Capítulo 47

¡Crack!

Su cuello se había lastimado en algún momento. Probablemente al impactar contra el suelo. El lacerante dolor en esa zona fue lo primero que su cabeza asimiló cuando la lucidez regresó a él. Su cuerpo, tan pesado como el plomo, se negaba a reaccionar y sus extremidades se encontraban entumecidas.

No entendía de dónde llegaba la humedad; ni tampoco por qué un silbido constante acosaba a sus oídos. Como un piano que se había quedado trabado en la nota más aguda.

Intentó abrir los ojos, pero comprobó que no tenía fuerzas para hacerlo. Poco a poco, Jungkook comenzaba a notar que las cosas no estaban bien.

¿Qué hacía en el suelo, cubierto de lodo?, ¿Por qué un diluvio caía en sus espaldas?, ¿Por qué su lobo arañaba las heridas paredes de su interior con histeria?

Su cenagosa existencia le pesaba. La nula capacidad de reacción de su cuerpo comenzaba a inquietarlo. Intentó respirar a profundidad, pero con cada inhalación, sentía que se asfixiaba; era como si hubiera caído súbitamente en un lago encantado, que cada vez lo engullía más y más profundo.

«¿Qué es esto?» Se preguntaba. La enardecida pregunta comenzó a repetirse. Más fuerte. Más alarmante.

La creciente ansiedad lo incitaba a hiperventilar, pero no podía hacerlo. No cuando la asfixia comenzó a aterrarlo. Su corazón retumbaba en sus oídos con la fuerza de una explosión.

Sus pensamientos merodeaban insistentes; el pánico se acrecentaba. Quería gritar y pedir ayuda. La parálisis estaba apunto de matarlo. Necesitaba...

— ¿Jungkook? — Fue como un incrédulo suspiro ahogado, una exclamación de angustia y alivio. Después, se transformó en un espeluznante alarido anegado en desamparo. — ¡Jungkook!

Un par de brazos removieron su cuerpo. Lo voltearon hasta que quedó de espaldas al suelo. Por fin, Jungkook pudo inhalar con libertad. Y el alivio que sintió no tuvo comparación.

Entre el viento, la lluvia y los truenos, decidió concentrarse en el olor que se acercaba a él. El durazno, la vainilla y el toque de miel lograron lo que él no había podido hacer en aquellos desesperantes minutos: tranquilizarse; comprender que todo estaría bien.

Poco a poco, comenzó a abrir sus ojos. Se sentía débil sin razón.

Pero cuando por fin pudo enfocar la vista, vió a Taehyung justo encima de él.

Sin embargo, la escena que presenciaba no era un cliché celestial. Taehyung no parecía un ángel caído del cielo que había llegado para ser su salvador. No.

Más bien, era un soldado que acababa de salir de una batalla brutal.

Lo que delató su llanto fueron los mudos gimoteos que sacudían a sus caídos hombros. Sus pupilas estaban dilatadas, más allá de lo sano. La camisa que vestía se hallaba hecha jirones, e incluso estaba desgarrada en la zona inferior, como si hubiese intentado cortarla en dos de un solo jalón.

¿Acaso las manchas oscuras en su ropa se trataban de sangre?

Aquello era demasiada información para su pobre cabeza. Así que primero intentó espabilar. Y con una inaguantable lentitud, los recuerdos comenzaron a llegar.

Observó otra vez la escena como si la viviera una vez más. El bosque, la tormenta, Taehyung... ¿Dónde estaba Yugyeom? No es que le preocupara, pero le desconcertaba no verlo merodeando.

Hizo amago de incorporarse, por lo menos hasta quedar sentado. Y el omega se apresuró a ayudarlo. Le tendió los brazos e hizo presión en su espalda para evitar que se tambaleara.

La parálisis se había marchado ya, pero su cuerpo seguía entumecido y débil. También tenía frío, y la cabeza le dolía.

— ¡Jungkook! — Clamaba. El alfa se encontró con su mirada perdida. El olor agrio, que alguna vez creyó dulce, le golpeó como una bofetada; estaba asustado.

— T-Tae... — Balbuceó, apenas incorporándose. Sentía como su organismo iba recuperándose de la inusual recaída. — ¿Qué sucede?

El omega no respondió. Ya no se encontraba gritando. En algún momento de su furtiva recuperación, había comenzado a alejarse de él. Sin embargo, su silencio no resultaba apaciguador.

