Prólogo

Narradora

El planeta Vegeta, un simple trozo de roca en medio del espacio exterior, eso parecía a simple vista, si no fuera por la raza Saiyajin, una de las razas más conocidas por el universo, y no precisamente por sus cosas buenas, sino que, al contrario, eran conocidos por sus peculiares características.

Guerreros fuerte, luchadores innatos, arrogantes y egocéntricos, además de despiadados y crueles a la hora de acabar con demás razas.

Esa noche en el planeta no parecía muy diferente a las otras, el cielo en tonalidades azuladas y verdosas brillaba, esto gracias a las cuentos y miles de pequeñas estrellas que le iluminaban el camino.

Los grandes árboles y vegetación cubrían la mayoría del lugar, pues esa era una localización un tanto curiosidad, detrás el palacio real, donde solo quedaba un inmenso bosque muy poco explorado.

Una leve respiración agitada se iba escuchando, acompañado de unos pasos que demostraban a leguas estar apurados en llegar a su destino.

¿Cuál era?

El hangar, donde las pequeñas naves se guardaban, y no tuvo mejor idea que ir por otra ruta para evitar ser visto con eso que llevaba en sus brazos.

Cuando, finalmente, se detuvo al llegar a su destino, intentaba regular su respiración mientras los suaves quejidos de la niña le hicieron mirarla.

Era tan delicada de ver, se notaba de lejos lo suave de su piel, esas zonas rosaditas que brillaban con la luz de las estrellas, su cabello (c/c) moviéndose levemente gracias a la suave brisa. Y sus manitos, sus pequeñas manitos que sujetaron uno de los dedos del mayor.

El Rey de ese planeta hizo una mueca, frunció un poco el entrecejo ante la acción de la bebé, quien mostró sus ojitos al abrirlos un poco.

Y el mayor tembló, pues era como ver los ojos de su difunto amor, aunque, simplemente, negó con la cabeza, y continuó caminando hacia la nave.

Había una nave en la pista de despegue, pequeña, blanca y circular, apta apenas para un infante como era el caso.

—To- todo está preparado, majestad.— un soldado, que había sido asignado con el labor de preparar la nave, estaba muy al pendiente de lo que sucedía, pues ese tipo de información podía dejar una gran recompensa.

El mayor solo le miró de mala forma antes de acercarse, el soldado apretó un botón y la nave se abrió.

Por unos segundos, el Rey dudo en dejar a la niña en la nave, pues sabia que era incierto lo que le esperaba, pero creía que todo era mucho mejor que lo que ese planeta le podía brindar.

Con sumo cuidado, colocó a la niña, abrochando una especie de cinturón de seguridad, mientras le acomodaba la pequeña manta rosada.

—Lo lamento, hija, pero papá no puede cuidarte en este momento, y estoy seguro que tu madre hubiera querido lo mismo.—dijo, el Rey Vegeta, mientras acomodaba a la bebé en la nave.

La niña emitió un pequeños quejido ante los movimientos apresurados de su padre.

Todo marchaba según su plan, lo cual le daba algo de calmar, no podía manejar el futuro que le esperaba a la bebé, pero quería hacer algo bien por una vez.

En un momento, una enorme sombra cubrió al Rey y a la niña, y, por un seis, se permitió temblar y maldecir al ya saber de quién se trataba.

—¿Dejar a un recién nacido en otro planeta? Que acto más cobarde, digno de ti. —habló una voz gruesa a sus espaldas.

El Rey de los Saiyajin's giró la cabeza, mirando de reojo la sonrisa sinica que el más grande tenía en sus labios negros.

Tragó con dificultad mientras se giraba poco a poco, hasta quedar cara a cara con tan atemorizante ser.

—Responde.—el demonio del frío exigió cortante, con una clara amenaza en esa simple palabra.

—Rey Cold...—respondió Vegeta nervioso.—es- es por su propio bien...—dijo, manteniendo la poca tranquilidad que podía tener en ese momento, aunque debía estar alerta con el demonio del frío cerca.

—Los rumores son ciertos.—mención Cold caminando hacia él —tienes un bastardo, me sorprende de ti, Vegeta.—exclamó sonriendo burlón.

Los nervios volvieron a apoderarse del Rey Vegeta, aumentando su ritmo cardíaco, hasta estar seguro que Cold podía oírlos.

—Es... que...—las palabras no le salían por nervioso que estaba al no saber que responder.

—Entregamelo.—ordenó con seriedad en su voz, su inmensa cola se ondeaba disfrutando ver al Saiyajin tan nervioso y al borde del colapso.

—¿¡Qué!?—Vegeta apenas pudo pronunciar, porqué, en un segundo y un rápido movimiento, el Changlong le empujó, tirando al Saiyajin al piso mientras se acercaba a la nave y tomaba a la niña en brazos.

