustaba corregir los malos actos y quería reflejar sus sueños de niña siendo una buena abogada, de esas que no son corruptas y hacen todo lo posible por defender a quien es justo.

Trabajaba desde muy joven, aprendió a valerse por sí misma a los 16 años.

Desempeñó varios trabajos: camarera en un bar por las noches, limpiaba casas por las mañanas, cuidaba niños por las tardes, siempre encontrando tiempo para estudiar. Eso sí, nunca dejó de estudiar.

Soñaba con destacar en la vida y le aterraba terminar como su madre. A los 14 años, su madre conoció a un hombre con el que, siendo aún una niña, le entregó su cuerpo y tuvo una hija: esa era ella.

Sin embargo, cuando tenía apenas unos meses de nacida, su madre abandonó a su padre y se la llevó consigo.

Conoció a otro hombre, uno que le llevaba más de 30 años, y ahí comenzó el verdadero infierno para esa pequeña niña.

Xenia, la pequeña niña que al cumplir un año ya tenía una hermana, quien fue su único refugio de los problemas cuando pasaron los años y cada año que pasaba tenía un nuevo hermano, sí, al Xenia cumplir 7 años, ya tenía 6 hermanos. Todos hijos de ese hombre que tanto la maltrataba, no solo a ella, sino también a sus propios hijos.

Las necesidades económicas eran preocupantes en su hogar, si es que a ese infierno se le podía llamar hogar, su madre nunca trabajó y lo poco que ganaba el hombre se lo bebía en alcohol.

Muchas veces no tenía para comer, no podía ir a la escuela, pasaba frío, no tenía juguetes, e incluso la obligaban a trabajar siendo muy pequeña.

Pero, cuando cumplió los 16 años, cansada de tanto sufrimiento y decidida a hacer su vida por el buen camino, se largó de casa.

Después de 5 años sin saber nada de su madre o hermanos, y manteniéndose por sí misma, Xenia encontró lo que parecía ser la luz que la acompañaría en su vida.

Lo conoció a él, Jonathan, el hombre de 25 años que se había enamorado locamente de ella, que pasó noches enteras sentado fuera de casa de Xenia hasta que ella lo aceptara, quien le enviaba flores diariamente, sin dejar un día sin hacerlo, con pequeñas tarjetas recordándole lo mucho que la amaba, quien le prometió cuidarla y darle todo para que ella pudiera estudiar y así cumplir su sueño.

Él estuvo con ella durante 4 años, 4 años que para Xenia, que nunca había conocido el amor, fueron los mejores 4 años de su vida.

Jonathan venía de un pasado trágico, algo similar al de Xenia, con un padrastro que lo maltrataba y una madre que lo abandonó desde muy temprano.

Más de una vez tuvieron peleas, pero ella se lo dejaba pasar, quizás porque conocía los problemas de ira que tenía su amado o simplemente porque lo amaba demasiado.

Xenia quedó embarazada, y aunque no estaba segura de si estaba lista para asumir esa responsabilidad y lo último que quería era que su hijo o hija pasara por las mismas necesidades que ella, tampoco tenía el corazón para abortar o abandonar a su bebé.

Meses después, con su bebé ya en brazos, una hermosa niña que vino a completar su felicidad, para Xenia la vida no podía ser mejor.

A pocos meses de graduarse en lo que había soñado durante años, con su pequeña hija que era lo mejor que le había pasado, casa propia, trabajo estable y un esposo que por ella sería capaz de hacer hasta las cosas que cualquiera consideraría "imposibles", porque cuando se ama de verdad, nada es imposible.

Pero como en toda relación, sin excepción alguna, existían los celos, y a pesar de no ser celoso, a Jonathan le aterraba infinitamente la idea de perder a su Xenia. Esto, junto con sus problemas de ira, resultaba en constantes peleas que él mismo trataba de evitar. Pero, ¿cómo se puede evitar algo inevitable?