Analizó las manos temblorosas de Taehyung, sus hombros tensos y la mirada llena de pánico y terror que se mantenía fija en algún punto más allá de su espalda. Jungkook apenas tuvo un segundo para reaccionar cuando sus instintos percibieron una tercera presencia acercándose.

El ocaso ya había ocurrido. Seguía lloviendo con fuerza, pero ya no había ni truenos ni relámpagos. La precaria luz iba atenuándose poco a poco.

Escaneó rápidamente su entorno. Aún seguía entre los límites del mismo claro que había guardado en sus mente como un punto de partida.

A unos escasos metros de su posición, se encontraban las trizas de lo que alguna vez fue un robusto y fuerte árbol. El tronco destrozado aún brillaba cual lava ardiente, refulgiendo desde la agonía. Comprendió de inmediato que ahí había impactado un rayo, y él había estado demasiado cerca. Lo suficientemente cerca para recibir una porción mortal del impacto, pero aún en el punto preciso como para poder contar la historia.

Taehyung jadeó asustado. Parecía en shock. Sus labios se movían con alevosía, recitando palabras ininteligibles que Jungkook no tenía tiempo de descifrar.

En realidad, Jungkook temía que no tuviera tiempo de nada cuando advirtió a un enorme lobo negro acercándose, cauteloso. Gruñía enfurecido mientras avanzaba mostrando sus enormes y afilados colmillos.

Se aproximaba audaz, saliendo de entre las penumbras con aquellas espeluznantes pupilas rojas que parecían brillar como cadáveres en descomposición.

La regeneración de Jungkook estaba casi completa. Aunque su ropa estaba hecha un desastre. Instintivamente se interpuso entre el lobo y Taehyung, y gruñó cuando vio que su avance no cesaba. Aún en su forma humana, Jungkook era lo suficientemente intimidante como para lograr que el lobo se detuviera. Pero no iba a retroceder.

Y él tampoco.

Jungkook se sentía en una escena surrealista, pintada y diseñada por un artista envenenado de locura y crueldad. No entendía bien cómo habían llegado a ese punto, pero lo que sí sabía, era que el lobo era el enemigo, y él no iba a permitir que alguien saliera herido.

Con el pelaje erizado, las garras raspando la tierra y el lodo, los enormes colmillos mostrándose con un orgullo iracundo y el constante gruñido amenazante, la furia y la amenaza podían tocarse en el ambiente. El lobo no estaba en sus cinco sentidos. Parecía que la razón de su potente enojo iba más allá de la razón. Avanzaba a matar.

— ¡Yug, no! — Alcanzó a escuchar, antes de que la bestia se abalanzara sobre él.

El cambio de Jungkook fue rápido, casi instantáneo. Sus pobres vestiduras, que ya estaban sucias, mojadas y ligeramente chamuscadas, salieron expedidas cuando el cuerpo humano cambió por el de un enorme lobo castaño.

Yugyeom, quien aparentemente era la encolerizada bestia negra, se aferró a su lomo con sus enormes garras, mientras que Jungkook comenzaba a removerse incansablemente para sacárselo de encima.

Jungkook aprovechó la oportunidad en cuanto la tuvo y mordió una de las patas traseras. De inmediato, el lobo negro chilló y perdió la fuerza con la que lo sostenía.

Pero se repuso a gran velocidad y volvió a embestir contra Jungkook.

Por otra parte, Taehyung divisaba la pelea mientras se ocultaba detrás de los árboles y los arbustos, a pesar de que sabía que su olor delataba su ubicación. Su instinto le dictaba, no, le gritaba que debía de correr y alejarse de ahí. Debía de ponerse a salvo pronto.

Pero su cuerpo se negaba a marchar.

«Jungkook» Era el único nombre que rondaba por su cabeza, una cabeza tan confusa, que ya no sabía de dónde había sacado aquel nombre.

El haberse acercado al alfa inconsciente minutos atrás, había sido un reflejo instintivo. Tan natural, que ni siquiera se había dado cuenta de lo que estaba haciendo.

Pero Taehyung ya no lo reconocía, ni a él, ni al otro alfa contra el que se enfrentaba.

Solo sabía que el lobo negro era un peligro para él, y que debía de huir.

Pero, ¿Cómo atreverse a huir cuando «Jungkook» lo estaba defendiendo con tal ferocidad? No se sentía correcto para él alejarse y abandonarlo ahí.

No sabía dónde estaba, y tampoco sabía a dónde ir, ¿Había algún lugar seguro en medio de aquel inhóspito cúmulo de árboles?