El Rey Cold movió un poco la manta rosa para poder ver la cara del bebé, cambiando su expresión a una de sorpresa al descubrir que era una pequeña niña.

Su rostro pequeño mantenía una expresión serena que hacía contraste con la situación. Su tez (c/t) mantenía una armonía perfecta con los ojos (c/o) de la menor.

Era tierna, no parecía preocupada, tampoco era consiente de la batalla mental que estaba teniendo su progenitor en esos momentos.

—Yo me la llevaré.—habló con tranquilidad el gigante, dándole la espalda al desesperado Rey Saiyajin.

—No puede hacer eso.—protestó Vegeta con una cara seria, sabía que no tenía la más mínima oportunidad contra semejante Rey del frío. Pero si algo no iba a permitir, era ser humillado.

—Claro que puedo, además, tú no la quieres.—Le restó importancia a lo que él Saiyajin decía, se dio la vuelta, yendo directo a su nave y dejando atrás al Rey Vegeta.

El Rey Vegeta no sabía que decir, tampoco es como si pudiera darse el lujo de pelear contra el más grande por una bebé recién nacida, cuando tranquilamente podría engendrar más. Y la madre de la niña falleció, no tenía el tiempo de estar cuidando a la niña.

Aún era joven, no tenía porqué mierda arruinarse la vida cumpliendo con el castigo que hacerse cargo de sus actos.

Era una persona, claro que tenía sentimientos. Pero, la idea de ser Rey tranquilamente, sin tener que estar cuidando de una niña sin quererlo, era tentadora, demasiado tentador.

Una vez se dejó guiar por su impulso y cometió un error, la bebé; no tendría porque volver a equivocarse... Quizás.

Desde adentro de la nave, en la sala principal, el Rey Cold veía como el saiyajin acababa con ese soldado que estaba allí antes de volver hacia el palacio. Y esa le pareció la escena más repugnante que, incluso los cadáveres desmembrados, o los órganos y huesos por doquier.

¿Qué padre, en su sano juicio, negaba o dejaba de lado a su propia sangre?

Apretó su puño con irá, sin entender aún la simpleza de los Saiyajin's para dejar de lado a sus engendros.

¿Cómo alguien era capaz de dejar a su primogénita en las manos del peor de los tiranos así como si nada?

Él era un maldito, pero no sería capaz de dejar a sus hijos en las manos de cualquiera. Les tenía aprecio.

Miró otra vez a la bebé que yacía en sus brazos, era demasiado pequeña, no parecía capaz de mucho en la vida en cuanto a fuerza, quizás era por eso que el saiyajin quería enviarla a otro planeta, disfrazando su acto con "amor".

Pero estaba seguro que, con un entrenamiento apropiado, la niña podría hacer grandes cosas. Aprendió a no subestimar a los bebés, después del nacimiento de su segundo hijo era algo de esperarse. Con una apariencia pequeña y débil, Freezer demostró ser un prodigio.

—Berryblue.—llamo en voz alta, logrando que la niña lo mirase a los ojos por unos momentos, y, así, sonrió sabiendo que no era cualquier bebé.

La puerta de la sala principal se abrió, dejando ver a una mujer de avanzada edad, de piel color azul y de baja estatura, acompañada de un sujeto amarillo, aún más bajo que la mujer.

—¿Si, señor?—habló la mujer, posando su mirada en la pequeña bebé, quien sonrió al tener atención de todos los presentes.

—Quiero que te encargues de la niña a partir de ahora.—dijo Cold tranquilamente, la mujer alzó una ceja curiosa.

¿Cómo es que ahora debía hacerse cargo de una bebé Saiyajin?

—Como ordene, señor.—respondió sin rechinar. Ella y el ser amarillo se posicionaron a un lado del Rey Cold, ella con la niña en brazos y Kikono mirando a la Saiyajin con curiosidad.

—Ya estoy tendiendo grandes planes en mente para tí, niña.—se dijo Cold mentalmente.

Pronto la nave aterrizó en un planeta congelado, Arcrose no era conocido precisamente por sus cálidas temperaturas, sino por ser uno de los planetas más fríos y por su raza nativa cuyo nombre provenía de eso.

Cold ya tenía a la niña, y la orden que recibió fue muy clara. Nada de encariñarse con la bebé, eso tenía que cumplirlo, pero, no esperaba que la menor fuera un imán para atraer la atención y el cariño de las personas más catalogadas como peligrosas.

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¡Atención! Esta historia está viendo corregida. Poco a poco se irá editando y cambiando algunas cosas.

Gracias por leer y espero que apoyen la historia!!

Un besitoooooo ❤️

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