Estás bajo mi piel.

Cuando XingChen conoció a Xue Yang en la pista de vóley pensó que tenía novia porque una chica se le acercó y lo besó. Después entendió que era una de tantas  porque la vida de Xue Yang era promiscua y llena de excesos. Poco a poco lo sintió como suyo y comenzó a celarlo, a codiciarlo para sí hasta que finalmente se pertenecieron el uno al otro en una noche llena de luciérnagas.

XingChen sabía que antes de él, la vida de Xue Yang estaba plagada de personas que compartían su cama, que tocaban su cuerpo y recibían sus besos y caricias. Personas a las que quizá no volvería a ver al día siguiente pero que habían tenido lo mismo que él tenía ahora. XingChen no era especial en eso, antes de él muchos y muchas habían disfrutado de Xue Yang.

Al principio no pensaba en ello, necesitaba más sobrevivir a los encuentros que tenían donde Xue Yang lo trataba como una amenaza continuamente y actuaba contra él. Después, cuando comenzó a mirarlo de otra manera, esos pensamientos dolorosos sobre la vida de Xue Yang venían de vez en cuando y cuando finalmente se unieron y crearon a su pequeño cachorro, el mundo desaparición y ya ni siquiera pensaba en la asistente beta de la que había sentido celos.

 Pero ahora tenía delante a alguien que había estado en la cama de Xue Yang muchas veces, no alguien esporádico, sino a alguien que tenía cada día que iba a Génesis a su antojo. Ahora era real ese pasado de su esposo y le estaba apuñalando el corazón con un cuchillo envenenado.

Tomó aire para tranquilizarse y se dirigió a la mesa de bebidas que ocupaba un lugar bajo uno de los ventanales. Tenía que disimular sus celos, mantenerse tranquilo ante la amenaza constante de Xue Mu Ren pero era difícil. Su aroma enrarecido se desparramó por todas partes enturbiando el suave olor de miel de azahar tan especial que tenía. Mu Ren sonrió levemente.

—Me hubiera gustado felicitarte antes por tu enlace, pero ya sabes, los negocios me tienen de un lado para otro. Precisamente hace una hora que llegué del extranjero. Por cierto, he estado en la ciudad de Li Xian ¿Cómo está él?

—Li Xian...él...está bien, señor Xue.—Intentó que la mano no le temblara cuando llevó la taza pero no lo conseguía. Celine se levantó rápido y tomó la taza con una sonrisa al tiempo que él se sobresaltaba.

—Me alegro mucho, es un gran cirujano. Supongo que mi hijo vendrá pero no sabes cuándo, lo entiendo, él siempre está a saber dónde haciendo a saber qué —apuntó Mu Ren para apuñalar una vez más a XingChen.

—Estoy aquí, papá—dijo Xue Yang desde la puerta con cara de pocos amigos.

XingChen no sabía si salir corriendo a sus brazos, agarrarlo del cuello presa de los celos o quedarse donde estaba haciéndose una bolita pequeña que no quería ser encontrada por nadie. Su alfa le miró pero no encontró los ojos de XingChen que miraba al suelo. El aroma de su omega le decía que no estaba cómodo con aquella situación, sentía celos, miedo, intranquilidad y Xue Yang sabía que no solo era intranquilidad por él mismo, sino también por el bebé y rezó en su interior para que su padre no lo notara.

—Vaya, vaya, qué cambio en ti tan agradable, hijo mío. Parece que el matrimonio te ha hecho bien. ¿Qué te parece Celine? Nuestro apuesto alfa parece que ha asentado la cabeza. ¿Te lo puedes creer?

—Buenas tardes señor Xue—soltó Celine con una sonrisa que helaba la sangre de XingChen en el otro lado del despacho.

—Celine...—saludó sin mucho entusiasmo Xue Yang más pendiente de las reacciones de su omega—¿A qué has venido, papá? Venía a por XingChen y nada es más importante que mi omega, ya sabes. No tengo tiempo para cualquiera, los hombres casados hacemos estas cosas. 

—Nada importante, pasaba por aquí y quería verte para felicitarte por tu boda.

—Y para presentar a Celine a XingChen, ¿verdad?.

—Oh, eso ha sido pura casualidad. Me vino a recoger para asistir conmigo a una reunión que tengo en un par de horas. No te molestará que la haya traído. Al fin y al cabo sois cercanos, no es como si trajera a alguien insignificante para ti. Celine ha pasado muchas horas en este despacho.

—Por supuesto que lo conoce papá y tú también conoces muy bien este despacho. Así que no os importará que os deje aquí a los dos disfrutando de las vistas. XingChen mi amor, ¿nos marchamos?

