Capítulo 34


Chanyeol escuchaba con profundo hastío la canción de ese famoso galés, aquella cuyo nombre en ese momento atormentaba al hombre. Whitout love. La antigua canción casi le parecía demasiado tediosa y no porque no le gustara, pero no quería en ese momento escuchar a un hombre quejarse de sus pesares cuando él tenía sus propias tragedias. Sin embargo, debía admitir que la música triste era el complemento ideal para la botella de licor que tenía sobre la mesa.

Sus manos estrujaron los papeles del contrato con rabia. Por ese contrato su vida dio un giro que le causó mucho daño a los dos.

Baekhyun fue el conducto para la supervivencia de su herencia y por ello se mantuvo cautivo en una casa ajena, rodeado de personas extrañas y atado a un hombre que no amaba. Mientras tanto, Chanyeol amó cada día, veneró cada mañana y anheló las noches con pasión para poder sentirlo tan cerca y entre sueños confesarle su amor. No fue justo para ninguno de los dos.

—Deberías salir, Chan, porque el encierro solo prolonga tus penas.

Cuatro días encerrados desde la fatídica noche, sumido en el alcohol, los cigarrillos y sus pecados. Era como el infierno en la tierra.

Chanyeol ignoró a Sophie y a sus tontos consejos pues en su mente no había otra cosa sino Baekhyun. Esa era su tortura. Su pequeño ángel debía odiarlo ahora y con justa razón porque él lo dañó con su insano deseo por algo que no le correspondía. Ahora cuando ellos se divorciaran todo acabaría en un cementerio de recuerdos. Baekhyun no querría acercarse nuevamente al hombre por miedo y repudio. Si alguna vez conservó la esperanza de continuar siendo amigos, seguramente esa ya no existía.

Así también perdió a su nana, la única madre que conoció y que se preocupaba genuinamente por él. Sus secretos lo llevaron al barranco y él mismo se precipitó fuera de él.

Creyó fervientemente que lo que hacía era correcto, pero ahora al ver el destrozo causado solo podía pensar que se equivocó gravemente en todo. Tal vez de haber tenido el apoyo de Victoria desde un inicio, el fingir no se hubiese descarriado. Si solo hubiera sido un papel realmente, pero ese matrimonio se volvió la brocha con colores con la que Baekhyun pintó su vida y con la que volvió real todo, de alguna forma.

—Puedo quedarme el tiempo que quieras y ayudarte a superarlo —ofreció ella.

—No. Quiero que te vayas. Quiero mi casa sola.

—Pero, Chanyeol—intentó refutar.

—¡No! No quiero saber de nadie y menos de ti. Eres la persona que dice amarme tanto, pero me juzgas igual que hizo Emily. Detesto esto y detesto la forma en la que me miras como si yo fuera un juguete roto que necesita ser reparado.

—Solo quiero que entiendas que...

—Que estoy enamorado de un hombre, ¿es eso? Lo sé, pero no es eso lo que me atormenta y no voy a compartir mi miseria contigo.

—Vas a arrepentirte.

Ya lo hacía. Chanyeol se arrepentía de que su debilidad por la carne lo haya llevado a la ceguera.

—Vete.

La mujer salió del despacho mascullando improperios contra el hombre, dio un portazo y se retiró a su recámara embargada por el odio que sentía hacia Baekhyun en ese momento. Pensó que si ella habría de rendirse, entonces también ellos debían sufrir una desdicha peor.

Chanyeol se quebró en aquella oficina, solo siendo capaz de beber de una añeja botella de vino tinto, el único licor que encontró en la casa, aunque hubiese preferido algo más fuerte, quizás un vodka spirytus que le quitase la conciencia al primer sorbo, pero a falta de algo más fuerte, el vino serviría para adormecer sus sentidos por un tiempo. Con desgano alcanzó su libro de contabilidad para revisar las páginas de la deuda, un espacio espacial que concedió de su libreta para ordenar los pagos indirectos de Baekhyun .

Desde el primer mes de casados hubo ya un aporte a la deuda, pequeño, pero un aporte, a fin de cuentas. Y en los meses siguientes la mayor parte del dinero los ocupó en adecuaciones para las propiedades de modo que la producción de sidra de manzana creciera, así como la crianza de caballos. Luego vino la producción de cerveza que tanta ilusión le hizo a Chanyeol. Ese negocio, de hecho, empezó a ser bastante lucrativo cuando con ayuda de Minho logró vender el producto en América. Una parte de ese dinero se aportó para la deuda.