Con su niña de 3 años, un día surgió una pelea, iniciada por algo trivial, Jonathan llegó a casa muy enojado, con la ira notablemente reflejada en sus ojos cafés, motivo el cual aún desconozco, ignorando la presencia de su pequeña hija, quien asustada se escondió detrás del mueble de la sala donde se sentó su padre con los codos sobre los muslos y las manos en la cara, bufando cual bestia enfurecida.

Tocaron la puerta y desde el baño se oyó:

—¡Ya voy! —gritó Xenia—. ¡Oh, hola cariño! —saludó a su marido—. No sabía que habías llegado.

Al abrir la puerta, un "¿Y esto?" salió de su boca al ver el ramo de flores frente a sus pies.

Lo tomó y leyó la pequeña tarjeta que decía:

"Tu y yo, mañana en el café de la esquina, te amo."

Xenia sintió la presencia de su marido detrás de ella y se volteó hacia él.

— ¡Aww, Jony, son hermosas! —exclamó al presenciar la belleza de las rosas rojas.

Intentó darle un beso a su marido, pero su mano la tomó por el cuello, con los labios apretados y la mirada perdida de Jonathan, lo cual asustó a Xenia. Aunque habían peleado antes, nunca se había atrevido a tocarla.

La imagen frente a Xenia no era la de su marido, no era el Jonathan que ella conocía, no era el tierno hombre que la consentía; frente a ella tenía a una bestia. Sus ojos parecían desorbitados y su rostro causaba terror en quien lo mirara; era una auténtica bestia.

— ¿De quién son esas flores? Yo no he enviado nada —habló Jonathan de manera tosca y con la voz más aterradora que Xenia había escuchado. Recuerdos de su antiguo padrastro vinieron a su mente y, junto con la presión que mantenía la mano de Jonathan en su cuello, las lágrimas inundaron sus ojos.

Jonathan no parecía tener intención de soltarla, a pesar de las súplicas de su esposa. Estaba totalmente cegado por la ira acumulada desde antes.

No era él, no era su marido; parecía más bien como si algo lo hubiera poseído en apenas un instante.

En un movimiento brusco, lanzó el cuerpo de su amada hacia un lado, y terminó chocando con la punta de la mesa de la sala, esa punta filosa de la cual siempre tuvieron cuidado para que su hija no chocara. Ahora había impactado en la sien de Xenia, de donde brotaba sangre sin cesar.

La mirada de Jonathan se dirigió allí, asustado, y luego viajó hasta detrás del mueble, donde unos pequeños ojitos asustados lo observaban con horror y lágrimas.

—Lo siento... —un pequeño susurro salió de la boca de Jonathan, quien abrió la puerta y, sin dudarlo dos veces, salió de allí dejando tirado al amor de su vida y a su pequeña hija asustada.

⛤⭒⭒⭒⭒⭒⭒⭒⭒⭒⭒☘⭒⭒⭒⭒⭒⭒⭒⭒⭒⭒⛤

Y aquí me encuentro, después de 15 años, frente a la tumba de mi madre, Xenia Stark, como cada año llevándole flores y recordando inevitablemente la tragedia que cambió mi vida en apenas segundos.

De mi padre supe que ese mismo día se había suicidado.

Descubrí también que el problema de mi padre no eran solo simples ataques de ira; era algo más fuerte que eso. Cuando algo le enfurecía de verdad, era como si un demonio se apoderara de su cuerpo. Podía llegar a matar sin piedad a cualquiera, y yo lo presencié con mis propios ojos. Sin embargo, no lo culpo; quien asesinó a mi madre no fue mi padre, fue ese demonio que lo poseía.

Sus palabras "lo siento" quedaron grabadas en mi mente, y aunque no quiera, siguen atormentándome hasta el día de hoy.

No le guardo rencor, pero no puedo negar que daría todo por saber qué habría pasado si todo hubiera sido diferente.

Y esos demonios, esos demonios que tanto atormentaban a mi padre, no se fueron con él. Hoy en día, yo cargo con ellos...

Reto por: BookPromotionO.

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