Sin embargo, tampoco podía mantenerse ahí, tan solo viendo como la sangre salpicaba la tierra y era bañada por la lluvia que poco a poco comenzaba a menguar.

¿Qué se suponía que debía de hacer?

Un chillido erizó su piel, los lobos habían sacado sus colmillos y estaban dándoles uso.

Taehyung dio un paso, dubitativo. Los pelitos de su piel estaban crispados, percibía vagamente como sus músculos se tensaban. Debía detener el enfrentamiento, antes de que el resultado fuera fatal.

Ambos lobos alfas eran en extremo fuertes, vigorosos y enormes, pero él lo había visto. Había visto cómo el hombre que existió antes de la feroz bestia había tomado un líquido amarillento. Él fue testigo del momento exacto en el que sus ojos cambiaron de color por aquel pútrido tono rojizo; de cuando los instintos pudieron más que el raciocinio y de cuando él se convirtió en la presa.

Recuerda haber corrido aterrorizado, a pesar de que su vista se nublara cada cierto tiempo y de que sus pies descalzos se hundieran entre los imprevisibles charcos de lodo, mientras el alfa lo perseguía a través del bosque, excitado por el trofeo de la cacería.

Incluso ahora, el omega sentía que podía desmayarse en cualquier instante. Hace mucho que la energía era un recurso escaso en él. Sin embargo, había una fuerza en su interior que lo impulsaba a seguir ahí, a dar otro paso, a proteger lo que era su omega le decía que le pertenecía.

No sabía cuánto durarían los efectos de lo que sea que se haya metido el lobo, pero temía que fuera tiempo suficiente para descartar a «Jungkook».

Apenas pasaron unos segundos cuando el lobo café fue arrojado como un peso muerto a varios metros de distancia, impactando contra las fibrosas raíces que sobresalían del suelo. Entonces, Yug volteó en su dirección, con un gruñido satisfactorio pegado en la garganta.

Taehyung le sostuvo la mirada, y no retrocedió cuando el alfa comenzó a avanzar hacia él. No debía de mostrar miedo, o podría ser su fin. Sabía que no había forma en la que él pudiera ganar si se enfrentaban en un duelo. Su fuerza era mucho menor y su cuerpo no se encontraba en su mejor momento.

Pero no podía quedarse ahí, quieto, solo esperando un trágico final.

— A quien quieres es a mi, ¿No es cierto? — Desafió. Por el rabillo del ojo, detectó al lobo café comenzando a levantarse. — Entonces atrápame.

Sus rápidos pies emprendieron la carrera. Una carrera que se veía dificultada por el lodo, la oscuridad y las piedras que lastimaban su piel.

Escuchó el sonido de las fibrosas patas persiguiéndolo. No podía derrotarlo. Al menos no él solo.

Siguió corriendo, atravesando los senderos que estaban tan incrustados en su cabeza, que su cuerpo se movía por sí solo. La memoria muscular apareció en el momento ideal.

Sin embargo, comenzaba a percibir cómo se quedaba sin respiración, y cómo sus músculos comenzaban a calentarse por el sobreesfuerzo.

No tenía tiempo para volver la vista atrás. Su instinto de supervivencia era lo que lo impulsaba a correr, mientras que el instinto de protección era el que lo instaba a no detenerse.

Y Taehyung se concentró en eso. En sus instintos.

Sus pulmones empezaron a doler, mientras que su vista comenzó a nublarse. Pero aún no era suficiente. Todavía no.

Los colmillos de Yugyeom alcanzaron a morder la camisa de Taehyung, jalándola. La pobre se desgarró por el tirón.

Mejor la camisa que sus entrañas.

El miedo azotó a Taehyung. Sentía el corazón en la garganta; palpitaba con tal fuerza en su pecho, que creía que después se le formaría un moretón.

Un gruñido atemorizante más, demasiado cerca a él, se convirtió en la gota que derramó el vaso.

Taehyung sabía que faltaba poco para llegar al río que cruzaba al bosque, su olor llegó a él con claridad, a pesar de que aún los separaba poco menos de un kilómetro de distancia.

La lluvía se había detenido ya, y algunas aves nocturnas comenzaban a salir de sus refugios, batiendo sus alas y cantando a los árboles. El ulular de los búhos y el aleteo de los murciélagos eran sonidos que amenizaban a la bruma nocturna.