XingChen no pronunció ni media palabra, tomó sus cosas y se dirigió a la puerta sin haber cruzado la mirada con Xue Yang aún ni una sola vez. Su alfa mantuvo el tipo, no quería darle más satisfacción a su padre de la que ya estaba disfrutando.

—Qué pena, sabes que me encanta ver a XingChen. Es el omega más hermoso que he conocido nunca, es un placer contar con su presencia aunque sea por poco tiempo.

—Escúchame papá porque no te lo voy a repetir. Has hecho daño a mi omega y no te lo voy a permitir ni una sola vez más. La próxima vez te lo haré pagar—contestó cerca del oído de su padre en voz muy queda.

Xue Mu Ren levantó las manos cómicamente haciéndose el inocente y mirando los ojos prendidos en fuego de Xue Yang. Si no hubiera sido su padre, seguramente le hubiera roto el cuello allí mismo, pero Mu Ren sabía bien cómo medir la soga que tenía Xue Yang y que le mantenía controlado. Sabía cómo estirarla y recogerla porque lo había estado controlando durante mucho tiempo, aunque quizá a partir de ahora, tuviera que volver a medir lo larga que era esa soga o lo resistente que podía ser.

—¿Estás bien?—Xue Yang no se había atrevido a decir nada hasta que él y XingChen estuvieron en el coche.

El omega solo asintió con la cabeza y pasó todo el viaje mirando por la ventanilla. El sol estaba cayendo dejando el cielo de un color rosado muy hermoso, pero  XingChen no podía apreciarlo por el dolor que los celos le estaban causando en su interior. También tenía una tristeza creciente que le apresaba la garganta y le estaba aplastando el pecho. Pasó instintivamente la mano por su vientre para tranquilizarse y que no se le escapara una lágrima  que pudiera ver su alfa en ese momento , aunque ya le estaba delantando su aroma. Se sentía tan patético que quería que se le tragara la tierra.

No dejaba de imaginarse a Xue Yang con aquella omega en su despacho, desnudándola y besando su cuerpo, sus labios y diciéndole todas las cosas que ahora le decía a él. Era una tontería pensar que era exclusivo porque las palabras que Xue Yang le decía cuando estaban juntos, cuando entraba en su interior, también se las decía a ella y entonces no pudo más y rompió a llorar.

—¡XingChen!

Xue Yang aparcó de inmediato y paró el coche, intentó abrazar a su omega pero XingChen se resistió y salió afuera. Comenzó a andar por un camino de tierra que había al lado de la cuneta de la carretera, solo quería alejarse un momento, respirar algo que no fuera el aroma de su alfa porque no quería sentirse más patético aún al necesitar de él para calmarse. ¿Cuántos habrían respirado ese aroma y lo habían pensado como suyo? Ahora se le hacía terrible respirar el aroma a petricor y que le ayudara de alguna manera.

—XingChen, por favor, dime algo.

El alfa no se atrevía a tocarlo, sabía por qué estaba así, sabía que había sido una estrategia de su padre para enfrentarlos pero no podía evitar sentirse culpable también por ser la causa del dolor de su omega. No podía dar marcha atrás en el tiempo, no podía borrar su pasado y ese pasado ahora se volvía en su contra y atacaba a lo que más quería, a su omega.

—XingChen, volvamos a casa mi amor.

—¿También le decías eso a ella?—XingChen se quedó quieto dándole la espalda. Se sentía estúpido, mediocre y sin valor alguno.

—¿Qué? ¡Por supuesto que no! Tú eres el único amor que he tenido nunca XingChen, jamás le he dicho algo así a nadie más que a ti. Nunca me he preocupado de nadie más, no les diría de volver juntos a ninguna parte. XingChen, por favor, mírame.

—Y aún así ha tenido tus besos y caricias.

Xue Yang sintió que un rayo lo partía por la mitad. No podía negarlo, aunque no se pudieran comparar los besos que le daba a XingChen con los que le dio a nadie más en toda su vida, en la mente de su omega debía verse de igual forma y solo podía intentar cambiar esa imagen. Se moría por abrazar a XingChen , por protegerlo con todo su cuerpo para que ni el aire se atreviera a rozarle, pero no podía hacerlo, su omega no quería que lo tocara en ese momento y eso le hacía sangrar por dentro de dolor. Solo podía quedarse ahí, esperando a que XingChen lo aceptara, que le pidiera su protección en algún momento.

—Nunca he creído tener nada para mí. Nunca he pensado en poseer ninguna cosa, menos a una persona. Pero contigo es diferente, quería que me pertenecieras y siento que nunca ha sido así. Incluso cuando me despreciabas quise que fueras mío, que de alguna manera algo de ti me perteneciera. Esa es toda la riqueza que deseaba, Xue Yang, pero nunca la tuve, ¿verdad?

