Capítulo 1
9 de abril de 1968.
La agonía de un hombre se extendía por toda la casa, sus lamentos podían escucharse con perfecta claridad en cada habitación, y su voz estaba acompañada por los sollozos de sus tres hijos, Sehun, Hyuna y Baekhyun. Los dos mayores estaban acompañados por sus familias, cada uno con cónyuge e hijos a su cargo, con una vida hecha ya fuera de *Salisbury y fuera de la propiedad Choi. El único que acompañó al viejo los últimos años de su vida fue Baekhyun quien, hasta sus veinte y tres años, no tenía pareja conocida. Era aún joven, pero su padre bien sabía que Baekhyun gustaba más de los hombres que de las mujeres y he ahí su preocupación.
—Papá —gimoteó Baekhyun sujetando la tibia mano de su progenitor—. Papá.
Presentes también estaban el sacerdote de la ciudad que hace pocos momentos le dio los santos óleos, el indicio del desahucio que atormentaba al hombre desde hace días pues su enfermedad, un cáncer a los pulmones adquirido por su insaciable necesidad por los cigarrillos, empeoró y terminó consumiendo por completo los pulmones del hombre. También se encontraba un abogado que sujetaba entre las manos un maletín de cuero negro dentro del cual estaba la última voluntad de Choi Siwon firmada pocas horas antes.
—Los voy a extra-ñar, especialmente a ti, mi Baekhyun —consiguió decir entre palabras cortadas por el aire que se le iba—. Prométeme que encontrarás a alguien c-con quien compartir tus días, solo así moriré feliz y en paz.
De los delgados labios rosados de Baekhyun se escapó un agudo sollozo, derrumbándose entre lágrimas y palabras entrecortadas que le rogaban a Dios por la vida de su padre, aunque sabía que eso era simplemente una petición para prolongar su tortuosa agonía. No quería que sufriera, pero tanto era su egoísmo que tampoco quería que se marchara. El amor por su padre le hacía desear la más amarga agonía.
—No, no, papá —sollozó.
—Prométemelo —imploró, sintiendo cómo sus fuerzas empezaban a abandonarlo, sucumbiendo al frío de la muerte que frente a él esperaba para llevárselo.
Baekhyun asintió con la cabeza, incapaz de pronunciar las palabras que atoradas permanecieron en el medio de la garganta. Su cuerpo temblaba por los hipidos, y leves convulsiones apresaban su cuerpo por cada lágrima derramada.
El médico de la familia se acercó al enfermo, le tocó el rostro al moribundo sintiendo el calor disminuir poco a poco, y con sus dedos índice y medio en el cuello intentó encontrar el pulso del hombre sin resultados positivos. Trató nuevamente, esta vez en la muñeca de Choi Siwon, pero fue en vano, el hombre había pasado ya a mejor vida. Dar el anuncio fue lo más difícil. Baekhyun lanzó un alarido lastimero al oír la nefasta noticia, y ni su cerebro ni su corazón querían aceptarla. Sin embargo, al tocar nuevamente su mano sintió cuan helada esta se volvía poco a poco. Su rostro se ensombreció por el dolor y un chillido saltó de su boca, azotando los oídos de los demás presentes.
—Baekhyun —llamó su hermana—, debemos salir.
Empero, el joven se rehusaba a dejar solo a su padre, no importaba si el médico o el de la funeraria estaban ahí presenciando sus lágrimas. Hyuna tomó a su hermano menor por el brazo y a rastras lo apartó de la cama para sacarlo al pasillo, así tanto el médico como el hombre de la funeraria se encargarían de los últimos detalles para el adiós al viejo Choi.
Baekhyun salió corriendo por el pasillo, bajó por las escaleras y salió por la puerta del patio trasero de la casa; con los ojos anegados en lágrimas llegó hasta el prado verde donde se cosechaba manzanas para elaborar sidra. Cerca estaba el límite común con la finca Park, una propiedad sumamente extensa que abarcaba al menos tres veces la de los Choi y dedicada por completo a la crianza de caballos de sangre pura.
Las piernas le fallaron llevándolo de bruces al suelo, con sus palmas sobre el pasto impidiendo que su mojado rostro impactara contra la hierba, y entonces más sollozos salieron de sus labios mezclándose con torpes balbuceos. Se sentía desolado, abandonado de toda felicidad que días antes pudo embargar su cuerpo. Para Baekhyun, su padre lo era todo. Sus hermanos se marcharon hace años de la casa para formar sus familias, y al poco tiempo murió su madre por problemas cardíacos.
