Capítulo 4.
[Día 1]
Un viaje.
Aragorn no tenía planes de hacer un viaje en mucho, mucho tiempo.
Definitivamente no después de la aventura que había vivido como parte de la compañía del anillo. Sin embargo, allí estaba, ajustando la bolsa de suministros recién cargada.
En realidad, no le preocupaba el viaje, sino Legolas. Parecía que el veneno que circulaba por sus venas se esparcía con una lentitud casi de burla. Quería estar con él y cuidarlo, y quería golpearse a sí mismo por desear que... que hubiera sido Arwen en vez de Legolas.
—¿Aragorn?
El nombrado despertó de su ensoñación y miró a la dama elfica que entraba en la habitación.
—¿Qué sucede, Arwen?, ¿Cómo está Legolas?
La joven sonrió con cierta tristeza.
—Dice que está bien— y luego suspiró—. Ya sabes como es, demasiado terco.
El pelinegro soltó una risita suave y nostálgica, perdiendo la mirada en un punto distante de la habitación.
—Lo sé.
Arwen se inclina para darle un beso en los labios pero él se voltea, por lo que ella besa su mejilla. Lamentaba tratarla así, pero no se sentía capaz de fingir ahora.
La dama elfica retrocedió un par de pasos.
—Aragorn...
Tal vez era momento de tener esa conversación.
—¿Qué hacen aquí cuchicheando? ¡Debemos irnos!— Gimli entró en la habitación y cualquier posibilidad de aclarar la cosas quedó flotando en el aire.
Aragorn asintió y miró a Arwen.
—No deberías venir.
—Soy una ventaja, ellos creen que soy yo quien está herida, podemos usarlo y lo sabes.
El montaraz asintió resignado. Los elfos eran sin duda unos cabezotas.
....
Se habían reunido todos en la entrada del palacio. El grupo que viajaría estaba conformado por Gandalf, Gimli, Arwen, Aragorn y, por supuesto, Legolas. Los Hobbits se quedarían en el palacio por su seguridad, a pesar de que habían insistido en ir.
Aragorn se encontraba ajustando la montura cuando escuchó que alguien tosió con violencia. Se volteó para encontrarse a Legolas de rodillas, tosiendo doblado sobre su estómago. Dejó al caballo y corrió junto a él.
—Legolas, Legolas...— le habló, sobandole la espalda con extrema preocupación.
El elfo hizo un gran esfuerzo por recomponerse. Todos los demás los rodearon preocupados.
Cuando Legolas dejó de toser, Aragorn le tomó de la barbilla para mirarle el rostro. Estaba muy pálido y tenía restos de sangre en los labios.
—Demonios— mascullo Aragorn para sí. El veneno se movía más rápido de lo que esperaba.
—Tranquilo, Aragorn— Legolas intentó ponerse de pie. Se tambaleó un poco, pero lo logró—. Ya estoy mejor.
No es cierto.
—No puedes cabalgar así— declaró Gandalf mirando a Legolas mientras que Aragorn le limpiaba al elfo los restos de sangre de su boca con suavidad.
Legolas quiso protestar. Se sentía muy inútil. Pero Arwen le ganó la palabra:
—Deja que Aragorn te lleve en su caballo, Legolas— propuso, para sorpresa de todos—. Sino, podrías tener un accidente.
El elfo miró a la joven dama directo a los ojos, pareció que se hablaban.
<<¿Por qué?>>, parecía preguntar Legolas.
<<Porque es lo correcto>>, parecía responder ella.
—Bien— asintió Gandalf, conforme con la idea. Luego miró a Aragorn—. Debes estar atento, no conocemos todos los síntomas del veneno y en cualquier caso debemos asistirle.
>>Y ahora vamonos, no debemos perder más tiempo.
Y tenía razón. El estado de Legolas decía a gritos que no tenían tiempo.