—Te pertenezco desde el día en que nací XingChen. Hasta que te conocí estaba muerto por dentro, caminaba por la vida simplemente cruzándola sin ningún propósito, vacío, desolado, con el corazón tallado en piedra. Nadie ha recibido ni una sola palabra de amor por mi parte salvo tú, ni siquiera sabía que podía decirlas hasta que te conocí y todo estalló. Todo lo que nunca había sentido se desbordó dentro de mí para dártelo a ti y entonces todo se hizo demasiado poco para adorarte.

XingChen volvía a llorar desconsolado. Realmente se sentía tan fuera de lugar que no conseguía hacer suyas las palabras de Xue Yang. Aún no había conseguido sentirse especial como un omega dorado que era, la imagen que tenía de sí mismo era tan frágil y débil que compararse con Celine o con cualquier otra persona que hubiera estado con su alfa, le dejaba en el peor lugar. Se sentía tan desesperado, tan desesperanzado por su futuro como omega, como esposo y como padre que se abrumó hasta perder la conciencia por todas las emociones que le estaban sometiendo a la más oscura desolación.

Xue Yang vio cómo su omega perdía las fuerzas y se iba al suelo y saltó como un rayo para tomarlo en brazos antes de que tocara el suelo. Le sirvió de colchón a XingChen que no fue rozado ni por una mínima brizna de hierba que crecía en aquel suelo pedregoso, lo abrazó como si nunca fuera a volver a hacerlo mientras XingChen no se lo impedía, perdido en la inconsciencia de semejante choque emocional. 

—Por favor XingChen, no me alejes de ti. No dejes que nos separen. Yo solo vivo para ti gatito, para ti y para nuestro bebé. Tú eres mi luz.

XingChen era tan ligero en sus brazos como una brisa de verano, como la niebla en un día de noviembre, como una hoja que cae en otoño entre los rayos de sol que atraviesan la espesura del bosque. Su omega era tan etéreo que parecía hecho por la mano de los dioses y lo habían hecho para él. Lo dejó en la cama del apartamento y lo cubrió con una manta, dejando primero una caricia en su cabello que se empeñaba en cubrirle parte del rostro. En ese momento XingChen abrió los ojos y le miró con infinita tristeza. A Xue Yang se le rompió el corazón porque aquellos ojos estaban plagados de oscuridad infinita y la causa era él.

—Estamos en casa, XingChen. ¿Te encuentras mejor?

—Yo...yo quiero estar solo Xue Yang, yo necesito estar solo, por favor márchate.—Rompió a llorar de nuevo.

Xue Yang no quería alejarse de su omega, quería tumbarse a su lado, morderlo una y otra vez, cubrirlo con su aroma hasta que se durmiera y velar su sueño hasta el amanecer. Pero entendía que XingChen necesitaba su espacio, el embarazo también debía estar afectando a sus hormonas que no le dejaban procesar las emociones de manera correcta. Si quería cuidar de su omega, dejarlo ahora en paz era un paso correcto.

Se contuvo de dejar un beso sobre su cabello o de tocar su vientre para sentirse bien. Se conformó con respirar el aroma de miel de azahar de XingChen, aunque ese aroma estuviera plagado de sentimientos tristes y dolorosos. No le importaba compartir esos sentimientos, haría cualquier cosa por ese omega que le había transformado la vida, no, mejor dicho, que le había dado una vida que mereciera vivir.

XingChen se durmió tiempo después de que Xue Yang se marchara. No quería que lo hiciera y a la vez necesitaba alejarse de él para sentirse mejor. Estaba triste, estaba enfadado y celoso, se sentía estúpido por creerse especial para Xue Yang y a la vez triste de no serlo. Enfadado con él por ser tan popular en las camas de muchos y muchas y enfadado por desear que ahora mismo estuviera en la suya. Estaba tremendamente celoso de Celine, de la secretaría beta que le asistía cada día, celoso del mundo al que pertenecía Xue Yang. Lo codiciaba tanto que no podía dejar de pensar que no era suyo al cien por cien y eso de  dolía demasiado como para verle a su lado. 

No podía seguir en la cama cuando amaneció, el cuerpo le hormigueaba con tantas emociones y su bebé necesitaba que se alimentara para crecer fuerte. No tenía mucha hambre pero debía comer, así que cuando abrió la nevera y no había huevos para desayunar, le entró un antojo tremendo que hizo que quisiera salir a comprarlos. Se puso algo de ropa y abrió la puerta pero se topó con algo inesperado, Xue Yang estaba allí, tumbado en el suelo, había pasado la noche durmiendo en la puerta del apartamento.