Estaba solo, ahora realmente estaba solo.
Sumido en su tristeza, escuchó los cascos de un caballo al acercarse y un fuerte relinchido le hizo erguir la cabeza para buscar con la mirada a aquel desafortunado que lo vería en tan deplorable situación. El sol estaba alto en el firmamento y su luz le cegó por instantes antes de que la figura de un robusto hombre a caballo apareció frente a él, del otro lado de la valla de madera. Sus llorosos orbes se encontraron con el marcado rostro de su vecino y amor platónico desde hace muchos de años, Park Chanyeol, el dueño de la propiedad.
El Señor Park era, por decirlo menos, el modelo de belleza masculina más perfecto, al menos para Baekhyun. La mandíbula afilada, el mentón recto, los huesos del rostro marcados dándole un duro semblante; sus cejas negras bien pobladas en conjunto con su cabello azabache, ligeramente largo; los ojos cafés como la semilla tostada del cacao; su nariz recta, levemente respingada; y los labios gruesos, casi siempre en un rictus cual si fuera costumbre. Su cuerpo era trabajado, con los músculos marcados en cada fibra que le recorría el metro noventa de estatura. Tenía treinta y seis años, bastante joven para haber enviudado en su primer matrimonio, y por ello mismo se sumió en una soledad asfixiante, con pocas reuniones sociales y contadas charlas con los seres humanos que lo rondaban.
Se podría decir que Baekhyun lo conocía de toda su vida pues siendo muy niño, el Señor Park se mudó y se convirtió en su vecino, aunque nunca entablaron muchas conversaciones. Cuando el hombre se casó hace ocho años, Baekhyun quiso marcharse de la propiedad de su padre, siendo un muchacho inmaduro que esperaba olvidar a su primer amor con simplemente dejar de verlo. No funcionó, pues al volver cinco años más tarde se halló con la trágica muerte de la señora Park. Chanyeol se recluyó en la inmensa casa, con las cortinas siempre cerradas igual que las puertas; los sirvientes eran abundantes dado el tamaño de la propiedad, pero muy poco se topaban con su jefe.
Resumiendo, Park Chanyeol era el cascarón vacío del hombre que un día fue.
—¿Te encuentras bien? —preguntó al desmontar, con aquella exquisita voz ronca que hacía temblar a Baekhyun de pies a cabeza.
—... N-no.
Chanyeol caminó un par de pasos sobre la hierba, recorriendo sus botas de caña alta hasta el límite para apoyarse en la valla que le llegaba hasta la cintura, desde ahí apreció el lamentable aspecto del muchacho a pocos metros de él. Sus ojos lo escrutaron por completo, desde el más rebelde de sus cabellos, hasta su calzado deportivo color negro.
—¿Puedo saber qué te ha hecho llorar?
—Mi padre..., mi padre ha m-muerto —sollozó nuevamente, ocultando entre sus brazos su rostro.
—Cuanto lo siento por ti, sé que ambos eran muy unidos —mencionó, aunque en su voz no se distinguía ningún deje de emoción, casi como si el hecho no le importara o no le provocara conmoción alguna.
—No quería perderlo.
—Pero ningún hombre tiene control sobre la vida y la muerte, ¿o sí?
—... Quiero irme con él —bisbiseó, hipando.
«Y te entiendo», pensó el hombre mayor recordando aquellos meses luego del accidente que le arrebató a su esposa. La vida le pareció insulsa, sin razón ni emociones, y por mucho tiempo creyó que lo mejor sería reunirse con ella, pero siempre hubo una figura que le recordaba que aún en los días más tristes podía existir un rayo de luz a la vuelta de la esquina. Y tenía a esa figura en frente. Ese muchacho que veía a lo lejos, tan lleno de vida y rebosante de alegría en cada momento. Baekhyun. Él se volvió una luz para Chanyeol, o quizás siempre lo fue, mas nunca quiso reconocerlo.
—Estarás bien —le dijo simplemente luego de unos pocos segundos.
—¿Cómo lo sabe?
Sin embargo, lo que realmente quería preguntar Baekhyun era si Chanyeol logró superar la muerte de su esposa, Emily, quizás más por su nefasta curiosidad que por cualquier otra razón.
«Porque sé que eres un hombre fuerte», respondió Chanyeol en su mente.
—Tu padre estaba muy enfermo por lo que sé, y es mejor que su sufrimiento haya terminado. Cree en mi palabra, no quieres ver sufrir a un ser amado por una enfermedad tanto tiempo.