Todos subieron a los caballos. Aragorn ayudó al elfo a subir primero y lo sentó delante de él, para así poder sostenerlo si caía inconsciente. Los fuertes brazos del humano de rodeaban los hombros al efiling hasta llegar a las riendas de la montura. Legolas incluso podía darse el gusto de escuchar los latidos del corazón de Aragorn.
—Si te sientes mal, debes decírmelo— le había dicho el humano con ternura pero sin perder un ápice de autoridad.
Legolas se había limitado a asentir con la cabeza sin mirarlo. Se sentía cansado. Además, no podía quitarse de la cabeza a Arwen, su mirada tan pérdida y las palabras que le había susurrado en su mente...
<<Porque es lo correcto>>
Pero no lo era. No podía romperla así.
Sintió una punzada en el costado cuando el caballo comenzó a correr hacia el sur. Apretó los dientes y se concentró en los latidos de Aragorn.
Boom Boom, Boom Boom.
Por un instante, deseo que esos latidos fueran para él...
...
Había recorrido más kilómetros de los que podía contar, sin parar a descansar ni un segundo. Ya estaba atardeciendo y Legolas comenzaba a cabecear, luchando contra el cansancio y las náuseas.
Sentía que se perdía. Escuchó una voz, pero no la reconoció. Parpadeó pesadamente para volver a la realidad con esfuerzo. Las palabras comenzaron a tener sentido en sus oídos.
—¿Me estás escuchando? ¿Legolas?— era Aragorn, sin duda. El elfo quiso contestarle, pero no se sintió con fuerzas. Sudaba un poco—. ¿Te encuentras bien?
—Ah...si...
<<Qué poco convincente, Legolas>>, se regañó a si mismo.
Aragorn detuvo el caballo.
—¿Quieres estirar las piernas?— le preguntó.
Legolas no se sentía capaz ni de bajar del caballo por su cuenta, pero no planeaba admitirlo.
Negó con la cabeza.
—Estoy...bien, enserio.
Aragorn entrecerró los ojos y le acarició fugazmente la mejilla.
—Mientes muy mal ¿sabes?
Legolas suspiró.
Los demás, que se habían percatado de la escena, pararon también sus caballos.
—¿Se encuentra bien el elfo idiota?— preguntó Gimli a Aragorn.
—Eh, que sigo aquí, enano— protestó Legolas con voz cansada.
Aragorn negó con la cabeza.
—Necesita descansar.
Legolas iba a protestar nuevamente, pero Gandalf habló:
—No sólo él, todos deberíamos descansar.
En efecto, todos cargaban con unos rostros cansados. Bajaron de los caballos para armar un campamento improvisado.
Aragorn tomó a Legolas de la cintura para ayudarle a bajar y el elfo desvió la mirada para que no se viera su ya notorio sonrojo.
Al sentir sus pies sobre la tierra lo atacó un mareo y se quedó quieto. Odiaba sentir todo aquella, sentir esa debilidad y, peor aún, verse débil ante el resto.
—Oye... ¿quieres sentarte?
Legolas hizo un leve asentimiento con la cabeza y Aragorn le ayudó a recostarse con la espalda recargada en el árbol.
Allí, tan solo a unos centímetros de sus rostros el uno del otro, desearon que no hubiera nadie más para poder unir sus labios.
Pero eso estaba prohibido.
Aragorn carraspeo falsamente y desvió la mirada.
—Iré...iré a buscar algo de agua.
Legolas asintió y le dedicó una leve sonrisa. Por un instante, olvidó cierta parte del dolor y cerró los ojos, demostrando su agotamiento.
Y quizás fue buena idea, porque la noche que les esperaba a él y Aragorn sería de todo menos tranquila.
....
Chan chan chan
¡Espero que les haya gustado el capítulo! Si fue así, déjeme en sus comentarios que les pareció, me encanta leerlos y me animan a seguir c:
En el próximo capítulo se vienen momentos Aralas intensos a la luz de la luna ewe, pero las cosas podrían empeorar también para Legolas.
Cuénteme, ¿que escenas quieren ver? Juro que los tomaré en cuenta^^💕
Esto es todo, ¡hasta el próximo capítulo!
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