El violeta fue pincelado desde el interior de sus pupilas, y justo después, su cuerpo cambió hasta transformarse.

Donde un humano aterrorizado corría, un furioso lobo gris atacaba.

El omega reprimido por fin obtendría lo que tanto había deseado.

Él no era un omega cobarde. No se parecía en nada al endeble humano con el que compartía alma. Oh no. Aterrizó con presteza sobre el terreno húmedo, girándose con increíble gracia, quedando de frente al furioso lobo que le perseguía.

El alfa, atento al cambio, tuvo la astucia de detenerse antes de llegar a él. Sus dilatadas pupilas se encontraron. El rojo contra el púrpura. El títere ya se había cansado de la función; quería de vuelta el control de su cuerpo. Cortaría los hilos que lo encadenaban y después acabaría con las fatales manos del titiritero, para asegurarse de que jamás pudiese jugar con un muñeco de nuevo.

Yugyeom exhaló, colocando una de sus patas delanteras enfrente de las demás. Era obvio que avanzaría como un depredador en cacería. Pero el potente gruñido del omega lo detuvo. El alfa debía de recordar que no era el único que tenía garras.

Su vacilación le costó caro. El omega avanzó a extrema velocidad y se abalanzó sin miedo sobre su cuerpo, logrando encajar sus afilados colmillos sobre su lomo ya empapado de sangre. Retiró sus dientes rápidamente, y esquivó por los pelos un ataque hacia su propio cuello.

Taehyung se escurrió entre sus patas, y con agilidad, se posicionó para un nuevo ataque. La iracunda bestia, cegada por el herido orgullo, se abalanzó sobre él. Estaba claro que no pasaría por alto tal falta de respeto. Un omega debía de estar siempre debajo de un alfa, debían de agachar la cabeza y hacer lo que se les ordenara.

No se suponía que se levantaran y lucharan cara a cara contra uno de ellos.

El omega embistió contra él hasta comenzar un intenso forcejeo. Las garras arañaban más allá del pelaje y los colmillos se incrustaban hasta doler. Rodaron por el suelo, cada uno más indispuesto que el otro a ceder.

Cada nuevo arañazo en el omega solo provocaba que su ira aumentara. El odio que había cultivado contra aquel infeliz durante semanas por fin podría ser liberado.

Se sentía vigoroso, furioso y capaz de ganar la pelea. Se encontraba en un pico de adrenalina que se impulsaba por nada más y nada menos que el deseo de venganza.

Apenas pudo saborear la satisfacción de haber encajado sus colmillos en su cuello, cerca de su hocico, y de haber desgarrado la piel de su costado con sus garras, cuando el lobo negro profirió un astuto gruñido que paralizó cada una de sus terminaciones nerviosas.

La voz de mando lo obligó a ceder.

«Detente»

El omega gruñó con furia cuando su cuerpo dejó de reaccionar. El alfa, aún en su forma lobuna, pareció sonreír, envenenado de putrefacta soberbia.

La sangre caía por su pelaje. El alfa había recurrido a su plan de emergencia al haber sido acorralado. En la época actual, utilizar la voz de mando era visto como un recurso vulgar y supremamente irrespetuoso.

Cuando el lobo gris cayó rendido contra el lodo, el alfa se acercó con la intención de alzarlo desde la piel del cuello, como si fuera un cachorro, sin siquiera inmutarse por los gruñidos iracundos que este profería.

Sin embargo, no contaba con que Taehyung había cumplido con su principal objetivo: ganar tiempo.

Jungkook apareció detrás de la bestia, justo por uno de sus puntos ciego, y se abalanzó contra él con la fuerza de un dios. Se aferró a su cuerpo con cada una de sus mortales garras, y sus colmillos atravesaron la carne de su cuello. Esta vez, se aseguró de que el ataque fuera fatal.

Las patas del lobo café se afianzaron después al suelo, y lanzó el pesado cuerpo de Yugyeom a la lejanía, hasta que impactó contra la superficie del agua. El río fluía con especial fuerza aquella noche. Acababa de ser alimentado y nutrido por cada una de las gotas de la tormenta.

El lobo gimió desesperado cuando sintió como comenzaba a ahogarse, tanto por el agua como por su propia sangre. No estaba en una zona especialmente profunda, pero el nivel del agua era perfectamente capaz de cubrir su cuerpo. La fuerza de la corriente era feroz. Aunque con tan solo un poco de ayuda, él podría salvarse.