Con el pasar del tiempo y el empeño en la producción, la deuda menguó. Ahora quedaba poco dinero por pagar. Unas escazas diez mil libras que seguramente serían saldadas en unas cuatro semanas cuando se terminara de exportar la sidra de manzana a Alemania. Y recordó cuando a Hyuna Miles le dijo que la deuda aún tenía tiempo para ser saldada, dos años, pero cuando lo dijo, él bien sabía que en menos de un año de arduo trabajo todo el dinero que un día le prestó a Siwon regresaría a él. Para conseguirlo tuvo que hacer grandes sacrificios. No sólo se trataba de administrar dos negocios y replantear el modelo de negocio para conseguir ganancias más altas, sino también aumentar la compra y venta de acciones en la bolsa de Londres. Ahora, diez mil libras eran sólo unos centavos.

—Es todo —se dijo—. Ya no hay nada que nos una y no deberíamos seguir juntos.

Tomó el teléfono y marcó el número de su abogada, esperó a que contestara vagando entre el limbo de la ansiedad y de la miseria.

—Buenos días, Señora Smith. Soy Park Chanyeol.

—Oh, Chanyeol, buen día. ¿Cómo has estado?

Obviando la pregunta, Chanyeol dijo:

—Necesito que venga esta tarde a mi casa. Necesitamos hablar.

—¿Sucedió algo? Parece urgente.

—Lo es. Necesito divorciarme de Baekhyun .

Seguramente la respuesta provocó una fuerte impresión en la mujer pues un jadeo pareció escaparse de sus labios. Janneth creyó no vivir para ver ese matrimonio terminar, quizá por la convicción con la que Chanyeol decidió casarse, en primer lugar, además de la forma en la que trataba al muchacho, con tanto cariño y apego, según escuchó. Incluso llegó a creer en las palabras del viejo Siwon que le confesó un supuesto enamoramiento hacia el menor de los Choi. Ahora era claro que todo se debió a un lapsus cariñoso para sobrellevar un tórrido matrimonio. Sin embargo, le preocupaba lo destrozado que sonó el hombre al hablarle, había sufrimiento en su voz y una honda rabia que le sorprendió.

—Iré en cuanto me desocupe, lamentablemente no creo que pueda ser antes de las cuatro porque tengo una audiencia.

—No importa. Gracias.

Cortó con la misma frialdad con la que la saludó.

«Este va a ser el fin para los dos y ya no volverá este monstruo a atormentarte», prometió, alucinando la figura de Baekhyun frente a él producto de la ebriedad.

Solo le quedaba esperar a la llegada de su abogada para poder librar a ese pequeño ángel de los grilletes del matrimonio forzado. Y cuando lo viese volar lejos se sentiría satisfecho por haber realizado la única buena acción de su vida.

—Me odiarás toda la vida, quizás, pero podrás encontrar a alguien que remueva tu odio hacia mí y lo llene de su amor, y quizás algún día puedas perdonarme —le dijo a su amante imaginario.




***




Cuando Janneth Smith llegó a la casa cerca de las cuatro y media de la tarde, el mayordomo la guio hasta el estudio y la dejó pasar. Ahí un aroma a cigarrillo y licor fue su bienvenida junto a una sutil bruma de humo. Tosiendo, ella se hizo presente, alertando a Chanyeol.

El hombre se incorporó en la silla y haciendo un ademán torpe con la mano, la invitó a tomar asiento frente a él. Con el cabello desarreglado, las pupilas dilatadas y la boca reseca, así era el demacrado aspecto de un hombre respetable.

—Luces terrible.

Chanyeol estaba de acuerdo, aunque no le apetecía verse más presentable cuando sus sentimientos estaban siendo pisoteados por una conciencia vestida de sayón.

—Necesito que empiece los trámites de mi divorcio.

—¿Se ha pagado ya la deuda? Permíteme recordarte que solo podrás divorciarte cuando se haya saldado hasta el último penique.

—Sobre eso..., quiero condonar la deuda, lo que queda de ella, al menos.

—¿Estás seguro? Perderías mucho dinero.

—Solo es dinero —bufó, dando un largo sorbo a la botella de vino.

Janneth lo miró con profunda pena. Uno de los hombres más respetables y decentes de Salisbury cayó en la decadencia producto de un matrimonio fallido desde el inicio. No podía culparlo pues estar casado con un muchacho caprichoso, como lo llamaba ella, debía desquiciar hasta al más sensato de los hombres.

—Bien. Supongo que finalmente este enredo llegará a su fin. Debo añadir que te advertí de esta catástrofe, pero insististe en jugar tu papel de buen samaritano.

—Los errores son más comunes de lo que crees —bisbiseó él.

—¿Y se lo has dicho ya a tu esposo?