XingChen le había pedido que se marchara y él lo hizo, pero no podía dejarlo desamparado así que se quedó en la puerta para vigilar que su omega y su bebé estuvieran seguros. Se había hecho un ovillo, como un perro guardián que no deja entrar a la casa y XingChen no pudo evitar que un calor tierno y amable le llenara todo su interior. Su alfa lo protegía a cualquier precio, aunque tuviera que dormir en el suelo de un edificio custodiando la puerta de su familia contra cualquier cosa. Pero ahora se veía tan tierno que XingChen tuvo que taparse la boca para que un suspiro lleno de amor no se le escapara.

—Qué...qué pasa...¡XingChen!—Xue Yang se levantó de un salto sacudiendo su ropa.—¿Dónde vas, qué necesitas?¿Estás bien, has dormido bien?

XingChen asintió lentamente sin dejar de mirar con ojos soñadores a Xue Yang que se esmeraba en parecer presentable después de pasar una noche de infierno tumbado en el frío y duro suelo. Se recolocaba el pelo como podía para que su omega lo viera lindo y compuesto. XingChen acercó una mano para terminar de colocarle el cabello y Xue Yang sonrió ante el gesto.

—No hay huevos para desayunar.

—Huevos..¿Huevos? claro, sí, no hay huevos. De acuerdo, claro, no te preocupes, yo traeré huevos para que comas, yo los cocinaré, tú solo...entra y... , tú descansa hasta que vuelva, yo te los traeré y luego me quedaré aquí afuera, no te preocupes, yo... yo traeré huevos, sí. Cierra bien la puerta hasta que vuelva, vengo enseguida.

Xue Yang estaba tan nervioso que casi se equivoca en la dirección que debía tomar para coger el ascensor. Volvió sobre sus pasos y se metió dentro mientras se despedía de XingChen de forma infantil con la mano. Solo cuando la puerta del ascensor se cerró, el omega emitió una risita tonta y feliz, alejando toda la tormenta que se había producido en su interior durante la noche.

No podía estar enfadado en ese justo instante con su alfa, lo había custodiado durante la noche y ahora buscaba su alimento para que no tuviera que esforzarse. Amaba a ese alfa a pesar de todo y eso le hizo por una parte enfadarse por no seguir enfadado y alegrase por sentir felicidad en esos primero instantes del día.

Xue Yang no tardó en regresar, llamó a la puerta sin usar la llave. Era su manera de pedir permiso para estar cerca de su omega. Cuando XingChen abrió le dio una bolsa con un recipiente con huevos y otro con varias tortillas recién hechas. Su alfa le entregaba aquello como un niño pequeño, con una sonrisa triunfal, como si hubiera encontrado el tesoro más valioso del mundo que le  daba a su omega.

—No tienes que cocinar nada, tampoco dejar que entre para hacerlo. Ya están hechas las tortillas para que desayunes. Come bien, aliméntate bien para que estés sano y lo esté nuestro bebé.

XingChen notó que la mirada de Xue Yang buscaba su vientre una y otra vez. El alfa se moría por tener contacto con él y con su hijo, así que no pudo resistirse más. Tomó una mano de Xue Yang y despacio la colocó sobre su vientre a lo que el alfa dejó salir un suspiro desesperado y cargado de emoción que hizo vibrar su pecho.

—Hola bebé—dijo en un susurro tembloroso.

—¿Quieres desayunar con nosotros?

Xue Yang asintió, no podía hablar en ese momento, tenía un nudo en la garganta que le impedía decir mucho más. Solo quería abrazar a su omega, oler su cuello, besar su marca y sentir a su bebé a través de la piel. Solo quería tener cerca a su familia, cuidarla y defenderla de cualquier ataque y pagaría lo que fuera si XingChen le dejaba hacerlo. Y lo hizo, no le había soltado la mano que había llevado a su vientre y ahora tiraba levemente de su alfa para que entrara en su casa.

Xue Yang se dejaba hacer dócil de la mano de su omega que lo guiaba de nuevo al calor de su pequeño hogar, y se le hizo urgente buscar un mejor sitio para vivir los dos. Un nido donde XingChen se sintiera seguro y feliz y su hijo creciera dentro de su omega hasta el día en el que finalmente lo viera nacer. No pudo contenerse más, lo abrazo por la espalda y besó su cabello suavemente ante la sorpresa de XingChen.

—Por favor, no me alejes de vosotros. Sois lo único que tengo, lo único por lo que respiro y vivo cada día. Sin vosotros no soy nada XingChen, te llevo debajo de mi piel, grabado a fuego y nadie cambiará eso nunca. Eres el amor de mi vida, mi omega y mi razón para existir.

XingChen se volvió dentro de los brazos de Xue Yang para quedar enfrentados y también lo abrazó.






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