Jungkook perdió el interés en aquel alfa y se acercó a Taehyung, comenzando a olfatearlo en busca de algún daño. Sin embargo, la atención del omega aún se encontraba en el lobo negro que se zarandeaba con fuerza en un desesperado y brutal intento por sobrevivir.

La corriente se llevaba poco a poco su pesado cuerpo. La herida en su cuello era mortal, la fractura en una de sus patas imposibilitaba que pudiese escapar de allí, mientras que el desgarre en sus costillas lo debilitaba rápidamente.

La vista era angustiante. Taehyung recordó, de manera fugaz, el tiempo en el que ambos eran niños pequeños que jugaban y tonteaban inocentemente. Todos los abrazos y palabras de apoyo que intercambiaron. Yugyeom había sido un pilar importante a lo largo de su vida.

No era justo que aquel fuese su final.

El omega se levantó, por fin fuera de la bruma que Yugyeom había colocado a su alrededor, al menos por ese efímero instante. Se acercó hasta la orilla del río, y antes de perderlo de vista, tomó el cuerpo del lobo negro con sus dientes, hasta arrastrarlo cerca de la orilla, donde el nivel del agua era más bajo.

El alfa le dió una mirada agradecida cuando pudo dar al menos una bocanada de aire. Sin embargo, era un pobre diablo que desconocía las verdaderas intenciones de Taehyung.

No, no era justo que aquel fuese su final. Porque después de todas las palabras que le dio en sus momentos más débiles, de sus constantes manipulaciones, de haber sido drogado y casi abusado por aquel desgraciado, no le parecía justo que Yugyeom se fuera sin experimentar ni un poco de lo que le provocó a él.

Su alma exigía cobrar por lo que vivió.

Con sus patas traseras, se aseguró de que su cuerpo quedara completamente inmóvil, atrapado entre él y el rocoso suelo del río, mientras que sus patas delanteras presionaba su hocico y su herido cuello hasta que se encontrara bien cubierto por el agua.

El omega observó con regocijo la desesperación del alfa mientras se ahogaba, mientras su cuerpo dejaba de responder, mientras su mente se nublaba y su consciencia se apagaba...

Ese era el costo de la traición.

Cuando el cuerpo debajo de él dejó de moverse definitivamente, fue cuando por fin se alejó. Caminó con tranquilidad hasta donde el otro alfa lo esperaba. La mente animal no sentía ni remordimiento ni culpa. Tan solo había hecho lo que tenía que hacer.

Jungkook se había mantenido inmóvil, tan solo viendo las acciones del omega, sin atreverse a interrumpirlo. Aquella noche le parecía de lo más irreal, como si estuviera atrapado en un sueño lúcido. Además, había una herida, en la parte superior de su pata izquierda, muy cerca de su hombro, que sangraba bastante. La adrenalina de su cuerpo comenzaba a descender, por lo que el dolor poco a poco iba a aumentando.

Taehyung llegó hasta él, y comenzó a olfatearlo, justo como él lo había hecho minutos atrás. Cuando llegó a la herida en su hombro, gimió angustiado y pasó su lengua sobre la superficie, llevándose un poco de sangre con él.

Estaban lejos de casa, en una zona que pocos conocían. El cuerpo de Jungkook comenzaba a debilitarse, y el omega sabía que no podría llevarlo a cuestas hasta una zona donde alguien pudiera tratarlo, ni como lobo, ni como humano. Presionó su hocico contra su costado, en una zona que aún se mantenía lejos del líquido carmesí, para indicarle que se recostara en el suelo.

El alfa cedió, a la expectativa de sus acciones. Después, el omega retrocedió un paso, alzó el hocico al firmamento, justo hacía la enorme luna que comenzaba a vislumbrarse entre nubes, y entonces aulló con fuerza.

Su alarido resonó con fuerza en el bosque, viajando con velocidad hasta llegar a aquellos que continuaban en la infructuosa búsqueda.

«La manada llegará pronto», le prometió. «Estoy seguro de que no nos han abandonado»



Jungkook abrió los ojos a la mañana siguiente. El tapiz tradicional del hanok lo recibió con calidez. Su cuerpo continuaba en recuperación, pero las heridas ya estaban cerrándose.

Yoongi había estado apoyándolo. Lo ayudó cuando llegó el momento de darse una ducha y se aseguró de que acabara sus porciones de comida.

Por otro lado, WheeIn, en su labor de doctora, se pasaba por su habitación de vez en cuando a lo largo del día, siempre pendiente a la presencia de alguna anomalía en su cuerpo.