La pregunta se respondió sola cuando Chanyeol se mordió los labios con ansiedad. Su propio nerviosismo tan evidente se hizo más grave cuando escuchó la puerta de la casa abrirse y los perros arañar el piso de madera en medio de un mar de ladridos. Baekhyun llegó a la casa. Tal vez era hora de afrontar sus pecados. Chanyeol se tomó un tiempo para respirar antes de salir dando tropezones leves. En la sala se encontró con Baekhyun que pasmado veía ahí sus maletas hechas. Él también estaba sorprendido por ese detalle.

—¿Qué significa esto? —preguntó, aunque la voz salió en un susurro bajo.

Hubo silencio, pero pronto Chanyeol se armó de valor y habló:

—Baekhyun . —Tomó valor para comunicarle su decisión. Quizás si era rápido, dolería menos—. Creo que ha llegado el momento de darle fin a todo. Lamento lo que sucedió entre nosotros y sé que no puedo hacer mucho para remediarlo, pero lo que está en mis manos es permitirte la libertad.

—¿De qué estás hablando?

—Voy a perdonar la deuda de tu padre, lo que queda de ella, y podrás irte. La Señora Smith está aquí para empezar los trámites de divorcio también.

Su falsa serenidad despechó a Baekhyun y arraigó una ira que ejerció control sobre su cuerpo y lengua. Estaba claro que quería que se fuera, las maletas hechas y listas en el salón eran un signo de ello, pero más molesto era que ni siquiera tuvo la oportunidad de hablar debidamente con Chanyeol. No hubo tiempo para ello y ahora era el final.

La estupefacción al ver sus maletas solo fue superada por la desesperación al saber del divorcio. Así que de eso se trataba la aparente borrachera del hombre y que detrás de él estuviese Janneth Smith con su impermutable expresión altanera. Todo un espectáculo, y quizás se trataba del último acto de su teatro.

—¿Eso es lo que quieres? —preguntó, tragándose el nudo que quemaba su garganta.

—Es todo lo que puedo hacer por ti.

—Entiendo. Me tenías preparadas las maletas porque ya no soportas mi presencia en tu casa, ¿cierto? Seguro que te causa asco que un hombre como yo haya estado aquí y haya compartido tu cama —ladró—. ¿Era tan difícil esperar a que llegara para permitirme recoger mis propias cosas?

—No habría diferencia.

Solo la falta de cortesía, tal vez, pero daba igual cuando se trataba de su última pelea. Baekhyun asumió que la galantería de Chanyeol se perdió cuando se hartó de él. No había otra disculpa para su comportamiento.

—Supongo que patearme fuera de tu casa era más sencillo. No has podido esperar ni un poco siquiera. Tal vez si yo me demoraba un poco más, ya encontraba las maletas en la puerta de entrada.

Enervado, Baekhyun apartó la mirada alejándola de Chanyeol y se topó con la figura de Sophie en el segundo piso, al principio de los escalones. Ella desde ahí apreciaba el espectáculo, regodeándose por haber sido tan asertiva al mandar empacar las maletas del chico, se trataba de una advertencia que terminó como la cereza del pastel.

—Como quiera, Señor Park —respondió, saboreando la ironía—. Si tú no quieres saber nada de mí, entonces yo tampoco quiero volver a saber nada de ti.

Baekhyun , dolido, sacó de su dedo la alianza de matrimonio y la dejó sobre la mesa de flores a su izquierda, entonces tomó las maletas y salió de la casa como un tornado de furia. Los perros iban en pos de él, ladrando y correteando sobre la tierra mojada, dirigiéndose a la casa Choi por el sendero de piedras que Chanyeol mandó crear hace tiempo para conectar las dos casas. En el camino, Baekhyun no podía pensar en lo patético que debía verse en ese momento, caminando hacia su casa luego del anuncio de su divorcio. Los sirvientes seguramente escucharon la pelea, con los chismosos que eran, y ahora debían estarlo viendo por la ventana.

—Maldita sea, ¡maldito seas, Chanyeol! —gritó a pocos metros de su casa.

Al llegar a su desolada casa el frío lo embargó y se permitió llorar como no pudo hacerlo en casa de Chanyeol, ahí gritó, maldijo a su esposo y al destino, pero también le suplicó al cielo un momento para respirar y para que su corazón ya no doliese. Le rogó a Dios desaparecer, alejarse del verdugo y de su hoja, pero nada pasó y él seguía en Salisbury, en su casa y en completa agonía.

«Quizás es el perfecto final para una historia que nunca inició», se dijo Baekhyun entre vagos pensamientos, dejando su llanto fluir en un abundante caudal. «Es el adiós que yo necesito».

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