Baekhyun se preguntó si su difunta mujer padecía alguna enfermedad pues al hablar Chanyeol transmitía mucho sentimiento, el mismo que nunca imaginó presenciar. La voz del hombre estaba teñida de dolor, sus ojos ensombrecidos denotaban la presencia de una bruma oscura que los opacaba, y su cuerpo rígido exhibía un hostil recuerdo. Para el joven Choi, presenciar la momentánea caída del muro que Park Chanyeol forjó a su alrededor resultó un elogio, como si fuesen íntimos, o al menos que Baekhyun mereciese un poco más de sentimiento a través de las vacías palabras del hombre.
—Recuerda que a la muerte no se le debe llorar, Baekhyun, porque por muchas lágrimas que derrames nada cambiará.
Chanyeol se alejó tras soltar esas palabras, cual si fuera un adiós, y Baekhyun se volvió a sentir desolado, pero sus ojos le dieron tregua a las lágrimas, quizás porque la presencia del hombre maduro le trajo cierta paz a su corazón. La voz de Chanyeol era adictiva como la mejor droga del mercado y, de igual forma, le hacía alucinar sobre un romance que nunca podría permitirse.
Fue entonces que recordó la promesa que le hizo a su padre segundos antes de su muerte. Debía encontrar a un hombre que le hiciera feliz, alguien con quien pasar su vida. Su padre siempre supo que los hombres le llamaban más la atención de lo que una esbelta mujer podría; no obstante, jamás lo juzgó por ello, de hecho, siempre trató de presentarle hombres atractivos y de buen porvenir, el problema recaía en que Baekhyun ya tenía en su mente a alguien por quien su corazón se sacudía en un frenesí, pero sabía que no podía tenerlo. Era imposible.
Tal vez lo mejor sería buscar a alguien más, un hombre que le ayudara a olvidar su encaprichamiento con Park Chanyeol.
***
Al atardecer de ese día, la familia Choi y una multitud de sus allegados se reunieron en el cementerio de Salisbury para darle el último adiós al viejo Siwon. Baekhyun estaba junto a sus hermanos frente al mausoleo de la familia, viendo el féretro de su padre entrar en la fosa cavada en la pared, justo al lado de la de su madre. La tumba fue construida hace más de dos generaciones por el bisabuelo de Siwon que, poseedor de una cuantiosa fortuna, quería un lugar propio donde sus restos descansaran.
Una nueva ola de nostalgia invadió a Baekhyun al saber que ya nunca volvería a ver a su padre, e inevitablemente sus ojos se llenaron de lágrimas. Recién entonces, su cerebro terco aceptó la situación. Su padre estaba muerto. Vívidos recuerdos de su progenitor se aglomeraron en su mente, torturándolo en un carrusel de imágenes sin fin.
Aquella vez cuando era niño y fue golpeado por los niños de su escuela por ser bastante más escuálido que el común de los infantes.
Cuando le dijo a su padre y a su madre que creía ser gay. Ese día sintió más miedo del que su cuerpo podía soportar y por muy poco no se desmayó a la espera de una respuesta. Quizás, gritos, improperios en forma de grotescos alaridos. No obstante, no fue un regaño, no hubo gritos ni insultos, solo una sonrisa leve en sus rostros y sus ojos inundados del amor que le tenían. Aún recuerda las palabras de su padre.
—Te amaríamos sin importar quién te atraiga. Eres nuestro hijo y eso no cambia por gustarte hombres o mujeres.
Sus piernas temblaron antes de salir de entre la multitud al sentirse asfixiado, buscó aire unos metros lejos del barullo, apoyado contra la pared donde el mural de un ángel estaba.
Después de la muerte de su madre no quiso volver a estar en un funeral, pero la vida lo devolvió de nuevo a ese lúgubre lugar, esta vez para despedir a su padre.
—Llorar no cambiará las cosas —dijo una voz ronca a su espalda, y al darse vuelta Baekhyun se encontró con la imponente figura de Chanyeol—. Pero supongo yo que te ayudará a desahogarte.
—Duele mucho.
Chanyeol lo miró con semblante serio, impermutable, que puso nervioso al joven Choi.
—Pues aprende a vivir con tu dolor antes de que seas consumido por él —fue su consejo.
*Salisbury, Inglaterra.
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Hello!!!
Bienvenidos a esta historia que de hecho escribí hace mucho tiempo pero no pensé en subir a Wattpad.
Espero puedan darle una oportunidad y disfrutarla mucho!
No se arrepentirán
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