La noche de tormenta lo había dejado desconcertado de muchas formas. Una de ellas era acerca de las reacciones de su propio cuerpo. Jungkook necesitaba respuestas y esperaba que WheeIn pudiera ayudarlo a aclarar algunas de sus preguntas. Así que, casi al anochecer, en una de sus rondas de rutina, aprovechó la ausencia de Yoongi para comenzar con su investigación.

— El lazo entre dos personas destinadas es muy importante. Nace justo desde el núcleo de nuestra alma. Perderlo significa que una parte de tu esencia se desprende de ti, de ahí que sea tan doloroso. — explicó, mientras le mostraba una sonrisa emotiva. — Su lazo se encuentra muy, muy dañado; justo ahora, debe ser tan resistente como la tela de una araña. Debes considerarlo como una profunda herida abierta. Tu cuerpo colapsará de vez en cuando si intentas forzarlo.

— ¿Y qué se supone que debería de hacer? — Indagó, segundos después. En ese punto, retornar a una relación no le parecía buena idea. Es más, ni siquiera podía ponerlo en discusión.

— Temo que no tengo una respuesta para eso, Jungkook. — Expresó, con voz melancólica. Ella dejó su mirada en su regazo, como si lamentara la pérdida de un amigo. — Pero creo que deberías de hacer lo que tu corazón te pida.

— Pero no tengo idea de qué es lo que quiere. — Reclamó, más para sí mismo.

— Entonces detente a escucharlo por un rato, podría darte las respuestas que no hallarás en nadie más. — Sus palabras resonaron en lo profundo de su cabeza a lo largo de las siguientes horas. Rebotando de un lado a otro hasta que llegó a doler. Lo mantuvieron despierto durante toda la noche.

Su corazón sangraba... pero cada vez que intentaba oirlo, no recibía más que un profundo silencio.

Sabía que Taehyung estaba siendo atendido del otro lado de la casa, en la habitación principal. Sin ser estricta, la Sra. Song les había dejado en claro a ambos que no debían de buscar al otro hasta que sus cuerpos se hubiesen recuperado, a pesar de que en realidad no lo tenían prohibido.

Aquella noche, Taehyung se desmayó a medio camino, exhausto por todo lo que acababa de vivir. Su cabeza palpitaba. Parecía un pizarrón con información ya escrita que se borraba y reescribía una y otra vez.

Ahora, el omega se encontraba comenzando un tratamiento detox para la droga que encontraron en su sangre: Delirium.

Namjoon se había pasado por su habitación en un par de ocasiones, y había tenido el suficiente tacto como para ir actualizándole sobre el estado de Taehyung. Era lo único que lo tranquilizaba y que evitaba que su irremediable lobo tomara el control de él.

El omega tenía momentos de lucidez poco frecuentes, donde su memoria se aclaraba y comenzaba a reconocer los rostros y los olores que flotaban a su alrededor. Sin embargo, los doctores aseguraban que tardaría varios meses hasta que pudiera regresar a ser el mismo hombre que alguna vez fue.

El cadáver de Yugyeom fue encontrado en la orilla del río. Las autoridades lo relacionaron con Kim Taehyung de inmediato, pero antes de que iniciaran con un nuevo escándalo, tomaron los testimonios y realizaron los análisis pertinentes. Encontraron un compuesto de afrodisíacos ilegales en la autopsia. Al final, tanto Jungkook como Taehyung fueron exculpados, al haber sido considerados como víctimas que actuaron en defensa propia.

A Jungkook casi le pareció gracioso la eficiencia con la actuaron en esta ocasión.

Cuando cumplió una semana en rehabilitación, el alfa fue dado de alta de manera oficial. Y ahora, Jungkook observaba su maleta de viaje lista sobre las telas blancas del futón.

Aún era de madrugada, y otra vez Jungkook no había podido dormir. Se marcharían a primera hora de la mañana, pues debían regresar pronto a Seúl.

Había dejado la ventana abierta, y la brisa del viento entraba con parsimonia a la habitación.

Jungkook estaba sentado en un rincón, con las piernas cruzadas, observando el escenario con la mirada perdida. Porque en realidad estaba observando hacia su interior. Su cabeza repasaba los momentos que vivió en aquel lugar, rememorando con nostalgia las tardes felices y las noches de tormenta.

De pronto, se sentía melancólico. Sabía que no regresaría a Dalbich. Por lo menos no pronto. Y a pesar de todo lo que había pasado, no había podido evitar tomarle cariño al lugar. Aprendió a disfrutar de la brisa del viento que revolvía al pasto, a regocijarse con el olor de la uva fermentándose en las cavas, a respirar sobre la lluvia de verano y a gozar el frescor del aire puro acariciando su pelaje al correr.

Durante toda su estadía en el viñedo, Jungkook había disfrutado de algo de lo que no había podido saborear desde hace mucho tiempo: libertad. Libertad por ser Jungkook. Solo Jungkook. Solo un alfa intentando encontrarse a sí mismo. Intentando conectar con su esencia.

Dalbich había sido el refugio que, sin querer, había escogido para envolverse en su crisálida.

Estaba seguro de que iba a extrañar todo lo que vivió aquí.

Sin embargo, debía seguir avanzando.

Cuando los primeros rayos del sol comenzaron a colarse por el lejano horizonte, dando inicio a la gloriosa hora azul, la puerta de su habitación se desplazó silenciosamente.

El corazón del alfa se sobresaltó al ver unos ojos brillantes del otro lado del umbral. Sin embargo, su cuerpo no se movió. Se quedó ahí, en el rincón, esperando el siguiente movimiento del omega.

Al verlo, Jungkook ya no sintió el amargo sabor de la traición recorriendo su cuerpo, tampoco el anhelo que lo obligaba a regresar a él una y otra vez. La marea implacable de sus emociones había menguado, y como en una noche de luna nueva, las olas seguían ahí, pero se mecían con calma y serenidad.

Taehyung entró, con una expresión tímida y apenada en el rostro. Avanzó con cautela hasta estar cerca de él, y se sentó a su lado. Ambos refugiados en el silencio, contemplando el alba a través de la ventana.

— ¿Qué vamos a hacer ahora? — Musitó. Jungkook giró el rostro hacia él. Sus ojos estaban fijos en los rayos del sol que comenzaban a colarse en la lejanía, a través de las montañas. Pero Jungkook sabía que toda su atención estaba enfocada en su respuesta.

— No lo sé. — Dijo, sin temor a decepcionar.

Taehyung sería, hasta su último respiro, una parte fundamental de su vida. Jamás podría dejar de verlo, ni alejarse de él hasta fingir no recordarlo. Tan solo pensarlo le provocaba un fuerte dolor en el corazón. Tan profundo que no lo dejaba respirar.

No estaba seguro de que pudieran estar juntos románticamente. No después de todo lo que pasó. No ahora.

Sabía lo decisivo que podría ser ese momento. Ambos debían elegir el papel que jugarían en la vida del otro. Y sabían que una vez acordado, jamás podrían hacer algo para cambiarlo ni para deshacerse de él.

Ya no podían ser una pareja, y la simple idea de convertirse en amigos no parecía ser la correcta. Pero entonces, ¿En qué se convertirían?, ¿Qué nombre debían de darle a su extraño vínculo?

— No quiero perderte. — Dijo Taehyung, después de un rato de silencio. Jungkook se dio cuenta de que el omega experimentaba uno de sus momentos lúcidos. Con la cabeza limpia de la contaminación que le habían inyectado. — No creo poder vivir una vida en la que te vea formar la tuya al lado de alguien más.

— No me pidas que regresemos ahora. Estamos demasiado heridos como para tratar de sanar al otro.

— Lo sé. — Bajó la frente, respiró profundo. Tomó fuerza para continuar. — Pero saberlo no cambiará lo que siento.

Alzó el rostro, y lo miró directamente por primera vez. Sus ojos estaban vidriosos, presentía que las lágrimas comenzarían a escapar de sus párpados en cualquier instante. Jungkook se permitió perderse en el café de aquellos orbes por un instante. Hizo un poquito de trampa y se sumergió en la fragancia del durazno, la vainilla y la miel.

No.

Él tampoco sabía cómo podría ser capaz de algún día dejar de añorar esto.

— Te amo. — Susurró Taehyung, casi como una exhalación. Era un último grito de auxilio.

— Tae...

— Te amo. — Apoyó su frente en el hombro del alfa, y se quedó ahí. Ya no esperaba una respuesta. No quería escuchar algo que ya sabía.

Jungkook inhaló con fuerza, sin rechazar el contacto. Miró al techo, y estudió las vigas de madera, tratando de distraer su mente. De lo contrario, comenzaría a llorar y patalear como un cachorro.

Durante toda esa semana, hubo una idea vagando por su mente. Pero era opacada por las ideas impulsivas, las ideas emocionales y las ideas caprichosas. No hacía mucho ruido, pero el eco que dejaba era enorme.

En ese momento, el alfa se dio cuenta de que quizá esa era la idea que debía de escuchar. A pesar de todo, era la única que podía darle un poco de paz.

— ¿Recuerdas cuando logré montar a Luna? — Musitó. — Gané la apuesta.

— Sí. — Evocó. — Aún no has usado tu deseo.

— No, no lo he hecho. — Coincidió. — No tenía idea de qué era lo que podría desear. Lo único que sabía era que quería que fuera para algo importante.

Taehyung se incorporó, sin dejar de prestarle toda su atención. Siempre hacia él.

— Ahora ya sé qué es lo que quiero.

— ¿Puedo saberlo?

Jungkook giró el rostro hacia él, y se aseguró de que sus ojos se conectaran antes de continuar. Estaban lado a lado, y de alguna forma, habían estado acercándose cada vez más. Eran los dos polos opuestos que, sin remedio, se atraían.

— Te quiero a ti. — Pronunció, cerca de sus labios. Los ojos del omega se desviaron a los belfos contrarios. Anhelantes. Añorantes. — Pero no podemos estar juntos hasta que hayamos terminado de sanar.

— Kookie...

Ahuecó su mejilla, recomponiendo su atención a dónde él quería: a sus ojos; a las puertas de su alma. Quería que entendiera cada palabra, y que no se perdiera de ninguna de ellas.

— Un día, cuando podamos voltear al pasado sin derramar lágrimas, sin sentir miedo ni angustia. Cuando podamos recordar todo lo ocurrido hasta este verano con una sonrisa, nos encontraremos aquí, durante la Vendimia. Y solo entonces, podremos comenzar una nueva historia juntos. — No sabía en qué momento una rebelde lágrima se hizo camino por su mejilla, pero ahora sentía cómo avanzaba hasta su mandíbula. Taehyung la limpió con su pulgar, sus manos temblaban, pero su tacto era gentil.

— ¿Ese es tu deseo? — Preguntó, para cerrar el trato.

— Si, lo es.

La mirada de Taehyung se apagó por unos segundos. Esperaría. Estaba seguro. Pero temía que la espera se convirtiera en largos años de soledad y anhelo, ¿Qué haría cuándo necesitara a su destinado a su lado?

— No podremos vernos hasta entonces, ¿Verdad?

— No.

— ¿No podré llamarte, ni preguntarle a tus amigos por ti?

— No. — Negó, desolado. Dolía, pero necesitaban colocar esos límites para no frustrar cualquier avance que hayan logrado en sí mismos. Sabía que ambos intentarían encontrarse, pero lo mejor era dejarle aquella tarea a la Diosa Luna. — Y será lo mismo para mí.

A pesar de querer negarse, Taehyung terminó asintiendo. En aquel momento de claridad, con su cabeza libre de ataduras, y siendo solamente él, comprendía porqué y cómo habían llegado a esas condiciones. Sabía que aquello era necesario.

— Jimin pronto se irá a la ciudad junto a Yoongi. Lo dejaré a él a cargo de nuestra asociación. Así no correremos el riesgo de encontrarnos por el trabajo. — Jungkook asintió de acuerdo. — Yo...

— Ya. No digas nada más. — Para ese momento, sus labios casi se rozaban al hablar.

No volverían a verse en mucho tiempo. Pasarían meses, e incluso años, antes de que estuvieran así de cerca de nuevo. Así que, ¿Qué tanto daño podría provocar un último beso antes de separar sus caminos?

Taehyung suspiró cuando por fin sus labios se tocaron, como un hombre sediento al finalmente tomar un gran sorbo de agua fresca. Jungkook colocó una de sus manos en su espalda baja e hizo un poco de presión, acercándolo a él.

Sus lenguas hicieron contacto y exploraron tan profundo como pudieron. Vertieron todas sus emociones en aquel toque, diciendo todo lo que las palabras no alcanzaban a comunicar. Fue un beso lento, duro y apasionado. Justo como fue su amor.

Con el pasar de los meses, Taehyung seguiría tocando sus propios labios, recordando aquel último beso, aquella última sonrisa que le regaló su amado antes de marcharse.

Antes de que la eterna espera diera inicio.

Pero no importaba. Taehyung esperaría.

Sí.

Claro que esperaría.



MiaGarrettA

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